En Capital la segunda vuelta está irremisiblemente perdida para el kirchnerismo. A lo mejor que se puede aspirar es a acortar la brecha, con el fin de que la derrota no resulte tan dañina. Creo que lo más inteligente hubiese sido que Cristina promoviera un acuerdo entre Macri y Filmus para evitar la segunda vuelta ante una diferencia irremontable. Esa flexibilidad le habría permitido empezar a acercarse a sectores porteños que votaron a Macri sin estar necesariamente en su contra. Se trata, si se quiere, de picardía o de pragmatismo. Si la propuesta se hubiera hecho lo suficientemente rápido (la misma noche de la derrota o al día siguiente) se le habría quitado a la derecha una nueva ocasión de regocijo, que sabemos que ansían más que nada para esta etapa de su contraofensiva.
La derecha está desatada. Una de las cosas más interesantes de este período es ver cómo opera la derecha desatada. Ejemplo es el asombroso ocultamiento que hacen de las pruebas que incriminan al Pro en una campaña sucia contra Filmus. Los recursos más agresivos de la desinformación, la distorsión y el ocultamiento se dirigen en primer lugar contra los lectores de sus propios medios. La tergiversación de cualquier noticia para transformarla en una lesión al gobierno viola todos los manuales de ética periodística: una asamblea de intelectuales de Carta Abierta en la que se hacen críticas mesuradas y sensatas al gobierno al que se adhiere se transforma en los titulares en una crisis política de grandes proporciones en el kirchnerismo. La expresión libre de un cantante popular como Fito acerca de lo que piensa de los habitantes de la ciudad en la que vive es presentada como un "ataque del kirchnerismo a los porteños". La decisión (lógica, inevitable, tardía) de apartar a las Madres del proyecto Sueños Compartidos es presentada, una vez más, como una noticia sospechable: "El Gobierno intenta aliviar la difícil situación de Bonafini". Con idéntica o mayor ferocidad se titularía si el gobierno hiciera todo lo contrario: mantener Sueños Compartidos en manos de las Madres. La catarata de insultos, agravios y calumnias que los comunicadores de la derecha cometen diariamente contra cualquier figura pública que apoye a Cristina es festejada por los mismos que se horrorizan si algún adherente al gobierno sube apenas los decibeles de su voz. Duhalde les dice "pelotudos" a los integrantes de Carta Abierta, Forster le responde a Duhalde en el tono prolijo y académico que lo caracteriza y Clarín denuncia que Forster "ataca" a Duhalde. Las muy posibles derrotas del kirchnerismo en distritos habitualmente adversos, como Santa Fe y ciudad de Buenos Aires y la falta de un candidato propio en Córdoba serán presentados como catástrofes de magnitud desorbitada por las tapas de los próximos lunes.
Son solo unos pocos ejemplos de una sucesión extenuante. Pero son inmensamente ilustrativos de la olla a presión a que apuesta la derecha cuando los gobiernos no le son simplemente dóciles. Hace muchas décadas, hasta la llegada del kirchnerismo, que los gobiernos le eran simplemente dóciles. El kirchnerismo llega a los 8 años de gobierno y lo más probable es que sea elegido por otro período. De lo que Cristina debería tomar nota es que en las próximas semanas estas operaciones se acrecentarán. Se apostará a la demonización de todo aquel que parezca un poquito K. Se viene dirigiendo todo el poder de fuego contra Hebe, Carlotto, Fito y cualquier otro que salga públicamente a bancar al gobierno. Serán tratados como corruptos, patoteros, fascistas, lo cual tendrá un efecto disciplinador para todos los que tengan miedo a quedar expuestos a semejante artillería. En cambio, se cubrirá con un manto de disimulo cualquier noticia que revele las abyecciones de la derecha protegida, como las calumnias sistemáticas lanzadas desde las oficinas de Durán Barba contra la familia de Filmus. Las pruebas de que Durán Barba concibe estos métodos desde sus propios libros puede que no tengan ningún efecto más allá de la minoría informada y ya convencida de no votar a Macri. Y seguramente no pueden incidir sobre la mayoría que no pasa de leer los títulos de los grandes diarios. El aparecer como víctima no va a favorecer a Filmus, dado que la desfachatez de que hizo gala Macri durante cuatro años no impidió que el 47 % de los porteños lo votaran en primera vuelta. Están los que no se enteran, están los que no quieren enterarse y están los que saben y se regocijan. Buenos Aires se encamina a ser la ciudad gobernada durante 8 años de su breve historia por un incapaz peligroso. Buenos Aires, su población, da asco.
Y esto no exime al kirchnerismo de ponerse a pensar en la responsabilidad que le cabe por esta derrota: su ausencia de política hacia la ciudad, su falta de proyecto para esta veleidosa ciudad. No habría sido tan difícil hacer notar la pésima gestión del Pro de haber tenido una política clara para los porteños. El kirchnerismo no la tuvo y, por lo visto, en esta segunda vuelta tampoco la tiene. La necesaria denuncia contra la campaña sucia es indispensable, pero con eso no se derrota a Macri. Los porteños también le festejaron a Menem sus tropelías durante unos cuantos años, y después se manifestaron dispuestos a creer en la seriedad de De La Rúa. Los porteños se olvidan de sus miserias muy prontamente y se burlan de la "baja calidad" del voto de las provincias pobres. El kirchnerismo tiene condiciones objetivas para mostrarse como una fuerza modernizadora y de gestión mucho más eficiente que el macrismo. Pero el kirchnerismo porteño se debate en una falta de política que ya parece endémica.
El kirchnerismo llega a los 8 años de gobierno y lo más probable es que sea elegido por otro período. De lo que deberíamos tomar nota es que, dado que aún no aparece el líder derechista apto para capitalizar el desgaste por tantos años de gobierno, lo más probable es que las operaciones golpistas no cesen al comenzar el nuevo período de Cristina; por el contrario: se acrecentarán. Hace falta entonces una creatividad política para enfrentar lo que seguramente va a venir, una creatividad similar a la que el kirchnerismo mostró en los momentos de mayor debilidad y que suele perder cuando le va bien.
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