por Daniela Andújar
la máquina de escribir, que compré en la pescadería, pesa unos 200 kilos
está apoyada arriba del “tripé”,
que es la mesa,
que en verdad es un acordeón
de plástico y madera, muy liviano
que se despliega
para vender en la calle, en la feria o en la luna,
la única silla de la casa es el banco de la batería de Jorge (Albornoz) que pesa 300 kilos y que llevamos en colectivos unos miles y miles de kilómetros buenos aires bahía río brasilia río sao paulo río bahía río sao paulo
Lo que escribo es “Blenorrago”, historias inverosímiles sobre una realidad brasilera inverosímil y muy insímil y muy verdadera como lo son la palpabilidad de la mentira y las conversaciones con los Orixás
observo algunas características constantes
no hay mesa
la casa es rodante y siempre otra
la máquina de escribir es más pesada que la casa
la pescadería de enfrente que me la vendió
también tiene el único teléfono público y privado
atiende todo el barrio y en el caso de que sea para vos, te llaman a los gritos y una acude a las zancadas dando gracias a la gritos (muy velozmente porque quién sabe si no es comunicación internacional pescadería a pescadería)
Lo que rodea la casa, a la pescadería y a la máquina de escribir es una selva que entra por la cocina hasta volverse inalcanzable
además de 1 infinidad de lagunas saladas
1 ruta peligrosa
55 kilómetros de baches hasta Río
mares succionadores como sopapas
personas matadas y descartadas allí
tierra roja
bananeros glucosos
cuchicheos con pistolas
aullidos, ladridos, monerías, yaguareterías, sapos boi compositores de óperas
todo es un poco aéreo
un poco suelto
un poco volátil
y bastante claro
la realidad es polifónica
las mesas son improbables
la comida, una obligación que da risa si no fuera mortal
la poesía, una posesión
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