por Lidia Ferrari
Interesante cambio se produce a partir de la asunción de Trump a la presidencia de USA. Una respuesta anti-Trump se desencadenó inmediatamente en el país del norte. Hay muchos en su contra, ciertamente de diversa extracción de clase e intereses. Su asunción ha logrado que los estadounidenses vuelvan a salir a las calles por las defensas de las libertades y derechos civiles con inusitado fervor (aún antes de que la maquinaria de Trump se ponga en marcha).
Como dice Jorge Alemán quizá con el acceso de Trump a la Casablanca “se empieza a consumar definitivamente la incompatibilidad entre la Democracia y el Capitalismo”, y se pueda prever el desastre que puede conllevar consigo. Pero también hay un aspecto menos previsible que puede provenir de lo que suceda al interior de USA, en tanto parece haberse desatado un antagonismo en la misma sociedad estadounidense. Desde las filas de Trump se ha construido un Otro antagónico, conformado por muchos de los mismos estadounidenses (inmigrantes, negros, hispanos, etc.). Del lado del anti-trumpismo (no sé cómo llamarlo) el otro antagónico es el mismo Trump y sus políticas, que se vuelve el Otro agresor para una parte importante de la sociedad estadounidense. Hasta ayer nomás, los enemigos de Usa eran las “dictaduras” que siempre eran ajenas y lejanas mientras USA era el baluarte mundial de la democracia. Desde el comunismo soviético, el nazismo, los japoneses de Pearl Harbor, la guerra fría con el bloque oriental, Vietnam y Corea, la Cuba de Fidel, luego las dictaduras sanguinarias de Medio Oriente, la Rusia de Putin, siempre había un enemigo exterior que cerraba sus fronteras y compactaba su interior. Hoy parece que el dictador que amenaza (de acuerdo a cómo lo ven muchos de los mismos estadounidenses que identifican a Trump como un nuevo Führer, no desde mi apreciación personal) también puede estar adentro.
Con el ascenso de Trump, a través del America First (si bien no hemos conocido nunca la existencia de un America Second), sus fronteras se cierran al tiempo que se contruye un enemigo interno. A partir de esta potencial cerrazón propuesta, algunos no sólo quieren escapar del país sino que muchos están dispuestos a enfrentar a la política de Trump. Algo me parece que se está moviendo en el país del Norte, ya que el Otro agresor que siempre sostuvo a USA (pero en el exterior) ahora también está en su interior. Esa lucha interna podría ser el retorno de lo reprimido de las guerras de secesión, que no casualmente tenían al racismo y a la exclusión como uno de sus principales motores. Quizá un síntoma que muestra cómo las guerras fundacionales de un país pueden llegar a mantener un núcleo que no ha sido resuelto.
Es cierto que en el 2001 con el atentado a las Torres Gemelas, Estados unidos vivió por primera vez una agresión en su propio territorio, cuando sus guerras siempre se han desplegado más allá de sus confines. Pero fue un atentado producido por un enemigo exterior (en la versión que conocemos).
Ahora la pelea con el Otro agresor parece que se ha vuelto al interior de la misma sociedad estadounidense. Trump quiere una America First unida (con muchos excluidos) y las voces que se alzan en contra también son muchas. En este sentido los estadounidenses, a partir de Trump, parece que van a dormir con el enemigo en su propia alcoba.
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