martes, 6 de febrero de 2018

La tesis del error útil aplicada a los economistas serios

Economía neoliberal y mentira: Mariano Kestelboim en La otra.-radio, para escuchar clickeando acá  



Este domingo volvió a La otra.-radio nuestro economista de cabecera. Y empezamos hablando, como ya lo habíamos anticipado en el blog, de los errores sistemáticos de las consultoras económicas serias. A través de los años, las predicciones que estas consultoras empiezan a hacer a fin del año anterior sobre cómo resultarán los números de las principales variables económicas  en el período que está por comenzar (crecimiento del PBI, inflación, valor del dolar, paritarias, etc.) mantiene un mismo patrón: son muy auspiciosas cuando el año empieza y el gobierno tiene un signo político que coincide con su ortodoxia neoliberal; en cambio, son muy pesimistas cuando predicen el futuro de un gobierno que defiende los intereses populares. Por ejemplo, Miguel Bein a fines de 2016 predijo que la economía en 2017 iba a crecer por lo menos un 5%, con un exceso de optimismo que superaba incluso al de los voceros oficiales. Por supuesto, como ya en ese momento era previsible, ese crecimiento fue mucho más magro. Se tardó apenas unos meses en advertirlo.

A pesar del notorio pifie, al año siguiente se vuelve a consultar a Bein, reputado como consultor serio, para que haga predicciones que a esta altura todo el mundo sabe que no se van a cumplir. Sin embargo ,el ritual de la predicción de las consultoras serias no deja de hacerse nunca y ocupa tapas y páginas de los diarios que se alínean con el poder del mismo sesgo antipopular. Un clásico es la estimación de la inflación que se producirá en el período entrante. Los serios siempre tiran números que son imposibles de cumplir, porque el déficit de cuenta corriente es un fenómeno estructural de la economía argentina y los desfasajes que produce ese déficit tendrán que ser amortiguados con un mayor endeudamiento y/o con devaluaciones. El margen de endeudamiento se estrecah y el atraso cambiario es hoy un dato insoslayable. Si se produce una devaluación como la que hemos visto entre mediados de diciembre pasado y el enero que termina, ella tiene ineludiblemente efectos inflacionarios. Los consultores serios a fin de 2017 decían que la inflación 2018 sería de 17%. Pero cuando el jefe de gabinete elevó abruptamente la meta de inflación un 50%, eso fue la señal para acelerar la corrida que llevaría el dolar cerca de los $ 20. Y como en nuestra economía algunos precios claves, como el de los combustibles, están dolarizados, esto hace necesariamente que vayan  para arriba los precios del transporte, los servicios básicos, los alimentos, con la consiguiente suba del precio de la cansta alimentaria, o sea: más inflación. 

La predicción del 17% ya era inverosímil antes de que el gobierno subiera un 50% sus metas de inflación. Los economistas serios, cuando quedaron en offside por la evidencia de que el gobierno estaba empujando a un rebrote inflacionario en el primer trimentre, que probablemente llegue a un 7% en apenas un cuarto del año, advirtieron que tenían que corregir sus propias predicciones. Pero la corrección que hicieron fue irrisoria: pasaron de un 17% a un 19,4%. Incluso la predicción del coma cuatro es ridícula: ¿de dónde sale esa precisión por decimales, si todos sabemos que a fin de año la habrán pifiado por cinco o seis puntos? 

El optimismo de los serios parece tener una tenacidad admirable, pero ya hemos visto como a medida que pasa el año y se hacea visible lo que ya es previsible, los consultores volverán a corregir sus estimaciones para acercarse a los números reales; no obstante lo cual, al llegar a fin de año, cuando se los vuelva a consultar acerca de cómo ven la economía para 2019, los serios harán, mientras haya un gobierno neoliberal como el que a ellos les gusta, predicciones nuevamente optimistas. 

