por Lidia Ferrari
Mientras termina de abrir las puertas de esa gigante iglesia medieval, el hombre nos dice que era la más antigua iglesia de la Maremma –la zona de la toscana en la cual nos hallamos-, del siglo XII. Se la ofrecieron para instalar su colección de órganos del siglo XVI, XVII y XVIII. Nos muestra las refacciones que debió realizar -con sus propios medios- y los tesoros que aparecieron en el transcurso de la obra. Este señor, Lorenzo Ronzoni, famoso como coleccionista, nos cuenta su osadía y su pasión, que lo llevó a mudarse a ese pueblo de Massa Marittima para fundar el primer museo de órganos de Italia. Sin subvención ni apoyo alguno. Con su trabajo personal puso en valor la arquitectura original y los frescos, que estaban tapados por años de abandono y pintura.
Mientras nos va mostrando su colección, se abre para nosotros la historia de la música a la par del rezongo y la crispación de un hombre que ha dedicado su vida a la música y a la colección de órganos de Iglesia por el maltrato y el abandono que se hace de la cultura y el arte en Italia. Su indignación y hasta su tristeza es la nuestra, pero se acrecienta cuando se le escuchan las razones contundentes de esas emociones. Un hombre solo luchando por conservar una obra de siglos, solo con sus medios y con su potente pasión. Mientras nos va contando la historia de cada órgano, se abre para nosotros una historia, la del piano forte, que no es sino un “forte piano” inventado por el italiano Bartolomeo Cristofori que, se lamenta, ya nadie recuerda. Italia, el país del arte y de la música, no se ocupa ya de su inmensa herencia. Y Lorenzo lo dice así: Esto –arte y cultura italianos- es nuestro petróleo, es nuestra riqueza, y la estamos destruyendo. La imagen es tan elocuente que me lleva a imaginar un país que abre sus pozos de petróleo y se anega en la sangre negra de su propia fortuna. Es la imagen de un país que está abandonando sus riquezas, su arte, su cultura ancestral, cuna de la cultura de occidente, cuando no las está regalando o vendiendo por dos mangos.
[Fragmento de la nota "Un héroe de dos mundos, que no es Garibaldi", que se puede leer completa en el blog Un Largo, clickeando acá.]
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