Hacer filosofía por radio es una de las cosas más lindas que te pueden pasar en la vida, le digo a mis excolegas académicos. La radio es un ambiente aéreo muy apropiado para lanzarse a pensar sin tener el espiche guionado. Así que cada vez que Maxi Diomedi me invita a armar una serie de columnas sobre filosofía para las tardes otoñales de Patologías en FM La Tribu me siento un poco Walter Benjamin en la radio, un poco Hanna Arendt en Radio Baviera y un poco Orson Welles también haciendo la guerra de los mundos. Siempre estamos haciendo la guerra de los mundos. La palabra que sale de la boca, que da contra el micrófono y sube por la antena, que se propaga por el cielo cuando está anocheciendo queda rebotando en alguna oreja, tampoco hacen falta tantas.
Y ahora han inventado los archivos digitales en los que las palabras quedan. Aun si quedaran para nadie.
Hacía varios sábados que veníamos probando hasta llegar al afamado cuadro de los zapatos de la campesina pintado por Van Gogh, del que Heidegger se valió a mediados de los años 30 para dar su célebre conferencia "El origen de la obra de arte". Ya la cosa nació mal, porque todo transcurría en medio del Tercer Reich, porque a Heidegger no se le ocurrió mejor idea que usar la palabra origen que caería en el descrédito cuando los franceses pasteurizaron a Nietzsche. Che, no digas origen, decí genealogía que queda más piola, la usa Foucault y en Buenos Aires del siglo xxi todavía la usan muchos para darse aires de postfilósofos, que no van al origen ni saben qué corno es la genealogía, pero saben qué palabra queda mejor decir. Y para colmo Heidegger en los zapatos de la campesina pintados por Vincent no ve solo zapatos ni meramente la cosidad de la cosa: ve los senderos solitarios cuando cae el sol, ve la humedad de la tierra que fatiga el pie de la campesina, ve la alegría de la mujer que venció una vez más la miseria, hasta el día siguiente, ve la angustia ante la espera del parto y el temor de la muerte. La mirada de Heidegger se alínea con la de Van Gogh para correr el velo del mundo de la campesina. Los zapatos son útiles para ella así que los comprende sin pensarlos, los comprende cuando forman parte de su tarea: solo pensaría en los zapatos si dejaran de serles útiles. Ahora bien: la figura del útil apropiada para los zapatos no lo es para el cuadro de Van Gogh. Nosotros decimos "cosas" para los zapatos y para el póster del cuadro y para el libro de Heidegger. También decimos cosa para un programa de radio. La cosa es que el tremendo arco narrativo que Heidegger tiende a partir de los zapatos que la campesina dejó tirados en un rincón son inmediatamente objetados por Adorno, discípulo rencoroso de Heidegger que encuentra en este pasaje ciertamente elegíaco una prueba de que Heidegger era nazi. O sea que todo mal. Igual pocos recuerdan el libelo que Adorno escribió para burlarse del estilo de Heidegger, titulado "La jerga de la autenticidad". Pocos, muchos menos que los que recuerdan el hermoso arco narrativo que Heidegger tiende en su elegía de la vida rural. Adorno creía que al burlarse del estilo de Heidegger lo cancelaba como filósofo y lo nazificaba. Pero no fue tan así. Entre los pocos que se acuerdan estoy yo, que el sábado cuando hablaba del origen -perdón- de la obra de arte me acordé que Adorno decía que hacer una elegía de la vida de una campesina era mostrarse como un retrógrado.
A veces el pasado nos espera al dar vuelta la esquina y todo el desarrollo de fuerzas productivas tambalea si un virus suspende el funcionamiento de la economía. Quizás la meditación acerca del cuadro de Van Gogh y los zapatos que Vincent dejó en la memoria de su posteridad sean más necesarios que el folleto burlesco de Adorno para pensar qué puede pasar cuando el mundo empieza a mostrar que el funcionamiento se detiene. Entonces lo retrógrado puede ser un bucle para anticiparse lo que todavía nos está esperando. El progreso es un gran tema filosófico político de los últimos doscientos años y el loco Van Gogh pintó el cuadro de esos zapatos de una campesina que no pudo vnedérselos a nadie. Van Gogh era un pintor que no funcionaba, origen es una palabra que no se usa, como bien nos explicó Foucault. Pero igual gracias a la invitación de Maxi logramos hacer una serie de cuatro microprogramas filosóficos que logramos culminar (sin resolver ningún problema) el último sábado de mayo. Veinticinco minutos hablando de filosofía en la radio pueden ser mucho o muy poco según como se oigan. Los lectores de este blog lo pueden oír haciendo click en el botón azul arriba de estos párrafos. Gracias, amigos, por darme otra oportunidad.
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