todos estamos igual

sábado, 13 de septiembre de 2008

El aleph

Oskar Fischinger
Por Andrés Di Tella
Ayer me colé en un grupito de confabulados –conjurados, diría Borges-- que se reúne cada quince días con Claudio Caldini, en una habitación a oscuras, para contemplar tesoros extraídos de su cofre de rarezas y deliberar sobre los secretos de la imagen en movimiento. Caldini proyectó algunas películas y nos contó la vida de un oscuro cineasta avant-garde alemán, Oskar Fischinger, precursor de la abstracción en el cine y pionero de los primeros experimentos con el color, con títulos intimidantes como Estudio No. 6 y Composición en azul, entre los años 20 y 30.
También por esos años, realizó un documental extraordinario, Caminando desde Munich a Berlín, filmado cuadro a cuadro, como si fuera una animación. Paradójicamente, Fischinger consigue un efecto “fotográfico” sorprendente, alternando un desfile vertiginoso de escenas y paisajes rurales con momentos más pausados, donde nos deja observar por unos segundos los rostros de las personas que el cineasta se fue cruzando por el camino, como si se tratara de clásicos retratos fotográficos, como de Sander, pero con el extrañamiento de la palpitación producida por el cuadro a cuadro.

No sé por qué, me evocó uno de esos extraños libros de viaje de Sebald, como Los Anillos de Saturno, que parecen combinar sin esfuerzo documento y poesía. De hecho, se trata de un viaje al que Fischinger se largó para huir de sus acreedores en Munich, caminando las 350 millas hasta Berlin con lo puesto y su cámara a cuestas. También vimos un home movie de esa época, hecho con técnica parecida, autorretratos informales de Fischinger con su mujer y su hermano. Sonrisas cómplices, la diversión del experimento y la vida mezclados en un mismo acto, y la emoción que trasmite un momento de felicidad condenado a desaparecer.

En 1936 abandonó la Alemania nazi, donde él y sus amigos empezaban a ser acusados de practicar un “arte degenerado”, y recaló en Hollywood, donde entre otras cosas llegó a diseñar el primer episodio de Fantasía de Walt Disney, aunque después renunció por desavenencias con el estudio y quitó su nombre de los créditos. Una de sus películas más “conocidas”, según Caldini, fue un corto llamado An Optical Poem, producida por la MGM y presentada en los títulos como “un experimento científico”. Me hizo sonreír ver rugir al león de la Metro antes de una película experimental. Y Fischinger, que además era músico y pintor y que soñó con "hacer música con las imágenes", también tenía algo de personaje de Roberto Arlt, entre científico loco y timador. Llegó a inventar un artefacto para filmar animaciones con cera, que era una especie de cruza entre una cámara de cine y una fiambrera. Se lo vendió a otro cineasta, que nunca pudo utilizarla porque las luces de cine derretían la cera.

Mientras veía los materiales únicos que presentaba Caldini y oía sus comentarios, a la vez sencillos y profundos, resultado de una larga y meditada convivencia con esas imágenes, pensé que Caldini era como uno de aquellos viejos sabios de la tribu, que llevaba en la memoria algo así como una biblioteca entera, o mejor, el Archivo General de una nación olvidada. ¿Quién, sino él, sería capaz de recordar, setenta años después, en Buenos Aires, a Oskar Fischinger? De alguna manera, intuí, Caldini hablaba de Fischinger como si estuviera hablando de sí mismo. Los problemas filosóficos que se planteaba el alemán en relación con el uso de la música en sus películas parecían problemas prácticos que Caldini se planteaba como propios. Caldini hacía las veces de medium y, allí en la oscuridad, iluminado apenas por la luz del proyector, inducía en nosotros un estado de trance, para que Fischinger siguiera existiendo y hablándonos. Pensé también en esa frase: “En Africa, cada vez que muere un viejo, es como si se incendiara una biblioteca”. Y caí en la cuenta del enorme privilegio que representaba estar ahí sentado, en esa habitación oscura de un departamento de Palermo, como si fuera el sótano de la calle Garay donde Julio Argentino Daneri le reveló a Jorge Luis Borges la existencia del Aleph.

