Siempre vuelvo a Tsai Ming-liang. No es raro: en la segunda mitad de los 90 se cumplía un siglo del cine y muchos hablaban de su muerte, acontecimiento que no sé si se produjo o está cerca de suceder. ¿Qué es el cine hoy? ¿Qué va a ser?
Cuando en una sala casi vacía de Corrientes vi El río, una noche de domingo de 1998, creo, tuve un drástico cambio de perspectivas acerca de lo que podía ser el cine. Es probable que haya entrado a ver esta película, la tercera de Tsai, con la idea de que el mejor cine ya estaba hecho, pero salí de verla pensando que había cines posibles que no figuraban dentro de mis expectativas. Esa película, que había ahuyentado a la mitad de los pocas personas que fueron, sugería caminos no explorados por el cine. El río me perturbó, pero a la vez esta experiencia tortuosa que proponía no dejaba de tentarme a un goce imprevisto.
La adicción por el cine de Tsai a la que me entregué fue creciendo con sus siguientes películas, que vi en sucesivas ediciones del BAFICI. Me acuerdo de haberme levantado una tarde de mi cama de enfermo solamente para ir a ver los 25 minutos de The skywalk is gone, la única cita de ese año con Tsai. No conquisté demasiados compañeros en mi nueva pasión y en cambio me gané algún reproche por mi presunto snobismo. ¿Sería capaz de programar su impresionante seguidilla de obras maestras -Vive l'amour, The hole, A conversation with God, What time is it there?, The skywalk is gone, The wayward cloud, Good bye Dragonn Inn, I don't want to sleep alone, una larga década ganada- sin alejar a los asistentes a mis ciclos?
En 2009 Tsai hizo una película en Francia con la que no pude conectarme: Visage, casi una admisión pública de su ahogo creativo o el esperable paso en falso de los artistas orientales en Francia. Pero cuatro años después reapareció con una obra poderosa: Stray dogs, que percibí como un gesto terminal, un hasta acá llego. Él mismo declaró en ese momento a la prensa que se retiraría del cine, anuncio que convendría tomar con pinzas. Porque un año antes ya había empezado a dirigir una serie de... ¿películas? cortas para la plataforma Youku, un equivalente chino de Youtube. Los cortos sumaron millones de visitas, un nuevo público integrado por nativos digitales muy diferentes de sus fans festivaleros. Muchos de los comentarios que dejaron escritos eran insultos. La serie conocida con el nombre genérico Walker sigue el rastro de un monje envuelto en una bata roja que se desplaza a una velocidad extremadamente lenta en abigarrados contextos urbanos de la civilización global: Hong Kong, Malasia, Marbella, Tokyo. El monje está encarnado por el actor infaltable en toda la obra de Tsai: Lee Kang-sheng. A continuación, linkeo Walker, el capítulo paradigmático de la serie [1]:
Walker (Tsai Ming-liang, 2012) from vanslon on Vimeo.
En esta nueva etapa le perdí el rastro a mi admirado Tsai. Su obra no está clausurada, pero dejó de circular por los lugares donde yo solía encontrarla. Ocasionalmente, un capitulo de esta serie -cuando lo vi, no sabía que era parte de una serie- se dio en el BAFICI: Journey to the west. Conocida pocos meses después del anuncio de su retiro del cine, me hizo vacilar acerca de la veracidad de su decisión. ¿Había sido una broma ese anuncio? ¿Era un proyecto previo, dado a conocer con posterioridad a su película de despedida? ¿O Tsai estaba queriendo decir algo sobre el futuro del cine y no tanto de su filmografía? Ni siquiera hoy estoy seguro, pero Tsai siguió filmando, ya no sé si considerarlas películas, si acaso es lícito incluirlas dentro de lo que todavía entendemos por cine.
Cuando la semana pasada me di cuenta de que el blog cumplía 12 años, me pareció que tenía que agasajar a los lectores fieles, esos que podrían detectar algo así como una línea editorial en este período largo y aparentemente zigzagueante. Y encontré casualmente No No Sleep (2015), que en seguida me pareció una de las obras más hermosas de Tsai. Todavía tengo que escribir sobre ella.
