Decretado el inestable alto el fuego en la franja de Gaza, rápidamente Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, convocó a los miembros de Hamas a superar diferencias, con el objetivo final de formar un gobierno de unidad nacional.
Las luchas internas políticas palestinas -especialmente después de 2004, año de la muerte de Yasser Arafat- están cruzadas por la violencia, la intromisión determinante de potencias externas y la carencia absoluta de un liderazgo capaz de constituir algo parecido a una organización nacional. Con sus errores y oposiciones, Arafat tenía esta condición de líder representativo. Este dato no es menor, pues no hay posibilidad de construir acuerdos de paz sostenibles en el tiempo sin la legitimación política de los representantes. Cualquier acuerdo firmado por dirigentes carentes de un reconocimiento extendido sería rápidamente desconocido por facciones enfrentadas.
Arafat, aun con la merma de poder que sufrió con la expulsión de la OLP del Líbano en 1982, la oposición interna a los acuerdos de Oslo y el fracaso que significó la cumbre de Camp David, era un representante legítimo del pueblo palestino. En esos años, al calor de la primera intifada especialmente, creció la participación política de habitantes de los territorios, que fueron organizándose y construyendo poder genuino. Fue en 1987 que, con la primera intifada, movimiento autóctono de resistencia, surgen dos grupos de inspiración islámica.
Hamas, organización surgida el 9 de diciembre de 1987 en Palestina, es parte de Hermanos Musulmanes, movimiento surgido en Egipto sesenta años atrás. En su historia esta organización ha participado muchas veces directa o indirectamente de formas institucionales de gobierno. En absoluto pretendió transformar no ya la idea de estado, sino siquiera su base institucional. La violencia puede ser parte de la táctica política, pero no un fin en sí misma. Su participación no solo la ubicó como actor importante en la política de Palestina, en un segundo lugar detrás de Al Fatah (el partido de Arafat), sino también que la obligó a incorporar algunas ideas liberadoras del Islam en el discurso político.
La Yihad Islámica, otro grupo de orientación musulmana, surge en Egipto como desmembramiento de Hermanos Musulmanes hacia 1980. Están fuertemente influídos por el surgimiento del estado islámico de Irán y el liderazgo del Ayatola Jomeini. En sus inicios se diferenciaron de Hamas por tener un carácter más revolucionario en su concepción de la lucha con Israel. Entre otras cuestiones, esta diferencia subsiste y su planteo es en general de negación de Israel.
Más allá la existencia de estos partidos o agrupaciones, junto con los izquierdistas Frente Democrático por la Liberación de Palestina y Frente Popular para la Liberación de Palestina, la interna política decisiva de la hora se basa en la puja entre Al Fatah y Hamas.
Con la muerte de Arafat, las luchas internas se incrementaron. Y ese agravamiento fue clave la participación directa de Israel en la vida de los partidos (ver Avnery). Una acción concreta fue la captura y encarcelamiento de varios dirigentes político importantes, entre ellos Marwan Barguti, considerado el único dirigente capaz de producir el recambio necesario. Junto con él, varios dirigentes que participaron en la primer Intifada fueron encarcelados. Así Abbas quedó como candidato casi excluyente a suceder a Arafat. Aun cuando carecía de peso propio, era parte de la conducción en el exilio, y representaba a la dirigencia cuestionada por escándalos de corrupción.
En 2006, después de arduas discusiones, Hamas decide participar en las elecciones, comenzando un camino de institucionalización, lo que fue saludado como una nueva etapa en su modo de hacer política (ver Brieger en La otra). Ganó las elecciones, pero su triunfo fue desconocido por Israel. Con la excusa de falta de transparencia y su condición de organización terrorista, el gobierno israelí impuso un bloqueo total sobre la franja de Gaza. El mismo incluyó a los flujos financieros, lo que imposibilitó cualquier pretensión de ejercer el gobierno para Hamas. Después de un par de meses en los que el primer ministro Haniya y Abbas montaron un gobierno de unidad nacional, que fue un fracaso estruendoso, Hamas quedó a cargo del gobierno. Bloqueado, vaciado de poder por Al Fatah -que, por manejar la policía, tenía mayor poder armado-, el gobierno no pudo llevar a cabo ninguna política de mejora de la condición de vida de los palestinos. El enfrentamiento entre ambos partidos fue creciendo en violencia, registrándose muchas muertes entre 2006 y 2007. Lo político, a partir del segundo semestre de 2006, se tiñó de sangre entre los propios palestinos.
