martes, 27 de enero de 2009

Habitar, morir, traspasar.

Por Oscar A. Cuervo

Puedo tomarla como la última película de (mi) Festival de Mar del Plata, la que me puso de muy buen humor, la que levantó decisivamente el promedio que venía medio caído. O también puedo tomarla como la primera película extranjera del 2009, la que pone un techo muy alto en lo que va a ser mi lista de las 10 mejores en el próximo diciembre: si se estrena una película mejor que esta en lo que queda del año, habrá de ser una película buenísima. (El 2009 ya tiene sus primeros jugadores en la cancha: la argentina süden, la francesa Las horas del verano; y en música, ya tengo el candidato a disco argentino del año: Doña María: anoten ese nombre -título del cd y nombre de la banda - porque van a volver a escucharlo varias veces en las próximas semanas).

De modo que con Las horas del verano (L’Heure d’été) de Olivier Assayas el techo ha quedado muy alto. El ambiente es bien conocido para un exponente típico del cine francés: una hermosa casa burguesa, jardines, árboles, gente refinada. Emociones contenidas, humor afable, conversaciones inteligentes. Con una receta así se puede hacer también una porquería. Pero no es este el caso. Una mujer de 75 años reúne a sus tres hijos para celebrar su cumpleaños. Sin importunar el clima del encuentro familiar, ella empieza a deslizar en las conversaciones con sus hijos que está pensando en su próxima muerte, en el destino de la casa y de las cosas que la pueblan: los muebles, los cuadros originales de artistas como Corot, los recuerdos familiares, cuadernos en los que su tío -un artista reconocido- ha dejado sus bocetos. Se sobreentiende que ese tío ha sido algo más que un tío para ella, pero como son franceses y burgueses, todo se sugiere con discreta elegancia.

El cine francés ha filmado cientos de veces ambientes como este. Eso podría causar la sensación de una senda demasiado transitada. Podría. José Miccio, en su reseña aparecida en el número 20 de revista La otra ("Antídotos") deja entrever una cierta sensación de materiales fatigados:

"L’Heure d’été está llena de tics propios del cine francés más burgués y apoltronado. (...) Aun con su reflexión sobre la casa y el museo, de indudable interés, la película no escapa de una cómoda medianía, además de caer en buena parte de su metraje en la misma existencia blanda de sus burgueses".

Y bien, no es esa la impresión que a mí me causó la película de Assayas. Quiero decir: está la existencia blanda de los burgueses a los que Assayas les tiene evidentemente una gran simpatía. El duro trance de la muerte inminente luce "apoltronado", pero no por eso es menos duro. La gente de existencia blanda y apoltronada también se muere y antes de morirse ha vivido. Tienen objetos cargados de memorias, jarrones con flores, otros jarrones vacíos. Cuadernos guardados bajo llaves. Cosas que condensan diversos tiempos verbales: lo que se hubo de hacer y al final no se hizo, lo que empezó y aún no terminó. Los rincones de una casa no se pueblan de objetos físicos con una determinada estructura molecular, se pueblan de tiempos: el futuro del pasado, el pasado continuo, el pasado perfecto. Y el futuro imperfecto: en algún punto indeterminado llegará nuestra muerte. Al morir, un universo -la casa- se deshace, no de pronto, pero en cuestión de días o meses.

La idea conmueve: esto pasa, más o menos, en las casas burguesas y en las casas más sencillas. El hombre, la mujer, habitan: no es que estén en un punto matemático del espacio homogéneo. Y entonces, al deshacerse la casa, las cosas desligadas de la mujer que las tuvo siguen sus trayectos ya un poco a la deriva. O a la buena de Dios.

El encanto que posee la película de Assayas está en no quedarse fincada en el punto de vista de la moribunda, ni en el de alguno de sus tres hijos, ni en el de los dos nietos: la chica y el chico. No: Assayas compone una música en la que cada voz tiene su parte, en el que la casa vuelve a ser otra para cada uno de ellos: la anciana, los adultos y los chicos.

José dice que Assayas tiene un talento especial para terminar sus películas y José tiene razón. Sólo que el maravilloso, luminoso y vívido final de Las horas del verano no sería tan hermoso si no tuviera tras de sí un film tan bien pensado y sentido.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

No se que tal sera la película, pero si este tipo se levantó y casó con Maggie Cheung, ya es para darle el Oscar

meridiana dijo...

música coral...el sábado la veo y
después te cuento

Lilián

Oscar Cuervo dijo...

Lilián:
ojalá te guste tanto como a mí.

César dijo...

