Bamboo dogs (Khavn de la Cruz)
Quiero decir que esta es la mejor película que vi en la reciente edición del BAFICI, una de las pocas que está a la altura de la reputación que el festival había sabido ganarse a principios de siglo, cuando parecía que el concepto de cine independiente estaba sintonizando el pulso del mundo contemporáneo y, sobre las bases de un siglo de cine visto era posible vislumbrar todo un cine por ver. Esto ya no suele pasar y nos conformamos con celebrar peliculitas simpáticas. De la Cruz es un filipino que no conocía. Pero sobre el que deberé actualizarme, que practica un expresionismo digital como el instrumento mas idóneo para tomar el latido de la noche urbana. Prácticamente todo el film transcurre en el interior de una van cuya oscuridad no permite determinar exactamente cuantos pasajeros lleva ni quiénes son y solo en forma paulatina van exponiendo algunos vínculos y conflictos que los ligan, no todos, nunca completamente: el encanto de lo apenas entrevisto.
Alto contraste, unos colores que rasan las siluetas, un calor que se palpa y la densidad del aire del vehículo y el desamparo de la calle, yendo no se sabe hacia dónde en la noche filipina. Planos cortos, distancias focales criticas, diagonales, distorsión y prersagios, con un aire noir que lleva a que el autor del catalogo del festival la clasifique erróneamente como thriller. No hay thriller en Bamboo dogs porque desdeña la nitidez de una peripecia que la hiciera genérica. Hay algo de lo que el noir debe haberse nutrido cuando no era un género codificado: un lirismo urbano a través.del que pueden presentirse tensiones posibles, incluso a punto de.estallar, aunque no se sepa.como ni por qué. Lo mejor de Bamboo dogs es su uso desfachatado de estos yeites para trazar una poesía visual canalla y melancólica.
Hay una trama basada en hechos reales, ocurridos a mediados de los 90, es decir, en la urbe neoliberal, notorios para los filipinos, cruzada de parapoliciales, políticos corruptos y un sindicato del crimen, para la cual la tonalidad oscura y la cámara vibrante se adecuan muy bien, aunque no nos hagan falta conocer los pormenores para captar la densidad y la belleza del asunto.
Podría haber sido la funcion de apertura de un festival menos careta, como alguna vez lo fueron The hole o Millenium Mambo. Pero la gente está rara y las cosas cambiaron.
Yo sugeriría que presten atención a Khavn de la Cruz.
Espero tua revolta (Eliza Capai)
La segunda película que más me interesó de este BAFICI es la brasileña Espero tua revolta, algo así como la película que me hubiera gustado ver sobre las innumerables movilizaciones callejeras argentinas y acá a ningún cineasta se le ocurrió. Podría haber sido la película de cierre en BAFICI que no fuera el que es hoy, el del tipo disfrazado de lechuza. En lugar de cerrar con esta, para cumplir con la cuota socialdemócrata vimos, la peor película que haya hecho Nanni Moretti, quien vino a contarnos algunos años después cómo fue el golpe que volteó en Chile a Salvador Allende desde su agobio italiano.
En cambio, Espero tua re(volta) intenta comprender lo que está pasando ahora mismo en Brasil, a través de la mirada de tres estudiantes brasileños, no intenso agora, esta vez de verdad, dos chicas y un chico. En 2015 el gobernador de San Pablo anunció que se iban a cerrar casi un centenar de escuelas, alegando una "redistribución más racional de la matrícula" (¿les suena?), lo que iba a cambiar la vida de miles de estudiantes de la educación pública paulista y terminó incorporándolos a la militancia. Jovencísimos, inspirados en el movimiento estudiantil argentino y en una película sobre las movilizaciones de los estudiantes chilenos, decidieron tomar sus escuelas, mientras el sistema político brasileño entraba en un colapso acelerado: Dilma, Temer, Bolsonaro...
Si Bamboo dogs privilegia el elemento alucinatorio que el cine contiene, Espero tua revolta hace estallar en una explosión colorida el registro cinematográfico de la calle, con cámaras livianas que avanzan a la par de las columnas estudiantiles. Y lo hace desde una óptica negra, feminista, diversa, rapera, es decir, integrando los rasgos más contemporáneos de la lucha política. Una película narrada por los propios militantes que están haciendo su primera experiencia y descubren las dificultades del compromiso, se enfrentan a sus primeros dilemas políticos y reciben sus primeros palos de la cana. La lucha se precipita a un ritmo frenético que la cámara sigue, mientras una extraordinaria banda de sonido transforma todo este tumulto en una performance colectiva.
En la primera fase el movimiento estudiantil triunfa, pero la crisis política brasileña militariza la represión, hasta llegar a la debacle actual, con la consiguiente incertidumbre con que la película culmina. Un cine político de una contemporaneidad rabiosa, que nos produce un poco de envidia (aunque la situación brasileña no sea de envidiar). En Berlín la película ganó el premio de Amnesty y el Premio de la Paz. Aquí los programadores del BAFICI lograron que pasara tan desapercibida como Bamboo Dogs. Como verán, no todo es ajuste presupuestario: hay taras estructurales.
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