Un suceso cinematográfico
Después de ganar varios premios en el último Bafici, El estudiante, la película de Santiago Mitre co-producida por Mariano Llinás, Pablo Trapero y la FUC se estrenó hace pocos días en apenas dos salas (la Sala Lugones y el Malba) y se constituyó inmediatamente en un minifenómeno de taquillas: sus pocas funciones concentraron una cantidad de púbico inusual, agotando constantemente las localidades. La mayoría de los críticos (no todos) la saludaron con un desbordante entusiasmo:
Dice Gustavo Noriega en EL AMANTE: "Lo primero que uno admira de El estudiante es su valentía. Hay que tener coraje en el cine local para sumergirse en un terreno tan peligroso como el de la política universitaria, a menudo maqueta o reflejo de la política nacional (aunque matizado por sus peculiaridades: la caja de la fotocopiadora como eco de la caja del Anses). (...) Hay una nueva forma de hacer cine en la argentina que nos muestra, con su accionar, que debería haber una nueva forma de hacer política. Coraje y generosidad es lo que falta para eso".
Dice EZEQUIEL BOETTI en Revista Ñ: "El estudiante es quizá el filme nacional que mejor refleja las costuras de su tiempo desde la inoxidable Tiempo de revancha. “La política cambió, chabón”, le espeta Roque (Esteban Lamothe) a un compañero de militancia, y con él a los espectadores. Porque El estudiante –premio Especial del Jurado en el Festival de Locarno y el último Bafici– borra de un plumazo la concepción obsolescente de política con la que el cine argentino viene empecinándose desde hace décadas, para actualizarla en su antítesis: aquí ya no impera la ética, los discursos bombásticamente moralizantes y pactos caballerosos, sino la realpolitik bismarckeana en su máximo esplendor, aquella que concibe a la política como un gran tablero de TEG donde cada jugador distribuye las piezas y procede regido, menos por sus ideas rectoras que por la conveniencia presente o futura de cada movimiento.
Diego Batlle en Otroscines.com: "Como en toda gran película, en El estudiante no sólo se luce su protagonista -y motor de la narración- sino también cada uno de sus secundarios. Mitre le dedica el tiempo necesario a esos operadores políticos que anudan y desanudan todo en las sombras (los herederos de los Cotis Nosiglias) y a los jóvenes militantes que hoy manejan una fotocopiadora y mañana son grupo de choque o pasado aparecen como candidatos en una lista o en un cargo rentado".
Dice Daniel Cholakian en cineramaplus+: "Artera como los personajes que presenta, de un modo pretendidamente realista, El estudiante utiliza el recurso de hablar de la política, para enarbolar un discurso anti político. La trama realiza un sagaz recorrido por los más falsos discursos del sentido común, utilizando un conjunto de tópicos para promover el repudio por toda forma de militancia".
Dice Hernán Manzi Leites en Críticas para nuestra cultura: "En El estudiante no aparecen muchas moralejas nuevas: las tramas políticas son viejas conocidas. No se desarrollan tampoco temas concretos, se los elude y se apela a la moralidad de unos principios que finalmente se quebrantan. No obstante, estos vientos casi reaccionarios de la película de Mitre no empañan el atractivo del producto y, dejan, tal como lo hace Secuestro y muerte, atisbos de una neutralidad que rápidamente toma el caudal de la incitación a lo apolítico. Pocas cosas son menos neutrales que los intentos de abstracción, en un ámbito que es concreción pura. Pero no podemos hacer nada: no hay thriller sin vicios".
En La otra nos preguntamos: ¿Debe medirse una película como El estudiante con los parámetros de las intervenciones políticas, o se trata de una ficción que se desarrolla en el ámbito de lo imaginario y no dice nada sobre los militantes universitarios en particular y la militancia política en general?
El director, Santiago Mitre, dice algunas cosas al respecto en una entrevista de EL AMANTE: "Gran parte (casi todo) lo que la película cuenta es ficción. No existe la agrupación Brecha, ni la mayoría de las agrupaciones que se nombran, tampoco la mayoría de las situaciones, ni los nombres propios que se evocan. Esa línea argumental, que justifica las traiciones finales en torno a 'los laboratorios', es completamente inventada, un 'MacGuffin' que obedece a cuestiones dramáticas. Evidentemente lo que nos interesaba no era hacer una denuncia de nada sino exponer una historia de ficción que se centre en la militancia universitaria, en los procedimientos que se ponen en juego para elegir autoridades en la Universidad, para hacerlo extensivo (o hacerlo metáfora) de esos mismos procesos en cualquier otra institución, incluso en el país".
"La película tiene dos ejes: uno que sigue la evolución del protagonista, que narra su aprendizaje político, su ascenso; y otro que busca independizarse, que se centra en las prácticas políticas casi como ente abstracto. Las alianzas, las roscas, las traiciones, las rivalidades, las búsquedas de cargos, etcétera. Como si buscásemos aislar la materia política de su coyuntura. Nos centramos en la militancia estudiantil para intentar referir a la forma en que esta materia política opera en todos los ámbitos. Entonces la película no busca ser un retrato realista de cómo se milita en la Universidad, sino que intenta ser un poco más amplia".
Y en RADAR; Página 12, especifica su perspectiva histórico-generacional: “Es un duelo retórico entre el viejo político y el joven, al punto que para mí ni siquiera son los personajes los que están hablando sino dos generaciones: los militantes de los ’70 y sus hijos, que creo que es la discusión que está sucediendo actualmente, y que marca que haya crecido enormemente la militancia en la universidad. Es un planteo sobre cómo se milita hoy, no sé muy bien qué buscan los que se acercan en la actualidad a la práctica y la discusión política; si se trata de la lucha por el bien común ni a qué se llama hoy bien común. Uno se siente perdido respecto de estas cosas y creo que la película trata un poco sobre eso.”
Y bien: ¿qué decimos en La otra de El estudiante? La respuesta está acá.
Hoy a la medianoche viene el crítico Emilio Bernini, director de la revista Kilómetro 111 y con él estaremos hablando de El estudiante, del cine político y del cine en general. FM La Tribu, 88.7. Para escuchar on line clickear aquí
La música que vamos a escuchar: Yo la tengo, Mogwai, Dump, Moris, Antonio Birabent y Slowdive.
It's so lonely in this place,
so cold I don't believe.
And theres no one knows my name
It's easy to pretend
It's easy to believe.
There's a shadow on my wall
It dances like my soul
dances like my soul
dances like my soul
It's so cold now
I swear it will be warm
I swear it will be warm
Here she come now.
2 comentarios:
Me pregunto hasta qué punto puede ser tan valiosa una película que no demuestra creatividad ni audacia en su aspecto formal y cuya (relativa) fuerza se sostiene exclusivamente en sus diálogos, dichos con un estilo naturalista y televisivo. Me pregunto si no es mucho más que una "Pizza birra faso" trasladada al ámbito de la universidad (con la diferencia que a fines de los '90 esa mirada cruda y verosímil de Caetano-Stagnaro era algo nuevo, ahora ya no). Te invito a leer un reportaje que le hice a Mitre: http://espaciocine.wordpress.com/2011/08/28/santiago-mitre/
Es una pena que me llega tarde esto y no pude escuchar lo que se habló anoche en la radio. La película se estrenó en el Bafici y me interesó porque el protagonista es un sobresaliente actor teatral, que conozco bastante. En fin, son esos desencuentros.
martha
Publicar un comentario