Oscar: anoche vi la película Cinemark y pochoclos ajenos mediante. Sin embargo, me gusto, me gusto mucho. Uno podría decir que es una livianísima reflexión sobre la muerte, pero al mismo tiempo es el retrato honesto de como se vive la muerte en para la gente que tiene la vida tan organizada que no se permite ni siquiera esa clase de sobresaltos. Las obras de arte -a la deriva como decis- sin la persona que les de sentido, se convierten en objeto de trámite, en expediente que y estos burgueses quieren terminar el trámite cuanto antes para seguir con sus vidas. Podría leerse como la lenta y triste conversion del valor de uso al valor de cambio. No hay tristeza en esta gente mas alla de algun llanto aislado. Ni siquiera las decisiones implican preocupación,peleas o remordimientos, salvo leves discusiones que terminan entre risas. Todo sucede al calor de los vinos, el cafe, las masitas y los gitanes. Una pelicula amarga y maravillosa. Nos quedamos con la señora que cuidaba a la madre y con la nieta. Ellos parecen haber sentido algo, los demas estaban muy ocupados para permitirse tal lujo.

Anónimo dijo...

Pues a mí esta película me conmocionó en grado sumo, sin que tenga absolutamente nada que ver - personalmente- con objetos caros y exclusivos.
Es que en ella se està reflexionando sobre el transcurrir del tiempo, sobre las pérdidas en general y también de la figura materna en sentido lato. Sobre los LEGADOS que se dejan a los hijos, que pueden ser simplemente valores morales., diplomas adquiridos con gran esfuerzo, hábitos culturales, apreciación del arte y también del arrojo para amar, por qué no.
A veces los hijos no pueden ceer, como ocurre en LOS PUENTES DE MADISON, en la insólita aventura amorosa de una madre...
Aquí la conmoción de la muerte lo trastoca todo. No sólo la relación entre los hermanos sino la relación con los hijos que se trasparenta en la coda final.
Es la mejor película de Olivier Assayas y no importa a qué ántecesor de debe ciertos fragmentos: puede tener deuda con Chejov, con Ozu con Eric Rohmer, con quién fuere.
¿ Quién no recibe herencias?

Anónimo dijo...

El comentario anterior era mío.
Lo que pasa es que a veces después de mucho escribir no queda cuando lo mando con mi nombre
Martha

Oscar Cuervo dijo...

César y Martha:
creo que la película da para ambas lecturas, que no son excluyentes. Creo que César ve bien la dimensión económica, como la cosa, el utensilio, el mueble, el cuaderno, el jarrón -que tienen vida en el espacio de la casa en relación a la mujer, las historias que las animan, los secretos familiares, el vínculo cotidiano que tiene la sirvienta con los jarrones- al morir la dueña y por necesidad de los hijos se transforman en mecancías. Al llegar al museo, incluso las obras se ven sofocadas por un contexto hierático, sin vida. Es muy interesante todos los roles que juegan los jarrones, con y sin flores, en la casa y en el museo. Assayas parece tener una mirada no sólo marxista, sino también heideggeriana, para hacer que un mismo jarrón sea ofrenda, cosa, mercancía, obra, objeto. Por eso digo que el tema de la película es el "habitar" en sentido heideggeriano.

Por otro lado, está el valor sentimental de la casa y de sus cosas, el tiempo condensado en objetos, los cuadros, los cajones cerrados del escritorio, los cuadernos; y en relación a eso la posibilidad de vender el cuaderno en trozos al MOMA o de preservar su integridad. Es evidente que se trata de una familia burguesa y que los objetos tienen un valor de mercado. Pero aún en las familias más sencillas se plantea el tema de la sucesión, de las propiedades y las cosas que se heredan, de las disputas entre los hijos cuando hay que decidir vender o no vender. no hace falta pertencer a la gran burguesía francesa para pasar por este problema, la tensión entre el valor sentimental y valor económico de las casas y las cosas se le plantea a todo aquel que vive en el sistema capitalista, aunque no sea burgués.

Por otro lado, y en discrepancia con César (y en parte también con lo que dice José en la revista), creo que Assayas abre la perspectiva, de modo de no naturalizar la conducta burguesa ante la muerte, pero tampoco la juzga como fría. No me parece que la reacción de los hijos sea fría, creo que hay calidez y afectoien una calidez y un afectos mediados por la elegancia y por cierto pudor burgués para expresar las emociones. El llanto del hijo mayor en la ruta y el de Juliette Binoche cuando está con su novio yanqui son verdaderamente desgarradores, aunque no sean efusiones melodramáticas. Quizá por eso mismo, por tratarse de personajes que no abren demasiado sus sentimientos, es que cuando aparece en la película esas escenas son muy emocionantes (cuánto más emocionantes que la torpeza melodramática de los llantos en El sustituto y en Solo un sueño).

También me resulta muy cálida la conversación que los hijos tienen acerca del secreto amor de la madre muerta, entre sonrisas en medio de un clima de melancolía; por último me encanta el diálogo de los dos hermanos varones en el bar, hablando del padre, un personaje apenas mencionado pero que el menor (el siempre extraordinario Jeremie Renier) hace aparecer con justeza. Pocas veces un personaje tan interesante logra ganar tanto peso en la historia con una simple alusión como el de este padre muerto.