9 comentarios:

Fotografías dijo...

Oscar

acabo de escribir un comment pero se me borró. Será que soy un novato en estas lides electrónicas, justamente, pero me sorprendió ver mi nota ya colgada en este blog, es raro, es como que empieza a cobrar una existencia autónoma y, de alguna manera, es como una imagen de lo que es este medio, es imposible prever hasta-dónde-llegará algo que uno tecleó una noche en la compu... ¡y al día siguiente!

En cualquier caso, me hace ilusión empezar mi colaboración en este espacio, que trae una voz --"unas voces", dirías vos y eso te define-- bastante atípica en nuestro ambiente, donde creo percibir una vigorosa apuesta al riesgo permanente, mezclando sin temor la defensa de Kirchner con la de Amy Winehouse. Y a no confundir con la apuesta a la "polémica en el bar" que hacen tantos otros.

recuerdo que fue "en estas mismas páginas" que publiqué mis primeras reflexiones sobre la primera persona en el cine, a pedido tuyo, hace unos diez años ya. ¿Te acordás?

abrazo

Andrés

Anónimo dijo...

Andrés!! Qué lujo para nosotros. Y hablando de Caldini.. En fin.
Lo que es difícil es entrar con el apellido aquí, si no estás suscripto. Poné el nombre y ya sabemos que sos vos.
Un beso y bienvenido.
Martha ( la de teatro)

Fotografías dijo...

Martha, Oscar, amigos de La Otra:

si alguien lee esto a tiempo, los invito, dentro de un rato, hoy sábado a las 19hs, a Canasta, Delgado 1235, en Colegiales, a un "experimento": proyectaremos algunas filmaciones inéditas que hizo Claudio Caldini en la India y una secuencia, también inédita, que quedó afuera del montaje final de mi película "Fotografías" donde, justamente, le preguntaba a Caldini por sus expeiencias en la India. También un corto de Sergio Subero y musica d Courtis...

Andrés

Oscar Cuervo dijo...

Andrés:
bueno, queda un poco mal tirarse flores, pero me resulta inevitable al ver tu nombre y apellido entre las firmas de La Otra sentirme muy feliz. Solamente eso.

Oscar Cuervo dijo...

Ah, y respecto del comment que se esfuma en el aire, noto desde ayer que todo anda pésimo. Pensé que era un problema de mi máquina, pero estoy enpezando a creer que se trata de un problema generalizado. ¿notan ustedes también algo raro en la conexión??

Anónimo dijo...

Me parece que no quedan muchos. Da un poco de agustia saber que esos señores, esos almacenes de memoria andante que parecen venidos de otro orden sensible, casi pertenecientes a sociedades todavía no "tocadas" por la escritura (¿ágrafas?,sean como bichos en extinción. Que vuelvan los memoriosos!!!!!

Fotografías dijo...

Eduardo: yo también a veces siento que son una especie en vías de extinción, de ahí supongo viene parte de la emoción que me produce escuchar a alguien como Claudio Caldini. Pero existen más especímenes ahí afuera de los que te imaginás. Hay que saber buscarlos. No todos son estrictamente "ágrafos" pero lo que los define es ser portadores de experiencia, como carteros de tradiciones olvidadas, a veces casi secretas. Voy a pensar un poco y, si me sale, trataré de publicar algo µás al respecto. En todo caso, me alegra que compartas mi inquietud...

Anónimo dijo...

Andrés: No leí a tiempo tu invitación y hoy también hubiera sido muy complicado para mí.
Pero vos seguí invitando a acontecimientos así porque realmente valen la pena.
Martha

Fotografías dijo...

"La otra" vez será...

Fue una velada hermosa, con suerte me pongo las pilas y sale una crónica...

cariños

Andrés