todos estamos igual

jueves, 1 de febrero de 2018

Perfume francés


NOTA DEL EDITOR: Ayer se cumplieron 10 años del comienzo de este blog, que como decía, con el correr de los años fue teniendo otros blogs asociados. A modo de extraña celebración acabo de publicar en Un Largo el post más largo que jamás haya publicado, sobre la filosofía y la política nietzscheanas. El larguísimo texto, que vaya a saber si es apropiado publicarlo en este formato, se llama Nietzsche Largo y lo que sigue es su nota introductoria:

En el último par de años me dediqué a repasar mis lecturas de Nietzsche, tomando como pretexto la realización de un ciclo de mircros radiales en Patologías Culturales (FM La Tribu) que salieron entre el 19 de marzo y el 12 de septiembre de 2016. También le dediqué algunos programas en La otra (Radio Gráfica), un seminario de 10 semanas y varios posts en mis blogs. Mi actual relectura de Nietzsche fue en paralelo con el proceso político de imposición del neoliberalismo en la región del mundo en que vivimos. Estas relecturas se impregnaron del presente y modificaron mi perspectiva anterior hacia este autor que vengo leyendo desde mis 16 años. Algo se cayó en estas relecturas y no creo que sea producto de mi reelaboración intelectual. Creo que la experiencia política vivida en estos años me llevó a los libros de Nietzsche con preguntas nuevas. También me parece que esas preguntas estaban latentes en un malestar sordo que siempre me acompañó al leerlo.

En mis intervenciones públicas empecé a articular en palabras la distancia que me fue separando paulatinamente de la fascinación que su estilo de escritura provoca. Traté de ir más allá del encanto de Nietzsche como escritor, para confrontarlo con mi experiencia histórica. Una de las cosas que más me llamaron la atención fue la devolución enojosa que provoca mi creciente distancia hacia Nietzsche. Descubrí que el ambiente cultural porteño es fuertemente nietzscheano y que sus aforismos se volvieron consignas de una religión de descreídos. Esta ciudad ya no es católica y nunca fue marxista. El psicoanálisis y Nietzsche en combinaciones diversas forman parte del sentido común porteño. Para tejer esta naturalización del dogma nietzscheano debe haber sido preciso limarle sus aristas más hirientes, domesticarlo, transformarlo en un afable impugnador de un puritanismo que acá nunca se practicó y que él jamás fue. Los centro-izquierdistas porteños no tocados por la militancia política ni mellados por el terror de estado son culturalmente nietzscheanos. Sin embargo, es la derecha la que lleva el programa político nietzscheano, sin necesidad de declararlo. Lógico: la derecha no necesita un barniz cultural para realzar su existencia: necesita dinero y violencia. Y Nietzsche no necesita adherentes porque sus ideas anticiparon las prácticas sociales del neoliberalismo. Una recusación del poder algo imprecisa en la práctica requiere adoptar un discurso vagamente nietzscheano: no hay verdades absolutas, todo se relaciona con el poder, el cristianismo es malo, hay que ser creativos, toda moral es falsa, Dios no existe, los tiempos cambian, después vemos, hay que disfrutar del cuerpo, cositas así. Una nueva forma de consolación que no exige grandes esfuerzos prácticos y nos sirve para construir un perfil cosmopolita, relativista, egosintónico. Por supuesto, los libros de Nietzsche son muy otra cosa, pero se los lee poco, o se los pasa por el filtro de otros autores que lo bañaron, lo perfumaron (en Francia), lo adecentaron.

Los microprogramas fueron subidos a la web en el blog La otra a medida que se iban desarrollando. Cada microprograma iba acompañado en el blog por un breve texto que intentaba resaltar los puntos principales de cada columna radial y también pasar en limpio algunas ideas que el ritmo radial podría desdibujar. En el proceso de la escritura de estos fragmentos, también se me iban ocurriendo algunas ideas que no había comentado en la radio. Las notas salían con una periodicidad irregular, con intervalos de una, dos y hasta tres semanas entre una y otra. En estos días volví a leer esas notas de un tirón y me pareció que en esta lectura completa el texto tiene un crescendo que resulta adecuado para las ideas que me propuse trasmitir. Primero pensé que bastaría con poner cada fragmento después del otro, después empecé a hacer retoques y algunas supresiones para que la secuencia gane precisión y pierda redundancia, después agregué párrafos enteros para aclarar ideas que antes estaban insinuadas. Finalmente me encontré reescribiendo todo, oración por oración. Algunas cosas quedaron y varias otras aparecieron. Con esto me libero de las ideas en que estuve trabajando en estos dos o tres últimos años. Las dejo. Me voy a poner a leer a otro autor.

Me quedó lo que sigue: un post larguísimo. Se me ocurre decir el más largo del mundo. Nadie se va a molestar en refutarme. De un largo totalmente inadecuado para un blog. 110.000 caracteres, 18.000 palabras, tendría la extensión de un librito. Publicarlo como post es forzar las cosas. Alguno empezará a leerlo, la mayoría de los que empiecen lo abandonarán antes de llegar al primer tercio. Quizás nadie lo lea y quede colgando en la blogosfera. No importa. No voy a sacar un libro, nadie me lo pide y tampoco quiero. El día que blogger lo disponga, desaparecerá. Acá está.


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