Bluesky

Al actuar como jefa de La Cámpora en detrimento de los intereses populares @cristinafkirchner.bsky.social se arriesga a devaluar su legado. En Rosario se la vio aislada, simulando liderar a una totalidad que no está, ansiosa por revalidar una relevancia que ni siquera debería estar en discusión.

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— Oscar Cuervo (@oscaracuervo.bsky.social) 24 de noviembre de 2024, 3:45

viernes, 5 de junio de 2009

Este sábado Help! en el Auditorio La Tribu (Lambaré 873) a las 19:30


dedicado a Terence Davies y a Jotafrisco

Seguimos con el ciclo de cine de La otra en La Tribu. A las 19:30 PUNTUAL largamos con otro capítulo de las Histoire(s) du cinéma de J. L. Godard, esta vez es el turno de Los signos entre nosotros, que empieza con un inesperado homenaje a este señor:


...sé perfectamente/ ahora/ cuál es la voz/ que yo hubiera querido/ que me precediera/ que me llevara/ que me invitara/ a hablar/ y que se alojara/ en mi propio discurso/ sé/ lo que había/ de tan temible/ en tomar/ la palabra/ puesto que yo la tomaba/ en ese lugar/ desde donde lo escuché/ y donde ya no está/ él/ para oirme...

Y termina citando a este hombre:



Y después viene Help!, el segundo film de los Beatles, dirigido por Richard Lester. Si alguno se sorprende por el hecho de que un ciclo que se llama "La más grande historia del cine jamás contada + una yapa", y que empezó muy alto con Hitchcock, Mizoguchi y Tarkovski, ahora de de pronto vire hacia una película filmada en el momento de la explosión universal de John, Paul, George y Ringo, le recomiendo que lea este texto que escribió Martin Scorsese sobre Help!:

Los Beatles. Para aquellos de nosotros que estábamos vivos cuando ellos estaban en las ondas radiales, la sola mención de su nombre trae de regreso un mundo entero; no tan solo los ‘60, sino algo más, algo misterioso y estimulante. Cuanto más escuchabas la música (y todos la escuchábamos mucho), más se fortalecía tu conexión con ella. Unos años atrás, el crítico Geoffrey O’Brien escribió que la música de Los Beatles poseía “una belleza tan singular que casi puede considerarse subvalorada”. Es algo raro para decir de cualquier cosa producida por la que era la banda más popular del mundo. Y con todo, yo sabía exactamente qué quería decir O’Brien. Contábamos con que ellos hicieran un álbum verdaderamente grandioso detrás de otro, que lanzaran simples con obras maestras como “Penny Lane” en el lado A y “Strawberry Fields Forever” en el B, que siguieran a Rubber Soul con Revolver y “We Can Work it Out” y “Day Tripper” en el medio, de yapa.

Lo esperábamos. Pero no nos deteníamos realmente a pensar en lo maravilloso que era.

Y además, estaba la imagen que proyectaban... o, para ser más específicos, las imágenes. Cada uno era algo distinto, con sus propios e individuales sentidos de la ironía. Era como si estuvieran diciendo: “¿No es absurdo lo famosos que nos hemos vuelto? ¿Pero no es divertido? ¿Y no quieren divertirse con nosotros?” Y cada uno de ellos desarrollaba su propia identidad pública. Entender en qué medida reflejaban su identidad privada es tarea para un biógrafo, y de todas maneras no importa mucho. Cada vez que veíamos a Los Beatles, de algún modo nos hacía felices de estar vivos. Porque ellos estaban haciendo esta música hermosa y parecían estar pasándola muy bien al hacerla. Por supuesto, resultó ser que estaban todos los problemas acostumbrados; pueden verse en Let it Be. Pero la imagen de gozosa colaboración sobrevivió a la separación. Se encuentra íntimamente conectada con la música, y es igual de perdurable.

Por supuesto, era lo más natural del mundo que hicieran películas. Parecía que todo cantante o banda de rock iba a aparecer en el cine. Los ‘50 estuvieron superpoblados de películas como
Celos y revuelos al ritmo del rock (Don’t Knock the Rock, 1956) con Bill Haley y sus cometas, o Meneos y zapateos al ritmo del twist (Don’t Knock the Twist, 1962), con Chubby Checker, Gene Chandler y los Dovells. Ibamos a verlas porque nos encantaba la música, pero eran películas crasamente comerciales, que no solo no captaban el espíritu de la música, sino que de hecho lo violaban.

