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jueves, 5 de septiembre de 2019

HASTA LA MUER7


I

¿Cómo funciona la cabeza de Perrone?

Imaginemos un experimento sencillo: le proyectamos a un espectador inadvertido sucesivamente Luján (2009), Samuray-S (2015), Cínicos (2017), Expiación (2018) y Corsario (2018), cinco de sus películas hechas en menos de una década. ¿Qué chances tendría de advertir por sí solo que fueron hechas por el mismo autor? Me parece que las chances son nulas. Incluso es bastante improbable que tal espectador pudiera siquiera identificar que dos cualquiera de estas cinco son del mismo autor. ¿Esto significa que Perrone carece de rasgos autorales? De ninguna manera. Al contrario: es uno de los autores más idiosincráticos del cine actual. Pero entre las cinco películas mencionadas, omití deliberadamente mencionar los títulos que pudieran funcionar como los puntos que permitirían trazar su trayectoria autoral: Al final la vida sigue, igual, P3ND3JO5, Favula, Ragazzi… Posiblemente, si intercaláramos algunos de estos títulos, un espectador perspicaz podría empezar a encontrar un cierto devenir estilístico o algún aire de familia para armar el trayecto. Aun así, es bastante difícil que este espectador imaginario pudiera darse cuenta de que HASTA LA MUER7, la película que acaba de tener su estreno mundial en esta edición del FIDBA, forma parte de esa serie.

En la obra de Perrone hay ciclos bastante marcados que agrupan varias películas con afinidades estilísticas o temáticas definidas, y en medio de esos ciclos siempre aparece alguna anomalía que nos recuerda que la liebre puede saltar por donde no se la espera, que Perrone está yendo para un lado pero de pronto vuelve hacia algún momento anterior de su obra aparentemente ya concluso, o un anticipo de una serie que quizás alguna vez continúe. La proliferación de su sistema productivo, la cantidad de películas que está haciendo (o que ya tiene hechas pero todavía no dio a conocer) termina transformándose en una cualidad de su autoría. Los conectores que unen la sucesión de sus películas son “y”, “pero también”, “aunque”; y no “por lo tanto”. Por ejemplo: “El cine para mí es Las pibas pero también Hierba, aunque podría ser HASTA LA MUER7, ¿por qué no?”.

Una salida rápida sería definir a Perrone como un estilista ecléctico o un versátil radical, pero esta asociación de palabras significa poco menos que nada. Sería una forma de escapar al intento de comprender el desenvolvimiento de una noción del cine que Perrone incansablemente revisa.


II

HASTA LA MUER7 es la más drástica irrupción del cine-registro, la captura de la huella de lo real en medio de un largo período que podría haberse caracterizado como neoexpresionismo digital, que empezó nítidamente con P3ND3JO5 (2013) y llega hasta la caligrafía de Expiación. En HASTA LA MUER7 una cámara casi siempre en mano, que entrega una textura rústica y un tracking defectuoso, sale a las calles de Ituzaingó en 2019 para seguir a una pareja de cuidacoches que viven a la intemperie, Bonifacio y María, en medio de la crisis humanitaria que hoy azota a la Argentina. El presente histórico se filtra en el cine por una grieta no prevista. 

Los planos tienen una duración extensa y renuncian a toda noción de composición previa. El montaje interviene poco y nada en el ritmo narrativo. El color y la luz, por una vez en el cine de Perrone, renuncian a sus prerrogativas plásticas. La cámara no dibuja ni pinta. Mira. La contingencia dicta su ley. Lo que vemos parece librado al mundo que habita la calle y nos cuesta ver, cuya dimensión afectiva nos repele o incomoda. 

HASTA LA MUER7 abre ese mundo, los diálogos entre María y Bonifacio no nos permiten saber exactamente si están casados, si se piensan casar, si acaban de hacerlo. Conversan acerca de una trama algo enredada de despojos, expulsiones, ausencias, abandonos, pero también de su encuentro, de su proyecto existencial y se cuidan uno al otro. Sostienen un amor que constituye la principal fuerza que los protege y organiza su presente incierto, donde el estado no llega y los lazos comunitarios se vuelven tenues. Bonifacio y María se permiten momentos de comunión con otros habitantes de la calle e incluso de solidaridad con quien podría encontrarse aún más desvalido que ellos.

Perrone amaga con el documental y extrae de las situaciones inmanejables de la vida en la calle el máximo de sentido que su mirada le permite. Pero también interviene el lenguaje de la realidad con ligeros desvíos que articulan la obra e interactúan con naturalidad con el mundo que explora. Un mínimo de ficcionalización imperceptible. Su gesto estético más resuelto es la renuncia a estetizar. No se permite un solo encuadre compuesto, un movimiento calculado, ni un solo énfasis musical.

El plano final, con la pareja abrazada en la noche de lluvia y la cámara guardando una distancia pudorosa para no perturbar la intimidad del momento, acoge toda la emoción y la cercanía permitidas hacia una vida que es más grande que el cine.

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