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domingo, 16 de febrero de 2020

El folletín de Cristina y Alberto que la derecha reescribe todas las semanas solo logra cautivar a los intensos


por Oscar Cuervo

Sorprende la virulencia con que los principales diarios de la derecha tratan este fin de semana al gobierno de Alberto y Cristina. La cuidadosa moderación gestual del presidente –su propósito de “desengrietar” al país- no parece conseguir una reciprocidad en estos medios, aunque quizás sí en el tercio más despolitizado de la población. De lo que puede deducirse que no era la retórica combativa de Cristina lo que durante los años de su presidencia le ganó el odio de las corporaciones, sino nuestra falta de alineamiento colectivo con el horrendo orden represivo que hoy reina en prácticamente toda la región.

La principal oposición que hoy se erige contra el gobierno popular no se halla ya en el macrismo. Quizás sea un error seguir caracterizando a esta oposición con ese nombre: macri ya no conduce a casi nadie, los sectores sociales que se mantienen fieles a su desvaída figura –el primer presidente en la historia que perdió su reelección, derrota política para la que no hizo falta pasar de una ´primera vuelta- tienden a replegarse en su núcleo durísimo, después de un par de torpezas que el mafioso calabrés mostró ya en el llano, que hacen que la caída de su imagen parezca hoy irremontable. El bloque legislativo opositor que resultó de las elecciones de octubre no quiere ni puede ser conducido por macri: pero sigue disponible para los poderes fácticos, el sector más concentrado de las clases dominantes argentinas y el dispositivo financiero internacional.

La clave del triunfo del Frente de Todos es la unidad del peronismo y otros partidos y sectores sociales del campo nacional y popular, unidad encarnada en el acuerdo entre Alberto y Cristina. La suerte se echó el 18 de mayo de 2019, cuando se anunció esta precandidatura. La autora ideológica de esta movida ganadora fue Cristina, lo que acrecienta su relevancia en la historia política argentina, tanto como el odio que le profesan las clases dominantes y la derecha social.

Esta derecha no tuvo tiempo de recomponerse políticamente después de la movida inesperada de mayo de 2019. La torpeza de macri y la falta de otros liderazgos en ese espacio obligaron a las corporaciones mediáticas a asumir la conducción directa de la oposición. Una vez que la revolución cultural tardocapitalista que el macrismo intentó instalar en Argentina no pudo imponerse –aunque sí logró dañar gravemente la economía nacional- el objetivo político es hoy limar al proyecto nacional y popular, desgaste ya no capitalizable por macri, con un verdugueo cotidiano que todavía no se traduce en una caída del apoyo al gobierno.

Pero al leer las columnas de opinión de estos medios se nota que operan para precipitar una división en el frente triunfante, de modo que Alberto quede con un liderazgo vulnerable ante las imposiciones del poder y pierda la base social que lo llevó a la presidencia. . Así los diarios enhebran para sus lectores todas las variantes de un folletín en el que Alberto y Cristina luchan sordamente por el poder. Como esta lucha no muestra evidencias empíricas, los columnistas tienen que magnificar con trazos gruesos las tensiones y matices lógicos de un frente heterogéneo como el que nos gobierna. La sinopsis de este folletín muestra a una Cristina desbordada por el odio y la frustración –curiosa proyección para una dirigente política que se mostró como la figura más persistente de la historia Argentina contemporánea: ¿por qué sería tan irracional la mente que los venció tantas veces? ¿Por qué habría de sentirse frustrada quien logró la revalidación de su liderazgo una y otra vez durante décadas, con la oposición de todos ellos juntos?

A Alberto se lo lima de otra manera: se lo intenta mostrar como irresoluto, temeroso de Cristina, acosado por ella, indeciso, paralizado. Es difícil creer esta pintura para el político que se hace cargo del desastre socioeconómico que dejó el macrismo y encara un reposicionamiento internacional del peronismo, la única experiencia de poder popular que se mantiene en pie en Latinoamérica. Por ahora, este bullying de la corporación no logra ni fisurar la alianza entre Alberto y Cristina ni trasmite a la sociedad la irritación que expresan sus escribas.

Curiosamente, la novela de las refriegas internas entre Cristina y Alberto tiende a penetrar con más facilidad en la minoría intensa que el cristinismo expresa en las redes sociales. No son una expresión orgánica sino el producto de una inercia de años de acomodar sus existencias a “resistir con aguante”. Esta minoría intensa no valora la heterogeneidad de la coalición que gobierna y su sed se aplacaría si Cristina sobreactuara la retórica que la derecha necesita fomentar. Por momentos, los resistentes con aguante parecerían más proclives a volver a una posición de víctimas quejosas del macrismo que a poner el cuerpo para defender la victoria conseguida hace menos de medio año.

La suerte del gobierno no se juega en el grado de truculencia que aplican los columnistas adversarios. El paso estrecho por el que Cristina y Alberto se mueven es el campo minado que el macrismo dejó , al borde de la explosión social por la pobreza masiva y la insostenibilidad de la deuda. Para que el proyecto popular prospere en esta difícil tenida no hace falta que los intensos cacareen una radicalización retórica, sino que Alberto logre mantener la confianza de los sectores más despolitizados. Esa confianza solo se sustenta en un alivio gradual y sostenido de las penurias en las que el mafioso calabrés nos dejó. Hacia ahí deberían dirigirse todas sus prioridades.

Como lectura fructífera para empezar la semana propongo desatender el folletín de los diarios de derecha y prestar atención a estas interesantes reflexiones que Jorge Alemán publicó en su Facebook. No contienen directivas para la acción inmediata, pero aportan una imprescindible reflexión para pensar la posición existencial de los sujetos políticos que se oponen a la hegemonía criminal del tardocapitalismo. Se trata de pensarnos.


Tensiones irremediables de la izquierda

Si las izquierdas posmarxistas, de inspiración "populista",no aspiran a participar de los gobiernos su espacio simbólico queda reducido a una pura dimensión testimonial. Los cambios que eventualmente se puedan introducir no se pueden solo sostener desde la oposición y los movimientos sociales. La participación en un gobierno es ahora más que nunca crucial y determinante.

A su vez al participar en un gobierno queda atrapada en todos los condicionamientos que el Poder del Capital le impone a la forma Estado. Jugar la partida en el orden democrático actual es introducirse en límites infranqueables dictados por los mercados financieros. Las democracias son rehenes de los dispositivos del Capital.

Desde esta perspectiva no puede haber otra izquierda que no sea paradójica, en contradicción consigo misma, tensionada entre sus imperativos de Justicia y las coerciones del Capitalismo, estando afuera y adentro, siendo exterior e íntima en la realidad que se pone en juego.

Esto implica en la izquierda una revisión radical del concepto de coherencia. Lo real de la realidad no es coherente nunca. Esto no quiere decir que haya que sumarse al relativismo posmoderno del todo vale. Se trata de asumir que en toda verdadera causa hay una dimensión imposible que nos divide y que hay que saber hacer con ella.

Jorge Alemán

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