por Martha Silva
En su cuento "La salud de los enfermos" del volumen Todos los fuegos el fuego, Julio Cortazar se deslizaba sinuosamente de la pintura familiar a lo ominoso. Como aquellos conejitos que en “Carta a una señorita en París” se empiezan de pronto a vomitar, como si tal cosa. Nadie en la literatura argentina, ni siquiera Borges, tenía la cualidad de deslizarse tan subrepticiamente hacia lo fantástico, haciéndonos creer en su cotidianeidad. Ese mecanismo cortazariano era por cierto más factible en épocas anteriores. Hoy resulta improbable creer que alguien que en verdad desapareció, tenga existencia real y esté triunfando en París. La inmediatez de lo tecnológico ha obturado casi totalmente la posibilidad de inventar mentiras piadosas. La cruda realidad saldría a la luz de inmediato.
En el film de Sabanés ocurre como en la obra teatral que interpreta casualmente en este momento Marilú Marini Invenciones, en la que existe una escalinata que, peldaño por peldaño, atesora y narra las vicisitudes y las miserias que han ocurrido en el seno de una familia de clase alta.
Es , por lo menos, una cuestión opinable.
En su cuento "La salud de los enfermos" del volumen Todos los fuegos el fuego, Julio Cortazar se deslizaba sinuosamente de la pintura familiar a lo ominoso. Como aquellos conejitos que en “Carta a una señorita en París” se empiezan de pronto a vomitar, como si tal cosa. Nadie en la literatura argentina, ni siquiera Borges, tenía la cualidad de deslizarse tan subrepticiamente hacia lo fantástico, haciéndonos creer en su cotidianeidad. Ese mecanismo cortazariano era por cierto más factible en épocas anteriores. Hoy resulta improbable creer que alguien que en verdad desapareció, tenga existencia real y esté triunfando en París. La inmediatez de lo tecnológico ha obturado casi totalmente la posibilidad de inventar mentiras piadosas. La cruda realidad saldría a la luz de inmediato.
Esas familias siniestras del siglo que pasó tenían además el mandato y la costumbre del disimulo, del ocultamiento de aquello que hoy se ventilaría descarnadamente por televisión, hasta el último detalle. Muerte, amor, adulterio y ruina eran palabras impronunciables en el seno de una familia honorable, palabra vetusta si las hay.
Mentiras piadosas es el primer film del director Diego Sabanés, que hace una versión libre del citado cuento. En ese ambiente de simulación del que hablábamos más arriba, hay un cierto toque de humor que el director rescata de Cortázar, en el que se mueven con holgura la gran Marilú Marini y el actor y director teatral Claudio Tolcachir. Mención especial para otro hombre de teatro: Rubén Schuzmacher, en el rol de un ser un tanto despreciable. El resto está correctísimo y hay también un protagonismo de los objetos.
En el film de Sabanés ocurre como en la obra teatral que interpreta casualmente en este momento Marilú Marini Invenciones, en la que existe una escalinata que, peldaño por peldaño, atesora y narra las vicisitudes y las miserias que han ocurrido en el seno de una familia de clase alta.
No faltará quien ejerza su derecho a criticar la libertad con que Sabanés adaptó el cuento. “Nadie puede decir ahora los textos del mismo modo”, nos dijo recientemente el gran autor uruguayo Villanueva Cosse, con respecto a su audaz versión de Marat-Sade.
Es , por lo menos, una cuestión opinable.
1 comentario:
Inmejorable la foto que encontraste en la que los hermanos que comparten un misterio van al aeropuerto, para no verse nunca más.( Quirós y Claudio Tolcachir)
Y hasta el titulo general parece tener algo que ver: todos tenemos algo dañado.. Martha
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