Anochecer de un día agitado fue realmente la primera película con lo que uno podría llamar un verdadero corazón de rock n’ roll. Tenía la música, por supuesto, pero también tenía la actitud, la alegría y la anarquía. El crítico e historiador Andrew Sarris la llamó, de hecho, “
El Ciudadano de los musicales de jukebox”. Los Beatles sostenían la pantalla, por separado y juntos, de la misma manera en que lo habían hecho los Hermanos Marx 30 años antes. Mucha gente hizo esta comparación en su momento, y así es como se sentía la película. Pero a diferencia de los hermanos Marx, Los Beatles tenían un verdadero director. Uno brillante, de hecho. En realidad, los hermanos Marx sí trabajaron con un gran director, Leo McCarey, en Sopa de ganso. Sus energías estaban bellamente armonizadas en esa película; Richard Lester les insufló la misma calidad a sus dos películas de Los Beatles.

Es difícil expresar con exactitud lo importantes que fueron los films de Lester. Cada nueva película era ansiosamente esperada. Crearon el estilo de tantas cosas en comerciales, en televisión (Lester había salido de la televisión con Peter Sellers y The Goon Show, que llevó a The Running Jumping Standing Still Film, un cortometraje de 1960 nominado al Oscar, y una favorita de Los Beatles), y ciertamente en cine, que es fácil dar por sentada su influencia. Lester fue una de las figuras clave de la época, tan crucial como Resnais o Antonioni, inventando nuevas técnicas narrativas y redefiniendo el vocabulario del cine sobre la marcha. El momento en Anochecer de un día agitado en el que Geoge afeita su reflejo en el espejo era puro Lester, una suerte de variación de pop art, surrealismo y gag al mismo tiempo. También tenía un extraordinario sentido del ritmo y el movimiento, en la edición y en el movimiento de la gente en la pantalla. Sus películas tenían la textura exacta de la época, igual que las de Truffaut y las de Godard, pero eran más ligeras que el aire, lúdicas. Por encima de todo, era la libertad, la sensación de que la estructura de la película podía doblarse y torcerse para acomodarse al espíritu de la juventud (lo contrario de lo que ocurría en películas como Don’t Knock the Twist o en las peores de Elvis), de que uno podía jugar con la forma y la estructura y romper tantas reglas como quisiera siempre y cuando uno mantuviera un centro emocional sólido; esto era lo que Lester nos daba. Las películas de Los Beatles fueron hitos, pero también lo fue The knack..., que ganó la Palma de Oro en Cannes: en su momento fue como una vindicación artística para toda una generación. O Petunia, una película melancólica, sutilmente poderosa que obviamente tuvo un efecto importante en la manera en que su director de fotografía, Nicolas Roeg, haría sus propias películas unos pocos años más tarde. O How I Won the War, con John Lennon, la favorita personal de Lester (los soldados muertos que regresan con maquillaje fantasmal eran una visión realmente hechizante); y más tarde, sus notables películas de los Tres mosqueteros, que tenían onda y eran históricamente correctas al mismo tiempo. Por supuesto, fueron Anochecer de un día agitado y Help! las que más nos entusiasmaron. Porque eran Los Beatles.