Kestelboim opina que hay un acuerdo, tácito o explícito, de los consultores "serios" para mantener sus predicciones acerca de la inflación por debajo de los 20%. Es una especie de barrera psicológica: si alguno predijera que la inflación será de 23 o 24%, crearía expectativas para que la inflación se dispare. Así que el método para hacer una predicción cercana a lo que en realidad pasará es calcular cuánto la pifiaron los "serios" en años anteriores: si dijeron que la inflación iba a ser de 18% y fue de 25% y si el año anterior habían pronosticado que sería de 25% y fue de 42%, entonces hay que tomar el número que ellos están anunciando ahora y sumarles el porcentaje por el cual la pifiaron dos años seguidos. Si hoy dicen que la inflación será del 19, probablemente, si no ocurren imponderables que descalabren el funcionamiento de la economía todavía más, la inflación real andará alrededor del 24%. (Real es una forma de decir: los índices de precios se calculan subvaluando la incidencia de productos de la canasta básica, como alimentos, medicamentos, transportes y servicios de luz, gas y agua, de modo que para una familia de bajos ingresos la infglación siempre es mayor que el cálculo que emite el INDEC).

Es decir: se trata de una mentira concertada cuyo fin es crear expectativas favorables que induzcan a algunos operadores de la economía a confiar durante determinado período. Por ejemplo: que los sindicalistas crean (o finjan creer) que la inflación no llegará al 20% y arreglen paritarias por un número inferior. Lo que a fin de año se verificará no son los números dibujados de los consultores serios, sino la caída del poder adquisitivo del salario. Por lo tanto, estas predicciones optimistas no informan sobre cómo se comprtará la economía, sino que operan para que se comporte en cierto sentido; por ejemplo: para que el salario real baje. No describen: actúan en función de los sectores de poder económico que los sustenta. Sus pronósticos no pierden el respaldo de los grandes medios de comunicación. Si no tuvieran ese respaldo, su fórmula no tendría incidencia.

Acá se abren una serie de cuestiones interesantes: económicas, políticas y epistemológicas. Evidentemente por la boca de los consultores serios sale lo que el poder económico quiere que se crea, aunque ellos sepan que esas predicciones no llegarán a cumplirse. Digamos: el error útil nietzscheano. Intentan instalar una verdad que es la que a los Hombres Fuertes les conviene. Pero ya sabemos, porque se trata de un comportamiento sistemático, que eso no va ocurrir tal como lo anticipan, por lo cual solo basta esperar unos meses para saber que esas predicciones están erradas, la inflación será mucho mayor y los salarios perderán una vez más. Los dos objetivos económicos centrales del poder que nos gobierna son el creciente endeudamiento y la baja de los salarios. Es decir, lo que intentan instalar no es una verdad sino una creencia falsa: con altísima probabilidad ellos mismos saben que mienten al decir que la inflación será del 19,4%. Entonces no es legítimo calificar esto como una "verdad perspectivista" de las clases dominantes, a la que otra clase social pudiera oponer una perspectiva diferente, sino que se trata de una lisa y llana mentira. La verdad solo acontecerá cuando esta patraña se venga abajo y vuelva a mostrar que era una operación para incidir en expectativas favorables al gobierno. 

Conclusión política: un sindicalista que negocia una paritaria no puede asignarle seriedad a las predicciones de estos consultores. Si se la asigna, es cómplice de ese poder. Dos años de macrismo donde este patrón se repitió exactamente deberían tenerlo avivado al respecto. Si hoy negocia por un 17% o un 18% es parte del dispositivo que está bajando el salario de los trabajadores argentinos. Lo suyo no sería una perspectiva, ni siquiera credulidad, sino lisa y llana complicidad.

Conclusión filosófica: nadie tiene derecho a usar la palabra "verdad" para referirse a este tipo de engaño y es preciso reservar esa palabra para el momento en que se des-encubra que era un engaño. La doctrina filosófica del "error útil" es aquí perfectamente funcional a las trampas que continuamente tiende el poder financieron trasnacional que nos gobierna y deja inermes a los trabajadores. La renuncia a una instancia de verdad o la distinción post-moderna entre "verdad en sentido fuerte" y "verdad en sentido débil" es obviamente funcional al poder dominante. Es decir: a sus mentiras. 

Hablamos bastante más que esto con Mariano Kestelboim, por ejemplo hablamos de su certeza de que este modelo económico es insostenible y tarde o temprano va a estallar. Las variantes sobre cuánto falta dependen de factores hoy imprevisibles. Pero el modelo económico del macrismo conduce a un estallido. ¿Por qué? Escúchenlo a Kestelboim clickeando acá y se van a enterar.

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