por oac
El encuentro de Russell y Wittgenstein en Cambridge resultó decisivo para los dos. En 1911 Russell era, a sus 40 años, una autoridad académica cuyas tesis sobre filosofía de las matemáticas eran estudiadas en todo el mundo; estaba trabajando para concretar el objetivo de máxima de la metafísica occidental: demostrar que la realidad es enteramente representable por el lenguaje proposicional de sujeto y predicado; es decir: por la ciencia. (Una metafísica, digamos, que ni siquiera se reconoce como tal). Wittgenstein era un estudiante de 22 años inadaptado, de vocación no del todo definida y con serios problemas anímicos. Así lo vio Russell en sus primeros encuentros:
"Mi amigo alemán amenaza ser un suplicio. Después de mi clase me acompañó a mi casa y estuvo discutiendo conmigo hasta la hora de la cena; lo hacía de un modo testarudo y extravagante, aunque me parece que no es nada estúpido".
Wittgenstein tenía que tomar una decisión: o dedicar su vida a la aeronáutica o dedicarla a la filosofía. Le fue a preguntar a Russell si veía en él algún talento filosófico, porque si así no fuera estaba dispuesto a abandonar para siempre esa disciplina. Russell le dijo que no estaba seguro de sus reales aptitudes pero, después de leer un ensayo que Wittgenstein le acercó, se convenció de su genio y lo alentó a seguir. En sus memorias, Russell lo recuerda así:
"Fue el ejemplo más perfecto de genio que encontré en mi vida: apasionado, profundo, intenso y dominante... Cada medianoche me visitaba y durante tres horas, sumido en un nervioso silencio, se movía de un lado para otro como un animal salvaje. Una vez le pregunté: '¿Usted está pensando sobre lògica o sobre sus pecados?'. 'Sobre las dos cosas' me contestó y siguió moviéndose por la habitación. Yo no quería mencionarle que ya iba siendo hora de acostarse, porque temía que se fuera a suicidar si lo hacía ir'".
La relación entre maestro y discípulo se fue invirtiendo con el correr del tiempo. Wittgenstein se tomaba las tesis del atomismo lógico como una cuestión personal, con su incapacidad tan característica para ponerle límites a su obsesión, que lo obligaba a perseguir una idea hasta extraer las últimas consecuencias y descubrir los puntos débiles de cualquier argumentación. Ludwig concordaba, en principio, con el programa científico de Russell, pero encontraba serios inconvenientes en el concepto de representación; esto es: en la capacidad del lenguaje para hacer referencia a los hechos. ¿Cómo es posible que haya una concordancia entre una proposición simple y un hecho? ¿Hay en nuestra experiencia 'hechos simples'? Las proposiciones negativas, como por ejemplo "vos no estás aquí", ¿se refieren a hechos negativos? ¿a "no hechos"? ¿Tiene algún sentido hablar de un hecho negativo - un "no estás"-? ¿o los hechos son simplemente lo que son? ¿Cuál es el sentido entonces de una proposición negativa? ¿Y qué pasa con una proposición general, como por ejemplo "todos los metales se dilatan con el calor"? ¿Se refiere, en razón de la infinitud de hechos a los que alude, a algo real, a una infinitud real de hechos? ¿O es sólo una manera de hablar?
Los cuestionamientos a Russell se fueron haciendo cada vez más duros, hasta bordear la violencia. Ludwig le dijo que estaba totalmente equivocado, que él ya había ensayado recorrer ese camino hasta convencerse de que no conducía a ninguna parte. Las críticas hicieron tambalear a Russell. Años después, el filósofo inlgés reconocería que el encuentro con Wittgenstein fue "un acomntecimiento importantísimo en mi vida, que afectó todo lo que he hecho desde entonces. Vi que él tenía razón y que yo no podría hacer ya ninguna tarea fundamental en la filosofía". De hecho, Russell no produjo ya grandes novedades en su pensamiento filosófico después de cruzarse con Wittgenstein y, a pesar de que vivió hasta los 98 años, sus intereses se fueron desplazando cada vez más hacia la causa pacifista, los derechos humanos y el feminismo.
La distancia entre ambos aumentó hacia 1914, no sólo por razones filosóficas: sus actitudes de vida eran totalmente opuestas. Russell era un librepensador, un antirreligioso que se burlaba de los escrúpulos de Wittgenstein sobre el pecado y de su misticismo; el inglés tenía todo el sentido del humor y la sociabilidad que le faltaban al austríaco. Solo el brillo intelectual de Wittgenstein y el respeto y la paciencia que Russell le llegó a profesar le permitían disculparlo por los continuos desplantes que su discípulo tenía contra las normas académicas y las convenciones sociales.
Cuando empezó la Primera Guerra Mundial, Russell pudo profundizar su militancia pacifista, precisamente en el momento en que Wittgenstein decidió enrolarse como voluntario en el ejército austríaco. Esa era su oportunidad para romper con la comodidad y el vacío de la vida burguesa que tanto despreciaba. Creyó encontrar en la guerra un remedio extremo, el sentido fuerte del que su existencia hasta ese momento carecía.
(continuará)
5 comentarios:
Que groso que sos Oscar, cuando escribís estos textos sobre Filosofía, a diferencia de cuando recomendas películas de Apichatpong
Si yo les hiciera caso a todos los lectores de este blog, no podría escribir de nada. Este blog es posible sólo en la medida en que no tengo en cuenta ningún consejo de los lectores.
Una historia apasionante...como Apitchapong
Extraordinarios ambos, y extraordinario el encuentro que fructificó para ambos y para quienes los encontramos a ellos.
Que caminos diferentes.. que continue por favor!!
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