Aun así, a mediados de ese año, cuando Israel invadió el Líbano, en la vida interna palestina se produjeron algunas señales que permiteron pensar que una salida política era posible. En primer lugar, más allá de apoyar la lucha de Hezbollah en la defensa del Líbano, Hamas intentó diferenciarse de aquel movimiento. Los políticos palestinos en su totalidad intentaron dejar en claro que su causa es la liberación de Palestina y que debían separarse ambos enfrentamientos. Más trascendente políticamente es el documento que los presos políticos de todos los partidos palestinos firmaron desde la prisión en Israel. En el mismo se instaba a deponer las armas en la lucha interna, a reconocer el sistema democrático como esencial para la organización nacional que debía reforzarse. También proponían incrementar el trabajo en los ámbitos internacionales a favor de la creación de un estado palestino en los territorios ocupados, el cumplimiento de las resoluciones de la ONU y el cumplimiento del fallo de la Corte de La Haya, en contra del muro de separación construído por Israel. La contundencia de ese documento no sólo reflejaba el reconocimiento de Israel (sólo la Yihad hizo una salvedad al respecto), sino que además reafirmaba que la única salida para Palestina era la instancia política.
Sin embargo, los enfrentamientos en Gaza se incrementaron, y a mediados de 2007 Abbas decide destituir a Haniya. El primer ministro no aceptó tal decisión y continúa ejerciendo el poder en la franja de Gaza. Al Fatah, por su parte, se retiró del territorio y se concentró en Cisjordania, donde basa su poder territorial.
Hamas con el control total de la Franja, fue bloqueado y quedó sin recursos. Otra vez Israel participó encarcelando a muchos de sus líderes políticos (ministros, legisladores) y llevando a cabo lo que sus fuerzas armadas llamaron “asesinatos selectivos”. Esto abrió la puerta a la participación dentro de la organización de grupos más radicales y marginales. La situación era entonces muy grave: falta de alimentos, provisión escasa de agua potable, falta de medicamentos; también una gran cantidad de refugiados, víctimas de los múltiples desplazamientos y destrucciones masivas, como la de la ciudad de Rafah. A eso se sumó, a partir de 2006, el retiro de organizaciones de asistencia humanitaria, asediadas por la violencia. En 2007 Hamas respondió a la ocupación con ataques de cohetes de corto alcance. Esta táctica fue a todas luces contraproducente respecto de los objetivos del documento de los presos políticos, pero le permitió a los dirigentes activos en Gaza acumular poder al interior del territorio ocupado.
En tanto Al Fatah, incapaz de incorporar aquella acción armada como un acto de resistencia palestina, careció de orientación política. Abbas aceptó la hoja de ruta de Bush que, si bien planteaba como objetivo la creación del estado palestino, sostenía la idea de respetar la vía demográfica (el territorio pertenece al país cuyos nativos lo ocupan), con lo cual toda la zona de las colonias deberían considerarse israelíes. Tampoco fue capaz de operar a nivel internacional para frenar la construcción del muro de separación, ni evitar la proliferación de las colonias israelíes en Cisjordania.
En el momento actual del conflicto, la participación de Al Fatah, que ocupa la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina, ha sido cuanto menos tibia. Abbas recién concurrió a la ONU a presionar por una resolución exigiendo el alto el fuego diez días después de comenzado el ataque. No participó activamente de las negociaciones internacionales o, cuando lo hizo, fue distanciándose de la resistencia en Gaza (1) . Gran parte de la población de Gaza se sintió abandonada por su viejo partido. De algún modo consumó lo que era de facto: Hamas en Gaza, Al Fatah en Cisjordania. Y con su escasa presencia internacional aceptó tácitamente lo que repetía Israel, el conflicto es entre ellos y Hamas. Como si no fueran todos palestinos.
