todos estamos igual

martes, 9 de abril de 2013

BAFICI: Razones para ver M en 2013

Todo se construye y se destruye tan rápidamente que no puedo dejar de sonreír



En 2007 se estrena M, el primer largo de Nicolás Prividera, cuya realización debe haberle llevado seguramente más de un año. Por lo cual habrá estado trabajando en ella , al menos, desde 2005, si no desde antes. En todo caso, lo que la película cuenta es algo que vino sucediendo desde 1976, cuando Prividera tenía 6 años y la dictadura secuestró a Martha Sierra, su mamá, que trabajaba en el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), en 1976. De ese proceso que va desde el secuestro de su madre hasta la actualidad (hasta 2007), de la trama de complicidades, silencios y actitudes ambivalentes de la sociedad civil que hicieron posible sostener la impunidad de los crímenes de estado durante varias décadas, habla M.

2007 es también el último año de fermentación pre-kirchnerista: Cristina gana las elecciones en octubre, asume en diciembre y pocos meses después estalla el conflicto con el campo, el error más fértil de la historia argentina reciente: nunca una derrota política le trajo a un gobierno tantas consecuencias promisorias. Porque recién en el feroz enfrentamiento de las patronales agrarias contra el gobierno de Cristina se empieza a vislumbrar no ya la posibilidad sino la necesidad de emprender una lucha que trascienda el ajuste de cuentas de la sociedad civil con la dictadura cívico-militar-clerical. Antes, por supuesto, de la asunción de Cristina, Néstor Kirchner había producido un acto político de una enorme significación al pedir perdón en nombre del estado argentino a todas las víctimas del terrorismo de estado, entendiendo que la continuidad de ese terrorismo estatal no cesa cuando asumen los gobiernos civiles elegidos por el voto popular, sino cuando el estado deja de sostener la impunidad y permite avanzar a los juicios contra los represores. Ese acto de ruptura con la impunidad es la precondición para discutir la estructura económica injusta de la Argentina contemporánea. Sin romper la continuidad cómplice con los represores no puede construirse una nueva democracia, pero solo ajustando cuentas con los crímenes del estado terrorista de 1976 tampoco, si no se discute la renta actual. Porque ese estado terrorista no solo reprimió, secuestró y mató, sino diseñó un país en el que sería posible edificar una república neoliberal. Fin de la impunidad y actualización del conflicto de un país violentamente injusto son dos fases de un mismo proceso. Se reclaman una a la otra. Ahora bien: el kirchnerismo recién en 2008 se enfrenta al reto del poder permanente de la historia argentina. La oligarquía rural se le insubordina durante meses, corta las rutas, patotea, produce el desabastecimiento y tira del mantel para que la mesa y todo lo que está arriba vuele por el aire. Este poder permanente solo había permitido gobernar a los políticos en la medida en que, a la hora de los bifes, se subordinaran a sus intereses. El juicio a los militares, inciado y abandonado por Alfonsín, retomado por Kirchner, está en esa zona gris en la que el poder permanente todavía le permite moverse a un gobierno civil, siempre que ese juicio se implemente con mesura. Cuando, con un error táctico, el gobierno empieza a discutir la distribución de la renta con el proyecto no del todo cocido de las retenciones móviles, ahí el kirchnerismo deja de ser menemismo con derechos humanos y pasa a ser lo que es: la desmesura, la Cris-pasión, la Cámpora, etc. Ahí empieza la parte más dura de la lucha, de la que todavía no salimos y por la que falta hacer aún tanto. En 2008, con una medida plausiblemente errónea, el kirchnerismo se pare a sí mismo, para que lo conduzca Cristina. El INTA, en el que trabajaba la madre de Prividera, vuelve a ser no solo un lugar donde desaparecieron técnicos, sino también el lugar donde puede discutirse la estructura injusta del país y donde puede diseñarse un país más justo. Puede.

M, entonces puede verse como la última película pre-kirchnerista.



Lo que allí se discute es el núcleo puro y duro de la complicidad civil con la dictadura y la extensa zona gris de los que desapercibieron lo que pasó cuando estaba pasando, y de los que siguen sin percibir, o no se acuerdan. Prividera -protagonista de su película- se topa con el muro invisible que no es el de los que participaron activamente de la represión sino el de los que omitieron hacer algo para impedirla y ahora (en 2007) siguen sin ser capaces de recordar qué hicieron, qué vieron, qué dejaron de ver... Y, es notorio: Prividera, protagonista de su propio film, está enojado.

