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domingo, 27 de mayo de 2018

Tanguito, el punto de la Cueva, raro al cubo




Para mí Tanguito era genial, cuando a la salida de un concierto o a la salida de un ensayo me lo encontraba en la esquina de mi casa, y ni siquiera había ido a golpear la puerta. El tipo estaba por ahí o justo llegaba con su séquito, se apoyaba contra un auto y empezaba: "Abre el barril de lluvia y toma una copa y el hombre de cristal volverá a vibrar". El flaco ya había compuesto temas como ése, o como "Diamantes de espuma", unas canciones preciosas con unos tonos muy simples pero con una profundidad tremenda. Esas canciones las conservó hasta en la época de drogadicto. Habrá agregado alguna canción más que se le habrá ocurrido pero, en realidad, creo que Tanguito ya las tenía de antes, de su etapa sana, realmente el tipo debe haber sido un genio. Después se echó a perder. Nadie podía ni estar ni tocar con él, no mantenía el ritmo y cambiaba los acordes con una arbitrariedad extramusical.
Luis Alberto Spinetta a Juan Carlos Diez, en Martropía: conversaciones con Spinetta

Tango o Tanguito, Ramsés VII, Donovan el Protestón, Drago: los nombres para una fundación enigmática.

Editó dos discos simples con la banda Los Dukes, pertenecientes al universo de la música comercial de los 60 ajeno completamente a la estética y ética que poco después contribuiría a fundar: "Decí por qué no querés" (Palito Ortega-Dino Ramos) / "Mi Pancha" (Music Hall, 1963); "Carnaval, carnaval" (Ball y Roger, versión castellana de Santos Lipesker) / "Maquillada" (Freddie Cora) (Music Hall, 1964). 

En 1968 Tanguito apareció como el que sería por siempre en un simple que contiene "El hombre restante" (Tanguito-Martínez) y "La princesa dorada" (Lernoud-Tanguito) (RCA Victor), aunque con un revestimiento sonoro que respondía todavía al universo "Club del Clan". Quizá este choque entre dos estéticas incompatibles convierte a este par de canciones en rarezas irrepetibles. Ya en 1970, en  el sello Mandioca, un ecosistema que podía acogerlo como propio, grabó el único disco auténticamente suyo editado en vida: "Amor de primavera" (Hernan Pujó) / "La balsa" (Nebbia y Tanguito).

En el grupo fundacional del rock argentino, que de por sí eran los raros de la ciudad de Buenos Aires de la segunda mitad de los 60 porteños (La Cueva, La Perla del Once, Plaza Francia, el divague), él era el muy raro. Dijo Claudio Gabis a Página 12 en 1989:

«Lo conocí (cumpliendo rigurosamente con la leyenda) en La Perla del Once. Lo recuerdo sentado con uno de sus "Valerios" (una variante del eterno oficio de escudero) en una mesita al fondo del salón, visiblemente aislado del numeroso grupo que copaba una larga mesa diez metros más allá. Me llamó la atención, también, su separación del resto de la gente. Por eso estaba en capilla, y a pesar de quererlo, se lo mantenía alejado. Recuerdo la insistente frase: No te acerques a esta mesa, loco, porque siempre nos quemás. Y entonces dirigía un último intento, por ejemplo hacia mí, que era nuevo: -¿No me prestás cinco pesitos, Claudio, que mañana te los devuelvo?».

Moris, Javier Martínez, Litto, Gabis, después Spinetta, eran una banda de muchachos que estaban fundando una tradición poderosa que dejaría una huella definitiva en la música argentina, un polo creativo único en el mundo, en el contexto de explosión social, cultural y estética que se registraba en todas partes del globo. Tanguito, dentro de este pequeño grupo era, a la vez, el extraño.

Es decir: en un momento raro de la historia musical moderna, en un lugar donde ese giro adoptó un rumbo raro, tanto para los parámetros locales como los mundiales, todo empezó con un grupo pequeño en el que había un muchacho que era raro incluso para ese grupo inicial. Tanguito era raro al cubo. Un detalle: los otros fundadores del rock argentino formaban parte de la clase media urbana, con el aporte no menor del rosarino Litto. Pero Tanguito era un lúmpen del conurbano. Eso significó una no tan sutil discriminación:

"Tanto se habla del amigo Tango y sin embargo yo lo recuerdo como uno de los tipos más maltratados de La Cueva. Maltratado, ¿cómo lo puedo explicar? Él vivía lejos, en Caseros, entonces andaba siempre con su bolsita, con las medias, una camisa blanca, con todas las cositas que llevaba. Y, bueno, era usual que le escondieran la bolsita en La Cueva. ¿Viste que en el secundario siempre hay un tipo al que todos tienen de punto?. Bueno, Tanguito era el punto de La Cueva. Yo me acuerdo, de noche, tarde, que se tenía que ir, y pedía la bolsa, pedía la bolsa. Y me acuerdo de dos o tres noches, de una ronda de ocho o diez tipos pasándose la bolsa como jugando al vóley, y con Tango en el medio, tratando de agarrarla y diciendo: `Che, por favor, me tengo que ir´. Me acuerdo las verdugueadas de los cueveros hacia Tango".

Y Billy Bond:

"Alguien tiene que decir que Tanguito era menor de edad y no entraba a La Cueva. Y que se drogaba tanto que vos no podías ni hablar con él. La mayoría de los músicos lo despreciaban, pero nadie lo dice: lo idolatran. Con Tanguito éramos compadres, amigos. Yo lo toleraba bastante; él era peligroso porque tomaba muchas drogas. Ojo, no estoy en contra de las drogas: no soy un santo. Tanguito no era el prototipo de un héroe. E incluso olía mal. Pero era un ser maravilloso y con un corazón así de grande. A Tanguito, las drogas lo abrían mucho y por ahí te decía ‘te quiero’ y vos no sabías por qué. Había gente a la que eso no le gustaba. ‘¿Qué le pasa a este pelotudo?’. Sabemos cómo es el argentino".

Murió en 1972 en circunstancias no claras. Su deterioro vital llevaba años. Meses antes había grabado el único LP por el que se lo conoció durante décadas, editado meses después de su muerte: Tango (1973, Mandioca).

Se dice que ese disco tuvo escasa repercusión comercial. Eso también es raro. Su voz áspera, su extraño fraseo, su rítmica dura, su audio primitivo y crudo suenan en una primera oída como una anomalía que, sin embargo, es la propedéutica ineludible que un buen oído necesita para entender las bases estéticas del rock argentino. No se puede entender qué es el rock de acá si no se escuchó Tango, el disco, un unplugged radical. No hay Spinetta sin la voladura de ese chico raro de Caseros al que nadie le daba bola.

En la década del 90 se hizo famoso por motivos errados: una película de Marcelo Piñeyro, con guión del director y de Aída Bortnik, adultera el sentido de su ícono para transformarlo en un objeto de consumo masivo incompatible con su esencia.

En 2009 aparece el CD Yo soy Ramsés, integrado por canciones grabadas en la primavera iniciática de 1967, con un Tanguito artísticamente más íntegro que el que en 1972 grabó el LP con el que se conoció por años. En estas grabaciones seminales están sentadas las bases de la parte más original y audaz del rock argentino. Hay que tener en cuenta que cuando fue grabado no existía ni siquiera el álbum blanco del los Beatles.

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