Desde Italia
por Lidia Ferrari
La trabajadora humanitaria Silvia Romano, vestida con un atuendo somalí, vuelve a su casa en Milán
por Lidia Ferrari
Ya hace más de dos meses que Italia está en cuarentena. Si bien se aflojó un poco en esta fase 2, recién a partir de la semana que viene parece que será más flexible y abrirán una gran cantidad de actividades económicas y negocios, aunque escuelas y universidades seguirán cerradas hasta septiembre. El problema es que no se trata de que se abrirán las puertas y el mundo estará igual que cuando se cerraron. Estos dos meses de inactividad económica han socavado la economía y muchos no podrán reabrir sus puertas. La debacle después de la cuarentena es la escena más temida, en tanto el virus no estará desalojado sino que habrá que convivir con él, pero todos -salvo los de siempre – seremos un poco o mucho más pobres.
En el primer tiempo, el gobierno gozó de los favores de la ciudadanía porque se sintió cuidada. Las medidas impuestas por Conte y su gobierno han sido eficaces a la hora de reducir los contagios y obtuvo los resultados que permiten ahora pensar en reabrir Italia. Pero el tiempo pasa. Y con el tiempo los ánimos se van desesperando y la realidad económica se va agravando. Así, en este último tiempo hay factores cruciales para que el gobierno sea vapuleado. Por un lado, en los mismos que celebraban que fuera este gobierno y no otro el que tuviera a su cargo la gestión de la emergencia, el factor tiempo hizo lo suyo. El tiempo del encierro, llegado a un límite, ya no puede ser tolerado sin provocar ansiedades, desesperación, malhumores y frustraciones. El efecto de los problemas económicos que se van agrandando también recae sobre las personas que han suspendido todo o casi todo. El impacto psíquico y su correlato en echarle la culpa a alguien de lo que sucede es efecto también de las dificultades económicas que se avizoran, pues si estamos, es lo que pareciera, al final de la salida del túnel, se vislumbran los problemas que habíamos suspendidos en virtud de la emergencia sanitaria. Los italianos están impacientes. Una impaciencia justificada pero que recae, invariablemente, en las acciones u omisiones del gobierno a cargo de la emergencia. ¿Las medidas tomadas o por tomar no son las adecuadas? Creo que el problema crucial es que las medidas que se tomen no alcanzarán para retrotraer a la situación previa de la emergencia. Es porque es una emergencia que a la salida nos encontraremos con los problemas que hoy estaban en stand by.
Leyendo algunos informes freudianos después de la primera guerra mundial acerca de lo que había sucedido y sus secuelas se pueden encontrar algunas resonancias con esta emergencia. Los factores son muy diferentes, pues no hay una guerra emprendida por seres humanos con quienes enojarse o hacerles responsables de esa desgracia, si bien el efecto traumático de la guerra no requiere de sujetos causantes para dañar psíquicamente a la población. Aunque no se trata de neurosis de guerra, se pueden ver ciertos efectos de “narcisismo infantil” que, como dice Ferenczi de los enfermos afectados por la guerra, “desearían ser acariciados, cuidados y arrullados como los niños”. Pero precisamente, en esta pandemia, es lo que está prohibido. Será necesario poner en la cuenta de esta prohibición de contacto los efectos a futuro en la salud psíquica de la población. Observaban estos psicoanalistas que recién comenzaban a usufructuar el psicoanálisis para un acontecimiento tan devastador como una guerra mundial que una respuesta posible ante la desventura es la de accesos de rabia y de cólera como “forma muy primitiva de rebelarse contra una fuerza superior”.
El Coronavirus no es culpa de nadie, es una experiencia contingente a la que, eso sí, los estados y sus gobiernos pueden responder de modo más o menos responsable. Esas diferencias pueden tener efectos políticos de aprobación o rechazo. Pero, lo que puede verse en el actual momento de la epidemia en Italia, es que, si bien importa lo que cada gobierno haga para resurgir de la emergencia, hay un efecto global negativo y desastroso que ninguna medida podrá cancelar. Esto es, no sabemos lo que ocurrirá en el futuro, ni tenemos un cálculo exacto de los daños, pero lo que sí sabemos es que nada volverá a ser igual y que, con certeza, en términos socio económicos será devastador. Esta eventualidad, que como seres humanos que somos no estamos dispuestos a admitir, la ponemos en suspenso para enterarnos cuando deba advenir. Pero una cosa es cierta, la crisis socioeconómica la sufriremos todos (salvo los que siempre hacen negocios con todos y los saqueadores profesionales). El actual gobierno italiano, que ayer lanzó un paquete de medidas extraordinario de otros 55 mil millones de Euros, no podrá evitar que el descontento, el infortunio que cayó sobre la vida de empresas y trabajos no le caigan encima. La derecha, que es de una crueldad y de una inescrupulosidad infinita, cabalga sobre esta desventura. Y encuentra siempre a quienes están lastimados y cansados, dispuestos a encontrar a un culpable y lincharlo, porque lo que hacen estos políticos profesionales de la carroña sobre los más débiles es darles de comer argumentos para encontrar culpables y no responsables. En una emergencia de esta magnitud no hay narcisismo que no sea tocado pero, para muchos, ese narcisismo se creerá ileso frente a la desventura que lo roza o lo golpea apelando a encontrar culpables de su desdicha. En Italia el gobierno actual es un candidato aventajado para ello.
Una anécdota tremenda de estos días muestra que el estado de ánimo de la población es algo que los políticos deberían tener en cuenta, porque en una situación de emergencia como la presente es de una fragilidad inmensa. Sucedió que se logró rescatar a una joven de 25 años que había estado secuestrada en Somalía durante 18 meses. Ella regresó el 9 de mayo a Italia, después de una operación de inteligencia. El Premier Conte y el Ministro de Exteriores fueron a recibirla. La joven baja del avión vestida como una musulmana. Tanto la recepción de los más altos cargos de gobierno, como el triunfo de una operación de rescate y la actitud de la chica que habló bien de sus raptores y de su decisión de convertirse al Islam fuero un boccato di cardinale para la derecha y sus ataques racistas, sexistas, fascistas. En otra ocasión haré un texto sobre el asunto. Aquí sólo quería mencionar que un episodio que en otra ocasión podría ser tomado como un logro del gobierno, se transformó en un asunto que muchísimos italianos utilizaron para descargar todo su odio y su desesperanza. Así, se convirtió en un episodio sin igual para la derecha recalcitrante e inhumana y para quienes, debilitados por la situación, intentan desmentir la desventura social que se anuncia. Para ello, encontrar un culpable del padecimiento nos mantiene con la ilusión de que las cosas podrían ser diferentes. Es cierto, como hemos visto, que las decisiones que tomen los estados y los gobiernos serán definitorias para lo que se avecina. Pero de las consecuencias adversas del detenimiento de la economía, además de traer algún grado de consciencia positivo del funcionamiento desastroso del sistema capitalista en que vivimos, no podremos escapar. Obviamente, deseamos que haya algún grado de sensatez en los gobernantes como para que esos efectos sean lo más leves posibles para la mayoría de la población. Pero, de todos modos, hagan lo que hagan, será necesario que todos podamos tener presente que no hay retorno al lugar de partida, que ese lugar ya era problemático y que nos tocarán momentos difíciles, como los de una reconstrucción después de una guerra.