sábado, 21 de mayo de 2011

Néstor Kirchner, Martín Caparrós, Horacio González

Los libros del kirchnerismo


Este domingo a la medianoche en La otra.-radio: Sarlo, Feinmann, Galasso, Aníbal Fernández, Caparrós, Tomás Abraham, Viñas, Casullo, Forster, Aníbal Fernández y otros. Escuchar on line.




(Lo que sigue es un fragmento del libro de Horacio González Kichnerismo: una controversia cultural)

En su libro El interior Caparrós transcribe un diálogo de gran interés, que involucra a Néstor Kirchner y al libro La voluntad. Lo tomamos de un artículo del libro El río sin orillas, en el que se pasa revista a un tema, que es el mismo que tratamos aquí: la relación de escritores, intelectuales, universitarios, etc., con el gobierno kirchnerista. Escribe Caparrós, ensayando una apertura del tema con sus acostumbradas volutas irónicas:

Es tan oportuno que las cataratas estén aquí, en la punta del mapa de la patria. Sin eso muchos argentinos -y por supuesto extranjeros-, jamás llegarían hasta los extremos, pienso, y en seguida, me pregunto qué tipo de ideología me hace pensar que es bueno que la gente llegue a estos extremos. Debería debatirlo pero no ahora: no en la selva. en la selva, por alguna razón, las razones se ablandan. Y me doy cuenta que lo mismo -su carácter extremo e incluyente- les sucede a los otros dos puntos que el turismo extranjero valoriza: la Puna con la Quebrada de Humahuaca y el eje Calafate-Usuhaia. Los tres parecen puestos con predeterminación y alevosía para armar, con tres vértices, el triángulo patrio: para obligar a propios y extraños a ir hasta los extremos de la patria. quizás dios, finalmente, sea argentino.
Mi Guayaquil sucedió aquí. A fines de los 90 vine con mi hijo a pasar cuatro días en este hotel, su vista es extraordinaria. Juan tenía siete años y nos lo pasábamos horas en la sala de juegos -pool, ping pong, un par de flippers y máquinas de correr y hacer gimnasia-. Una de esas siestas jugábamos al pool en la sala vacía: al cabo de un rato llegó un señor de mediana edad, rubión, pelo llovido, equipo de jogging -y se puso a correr en una máquina-. Cuando terminó se acercó y me distrajo con una tacada decisiva:
- Quería decirte que leí los tres tomos de La voluntad, me interesaron mucho.
Bueno, gracias.
Le dije, y volvía a mirar a la bola 11.
- No, de verdad, me pareció un gran aporte.
- Gracias, de verdad.
Le dije yo, y él se dio cuenta de que yo no entendía.
- Vos no sabés quién soy yo.
- No, disculpame.
- Yo soy Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz.
Para mí, entonces, un gobernador del partido menemista era mucho peor que un desconocido, así que persistí en el taco y la bola.
-Ah, qué bueno, gracias.
Después, en la pileta,cada vez que nos cruzábamos, el señor gobernador y su señora miraban para algún otro lado. Esa tarde perdí mi gran oportunidad de postular para la Dirección Nacional de Asuntos Biblioratos, digamos, la Subsecretaría de Vacas Tuertas y ahora, de vuelta al lugar, me río de nuevo".

Ahora que para Caparrós debo ser el Director de Cartapacios Nacionales y Populares, Inspector de Anaqueles Vacíos y Batracios Olvidados en las estanterías, y un Poquitín Censor, aprovecho para confesar que nunca supe gozar del arte sublime de despreciar a quien decide acercarse a uno con un elogio o cualquier otra forma de interés. Hay que estar poseído por furias solo equiparables a las de las Eríneas, para sentirse un justiciero entre aparatos de gimnasia y mesas de ping pong. La mordacidad profesional es un dudoso artificio del conocimiento, aunque asegura casi siempre una gran infelicidad personal. ¿Cómo sabía Caparrós que el que le hablaba era un lector inadecuado, un impostor, no como los lectores que se le acercaban en las ferias del libro a pedirle autógrafos, que aún así, podría haber dado a desgano, con incofesada reprobación hacia esas almas lisonjeras? ¿No era una oportunidad de saber algo más sobre sus lectores en vez de desatar el oscuro goce del iconoclasta banal? Ya sabemos que no se inclina ante sacerdotes, prebostes ni gurúes. Ese desplante, ¿no era una manifestación de su propio desasosiego, inconstancia, insatisfacción? Es cierto, Borges practicaba a menudo estos gestos, no exentos de violencia, y no subordinaba normas superficiales de convivencia a sus trazos enérgicos de reprobación política, tal como los que evidentemente cultivaba. Cuando su primo Ernesto Palacio le quiere presentar a Perón, se niega. "No podía darle la mano". La excusa era banal, pero encerraba lo fundamental.

¿En qué Guayaquil piensa Caparrós? ¿Otra vez Borges? En aquel Guayaquil, el de Borges, un gran relato, se comprueba la derrota del que probablemente tiene razón (el profesor criollo), en manos de un intruso, un extranjero, probablemente un impostor. No se entiende por qué Caparrós debería considerarse el derrotado en la escena que narra. Es el que imaginó el duelo de taitas que el gobernador Kirchner no tuvo tiempo de apreciar, aunque es lógico que pudo sentirse ofendido por un gesto de desprecio, perceptible aunque mínimo.  De todas maneras, no le dijo en la cara que era un "gobernador del partido menemista. ¿Ante quién rechazó el puestito de Director Nacional de Asuntos Biblioratos? Ante la República de los letrados cocoritos, rezongando en la lejanía, mucho tiempo después.

(La otra.-radio, domingo a la medianoche, FM La Tribu, 88.7, www.fmlatribu.com)

2 comentarios:

Pía dijo...

Caparrós es un pelotudo.

Emi dijo...

amen pia tenes razon , el otro dia lei eso de que cristina es buen pero no y me dio verguenza ajena como alguien puede ser tan pelotudo atras de esos bigotes ...