Mientras la dirigencia política termina de resolver sus alquimias electorales y la CGT se saca de encima esa conducción de gordos ahítos y miedosos de los carpetazos, queda claro que el único freno al ajuste brutal que el gobierno está aplicando es la movilización popular en las calles. Lo demostraron los docentes en su multitudinaria marcha de ayer. La lucha de los Metrodelegados, boicoteados por la UTA entreguista y los tribunales cómplices, es un ejemplo a seguir. No hay que perderse en disquisiciones sobre la unidad panperonista con los desertores ni sobre los católicos de misa dominguera. Las propuestas de unirse con los legisladores que les votaron todas las leyes al régimen son ridículas. No se trata de peronistas sí o trosquistas no, o al revés, de trosquistas sí y peronistas no. No importa un pomo de dónde vengas y qué decís que sos. Si cantás la marchita o volvés con la frente marchita, no importa. Al FMI que hoy se instaló en la Casa Rosada para manejar el país en control remoto solo se lo para en la calle. Por eso mañana todos al obelisco.
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