viernes, 9 de enero de 2009
La guerra en Gaza debería llamarse más precisamente “la Guerra Electoral”
Por Uri Avnery – Israel *
(02 Enero 2009) Apenas después de la medianoche, el canal árabe Aljazeera estaba informando de los sucesos en Gaza. De pronto la cámara apunta hacia el cielo oscuro. La pantalla queda totalmente en negro. Ni una nube puede verse, pero se oye un sonido: el ruido de aeroplanos, un zumbido temible, terrorífico.
Es imposible no pensar en las decenas de miles de chicos de Gaza que en ese momento estarán escuchando ese sonido, agachándose con miedo, paralizados por el terror, esperando la caída de las bombas.
“Israel debe defenderse contra los cohetes que están aterrorizando nuestras ciudades del sur” explican los voceros israelíes. “Los palestinos deben responder al asesinato de sus luchadores en la franja de Gaza” declaran los voceros de Hamas.
En rigor de verdad, el cese del fuego no finalizó, dado que nunca comenzó ningún cese del fuego. El principal requisito para cualquier cese del fuego en la franja de Gaza debe ser la apertura de las fronteras. No puede haber vida en Gaza sin un flujo constante de provisiones. Pero las fronteras no se abrieron, salvo por unas pocas horas. El bloqueo terrestre, marítimo y aéreo contra un millón y medio de seres humanos es un acto de guerra, tanto como cualquier bombardeo o lanzamiento de cohetes. Esto paraliza la vida en la franja de Gaza: eliminando las fuentes de trabajo, empujando a miles de personas al borde de la inanición, impidiendo el funcionamiento de los hospitales, interrumpiendo el suministro de electricidad y agua.
Los que decidieron bloquear las fronteras -con cualquier pretexto- sabían que no hay un auténtico cese del fuego en estas condiciones.
Esta es la cuestión principal. Entonces llegaron las pequeñas provocaciones pensadas para que Hamas reaccione. Después de varios meses, durante los cuales apenas se lanzaron algunos cohetes Qassam, una unidad militar fue enviada a la franja “con el fin de destruir un tunel que llegó cerca del puesto de frontera”. Desde un punto de vista puramente militar hubiera tenido más sentido tenderles una emboscada de nuestro lado de la frontera. Pero el propósito era encontrar el pretexto para dar por finalizado el cese del fuego, de modo que fuera plausible echarle la culpa a los palestinos. Y efectivamente, después de muchas pequeñas acciones como esta, en las que los combatientes de Hamas fueron asesinados, Hamas tomó represalias con un lanzamiento masivo de cohetes, y -¡oh sorpresa!- el cese del fuego terminó. Todos culpabilizaron a Hamas.
¿Cuál fue el propósito? Tzipi Livni lo dijo abiertamente: liquidar al gobierno de Hamas en Gaza. Los Qassams sólo sirvieron de pretexto.
¿Liquidar al gobierno de Hamas? Esto suena como un capítulo de The March of Folly (1) . Después de todo, no es ningún secreto que fue el gobierno israelí quien propició el crecimiento de Hamas. Cuando una vez le pregunté sobre ello al anterior jefe del Shin-Bet (servicio de seguridad israelí), Yaakov Peri, me respondió enigmáticamente: “no creamos al Hamas, pero no estorbamos su creación”.
Por años, las autoridades de ocupación favorecieron los movimientos islámicos en los territorios ocupados. Todas las otras actividades políticas fueron rigurosamente prohibidas, pero las actividades en las mezquitas eran permitidas. El cálculo es simple e inocente: en ese momento la OLP era considerada el principal enemigo y Yasser Arafat era el Satán de turno. El movimiento islámico que predicaba contra la OLP y Arafat era tratado como un aliado.
Con el comienzo de la primera intifada en 1987, el movimiento islámico se cambió el nombre por el de Hamas (las iniciales árabes de “Movimiento de Resistencia Islámico”) y se unió a la lucha. Aún entonces, el Shin-Bet no realizó ninguna acción contra el Hamas por casi un año, mientras que los miembros de Fatah eran ejecutados o encarcelados. Sólo después de un año, Sheikh Ahmed Yassin y sus camaradas fueron arrestados.
