Días antes de su reunión protocolar con quien hoy ocupa la Presidencia de la Nación, el Papa vuelve a marcar una línea clara dirigida a la dirigencia política nacional. En primer lugar, respecto de la caterva que nos gobierna. Pero no menos hacia la posición claudicante que representan las diversas expresiones del pejotismo colaboracionista, sea del candidato de la pseudo unidad, el ladino José Luis Gioja, como el recientemente derrotado y hoy ausente motonauta DOS. Ni que hablar de traidores declarados, como Urtubey o Bossio, o la runfla sindical de Venegas, Moyano, Barrionuevo, Andrés Giménez y Caló, que van por los $$$ de las Obras Sociales, o los gobernadores y senadores comprometidos con la gobernabilidad del ajuste y la represión.
El viejo pejotismo en todas sus variantes está entregado de pies y manos a la restauración neoliberal, dispuesto a caer parado, como siempre. Con las honrosas excepciones del bloque comandado por el admirado Héctor Recalde, las CTAs, el movimiento Evita, el CTEP, la Cámpora, Axel, Nuevo Encuentro y agrupaciones de izquierda, como el PTS, o el MST, el conjunto de la dirigencia política artentina se ha mostrado alineado en un bloque por el ajuste, del que Gjioja, Urtubey, Moyano o Scioli solo expresan matices plebeyos o provincianos.
Al campo popular le viene bien este sinceramiento, porque cuando en el mediano plazo las políticas de ajuste se vuelvan intolerables para el conjunto del pueblo, todos los mequetrefes de la gobernabilidad con alternancia van a ser arrastrados hacia el abismo. El primero va a ser el payaso de Bossio y yo me voy a cagar de risa, porque el tipo no va a poder salir a la calle.
El Papa, aunque parezca mentira, vuelve a colocarse a la izquierda del mundo y del 70% de la dirigencia argentina. Hoy le mandó, en un gesto de enorme significación para la simbología católica, un rosario bendecido a la primera presa política del macrismo, la jefa de La Tupac. Este gesto había sido anticipado por algunos indicios, como la presencia de CTEP, movimiento de estrecha relación con el Papa, cuya presencia en el acampe de Plaza de Mayo permite explicar por qué el gobierno aún no se animó a desalojarlo por la fuerza. Si lo hiciera, la reunión de Francisco con el jefe del gobierno de CEOs se vería envuelta en un clima espeso.
Enrique Palmeyro, colaborador directo de Francisco, entregó el rosario en el acampe que se realiza en la Plaza de Mayo para reclamar la libertad de la dirigente y expresó que el Papa “está muy preocupado por su detención”.
Emilio Pérsico del Movimiento Evita contó que cuando la visitó en la cárcel, vio que Milagro colgó en una pared el rosario que le regaló el Papa en junio de 2014, durante el encuentro que mantuvieron en el Vaticano.
Con este nuevo gesto, el Papa vuelve a colocarse un par de pasos adelante de la desvencijada dirigencia política, sindical y judicial del país. En este blog nunca fuimos fans de Bergoglio, pero debemos reconocer que su lucidez política lo ponen marcando una línea divisoria como ningún otro dirigente es capaz, excepto alguien. Adivinen quién.
Cuando esta ficción que vivimos se venga abajo, todos los serviles colaboracionistas e indecisos pueden que sean arrastrados por el desplome macrista.
Y nuestra unidad hay que hacerla simplemente con todos los que estén de este lado, desde los troscos al Papa.