Con Help!, Lester fue aún más lejos en la edición, el color y los movimientos de cámara de lo que había llegado con Anochecer de un día agitado. El espíritu quizá haya sido diferente, pero fue tan afectuoso a su manera como Resnais lo había sido, apenas unos años antes, con El año pasado en Marienbad. Tomemos por ejemplo el color y el diseño de producción. Todo el mundo estaba experimentando en esta época –Antonioni con Blow-Up; Truffaut con Fahrenheit 451; Godard en todas sus películas–- y Help! era igual de excitante. El color en sí era raro –bastante alejado de la paleta psicodélica que uno esperaría, y acentuaba su tono de comedia–. Nunca olvidaré el momento en que Los Beatles se detienen enfrente de una hilera de casas (viven juntos, como lo hacen los integrantes de todas las bandas, por supuesto) y entran a través de cuatro entradas diferentes de colores al mismo departamento, con pisos en desnivel, muebles modernos, un cuadrado de pasto verde, y un tocadiscos Wurlitzer. Llevaba el tono asordinado mucho más lejos que la película anterior –el de John marcando el teléfono es uno de los grandes momentos de la comedia asordinada– y también el absurdo, desde las interpolaciones proto-Monty Python (“Parte Tres: Más tarde esa noche”) hasta los dientes mecánicos con los que cortan el césped, y los ridículamente sofisticados aparatos con los que intentan sacarle el anillo a Ringo. En cada plano Los Beatles y Lester parecían estar diciendo: “Acá está la segunda película, con un argumento acerca de un culto de la muerte de origen indio liderado por Leo McKern y Eleanor Bron y, de yapa, unos interludios que transcurren en pistas de esquí y en la playa. Ahora les toca hacer su parte: ¡vean y disfruten!” Se nos invitaba a participar del chiste, y eso lo hacía todavía más divertido.

Y además, por supuesto, estaba la música: “Another Girl”, “You’ve Got To Hide Your Love Away”, “The Night Before”, “You’re Going To Lose That Girl” (con ese hermoso solo de guitarra de George Harrison) y la canción del título. La banda de sonido de la película, la banda de sonido de nuestras vidas. Nuestra memoria. De una época, de la sensación de una posibilidad. Es algo que nunca morirá.


Ps: Help! está llena de referencias que años después retomará de un modo algo esotérico Charly García en su etapa Say no more.

11 comentarios:

Pía dijo...

Oscar, con la dedicatoria Jota va a hacer una úlcera...

Anónimo dijo...

y con la dedicatoria a TErence brilla tu ironía. En Del tiempo y la ciudad se ríe -con placer- de los 4 de liverpool.
saludos
Mariana

Jotafrisco dijo...

¡No la había visto! No vi su película todavía, pero es un placer tener a un compañero como Davies en la lucha.

Coincido con Sarris: “El Ciudadano de los musicales de jukebox”. Entonces Stop Making Sense es Sed de mal.

Anónimo dijo...

Ese Jotafrisco con aires de Herzog pero subdesarrollado y después del horno, no solo es ciego sino sordo.

Jotafrisco dijo...

Bruto ciego sordomudo
anginoso pelotudo

Anónimo dijo...

Bien Jotafrisco, por lo menos lograste escribir una autobiografía con cinco palabras

Pía dijo...

No creo que sea una autobiografía...No sólo tiene un nick (Jotafrisco). Sino que cuando escribe algo manda nombre y apellido.
Anónimo no deja de ser una palabra esdrújula.

Mariana T dijo...

Lamentablemente ayer me perdí otro capítulo de Godard.
Cuántas cosas se pierde uno en la vida por no poder estar en el lugar tiempo apropiados!
Igual no me olvido de mi resarcimiento moral. Quisiera entrada sin cargo para "La chinoise" (Es lo más coherente para el resarcimiento que nos compete,OAC)o en su defecto préstamo o copia DVD de "En la ciudad de Silvia".
Saludos

Oscar Cuervo dijo...

Mariana T:
un comité de expertos está evaluando tu caso. En el caso de que dictamine a tu favor, te corresponderá un resarcimiento MORAL, okey?
No material (para decirlo como lo diría Cleto).

Mariana T. dijo...

Che, ¿hasta cuàndo lo van a evaluar?? Ya hace seis o siete post que lo están evaluando. Qué diría tu amado Godard de tanto engaño pergeñado con su obra cumbre y tanta intemperancia en reconocer el error, o aún PEOR la jactancia.
El resarcimiento moral puede convertirse en material, como en la mayoría de los casos. Sì señor!
Y me cago en Cleto.

Oscar Cuervo dijo...

Hmmm.
cuanto más hablás, más se aleja la posibilidad de un fallo favorable. Los que están evaluando son gente seria y aplomada y no parece haberles caido bien tus últimas palabras. te veo complicada.