Con este ataque feroz consumado y el alto el fuego decretado, queda por esperar de aquel lado del conflicto, como lo decíamos respecto de Israel, cual será la lectura de tal resultado. Es difícil saber cual será el impacto diferencial que las acciones armadas tendrán en Gaza por un lado, y en Cisjordania por el otro.
Hamas podrá tener un crecimiento político en sectores del pueblo palestino, seguramente con mayor impacto en Gaza, pero lo cierto es que la radicalización extrema no siempre acumuló poder entre los palestinos. Habitualmente, a medida que el proceso de paz avanza, el apoyo a la resistencia armada disminuye. No es posible concluir que el rol resistente de Hamas le asegurará el apoyo mayoritario, sin embargo es altamente probable que Al Fatah resulte muy golpeado de esta situación. No parece que esto determine un juego de suma cero, donde lo que pierde uno lo capitaliza el otro. Es altamente probable que ambos pierdan.
Por un lado Hamas, más allá de las declaraciones estridentes y las amenazas, ha visto muy resentida su estructura militar y política y finalmente ha sido vencido en el terreno de la guerra. En un escenario de imposibilidad de encarar la resolución política, la acción violenta debería centrarse en actos terroristas (hay quienes proponen retomar los atentados suicidas). Esto lo aislaría más, tanto al interior del pueblo que desea vivir en paz y recuperar algo de tranquilidad, cuanto le restaría apoyos externos. Y por supuesto, haría imposible una relación política seria con Israel, que es la única forma posible de avanzar hacia la paz. Si Hamas no descarta rápidamente la acción violenta, no sólo se cancela cualquier posibilidad de paz, sino que se auguraría un futuro muy preocupante.
Al Fatah, el gobierno de la Autoridad Palestina, está en su peor momento político. Abbas no tiene capacidad de convocar al resto de los actores políticos. Tanto el partido como el gobierno quedaron absolutamente deslegitimados con su actuación durante este conflicto. Solamente un recambio de conducción, centrándose en políticos más jóvenes y nativos de los territorios, podría rescatarlo de su situación. Tal vez Barguti podría retomar la conducción en base a su liderazgo carismático.
En Palestina los partidos viven una crisis profunda, de la que es difícil imaginar su resolución. Primero deberán demostrar si están en condiciones de reorganizarse internamente. Luego si pueden resolver la puja política sin apelar a la violencia, para poder reconstruir la Autoridad Nacional Palestina y su gobierno. Finalmente, logrados los dos pasos anteriores, será necesario que hayan acumulado el poder suficiente como para establecer negociaciones con Israel y desactivar los grupos radicales que seguirán intentando imponer los recursos a la violencia.
Sin unidad territorial, con los partidos políticos desarmados y sin poder, con la población sufriendo la falta de recursos, la ocupación en Cisjordania y la desvastación absoluta en Gaza, sin una institucionalidad mínimamente aceptable, con grupos armados autónomos que no responden a conducción alguna, el presente de la política palestina es muy problemático. El escenario no presenta ningun aspecto que llame a la esperanza. Salvo aquel documento de los presos políticos, que, aunque tenga apenas dos años y medio, hoy parece increíblemente lejano.
(1) Después de escribir este artículo, el periodista Israelí Ari Shavit escribe en Haaretz: “La guerra en Gaza no es Israelí Palestina. Es entre una alianza entre moderados de medio oriente y el eje extremista. Durante la guerra los Estados Unidos, Europa, Israel, Egipto, Arabia Saudí y la Autoridad Palestina funcionaron como verdaderos aliados” (la traducción y las cursivas son mías). Más allá del rasgo provocador de Shavit, hace explícita una complicidad de la ANP que muchos susurran por lo bajo, y que tiene especial efecto en la vida política futura de los Palestinos.