En 2008 yo escribi sobre M. Bastante. Un fragmento de aquello:

"El valor de la película es que muestra el nexo entre el sentimiento personal del enojo y su posible traducción en el discurso político. La actitud de Prividera como realizador es muy abierta, desde el momento en que no disfraza su enojo de otra cosa (la película Los rubios es posible que también esté hecha desde el enojo, pero Albertina Carri trata de disfrazarlo de gesto estético “cool”). El modo como se incluye Prividera en el cuadro le permite a la cámara captar cosas que ponen en suspenso la acusación que el personaje trata constantemente de formular. Ese desdoblamiento cámara-observador / Prividera-personaje le da al espectador una libertad para distanciarse de lo que [Prividera] dice. Y pensar: ¿cuál es la posibilidad y el límite de una política pensada desde el enojo? ¿es posible reparar el daño (hablamos de desaparecidos, de chicos que perdieron a su madre cuando uno tenía 6 años y el otro 2 meses), y en todo caso qué es lo reparable y qué es lo irreparable? Y por lo tanto, ¿qué parte del daño se puede procesar políticamente y qué parte se puede reparar artísticamente? ¿Cómo se debe sentir el espectador frente al enojo que Prividera exhibe? ¿Se debe dar por aludido, se debe sentir en deuda? ¿Puede cuestionarse la pertinencia del enojo, por más que venga nada menos que de las víctimas?"

Hoy releo las discusiones que tuve con Prividera por mi interpretación de la película y por la concepción del cine que ello involucra y no puedo parar de sonreir. Polemizamos con dureza. Quizás si volviéramos a discutir estos temas se volvería a armar la podrida, no sé. Sin embargo, sin haber cambiado sustancialmente ninguno de los dos, ni Prividera ni yo, la situación política cambió y eso repercute también en nuestras posiciones. Incluso me da la impresión de que podemos volver a discutir M sin que necesariamente se arme la podrida. Pero esto es solamente una anécdota personal que se vuelve más interesante cuando se la piensa en un marco más amplio: ver M en 2007, cuando el país era otro y el kirchnerismo prácticamente no existía, es decir, cuando parecía que los agravios pasados no podrían transformarse en otra cosa más que en enojo u olvido, cuando aún no se veía la necesidad de traer el conflicto de clases hacia el presente y desbordar la matriz de la lucha de décadas de los organismos de los derechos humanos, es muy distinto a ver M en 2013.

Nadie ve dos veces la misma película: porque al volver a verla ya somos otros. Ver M en 2013 es pensar esta relación entre pasado y presente, entre enojo u olvido, entre cercanía y distancia, entre película y espectador, en otro marco. Ahora tenemos: el pasado de la dictadura (1976) y el pasado del prekirchnerismo (2007).

La historia quiso además que, durante varios años, M fuera la última película en programarse simultáneamente en los festivales de Mar del Plata y Bafici. El hecho de haberla estrenado en Mar del Plata les costó a los productores de M un duro apriete de los entonces programadores del Bafici. El riesgo que corrían, al no ceder a ese apriete, era que nunca más una película suya se programara en el Bafici. Efectivamente -curiosamente-, la segunda película de Prividera (producida, igual que M, por Pablo Ratto), Tierra de los padres, fue la primera película vetada simultáneamente en los festivales de Mar del Plata y Bafici. De eso también ya hablamos demasiado. Este año el BAFICI incluye M otra vez en una de sus secciones. Esto ni significa que el nuevo director, Marcelo Panozzo, sea el "responsable" de ese regreso. Porque M se verá en una sección programada por los miembros de la FIPRESCI:

BAFICI + FIPRESCI X 15


Hay varias razones para ver M en 2013.

Los horarios para verla...

3 comentarios:

Quielo dijo...

¡Ni a palos Tierra de los padres fue la primera película en ser vetada en Mar del Plata y en el BAFICI!

Oscar Cuervo dijo...

La nota dice "Tierra de los padres, fue la primera película vetada simultáneamente en los festivales de Mar del Plata y Bafici". Simultáneamente. De todos modos, si vos tenés el dato que lo desmienta, dalo a conocer y nos enteramos.

Quielo dijo...

¿El dato de las películas vetadas simultáneamente en Mar del Plata y el Bafici? Sí, pasame tu dirección y en un rato te mando los tres tomos.