Nuestra columna política de la semana en La otra.-radio:
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A medida que se acercan las elecciones, el régimen macrista encara con procedimientos sucios la sola posibilidad de perder el poder, si las elecciones fueran libres y se tratara de una auténtica competencia de propuestas políticas electorales.
La derecha llegó al poder por elecciones libres pero no paró de deteriorar desde el comienzo el sistema jurídico, con el encarcelamiento en enero del 16 de Milagro Sala por parte de un tribunal especial formado por Gerardo Morales con ese solo fin. Ya estaba claro en aquel entonces, cuando Buenos Aires quedaba lejos de Jujuy y una parte del peronismo meditaba si convenía acomodarse al nuevo orden represivo desde una oposición colaboracionista.
Hoy hasta agentes encumbrados del poder judicial -como el presidente de la Corte Suprema bonaerense, Eduardo Néstor de Lazzari- empiezan a animarse a señalar la brutalidad política del régimen: acción psicológica, chantajes, prisiones arbitrarias, escuchas ilegales, connivencia de los servicios, jueces, fiscales y periodistas dóciles a las imposiciones del ejecutivo. Reconocimiento tardío, acotado, sin eco aún en la Corte Suprema de la Nación.
Esta amenaza a la democracia le cabe también al proceso eleccionario, expuesto a maniobras oscuras para enturbiar la expresión de la voluntad popular. Se hacen continuos intentos de cambiar las reglas electorales para manipular los resultados, hay sospechas de posible fraude, clima de intimidación, violencia verbal desfachatada, incluso con amenazas de muerte contra sindicalistas combativos, el reflotamiento de un macartismo vintage con una estigmatización ideológica contra candidatos opositories que remite a los años de la guerra fría. Esto sería farsesco si la clase dominante no hubiera demostrado su determinación para que sus amenazas verbales no tarden en concretarse. Cuando un agente del régimen habla de muerte -ministra de seguridad, presidente, legisladores aliados del poder, fiscales, periodistas adeptos al régimen-, no pasa mucho tiempo hasta que efectivamente asesina.
Los empresarios intentan imponer por aclamación un aniquilamiento de los derechos de los trabajadores. El régimen muestra una cohesión que remite a momentos históricos en los que los mismos sectores reivindicaban la necesidad de apoyar el terrorismo de estado, de volver a hacerlo si fuera necesario:
“Los argentinos estuvimos en guerra. Todos la vivimos y la sufrimos. Queremos que el mundo sepa que la decisión de entrar en la lucha la provocó e impuso la subversión, no fue privativa de las Fuerzas Armadas. Fue una decisión de los argentinos. Todos, absolutamente todos los hombres de buena voluntad que habitan el suelo argentino pedimos en su momento a las FFAA que entraran en guerra para ganar la paz. A costa de cualquier sacrificio. Y tal como cualquier otra guerra, la nuestra también tuvo su precio. Hoy la guerra terminó, aunque no la vigilia. Aunque en idéntica circunstancia volveríamos a actuar de idéntica manera, quiera Dios que nunca tengamos que pagar este precio para vivir en paz. Las instituciones que abajo firmamos queremos refrendar de esta manera nuestro apoyo a aquella dolorosa pero imprescindible decisión: Asociación de Bancos Argentinos – Bolsa de Comercio de Buenos Aires – Cámara Argentina de Editores de Libros – Cámara Argentina de Anunciantes – Cámara Argentina de Comercio - Consejo Empresario Argentino – Consejo Publicitario Argentino – Liga de Madres de Familia – Sociedad Rural Argentina. Y siguen las firmas. ("Los argentinos queremos decirle al mundo", diario Convicción, 1983)
Hoy no parece necesario -todavía- acudir a las fuerzas armadas, porque los grupos de tareas salen de Comodro Py.
De nuestro lado, tendríamos que tomar nota de que estos no hablan por hablar y resolvernos a consolidar un frente democrático contra la radicalización derechista, si queremos evitar una implosión social como la que hoy atraviesa Brasil. ¿Cómo prepararnos ante sus amenazas, tan verosímiles?
Frente el alineamiento político férreo de la clase dominante, nuestras vacilaciones y endebleces se manifiestan en toda su fragilidad. ¿Seremos capaces de detener mediante la organización popular tanta matoneada?
Hay que despejar el terreno incluso de lo que consideramos el campo popular.
El domingo, unas horas antes de nuestro programa, el patético Guillermo Moreno decía en la televisión abierta que el macrismo ya mostró su voluntad de dejar de ser un régimen oligárquico con la incorporación de Miguel Pichetto a la fórmula. "Hay peronistas en todas las fórmulas, entonces gane quien gane no va a ser muy diferente" decía el inexplicable ídolo de algunos papamoscas que todavía lo consideran un compañero.
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