todos estamos igual

lunes, 23 de mayo de 2016

El macrismo y un mundo post nietzscheano

La otra.-radio para escuchar clickeando acá





Noche de inmensa calma
me ciega el alma 
tu claridad
y se alza al infinito
muriendo el grito
(Buenaventura Luna, "La noche", 
cantado por Liliana Herrero en su disco Lo imposible)

Dice Verbitsky en su artículo de ayer domingo en Página 12:

“Hay que vender la idea de que el país tiene una base sólida”, postula con entusiasmo Federico Sturzenegger. El diario La Nación destaca su “evidente tranquilidad” que atribuye a la exitosa solución al problema de la deuda, que le permite concentrarse en la tarea que todo el gobierno considera primordial. “Estamos obsesionados con reducir el gasto público. Esa es una tarea permanente”, dice. Ahora que “ya nadie duda sobre si la Argentina va a poder cumplir con sus compromisos” la recuperación será “muy, muy rápida y significativa”. Para Sturzenneger, la reactivación se producirá en el segundo semestre.

"Estas declaraciones fueron formuladas el 11 de junio de 2001, cuando era Secretario de Política Económica durante el último ministerio de Domingo Cavallo, bajo la presidencia de Fernando de la Rúa. A 15 años de distancia se conoce lo sucedido: el megacanje no solucionó el problema de la deuda, sólo la incrementó en decenas de miles de millones de dólares. Ese dinero financió la fuga por parte de las grandes empresas, que expatriaron sus capitales antes de que los ingenuos mortales fueran atrapados por el corralito. La reactivación no fue rápida ni significativa, sino que se profundizó la recesión, mientras la reducción del gasto público se limitó a la merma del 13 por ciento en los ingresos de jubilados y trabajadores del Estado, y fue devorada por la cuenta de intereses del nuevo endeudamiento. Además tuvo consecuencias personales para el locuaz vocero: la Corte Suprema confirmó el procesamiento de Sturzenegger por negociaciones incompatibles con la función pública. Si aún no ha llegado a juicio ha sido por la protección política que le acordó Maurizio Macrì, quien lo hizo presidente del Banco Ciudad, diputado nacional y ahora presidente del Banco Central, mientras pretende que el suyo es un gobierno honesto y transparente. Este blindaje contra las consecuencias de sus actos permite que Sturzenegger mantenga el optimismo bobo de entonces, compartido con la plana mayor de la nueva Alianza que integra, y vuelva a vaticinar primores para el segundo semestre, en este caso descenso de la inflación, que a fin de año caería al 2 por ciento mensual, desde el 6,5 por ciento de abril, lluvia de inversiones en dólares, megaplanes de obras públicas, empleo auténtico y no inútil, crecimiento, felicidad y globos. El problema es que hoy como entonces estas expresiones de deseos no tienen correlato en la realidad. El gobierno necesitaría un año de tres semestres para ver sus vaticinios hechos realidad. Mientras, se limita a repetir slogans de campaña, con promesas que suenan muy atractivas pero que no tienen la menor posibilidad de cumplirse.

