Ultimo programa 2017 de La otra.-radio, para escuchar clickeando acá
Hoy hace treinta años se moría Luca Prodan. Cuando llega esta época del año, para muchos de los que la navidad no significa nada, nos vuelve a la memoria Luca, su muerte, la tapa de la quinta edición de Crónica que lo puso en tamaño catástrofe. ¿Qué sería Luca para la Argentina para que su muerte fuera tapa de la quinta de Crónica?
Yo estaba en el bar de Lima con mis compañeros de cine, a media cuadra del ENERC (que en esa época se llamaba CERC), cuando entró el diariero con la quinta. Y entonces eso se nos ligó a "Noche de paz" que había salido pocos meses antes en After Chabón y ya está el combo. Navidad, Luca, muerte. Y cada año que pasa volvemos a contar el paso del tiempo: "30 años después de Luca".
Evidentemente algo de su paso por acá nos marcó. Éramos del rock nacional y él vino a agregar otra onda, otro color, con la autoridad que en Buenos Aires se les confiere a los europeos que saben de qué va la cosa. Luca quiso llevar a cabo toda una operación de sustitución del paradigma inicial del rock argentino. En la versión más chambona, Charly y Spinetta no valían nada, no habían escuchado los discos correctos, no eran "de verdad" como él, que solo aprobaba a Pipo Cipolatti, porque era gracioso o a Jaime Torres porque era un negro re-grasa pero "de verdad".
En nosotros se produjo una tensión interesante: nunca, por más soberbia europeísta con que Luca les bajara el precio, dejamos a Charly y Spinetta, nunca le dimos bola a esa canchereada del tano aristócrata. Pero cuando vimos a Luca en acción (yo pude verlo bastante tempranamente, cuando Sumo era telonero de... ¡Los violadores!) nos imantó. Ahí no importaba la operación que pretendía hacer Luca: importaba su potencia corporal, su ternura escondida, el sonido caliente y espeso, la desfachatez, el caos controlado de Sumo.
[Esto lo dice Nora Fisch para Oscar Jalil en Luca Prodan. Libertad divino tesoro: "La gente que vive con tanta intensidad, aparentemente sin miedo ni apego a nada, tal vez tiene temores que son tan enormes y profundos que no emergen. Sin pretender hacer psicoanálisis barato, creo que adentro del Luca carismático y autosuficiente había un nenito muerto de miedo. Luca tenía una soledad esencial, como la de un chiquito abandonado. Fue alguien superinteligente y talentoso, como artista sintonizó de manera muy ajustada la cultura que lo rodeó, pudo leer con gran sensibilidad la sociedad argentina de los 80 con sus hipocresías y sus ternuras, y supo hablarle. Los verdaderos artistas se involucran con lo social en un nivel perceptual muy profundo y pueden articularlo en palabras, en gestos, en músicao en imágenes".]
Antes habíamos estado tironeados entre los hinchas de Spinetta -que no transaba y ponía la ética del poeta por delante de show- y los de Charly -que era un cirquero que bailaba en el escenario, no era serio como Spinetta, su éxito era un malentendido que se iba a disipar pronto-. Cuando los propios Charly y Spinetta (porque se llaman así, Charly por el nombre y Spinetta por el apellido, los que dicen "García" y "Luis" quieren establecer la distancia del que no la vivió sino la leyó en los libros) se encargaron de juntarse y borrar esa dicotomía zonza, pudimos relajarnos y aceptar que no estábamos equivocados porque los entendíamos perfectamente a los dos. Entonces llegó Luca a decir que los argentinos estábamos equivocados e hizo lo que pudo para imponer un canon que tuviera en lo alto a Morrison, la Velvet, Ian Curtis y Bob Marley. Pero Luca nos mentía: él sabía que esa mutación del proto-punk neoyorquino y el post-punk londinense no había llegado a estas costas y tenía que hacerse un lugar a los empujones, forzar un poco las cosas, pero él sigilosamente deslizaba que Charly y Spinetta eran buenos aunque no se los bancara.
Entonces tuvimos que hacer espacio para Luca en nuestra sensibilidad. Lo que facilitó la tarea es que el rock argentino surgido en los 80 no fue capaz de superar a la generación de los fundadores: Litto, Manal, Moris, Tango, La Pesada, Pappo, pero sobre todo Charly y Spinetta.
Y tuvimos que hacer espacio para Luca por una única razón: sería un tano fanfarrón pero era un gran artista. (Charly lo reconoció, no tanto Spinetta, que dijo no sé qué boludez sobre "el reviente"). Y Sumo en vivo sonaba como nada había sonado acá. Entonces, nosotros, los que estamos escribiendo este texto, nunca tuvimos que optar entre "los que querían parecerse a Al Dimeola" y los chabones que son "de verdad". El que al final sintetizó todas estas tensiones en una mezcla más argentina que la birome fue Palo Pandolfo, historia al alcance de la mano.
Pero nosotros somos los que por una mera contingencia cronológica nos cruzamos a Luca en la calle y fuimos a ver a Sumo antes de que fuera leyenda. Lo vimos mutar leyenda delante nuestro. Y lo vimos morirse de a poco.
Por eso es que cuando llega esta parte del año tan fea, de pan dulce, turrón y sidra, la manera que tenemos de zafar de toda esta porquería es contar otro año después de Luca.
El programa del domingo pasado de La otra, el último en vivo de este año, se lo dedicamos a Luca. No sin antes hablar de la crisis política en la que rápidamente está sumergiéndose el macrismo, al forzar su proyecto de país inviable. Lo pueden escuchar todo clickeando acá.
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