Para pensar en la continuidad que podría reconocerse en estas rupturas aparentes, vale la pena leer un tramo de una entrevista que Tsai concedió en 2004 a la revista digital Reverseshot, en la que pueden encontrarse algunas pistas sobre su deriva autoral.
Acá va:
RS: Tus películas son todas muy divertidas, excepto quizás El río...
Tsai: Creo que El río es muy divertida.
RS: Está bien, está bien, quizás se trate de que el final no es tan divertido. ¿Pero encontrás que el humor en tus películas se trasmite bien, especialmente dado tu rigor estético? Tu humor parece estar en deuda con Buster Keaton y los herederos de esa tradición, como Tati.
Tsai: Bueno, siempre hay personas que captan mi humor y otras que no. Es casi igual en todas partes. Pero tenés razón al nombrar a Buster Keaton, para mí uno de los mejores comediantes. Hoy ya no sé si todavía se hacen comedias. Creo que los mejores comediantes son los menos expresivos, por eso no creo que Jim Carrey sea particularmente divertido. También por eso trato de que mis actores sean inexpresivos. Siempre son las situaciones en las que los personajes se encuentran las que hacen que las cosas sean divertidas.
RS: Eso es muy cierto. Gran parte de la comedia norteamericana actual se centra en el lenguaje y la conversación, pero tus películas tienen que ver con el espacio, la situación y el ambiente.
Tsai: Sí. La gente me hace preguntas sobre la tristeza y el humor que hay en mis películas y yo no creo que me proponga hacer una película graciosa o triste deliberadamente. Pero siento que necesito estos elementos desde el momento en que estoy intentando desplazar la narración. No quiero contar historias. Para mantener al público interesado necesito mostrarles algo, por lo que elijo ampliar los detalles de las situaciones y eso muchas veces conduce al humor. La felicidad y la tristeza son realmente partes de lo mismo, por lo que con frecuencia lo absurdo de una situación la hace parecer divertida aunque el fondo de la cuestión sea bastante triste.
RS: Si decís que no te interesa contar historias, eso que con frecuencia es el único objetivo en el cine, ¿cuál es tu objetivo?
Tsai: Las películas que conocemos hoy están dominadas por la narración de historias. Mi pregunta es: ¿el cine solo se trata de contar historias? ¿No podría tener otro tipo de funciones? Esta pregunta me devuelve a mi propia experiencia de ver películas. Es muy raro que yo recuerde la historia de una película. Por lo general, solo me acuerdo de cierto momento que me conmovió. Por ejemplo, Mouchette de Bresson. Después de que Mouchette es violada, tiene que volver a su casa para alimentar a su hermanita. Lleva una botella de leche pero no puede conseguir fósforos para calentar la leche, así que mete la botella adentro de su abrigo. Es un movimiento muy simple, pero me resultó conmovedor. Por supuesto, en mis películas hay algo así como una historia. Pero mi atención se dirige a la vida cotidiana. En nuestras propias vidas no hay historia, cada día está lleno de repeticiones. Hoy parece que las películas en sus dos horas tienen que contar una historia, así que están llenas de indicadores que señalan la conclusión de esa historia. El público se acostumbró a eso. Creo que el cine podría ser más que eso. Creo que las historias de mis películas se pueden contar en dos oraciones. Por ejemplo, The Skywalk Is Gone: Lee Kang-sheng y Chen Shiang-chyi se cruzan pero no se reconocen. Eso es todo. Estoy tratando de remover los elementos dramáticos de la narración. El cine y la realidad son diferentes, pero al eliminar ese tipo de elemento dramático artificial estoy tratando de acercarlos.
[1] La serie completa estaría hasta ahora integrada por Sleepwalk (2012), Diamond Sutra (2012), No Form (2012), Walker (2012), Walking on Water (2013) y Journey to the West (2014), ocasionalmente exhibidas en algunos festivales. ¿Forma No No Sleep parte de esta serie?
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