"Esa independencia del discurso en relación con los datos de la realidad no es una exclusividad argentina. En su edición del viernes el diario de registro de la política estadounidense, el Washington Post, publicó una columna sobre lo que llamó “un mundo post fáctico”, en el que el público ni siquiera se preocupa por saber si los hechos que se le presentan son verdaderos. Se detectó una tendencia general a creer en los supuestos hechos que confirman las opiniones preexistentes y desechar aquellos que las contradicen. Este fenómeno se potencia en las redes sociales, donde quienes sostienen las opiniones más fuertes son los menos inclinados a modificar sus puntos de vista y tienden a rechazar como tendenciosa cualquier corrección basada en datos. Otra publicación estadounidense atenta al mismo fenónemo es la revista New Yorker donde Jill Lepore escribió que la enorme cantidad de datos disponibles vuelve a las personas cínicas respeto de la verdad misma. “Con tantas fuentes de información disponibles, es mejor suponer que son todas erróneas. Si la verdad está pasada de moda, si vivimos realmente en un mundo post fáctico, no hay ningún motivo para que los mentirosos se avergüencen”. Pese a que Donald Trump miente una y otra vez en su campaña y que sus falsedades son de inmediato señaladas, “esto no incide en su comportamiento ni en el de sus seguidores”, dice el Post. También el referendo sobre la posible salida británica de la Unión Europea está plagado por un mal uso intencional de los datos, agrega. Pese a que ha sido demostrada su falsedad, la cifra de 350 millones de libras por semana que Gran Bretaña pagaría a la Comisión Europea, sigue pintada en el exterior de los ómnibus como argumento de campaña, sin que nada cambie. La conclusión es que en la era de las redes sociales, a los políticos, los militantes, los programas robot y los gobiernos les resulta fácil manipular las noticias y al público cada vez más difícil corregirlo, aún cuando se lo proponga".

Hasta acá Verbitsky (se puede leer completo acá).

Sobre la machacona espera del tercer semestre en que la felicidad se instalará en la República Ceócrata de Macrilandia ya sabemos bastante.

Pero el pasaje donde Verbitsky cita a los periodistas norteamericanos y su idea de "un mundo post fáctico" me impresionó por su evidente aroma post-nietzscheano.

Digo post-nietscheano porque no me atrevo a decir directamente nietzscheano.

Es cierto que Nietzsche acuñó con tremenda eficacia algunos aforismos que daban por liquidada la verdad. Los más famosos: "La verdad es el error sin el cual no puede sobrevivir determinada especie" y "No hay hechos, solo interpretaciones".

Gianni Vattimo se encabalga en Nietzsche: “No hay «hechos», sólo interpretaciones; sólo fábulas, producciones simbólicas que son el resultado de determinadas jerarquías de fuerzas emocionales, y dan lugar a determinadas configuraciones (por ejemplo, una cierta interpretación «prevalece» como «verdadera», se convierte en norma, etc.; pero es precisamente un acto de fuerza).” (G. Vattimo, La voluntad de poder como arte). Foucault redobla la apuesta: para postular algo como verdadero hace falta un acto de fuerza, casi policíaco: “no se está en la verdad más que obedeciendo a las reglas de una «policía» discursiva que se debe reactivar en cada uno de sus discursos” (El orden del discurso).

Pero Nietzsche elaboraba sus aforismos punzantes en medio de las terribles tensiones de las que deja testimonio en su propia obra. La corriente post-moderna del siglo 20, hace casi 40 años, extrajo estas frases del torrente nietzscheano, barrió bajo la alfombra la catástrófe que Nietzsche vaticinaba como "advenimiento del nihilismo" y pretendió hacer de la muerte de la verdad una ocasión lúdica y festiva. La Gaya Ciencia es el libro en el que Nietzsche dejó sentada su percepción de la "enorme lógica del terror" y el "entenebrecimiento de la tierra" que vendría con el nihilismo. En el libro V, "Los que no tenemos temor", el parágrafo 343 dice:

