Por Liliana Piñeiro
Si, como dice la frase: “Nunca sabemos lo que puede un cuerpo”, en No quiero dormir solo, Tsai Ming-liang se atreve a mostrar algo de ese desconocimiento. Acallando la voz, despliega una tragedia ambigua (la sexualidad siempre lo es), dejando los cuerpos expuestos en medio del silencio. La misma piel que erotiza es la que sufre: allí se inscribe la crueldad de los otros, la pasión y la ternura, la enfermedad y el deterioro. El paisaje es sórdido, cómo sólo puede serlo el revés de las grandes ciudades: a la orilla de la miseria, con sus inmigrantes ilegales e indocumentados mendigando un lugar (y un nombre) en una sociedad expulsiva. Todo les es negado, deben limpiar sus propios colchones para dignificar sus cuerpos.
Pero Tsai no carga las tintas, y una suave comicidad asoma en alguna escena. Así es como la tos repentina de los amantes (algo que nunca se espera cuando el erotismo sube de tono), nos hace sonreir. Pero apenas, porque el humo avanza, y el aire se hace irrespirable. Las noticias nos informan de un incendio posible, deslizando una vaga culpabilidad hacia ellos, los “otros”, los ilegales, los que fuera de toda ley son la escoria del sistema.
Y entonces una mariposa que vuela sobre aguas nauseabundas, una música que atraviesa el espacio, un objeto barato de luces multicolores que se ofrece como regalo, alivian la atrocidad de los pobres. Arrancando un rostro al mundo construyen su prójimo. Ellos se recortan en un intervalo de miradas, saben hacerse una intimidad en medio del arrabal. En ausencia de palabras tienden las líneas del deseo, y la sexualidad elige su objeto más allá de toda correspondencia y de toda corrección. Ella y él, entre mujeres, entre hombres: los ojos dicen.
Furor y amor se calman en la escena final, al iluminarse los cuerpos en una suerte de epifanía. ¿Cursi? Puede ser. Pero Tsai se atreve hasta con eso, y la música nos deja algo definitivamente limpio por una pasión que se rescata.
(Este domingo a las 19:00 en el ciclo de cine LA OTRA EN LA TRIBU, No quiero dormir solo, de Tsai Ming Liang. Lambaré 873)
6 comentarios:
Algo en el encuentro de los cuerpos, en ese no poder dormir solo, desnudez de fosa común, potencias de vida y de muerte.
Creo que mo puedo dormir de ninguna de las dos maneras.
Besos Liliana.
En esos paisajes sórdidos y urbanos, la mariposa y la epifanía de la luz corporal, alumbrando este nuevo cruce de cuerpos relegados, tal vez la única salida
del túnel.
trataremos de no dormir sólos este Domingo.
un beso
Lilián
Ja.
No está sólo quien se tiene a sí mismo.
Ciertamente cuánto pasa sobre la misma piel! el mismo cuerpo. Inimitables sensaciones van dejando un rastro que puede olvidarse en la memoria pero no en el cuerpo.
Saludos querida Liliana!
Que exquisito leer su texto!!
Lili,
que genial tu comentario! no lo lei antes de ver la peli. Ahora se potencia.
Lucas
A todos gracias. Me encantó verla de nuevo. Esa escena final es...inmensa (en realidad, me cuesta adjetivarla...)
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