Desde entonces la rueda se dio vuelta. Hamas ahora se volvió el Satán de turno y la OLP es considerada por muchos en Israel casi como una rama del sionismo. La lógica conclusión para un gobierno israelí que buscara la paz debería haber sido hacer concesiones más amplias a los líderes de Fatah: fin de la ocupación, firma de un tratado de paz, fundación del estado de Palestina, retiro hacia las fronteras de 1967, una solución razonable del problema de los refugiados, liberación de los palestinos prisioneros. Esto seguramente habría detenido el crecimiento de Hamas.
Pero la lógica tiene poca influencia sobre los políticos. Nada de esto sucedió. Por el contrario, después del asesinato de Arafat, Ariel Sharon declaró que Mahmoud Abbas, que ocupó su lugar, era un “pollo desplumado”. Abbas no obtuvo el más mínimo logro político. Las negociaciones, bajo los auspicios americanos, se transformaron en una broma. El líder más auténtico de Fatah, Marwan Barghouti, fue condenado a prisión perpetua. En lugar de una liberación masiva de prisioneros, se hicieron “gestos” mezquinos y ofensivos.
Abbas fue sistemáticamente humillado, Fatah apareció como una cáscara vacía y Hamas tuvo una resonante victoria en la elección palestina -la elección más democrática que jamás haya habido en el mundo árabe. Israel boicoteó al gobierno electo. En la consecuente lucha interna, Hamas tomó el control directo de la franja de Gaza.
Y ahora, después de todo esto, el gobierno de Israel decide “liquidar el gobierno de Hamas en Gaza”, a sangre y fuego.
El nombre oficial de la guerra es “Cast Lead”, dos palabras de una canción infantil sobre un juguete de Hanukkah.
Sería más preciso llamarla “la Guerra Electoral”.
En el pasado también hubo acciones militares durante las campañas electorales. Menahem Begin bombardeó el reactor nuclear iraquí durante la campaña de 1981. Cuando Shimon Peres denunció que esto era un truco electoral, Begin vociferó: “Judíos, ¿ustedes creen que yo puedo mandar a nuestros bravos muchahcos a morir, o lo que es peor, a ser tomados prisioneros por bestias humanas, tan sólo para ganar una elección?". Begin ganó.
Peres no es Begin. Cuando, durante la campaña electoral de 1996 Peres ordenó la invasión del Libano (operación “Viñas de Ira”), todos se convencieron de que lo hacía para ganar la elección. La guerra fue un fracaso y Peres perdió las elecciones. Benyamin Netanyahu llegó al poder.
Barak y Tzipi Livni ahora recurren al mismo viejo truco. Pero es difícil caminar sobre una pila de cadáveres. El éxito se pude evaporar en un minuto si la guerra pasa a ser considerada un fracaso por el pueblo israelí. Por ejemplo, si los cohetes contra Beersheba continúan, o si el ataque terrestre cuesta un número muy alto de muertos israelíes.
El momento fue meticulosamente elegido. El ataque empezó dos días después de navidad, cuando los líderes americanos y europeos comienzan sus feriados de fin de año. El cálculo: aun si alguien quisiera detener la guerra, nadie querría perder sus vacaciones. Esto aseguó muchos días libres de presiones externas.
Otra razón para elegir este momento: son los últimos días de George Bush en la Casa Blanca. Se podía esperar que este imbécil sangriento apoyara la guerra con entusiasmo, como de hecho lo hizo. Barack Obama aún no asumió y tiene un magnífico pretexto para guardar silencio: “hay un solo presidente”.
La línea principal fue: no repetir los errores del la segunda guerra del Líbano. Eso fue infinitamente repetido en cada programa de noticias. Pero esto no cambia el hecho de que la guerra de Gaza es casi una exacta réplica de la segunda guerra del Libano. El concepto estratégico es el mismo: aterrorizar a la población civil por medio de incesantes ataques aéreos, sembrando muerte y destrucción. Esto no plantea riesgos para los pilotos, dado que los palestinos no tienen armas de defensa antiaérea. El cálculo: si la totalidad de la infraestructura vital en la franja es destruida y se produce una anarquía total, la población se rebelará y derrocará al régimen de Hamas. Mahmoud Abbas desfilará sobre Gaza montado en tanques israelíes.
En Líbano, este cálculo no funcionó. La población bombardeada, incluso los cristianos, se alinearon tras Hizbullah, y Hassan Nasrallah se transformó en el héroe del mundo árabe. Algo similar ocurrirá probablemente esta vez. Los generales son expertos en el uso de armas y el movimiento de tropas, pero no en psicología de masas.