2 comentarios:
La injerencia israelí en la política palestina tiene larga data: desde el apoyo al surgimiento de Hamas hasta los asesinatos de cualquier líder que pudiera ser una opción a Arafat. Pero no sólo es la injerencia israelí: el bloqueo al gobierno de Hamas lo llevan a cabo EEUU, Europa, Egipto… O la creación del cargo de PM cuando Israel decidió, con el aval de Bush, no dialogar más con Arafat –a quien terminaron matando- para hacerlo con Abbas, y después, como lo que uno desea a veces se vuelve en contra, el cargo de PM lo ganó Hamas, y entonces no sirvió más…
Los líderes que pudieron surgir a partir de la primera y la segunda intifada fueron asesinados, cooptados o encarcelados. El surgimiento de independientes, como Mustafá Barguti, que forma parte del gabinete de Abbas y que salió segundo en las elecciones presidenciales –en las que Hamas no participó-, tiene como contrapeso su carencia de arraigo popular. Es de afuera, es polite y presentable; no es gente que haya estado en los territorios ocupados por Israel a partir de 1967, es gente de otra generación, que habla otro idioma.
Y los de los territorios, los de esa generación, solo pueden ser radicales. La gente de los territorios palestinos ocupados a partir de 1967, de los territorios palestinos otorgados a Israel en 1948 o de los anexados por el Estado a partir de esa fecha, o sus descendientes, los que viven a merced de un misilazo, de un asesinato selectivo, de los check points arbitrarios, de las rutas exclusivas para colonos, de los castigos colectivos… Ellos no pueden creer en el diálogo cuando a Abbas y a los que creen en la moderación los boludearon 8 años, ni pueden creer en la “comunidad internacional” que los despojó de sus tierras, que avala la ocupación y las continuas masacres, el uso de armas prohibidas, etc. (recordar el fallo del Tribunal de La Haya que condenó la construcción del muro en Cisjordania, y la bolilla que le dieron en Israel, uno de cuyos funcionarios declaró que ese fallo estaba condenado al tacho de basura de la historia).
Hamas es fuerte en Gaza, pero eso no quiere decir que sea una fuerza despreciable en Cisjordania. Si ahora se realizaran, como debían realizarse, las elecciones presidenciales, difícilmente Al-Fatah podría ganar aun en Cisjordania: lo del Hamastán y la Fatahstina es una gilada pensada en NYC, pero que no tiene correspondencia con lo que ocurre en el terreno.
No hay que perder de vista que el conflicto interno es consecuencia inevitable de la ocupación y de la obliteración de todo futuro. Si no hay salida real, porque Israel hace y deshace impunemente, mata y deja vivir a quien quiere cuando le conviene porque EEUU y el resto del mundo (incluyendo el mundo árabe) han avalado ese proceder, ¿qué queda?
No creo que la unidad o el consenso sean ni siquiera el comienzo de la solución: será lo que EEUU decida, es decir, lo que el lobby sionista de EEUU decida.
Salvo un cambio radical que no sé cuál puede ser. No veo que pueda serlo Obama, quien en su campaña fue a chuparle el culo al American Jewish Committee y dijo que Jerusalén es la capital indivisible de Israel; ni Hillary Clinton, que cuando era senadora por Nueva York decía que Arafat era un terrorista.
La vía democrática ha resultado un fiasco. Hamas no es Hezbollah, y la acción armada tampoco es una salida, salvo que se busque conmover con un horror mayor a los que no se conmovieron con 1400 muertos. Marwan Barguti puede ser visto como la salvación, la unidad, la solución, pero antes Israel tiene que soltarlo.
Tal vez una marcha verde como la que tiró abajo el muro fronterizo de Rafah hace un par de años, pero dirigiéndose hacia el norte, y otra en Cisjordania, en todos los sentidos. Y por qué no, otra en Israel, donde los palestinos con ciudadanía israelí han visto cómo sus partidos fueron proscriptos…
También podría ser que entre los israelíes crezca la conciencia de que la vía bélica es suicida y empiecen algún día (no digo ahora, en estas elecciones) a apoyar salidas pacíficas.
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