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sábado, 25 de julio de 2009

Ponyo, de Hayao Miyazaki

Hija, no puedes ser al mismo tiempo mágica y humana



por Carmen Cuervo

Acaba de estrenarse en Buenos Aires la última película del director japonés, realizada en el año pasado. Se me ocurren algunos pensamientos que escribo quizás demasiado rápidamente.

La historia cuenta la existencia de un pez rojo con rostro de niña que se transforma en una niña humana que se transforma en pez rojo que se transforma en niña hasta que la mutación se detiene. Cuando es pez tiene los mismos enormes y redondos ojos que cuando es niña (ojos japoneses de animé). Cuando es humana tiene patas de pollo en lugar de pies, pero también tiene manos y pies humanos. Las imágenes se encadenan y tienen sentido pero no se pueden contar con palabras.

La magia consiste en la transformación constante, inasible. La lógica humana indica que la transformación tiene que detenerse, que las cosas no pueden cambiar así, tan rápido. La película es mágica y no tiene ataduras humanas, porque está dirigida hacia la mirada infantil y los chicos son casi humanos pero no completamente humanos. Pero, de todos modos, hasta el final, la magia y la lógica humana seguirán luchando por prevalecer.

La naturaleza tampoco es humana y la naturaleza prolifera en esta película. Está el fondo del mar con todas las especies incluso aquellas que no podemos imaginar, miríadas de peces, algas, cangrejos... El mar que cambia su forma, que está vivo y se enfurece. Hay una tormenta impresionante. La ciudad entera queda bajo las aguas y la vida sigue, pero uno la ve con la distorsión que el agua produce en los ojos. Hasta la luna ataca con rayos a la tierra y está a punto de producir el fin del mundo.

Cuando alguien atrapa un pez rojo con rostro de niña sucede una desgracia.

Una anciana advierte sobre la leyenda : cuando alguien atrapa un pez rojo con rostro de niña sucede una desgracia.



Sosuke, el niño, encuentra a Ponyo, el pez rojo, y también encuentra su destino. Inmediatamente los dos seres se declaran su amor. A partir de entonces Sosuke tiene una responsabilidad, una ocupación, cuidar de “ella”.

Pero sucede la desgracia. La película termina y la magia desaparece. Un final por demás humano después de todo.

6 comentarios:

liliana dijo...

Hay poesía en ese "cuidar" del amor, en esa distorsión que el agua produce en los ojos, en esa transformación mágica, sin ataduras lógicas, que subvierten lo humano...(muy buena tu reseña, Carmen!)

Pero una pregunta (o varias), ya que sé poco del tema: ¿por qué esos enormes y redondos ojos, los ojos japoneses de animé? ¿Son más bellos, acaso? ¿Hay un rechazo japonés a la oblicuidad?

saludos

meridiana dijo...

pienso que los japoneses son oblicuos y por eso miran con esos enormes ojos desde los animé: son ojos para asir lo invisible.

cada vez me atrae más su cine, sobre todo el de terror (ay! que diferentes abismos nos proponen)y por la historia que contás Carmen, de pez a niña y de niña a vaya saber qué, creo que no me voy a perder Ponyo. sobre todo si no hablamos de finales felices.

abrazo

Lilián

julieta eme dijo...

sí sí, quiero verla! muy linda reseña, carmen. yo vi La princesa Mononoke y El increíble castillo vagabundo. ambas me parecieron hermosas, colosales, fantásticas... y tengo como tarea ver El viaje de Chihiro. trataré de ver ésta en el cine.

un beso grande.

carmen cuervi dijo...

Gracias Liliana, Lilián y Julieta. Sobre los ojos a mí me parece que son grandes y redondos porque no son "reales". Esa creo que es la primera fuerza del animé. Los personajes no son personas humanas, son dibujos. No son ojos de humanos, en todo caso son ojos de pez.
En cuanto a si ese es el mismo lugar de la poesía, estuve pensando todo el tiempo en eso mientras escribía el comentario de la película. Pero a mí me parece que la poesía (occidental) es más trágica. Los poetas sufren y los orientales ni se calientas. (¿Será por la idea de la reencarnación?)
Por último, Ponyo tiene fragmentos altamente terroríficos pero tiene un final bastante alegre. ¡Vayan a verla!
Saludos, carmen.

Pía dijo...

Yo voy a ir con mi hija la semana que viene.

Pablo Taskar dijo...

Carmen:
Hermosa reseña, transmite mucho de la fascinación ante el mundo que proponen las películas de Miyazaki y, más que el mensaje ecológico pueril de brocha gorda (de tantos Disneys), realmente TE HACE VIVIR la comunión del hombre con las maravillas de la naturaleza.
El problema, como bien señalás, es que al final el film se termina y la magia desaparece.
Pero siempre podremos reencontrarnos con Chihiro, Totoro, o ese gran relato épico que es Princesa Mononoke.

Te (los) invito a que leas mis 10 razones para ver Ponyo.

http://viviendodosveces.blogspot.com/2009/07/10-razones-para-ver-ponyo.html

Saludos.