Un tiempo atrás escribí que el bloqueo de Gaza era un experimento científico diseñado para averiguar cuánto tiempo se puede hambrear a una población y transformar su vida en un infierno antes de que se quiebre. Este experimento fue llevado a cabo con la generosa ayuda de Europa y los Estados Unidos. Hasta ahora, esta población no se quebró. Hamas se fortaleció y el rango de los Qassams se volvió mayor. La presente guerra es una continuación del experimento por otros medios.
Puede ser que el ejército “no tuviera ninguna alternativa” más que reconquistar la franja de Gaza, porque no habría otra forma de parar los Qassams -excepto llegar a un acuerdo con Hamas, lo cual es contrario a la política del gobierno. Cuando la invasión terrestre comience (Nota del Editor: este artículo fue escrito antes de que la invasión terrestre comenzara) todo dependerá de la motivación y capacidades de los luchadores de Hamas, cuerpo a cuerpo con los soldados israelíes. Nadie puede decir que sucederá.
Día tras día, noche tras noche, el canal árabe Aljazeera emite imágenes atroces: montones de cuerpos mutilados, parientes que buscan llorando a sus muertos entre docenas de cadáveres tirados por el piso, una mujer empujando a su hija de debajo de los escombros, médicos sin medicamentos tratando de salvar las vidas de los heridos. (La estación en lengua inglesa de Aljazeera, a diferencia de la que emite en árabe, sólo difunde una imagen “saneada” y distribuye propaganda israelí. Sería interesante saber qué ocurre allí).
Millones de personas están viendo estas terribles imágenes, una tras otra, día tras día. Quedarán impresas en sus mentes para siempre: horrible Israel, abominable Israel, inhumana Israel. Una generación se llenará de odio. Este es un precio tremendo, que estaremos obligados a pagar aún mucho tiempo después de que los otros resultados de la guerra se hayan olvidado en Israel.
Pero hay otra cosa que quedará impresa en la mente de estos millones de personas: la imagen de los miserables, corruptos, pasivos gobiernos árabes.
Para el millón y medio de árabes en Gaza, que están sufriendo tan terriblemente, la única apertura hacia un mundo no dominado por Israel es la frontera con Egipto. Sólo desde allí pueden llegar los alimentos para mantenerse vivos y los medicamentos para curar las heridas. Esta frontera permanece cerrada en el colmo del horror. El ejército egipcio ha bloqueado la única vía para que entren alimentos y medicamentos, mientras los enfermeros operan a los heridos sin anestesia.
A través del mundo árabe, de punta a punta, resuenan las palabras de Hassan Nasrallah: los líderes de Egipto son cómplices del crimen, están ayudando al “enemigo sionista” a quebrar al pueblo palestino. Se puede suponer que no se refiere sólo a Mubarak, sino a los otros líderes, desde el rey de Arabia Saudita hasta el presidente palestino. Viendo las manifestaciones que se hacen en el mundo árabe y escuchando sus slogans uno tiene la impresión de que a muchos árabes sus líderes les parecen como mínimo patéticos y, peor aún, miserables colaboradores.
Esto tendrá consecuencias históricas. Toda una generación de líderes árabes, una generación imbuida con la ideología del nacionalismo secular, los sucesores de Gamal Abd-al-Nasser, Hafez al-Assad y Yasser Arafat, pueden desaparecer de la escena. En el espacio árabe, la única alternativa viable es la ideología del fundamentalismo islámico.
Esta guerra está escrita en el muro: Israel está perdiendo la histórica chance de hacer la paz con el nacionalismo árabe secular. Mañana se enfrentará a un mundo uniformemente fundamentalista y Hamas se multiplicará por mil.
Mi taxista en Tel-Aviv el otro día estaba pensando en voz alta: ¿por qué no llamamos a los hijos de los ministros y miembros del Knesset (parlamento israelí), formamos con ellos una unidad de combate y los mandamos a encabezar el ataque terrestre de Gaza?
* Uri Avnery es un escritor israelí y militante de la organización pacifista Gush Shalom. Este artículo fue publicado originalmente en MWC News. Traducido del inglés por La otra.
(1) The March of Folly es un libro publicado en 1984 por Barbara Tuchman sobre las catástrofes históricas –guerras, batallas– auto infligidas por los gobiernos.
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5 comentarios:
este texto de página 12 de hoy está muy bien, desde mi punto de vista:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-117900-2009-01-09.html
en LLP, Q recomienda este blog:
http://tierrametida.wordpress.com/
Ni expulsados, ni masacrados, ni segregados. Los palestinos abandonaron o vendieron sus tierras en su mayoría, y nunca tuvieron un Estado propio. Cuando se les ofreció, el Corán (sura 5:51) pudo más que el derecho a la autodeterminación, por lo que decidieron no admitir ningún pacto que legitimase a lo que ellos llaman “la Entidad Sionista”. En señal de solidaridad, los países árabes del entorno los desprecian, salvo cuando conviene que sean mártires de la bestia judía. Sin embargo, muchos de ellos se han integrado en el Estado racista de Israel como ciudadanos de pleno derecho.
Gaza, por lo demás, es plaza sitiada, y si Palestina ha perdido tierra ha sido a causa de las constantes e insensatas guerras y agresiones promovidas contra su vecino para mayor gloria de Allah. Gran parte de los palestinos adquirieron su condición de refugiados a causa de la guerra declarada a Israel el día siguiente al de su fundación. Si la mantienen es en gran medida por voluntad de esos Estados agresores y suya propia como cuña antisemita de aquéllos.
Ahora bien, ¿hubo abusos y confiscaciones? Indudablemente, aunque no pueda hablarse de robo sin Estado que garantice la propiedad como derecho derivado de un justo título. La máxima “la propiedad es el robo”, lema de izquierdas por cierto, es hasta cierto punto correcta. Toda propiedad sobre lo no producido o extraído por uno es en primer lugar usurpada, ya que no existe un derecho natural a ser propietario de algo cuya existencia no se deba a nosotros. Sí, en cambio, a ser compensado en caso de desposesión.
Partamos de la base de que Israel ha desposeído injustamente a algunos palestinos de sus tierras. Si estas tierras le son disputadas a Israel por la fuerza de las armas y vence, las adquiere por derecho de conquista, al no estar integradas previamente en ningún Estado internacionalmente reconocido.
Y, en fin, tampoco podemos ignorar que los sucesivos gobiernos judíos han hecho concesiones de tierras sin estar a ello obligados, tomándolas como valor de negociación frente a una tribu que, desde la inferioridad moral y militar, le negaba su derecho a existir como Estado. Algo nunca visto.
Hablar de resistencia sin invasión, pues no hay invasión sin Estado que pueda ser invadido, es la verdadera falacia. Seguro que también somos capaces de establecer una diferencia entre un terrorista y un invasor, o entre la lucha política por el cambio de gobierno y la lucha anarquista o fascista por la destrucción de un Estado.
Es una avilantez limitarse al recuento de muertos, confundir superioridad técnica con maldad y comparar el “fanatismo” de unos y otros desde la equidistancia. Y es igualmente indigno colocar en la misma balanza al pseudoterrorismo (en realidad, legítimo ejercicio de la soberanía) y al terrorismo a secas; a los daños colaterales que derivan de la estrategia militar y a los intencionales motivados por el odio religioso y étnico.
El de Hamas es un gobierno terrorista para los propios palestinos. Para Israel es también una amenaza invasora. Hamas no es un criminal al que Israel deba apresar y juzgar, sino un enemigo al que ha de aniquilar.
No es digno de elogio este “ponerse en el lugar del otro”. Si fuéramos palestinos y, además, medianamente inteligentes, odiaríamos a Hamas en lugar de jalearlo con una indignación mujeril e irresponsable.
redski: Podría discutir punto por punto tus dichos. Sin embargo el remate parece desnudar tu modo de pensar y tu modo de referir al otro. ¿Porqué la indignación es mujeril e irresponsable?. Hablando peyorativamente de la mujer y naturalizando algún aspecto de su condición, hablas de vos mismo.
Redskill:
no somos palestinos ni inteligentes, no nos ponemos en lugar del otro. Yo soy mujeril e irresponsable y toda tu armazòn pseudohistórica e impostadamente fálica (dime de qué alardeas...) me daría risa si no fueras un repugnante cómplice de la matanza.
Matar garpa.
Hoy Tizpora, que venía atrás en las encuentas, ganó las elecciones.
Pero parece que tendría que haber matado más semitas palestinos, porque los analistas dicen que entre Netanyahu y Lieberman la vacunan...
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