Por último, a las referencias mencionadas (Chejov, Ozu, Rohmer) yo quisiera agregar una no tan evidente: Visconti. El italiano solía armar esas familias en las que se encarnaban distintos factores e intereses económicos en tensión dramatúrgica. Cfr. La caida de los dioses. Aquí tenemos al yuppie que ve el futuro económico en China y a la diseñadora (la rama "arty" de la familia), pero en un momento se dice que es la producción de zapatillas por mano de obra barata la que sostiene todo el andamiaje económico que incluye al "design" que cultiva el personaje de Binoche. El hermano mayor es el economista que sostiene la hipótesis de que la teoría económica es siempre un fracaso y un intento del hombre por manejar fuerzas que se le escapan de las manos. Por eso, el film de Assayas es también una película sobre el capitalismo tardío.

Así que me parece que Assayas no juzga a los peronajes, sino que nospermite comprender a cada uno de ellos, sin sentenciarlos: la mujer que se despide de la vida, los hijos que reaccionan con una mezcla de tristeza y sensatez, entre la melancolía y el mercado, la nieta. en cualquiera de los casos, un director más esquemático habría condenado a los hijos por mezquinos, o a la nieta por formar parte de una generación neo-bárbara, que arrasa con la memoria en pos de hip hop y la banalidad. Pero Assyas no hace eso: los mira, los comprende a cada uno en su mundo, y nos permite amarlos

Anónimo dijo...

El hecho de que podamos hablar tanto de esta película- desde nuestras respectivas competencias- habla de su excelencia y su complejidad.
Verla es una experiencia difícil de olvidar.
La interpretación en general ha sido muy cuidada, es cierto: Charles Berling vuelve a ser un hijo inolvidable, aunuqe bastante diferente de AQUEL DE : " cÓMO MATÉ A MI PADRE" de Anne Fontaine en el 2001, con el grande de Michel Bouquet en el rol de padre.
Martha

César dijo...

Si, es cierto que el director no condena a los personajes. Tal vez la acusación es solo mía... leí tambien en otras críticas que la película podría ser interpretada como una métafora de "la crisis de europa" o una "crisis de los valores", pero no me cierra mucho esa idea... de todos modos la admiración por esta película es unánime y, como dice Martha, por algo será. Y en ese algo estamos. (Anoche no quise ver otra película, por el riesgo que implicaba superponer en la memoria reciente, imagenes que me distrajeran del recuerdo de este film... como quien tiene un sabor en la boca y no quiere comer otra cosa, por el gusto de conservarlo)
Detalle: en la escena en la que Eloise se lleva el florero caminando rápido junto a su sobrino taxista, el público del cinemark musito risas... ¿qu´est ce que c´est?

Oscar Cuervo dijo...

César: el público de Cinemark debe estar evocando algún episodio con el personal de servicio.
El tema clasista está presente en la película, pero desde un punto de vista comprensivo. Lo mismo con el punto de vista generacional: a Assayas no se le escapa ninguna de estas dimensiones, pero no para juzgarlos; son todos personajes interesantes, desde el padre muerto y apenas evocado en un diálogo, el tío artista, la madre con su secreto amoroso, cada uno de los tres hijos y sus respectivos entornos. y la banda de pendejos hip hoperos y las chicas vintage.
El pequeño prodigio de Las horas del verano reside en que todos en la película tienen su momento y el interés no decae hasta el último minuto. Grandiosa también la canción final de la Incredible String Band.

Anónimo dijo...

Oscar:
Acuerdo con lo que comentás, desde la comprensión hacia los personajes hasta la (mi) recuperación de aquella Incredible String Band. Pero, además,este post - para mí atesorable - me indujo a escribir algo. No es merito menor propulsar la escritura de los otros y para mi sería un honor que lo leyeras.

http://viviendodosveces.blogspot.com/2009/02/las-horas-del-verano-de-olivier-assayas.html

Hasta cualquier momento.

Anónimo dijo...

Recien vi la pelicula ayer.

Creo que sí hay tristeza en los hijos, lo que pasa que es la tristeza de la muerte de un padre, algo que,generalmente, todos sabemos que tarde o temprano sucede.

Tampoco hay rapiña en los hijos, se nota cuando el mayor le entrega un objeto raro a Eloise, creo que por eso eran las risas del cine, se estaba llevando algo que valia mucho y ella creia que era algo ordinario, lo cual relativiza el valor de los objetos y del arte en general (el valor material )

Creo que es una pelicula que habla del fin de una vida de una persona que mantuvo un legado que uno quiere continuar y otros no, de la muerte, de la persistencia de las cosas sobre las personas, sin juzgamientos morales, es más, me parecieron todos personajes bastantes dignos.

Finalmente, aunque no sé francés, me parece que el título es La Hora del Verano y no Las Horas del Verano