viernes, 28 de mayo de 2010

Oh, qué será

(El diablo, probablemente)
Mañana sábado 29 a las 19:30 en Lambaré 873


por oac

Mañana comienza el nuevo ciclo de cine (¡por fin! ¡ya pasaron cinco meses y medio del final del anterior, con la proyección de Plan B!) organizado por La otra en La Tribu: Visiones del mal. Diez películas muy distintas entre sí para ver cómo el cine se las arregló para mostrar lo irrepresentable. El mal, lo oscuro, lo siniestro, la nada, lo inaceptable, lo que no tiene arreglo ni nunca tendrá, lo que no tiene juicio.

El concepto con el que fue armado este ciclo de diez películas -más una yapa, que nunca falta
;-)
-es análogo al que el año pasado usamos para programar las 10 PELÍCULAS DE AMOR: no se trata de fijar, circunscribir, delimitar o asentar un concepto del mal, sino de presentar perspectivas artísticas lo más diversas posibles, de modo que al final del ciclo la noción del "mal" sea más problemática que al principio. Entonces no será un ciclo de cine fantástico ni de cine de terror, así como tampoco será el demonio el protagonista principal. Es que yo no creo en el Mal, por eso no me gusta usar las mayúsculas en este caso. El criterio usado fue privilegiar un modo de ser diseminado y equívoco, y desdeñar la idea de una condensación del mal. No habrá monstruitos con cuernos, habrá un poco de niebla, bastante malestar y abundante desasosiego. Me interesa pensar no sólo la entidad metafísica del mal (si es que tal cosa existe) sino los modos de representación cinematográfica: por eso apostamos a un extraordinario documental, casi desconocido, sobre un testigo del horror argentino de la Esma (Víctor), y un film más bien lúdico que apuesta a la disolución de la narratividad y al triunfo de lo onírico (Irma Vep); por eso también los dos primeros títulos del ciclo corresponden a cineastas cuyas estéticas no podrían ser más diversas: De Palma y Bresson.

Empezamos con el maestro Robert Bresson y uno de sus films más inquietantes: El diablo, probablemente. A diferencia de otros cineastas que a medida que envejecen van limando sus asperezas para volverse "clásicos", Bresson en cada película fue radicalizando su estética. Sus últimas películas fueron también las más extremas en su rigor estético y en su dureza conceptual. Por eso empezamos con Bresson, ¿con qué otro, si no?





Pasa lo siguiente: si yo tuviera que reducir la historia del cine a tan sólo diez nombres, ahí estaría Bresson; ahora bien: si yo tuviera que jibarizar esa lista a cinco nombres, estaría Bresson. Y quiero además agregar: si me forzaran a escoger tres nombres entre esos cinco, yo incluiría al de Bresson. Y si me tuviera que quedar con uno...

Por favor, no me pidan que me quede con uno, porque afortunadamente el cine no necesita de estas exclusiones; puedo quedarme con Apichatpong y Murnau, con Godard y Welles, con Favio y Matías Herrera Córdoba. ¡Loado sea Dios! El cine no pretende que deje afuera a ningún cineasta. Pero si tuviera que elegir uno...

Robert Bresson hizo apenas 14 películas (incluído su primer largometraje) a lo largo de cincuenta años. La última película la hizo en 1982 (El dinero, que cierra este mismo ciclo) y sobrevivió aún 17 años. Es un cineasta nada popular: Jean Eustache se maravillaba de que Diario de un cura rural (1950) fuera una película que iban a ver las familias, pero eso pasó y el cine de Bresson fue cada vez menos visto. Si filmó de un modo cada vez más esporádico (su ceñida filmografía puede compararse con la de Tarkovsky, Favio o Erice, opuestos a la proliferación de Fassbinder, Hitchcock o Mizoguchi), es porque su concepción artística no encontraba lugar en el sistema de producción cinematográfica. Quizá si Bresson hubiera vivido en esta época de resurgimiento del cine artesanal, habría sabido aprovechar la oportunidad de filmar más. Pero el "hubiera" no vale. Lo cierto es que sus escasos films no le impiden ser, junto con Roberto Rosellini, uno de los más influyentes cineastas contemporáneos.

Todos los nombres que importan le deben algo: Tsai, Favio, Godard, Martel, Kaurismaki, Fassbinder, Hou, los Dardenne, Kitano, Sokurov, Tarkovsky, Alonso, Guerin...

La radicalidad de Bresson radica en su fe inquebrantable en un cinematógrafo con una sintaxis propia, sin deudas hacia el teatro o la literatura. Anti-teatro: ese nombre que usó Fassbinder se puede aplicar con mucha mayor propiedad a Bresson. El camino para alejarse del teatro y del music-hall (caminos que a su gusto resultan abominables) lo conduce a una ascética cuyo extremismo linda en el este con la comicidad, en el oeste con el materialismo, en el norte con el documental y en el sur con el erotismo. ¿Se puede ser todo eso junto? Sí, si no lo creen posible, vean El diablo, probablemente.


3 comentarios:

julieta eme dijo...

ahí estaré. besos.

Martha dijo...

Es un panorama muy atractivo. Esta no me la quiero perder por nada del mundo, pero sillueve no puedo ir por temor al "refalón".
Me pasó el otro día cuando hubo esos chaparrones espantosos que interrumpieon los festejos y yo salía de ver El escritor oculto y estaba barroso y resbaladizo.
Le tuve que mandar un mail a Cristina que me mandara el chofer.

Anónimo dijo...

Con que película empiezan Oscar! Todo un monumento en el mejor sentido de la palabra.
Haré lo posible por estar ahi.