Antojo: otra historia de la filosofía
Hoy a la medianoche en FM La Tribu
por oac
Hay un antojo que quedó pendiente del antojadizo verano: iniciamos una nueva temporada de otra historia de la filosofía.
Todo empieza donde había terminado. A continuación, el epílogo de mi libro Kierkegaard, una introducción. Escuchar una voz. Este epílogo fue escrito luego de la primera presentación que hicimos hace unas semanas en la Feria del Libro. Dentro de pocos días el libro va a estar en las librerías, con este:
Epílogo
Otras voces
Una idea sobrevuela a lo largo de este texto que fue concebido como una introducción a la lectura de Kierkegaard o, más propiamente, como una invitación a leerlo: ¿qué puede este autor decir a nuestra contemporaneidad, incluso más allá de sus propósitos?
Kierkegaard es el pensador de la falla. Esto no sería extraño dado que, después de todo, la filosofía, desde sus propios inicios, siempre ha brotado de la experiencia de una falla: se piensa allí donde se reconoce una precariedad constitutiva, una distancia respecto de sí, un temblor en el suelo, una grieta en la pared. Se piensa allí donde no se sabe. Toda la historia de la filosofía brota, entonces, de la falla. Es cierto que los filósofos a menudo han intentado tapar sus grietas, una vez que las han detectado. Y allí parece radicar la singularidad kierkegaardiana: este pensador ha preferido dejar sus grietas expuestas; para ello ha ideado una forma de escritura, una textura, que haga patente las grietas.
Esta historia, que nunca termina de dejarse atrás, va configurándose de un modo diferente en cada época. Y la época de Kierkegaard (¿nuestra época, todavía?) es la de la falla de la modernidad. Su pensamiento no cesa de señalar la inconsistencia sobre la que se apoya la distinción, típica de la época moderna, entre lo general y lo individual; dicho en términos políticos: entre lo público y lo privado. La subjetividad moderna se halla fracturada entre uno y otro polo, y la experiencia del hombre moderno parece disociarse en dos ámbitos no integrables.
Hay filósofos que reivindican los derechos del individuo y otros que toman partido por lo general. Erróneamente se ha atribuido a Kierkegaard la posición de un individualismo extremo: ello evidencia la incomprensión de su planteo. Kierkegaard impugna la oposición misma entre lo general y lo individual. No es en modo alguno un individualista, puesto que su esfuerzo filosófico se encamina a nombrar, con la máxima precisión posible, la experiencia de la singularidad. El singular (Enkelte) no es un individuo. En la palabra “individuo” se alude a la unidad in-divisible de un yo que coincide consigo mismo, un sujeto consistente, capaz de ir en pos de su interés egoísta. Pero, con la figura del singular, Kierkegaard señala la inconsistencia del yo, su doble desesperación: el querer ser sí mismo y el no querer ser sí mismo. La finitud de ser humano singular no es la de un ente que acepta reposar dentro de sus propios límites, sino la del que experimenta esos límites como una inquietud insanable. Cuando Kierkegaard dice “el yo es una síntesis de finitud e infinitud” no habla de una conciliación de opuestos en una unidad abarcadora, sino de una tensión irresoluble.
Y no se trata de que alguna vez en la historia del pensamiento occidental el yo hubiera aparecido como una unidad consistente y que al cabo de un desarrollo esa consistencia empezara a agrietarse: hemos citado aquí el comienzo de la Meditación Segunda de Descartes, la inminencia del descubrimiento del yo: “he quedado suspendido en un estado de posibilidad. Incluso asoma el temor de ya no poder olvidar estas dudas”. He aquí la grieta. La certeza cartesiana se funda en el temor de no poder olvidar las dudas, de no poder cerrar la grieta. Sin ese temor (ese temblor), el yo no habría emergido. “Estoy cierto de mi inquietud, ergo soy”: esa es la fórmula del yo con la que Descartes da comienzo a la filosofía moderna.
Es conocida la continuación de esa historia: desde ese temor toma impulso la necesidad de tapar la grieta. Eso lo intenta Descartes y lo sigue intentando Hegel, un siglo y medio después. La filosofía aparece, en la época de Kierkegaard, como la empresa de construcción de una pared lisa e impenetrable: así es como el autor de Temor y Temblor ve al sistema hegeliano. Y Kierkegaard protesta contra ese alisamiento, quiere dejar expuestas las fracturas. La invención formal de los seudónimos da la palabra a las voces que se filtran por entre las grietas, las deja hablar. Si esta hipótesis no está descaminada, no hay un Kierkegaard al que se reduzcan todas sus voces, así como no existe una conciencia ante la cual se manifieste el sentido de una Historia Universal. Hay voces.
El resto es lo que falta: hoy a la medianoche.
Y a la 1:00 AM, La otra.-radio: anticipo del ciclo de cine Visiones del mal, que empieza el sábado próximo en La Tribu; y más canciones del nuevo disco de Calamaro.
Además, vamos a comentar El escritor oculto, la nueva película de Roman Polansky.
5 comentarios:
Lo de ayer estuvo muy bueno Oscar, a la tarde. ¡ Vas a llevar la revista al cine o todavía no está?.La OTRA por supuesto.
Vas a tener ejemplares del libro?
Salutti per tutti: Martha
(Esto es algo un tanto descortés, pero tengo que hacerlo por le bien de ustedes, que odian Lost y que no saben de lo que se pierden. Lean esto, http://linkillo.blogspot.com/2010/05/lost-novela-beckettiana.html , recapaciten, viva Lost.)
Martha:
el sábado próximo no voy a llevar ni la revista ni el libro.
Lam:
número equivocado: "ustedes, que odian...". No existe tal cosa. En el blog alguien escribió sobre Lost y parece que no le gusta. Yo nunca escribí sobre Lost, tampoco nunca vi Lost, así que no la odio ni la amo. En el número 23 de La otra hay una nota de Dante Palma sobre Lost. Y con respecto al resto del staff de La otra, no sé si odian Lost, porque nunca hablé con ellos del tema.
De todos modos tu intención es buena
saludos
Esta tarde vi ...llover, vi gente correr, ta,tan tatán.
Menos mal que ví el escritor oculto y salvé la plata. Sigue siendo el Polansky quea mí me gustaba, desde siempre.Va como subiendo lentamente...Bien.
Martha
la grieta es equiparable a la angustia señal? Porque entonces hay que que dejarla fluir, no obturarla?
A ver: primero estuvo Kierkegaard después Freud. No se habrá copiado todo?
La duda me carcome el pecho
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