La notable película sobre Nana Caymmi que se exhibe este domingo a las 17:00, gratis, en la Casa Nacional del Bicentenario, Riombaba 985. No se la pierdan.
por Alejandro Ricagno
La película es el retrato de la cantante carioca Nana Caymmi, la hija del famoso Doryval Caymmi, y es el último trabajo que ha compuesto ese gran retratista de mujeres gigantes, el director suizo Georges Gachot. Si en sus aproximaciones al universo de Martha Argerich y de Maria Betanhia, en Conversación nocturna (2002) y en Música y perfume (2005) respectivamente, había escogido el tono elusivo e imprevisto de una, y el amplio y solar de la otra, aquí el retrato se torna más ambicioso. Pero en Río Sonata Gachot redobla la apuesta: a aquella intimidad del retrato se suma ya no como interlocutor invisible, sino en calidad de intérprete. De compositor e intérprete. En efecto, el director se erige en el intérprete visual del estado -y hasta las conversaciones de entrecasa- de un alma, que más que cantar vive “en estado de música”. La justa composición de los encuadres elegidos, los colores, las texturas, el montaje, consiguen plasmar plenamente en el film esa magia intangible que transmiten las canciones en la voz de Nana Caymmi. La exacta tonalidad de la prodigiosa garganta de la cantante encuentra el eco justo en las imágenes que recoge la cámara de Gachot y la táctil fotografía de Mathias Källin y Pio Corradi. Se abre ante nosotros, entonces, cada tanto, como un motivo que regresa, al compás de las conversas y recitales de Naná, un Río insólitamente brumoso, cubierto por la llovizna. (...)
La película es el retrato de la cantante carioca Nana Caymmi, la hija del famoso Doryval Caymmi, y es el último trabajo que ha compuesto ese gran retratista de mujeres gigantes, el director suizo Georges Gachot. Si en sus aproximaciones al universo de Martha Argerich y de Maria Betanhia, en Conversación nocturna (2002) y en Música y perfume (2005) respectivamente, había escogido el tono elusivo e imprevisto de una, y el amplio y solar de la otra, aquí el retrato se torna más ambicioso. Pero en Río Sonata Gachot redobla la apuesta: a aquella intimidad del retrato se suma ya no como interlocutor invisible, sino en calidad de intérprete. De compositor e intérprete. En efecto, el director se erige en el intérprete visual del estado -y hasta las conversaciones de entrecasa- de un alma, que más que cantar vive “en estado de música”. La justa composición de los encuadres elegidos, los colores, las texturas, el montaje, consiguen plasmar plenamente en el film esa magia intangible que transmiten las canciones en la voz de Nana Caymmi. La exacta tonalidad de la prodigiosa garganta de la cantante encuentra el eco justo en las imágenes que recoge la cámara de Gachot y la táctil fotografía de Mathias Källin y Pio Corradi. Se abre ante nosotros, entonces, cada tanto, como un motivo que regresa, al compás de las conversas y recitales de Naná, un Río insólitamente brumoso, cubierto por la llovizna. (...)
Río Sonata en un film es de una generosidad exhultante, envolvente, tan profundamente emocionante y personal, que cuando termina uno siente la necesidad de eso, de llamar a sus amigos, a sus amores, a su familia, para compartirlo, una y otra vez. (Fragmentos de la nota "Pintar una voz. Sobre Río Sonata, de Georges Gachot" escrita por Alejandro Ricagno y publicada en el último número de revista La otra, actualmente en los kioskos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario