miércoles, 5 de julio de 2017

"Odio este domingo híbrido de siempre", dijo y lo hibridaron en un remix infame

Especial Retromanía en La otra.-radio del domingo pasado, para revivir clickeando acá 

Odio este domingo híbrido de siempre
me da igual, me da igual
es un beso en la pantalla del auto cine
sin gozar, sin gozar.

Así abría Canción animal, un disco clave en la discografía de Soda Stéreo y en la obra de Gustavo Cerati. 

Soda, emblema de ochentismo cosmpolita pop, que había construido su gran éxito tratando de sintonizar con las nuevas tendencias sónicas internacionales mientras buscaba sin pudor el impacto multitarget, de pronto intentaba un giro hacia una orientación artística más "adulta" y tendía por primera vez links directos con la tradición del rock argentino de los setenta, sobre todo con Pescado Rabioso. Cerati dejaba de mirarse tanto al espejo para acomodarse el mechoncito y empezaba a postularse más seriamente como discípulo de Spinetta. Del desenfado del consumo plástico como gesto cínico de sus primeros discos, pasaba a una ética de asunción de riesgos estéticos. Al volverse progresivos, los Soda hacían su primer disco argentino y retro. "De aquel amor/ de música ligera/ nada nos libra/ nada más queda" lo decía con bastante claridad, pero en los primeros versos del track inicial el reto ya había sido lanzado, el domingo híbrido de siempre, la pantalla del autocine sin gozar...

Enrosques de la postverdad: Zeta Bossio y Charly Alberti eligen ese tema para abrir SEP7IMO DÍA, banda sonora del montaje de Cirque Du Soleil del mismo nombre, proyecto de explotación posterior a la muerte muerta de Cerati. Queda abierta la pregunta de si este aprovechamiento descaradamente retromaníaco hubiera sido aceptado por Cerati quien, después del meganegocio del reencuentro de Soda en 2007, parecía alejarse definitivamente de la explotación de la nostalgia. Afortunadamente tuvo el tiempo suficiente para legarnos su obra maestra, Fuerza Natural, el disco por el que merecemos recordarlo.


Pero el caso SEP7IMO DÍA es solo el ejemplo degradado de la retromanía. ¿Cuál es el campo de aplicación más precisa del término? ¿O tiene que usarse siempre de una manera difusa? 

La antigua lucha entre lo nuevo y lo viejo conduce siempre a paradojas. No hay valor más efímero que la novedad, expuesto por lo tanto a pasar de moda rápidamente, como "esos raros peinados nuevos" de los exponentes del new romantic que pasaban horas frente al espejo para terminar volviéndose inhabitables por lo ridículos. Y Soda hizo muchos años un culto de lo novedoso. 

El espectáculo circense SEP7IMO DÍA, lejos de ser novedoso, cae en el punto exacto de una retromanía decadente. Cuando el disco de remixados perpetrado por Bossio y Alberti -cuyas carreras artísticas post-Soda se desconocen- empieza con la voz multiprocesada de Ceratti, extractada de un concierto en vivo cantando "el comienzo fue un big bang y fue caliente...", la industria pop desata una involuntaria tormenta de capas de sentido en la que luchan lo viejo y lo nuevo con el estatuto de un acto fallido. Lejos de la dignidad del comienzo original, Zeta y Charly agregan una frase de Gustavo resurrecto mediante trucos digitales, con un sonido artificialmente brillante. Pretenden narrar así el comienzo caliente del mito, lleno de bailarines, contorsionistas, purpurina, bolas de espejos y mercadotecnia que quiere hacer pasar un deja vu como si fuera la nueva repetición del mismo comienzo. El remix muestra tanto sus trucos que da un poco de impresión. Sin embargo, a los pocos segundos la voz de Cerati repone algo del malestar del que nace la canción, venganza ultratumba contra la fría explotación de su talento postmortem por parte de los sobrevivientes de Soda: 

Odio este domingo híbrido de siempre
me da igual, me da igual
es un beso en la pantalla del auto cine
sin gozar, sin gozar.

canta Cerati mientras lo remixan en este híbrido de siempre, un beso en la pantalla del autocine pomposo de Cirque Du Soleil sin gozar.



¿Cuántas capas de sentidos coexisten sin paz en este remix, objeto que condensa como pocos las paradojas de la retromanía?

El programa del domingo pasado lo dedicamos a esta era de la retromanía, en la que el nuevo aconteciemto se reduce siempre a reciclar el acontecimiento original, un pop que vive clonándose infinitamente. Hay un libro interesante de Simon Reynolds que se llama precisamente Retromanía. La adicción del pop a su propio pasado. Reynolds se muestra perplejo ante la evidencia, sin emitir un dictamen condenatorio ni tampoco celebralo acríticamente: "vivimos en una era en la que la cultura pop ha enloquecido por lo retro y la conmemoración: bandas que vuelven a juntarse, reediciones, mash-ups, biopics y documentales de rock... La sobreabundancia de influencias e imágenes del pasado producto de las nuevas tecnologías (MP3, iPod, YouTube, MySpace, Spotify, etc.) parecen haber convertido a artistas y oyentes en arqueólogos, profanadores y archivistas".

Por estos mismos días se cumplen 50 años de la edición del simple "La balsa" por Los Gatos, medio siglo también del Sgt. Pepper Lonely Hearts Club Band, treinta años de The Joshua Tree -U2 viene a la Argentina en su gira celebración-, Ok Computer celebra su veintena con una edición Deluxe en la que Radiohead deja ver su lado más marketinero. Esta superposición de capas geológicas del pop/rock sucediendo todas a la vez nos produce la sensación de la infinita disponibilidad de los acontecimientos, como si todos sucedieran juntas ahora para nosotros, que pasaríamos a ser la generación más afortunada de la historia por convivir con todos juntos a la vez, sin advertir que quizá tanta celebración esté ocultando que ya nada pasa a la altura del acontecimiento inicial. 

La tensión entre nuevo y viejo se produce por una combinación de factores. La tecnología de hecho nos permite un  acceso inmediato y una manipulación infinita de todas esas voces de muertos manipuladas por vivos. Los Beatles vivos ya lo habían hecho en los 90 con el fantasma de John en los Anthology. A la vez, es evidente que la longevidad artística del rock como género nos da la sensación de que hoy todavía es la época de Sgt. Pepper y que nos es lícito simular que volvemos a escucharlo con asombro, como la primera vez. 

(Todo esto me hace pensar en La repetición, la obsesión imposible de Constantin Constantius, que sólo sucede si se es capaz de dar un salto incalculable, sin garantías, no por ninguna maniobra tecnológica).

Lo escrito hasta esta altura del post parecería una condena a la retromanía. Sin embargo, nos embarga la perplejidad. Pop es apócope de "popular" y la música popular siempre se sostuvo desde la repetitio de una tradición renovada cada vez. ¿Es lícito aplicar el término "retro" a la versión que hace en vivo Liliana Herrero de "Chayita del vidalero" al celebrar sus 30 años de discos? Parecería que no: no hay musica popular sin reapropiación de la tradición. Está claro que el milagro llega cuando se lo canta sin simular un acontecimiento novedoso, sino descubriendo que el pasado todavía está por venir. Esa manera de habitar lo popular (no hay lugar donde el pueblo surja con más nitidez que en la música popular, ese abismo en el que habitamos) parece estar en las antípodas del cálculo frío de Bossio y Alberti para su Frankenstein remixado, híbrido de siempre.



Y entre ambos extremos hay infinitas posiciones indecidibles. Para el programa del domingo pensamos incluir un ejemplo de canción hecha hoy a la que no pueda encontrársele un solo rastro retro. Y optamos por "Radio Silence" de James Blake. Música que explora las posibilidades del audio actual sin la mínima nostalgia, donde lo digital pasa a ser una materia por derecho propio, no como "el dibujo puntillista de la huella de un fantasma" sino en su propia incertidumbre. Aún así, es inevitable encontrar en la música de Blake ecos del soul en estado de tradición apropiada. También está el juego irónico de "Otis", donde la voz de Otis Reddin se hace objeto de una operación irónica y despiadadamente creativa en manos de Kanye West y Jay Z, o la experimentación más refinada que hoy puede arriesgar el soul en manos de Kendrick  Lamar en su untitled unmastered 4.

Finalmente, nada puede privarnos del asombro de escuchar por primera vez el arreglo de cuerdas de "She is leaving home" extraído de su contexto, una miniatura perfecta que ya entonces era una apropiación retro transpuesta a la vanguardia radical y hoy ya es simplemente un clásico. Gracias a la edición del 50° aniversario del Sgt. Pepper todavía encontramos motivos para el regocijo.

Así que la retromanía es más que nada un problema a ser pensado mientras disfrutamos de las canciones. El programa completo, acá.

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