Nuestra serenidad. El más importante de los acontecimientos recientes, “la muerte de Dios”; el hecho de que se haya quebrantado la fe en el Dios cristiano, empieza ya a proyectar sobre Europa sus primeras sombras. Por lo menos para el corto número de aquellos cuya mirada y cuya desconfianza en el mirar son bastantes finos y penetrantes para tal espectáculo, parece que se ha puesto un sol, que se ha trocado en duda una antigua y profunda confianza; a éstos debe parecerles nuestro viejo mundo cada día más crepuscular, más dudoso, más extraño, más viejo. Hasta puede decirse, en términos generales, que el acontecimiento es demasiado grande, demasiado lejano, demasiado apartado de la comprensión de todo el mundo para que pueda extrañarse que no haya producido ruido la noticia, y que las masas no se den cuenta de ella, ni puedan saber lo que se hundirá por haber sido minada esa fe: todo lo que se apoya en ella y con ella se enlaza y de su savia vive, por ejemplo, toda la moral europea. Esa larga serie de demoliciones, de destrucciones, de ruinas y derrumbamientos que tenemos en perspectiva, ¿quién podrá adivinarla hoy lo bastante para ser el iniciador y el adivino de esta enorme lógica del terror, el profeta de un entenebrecimiento y de unas oscuridades tales que probablemente no tuvieron jamás semejanza en la tierra? Nosotros mismos, nosotros, adivinos de nacimiento, que estamos como al acecho en las alturas, plantados entre el ayer y el mañana; nosotros, primogénitos del siglo futuro, que deberíamos percibir ya las sombras que Europa va a proyectar, ¿cómo es que esperamos sin interés verdadero, y sobre todo, sin cuidado ni temor, la venida de ese eclipse? ¿Estaremos tal vez dominados todavía por las primeras consecuencias de tal acontecimiento? ¿Es que esas primeras consecuencias, contra lo que debía esperarse, no nos parecen tristes y sombrías, sino que, al revés, se nos presentan como una especie de luz nueva, difícil de describir, como una especie de dicha, de alivio, de serenidad, de aliento, de aurora?...Efectivamente, nosotros los filósofos, los espíritus libres, ante la nueva de que el Dios antiguo ha muerto, nos sentimos iluminados por una nueva aurora; nuestro corazón se desborda de gratitud, de asombro, de expectación y curiosidad, el horizonte nos parece libre otra vez, aun suponiendo que no aparezca claro; nuestra naves pueden darse de nuevo a la vela y bogar hacia el peligro: vuelven a ser lícitos todos los azores del que busca el conocimiento; el mar, nuestra alta mar, se abre de nuevo a nosotros, y tal vez no tuvimos jamás un mar tan ancho.



El tránsito que Nietzsche lleva a cabo con su grandioso estilo desde el comienzo del párrafo hasta su final expresa la terrible tensión a la que su auto-adjudicada "jovialidad" enfrenta. El saber nietzscheano es jovial no porque desconoce la lógica del terror del nihilismo que anuncia. Si se quita la percepción del terror, la jovialidad niestzscheana se transforma en una alegría banal. Así es como se llega a los "talleres de entusiasmo" que dicta Alejandro Rozitchner en la Fundación Pensar. Cierto: la transición Nietzsche/Foucault/Vattimo/Rozitchner puede sonar una degradación brutal y sin duda lo es. Pero esa degradación está latente cada vez que se lee a Nietzsche sin la densidad histórica de la que su experiencia da cuenta.

Me parece que el problema de la verdad, livianamente esquivado por la interpretación jovialista del nihilismo nietzscheano, es el que la filosofía tiene que seguir interrogando hoy, si es que tiene algún sentido seguir haciendo filosofía.

[En el programa de anoche, mientras escuchábamos los nuevos discos de Liliana Herrero, Radiohead y Bob Dylan, se nos ocurrió hacer este cruce entre filosofía y política. Para escuchar el programa, las canciones y la conversación, clickear acá]-




Loose talk around tables

Abandon all reason
Avoid all eye contact
Do not react
Shoot the messengers
This is a low flying panic attack
Sing the song of sixpence
that goes
Burn the witch
Burn the witch

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Leí por ahí que Duran Barba expresó en el programa de Legrand que él "no cree en la verdad"...¿se estaría refiriendo a este aforismo nietzschiano que mencionás?

Unknown dijo...

No es que sean nihilistas o Nietzchianos por convicción, lo son por conveniencia, sabedores que el terrible Jaime (Stiuso) lo es, al punto de nombrar a su grupo de tareas 'Zaratustra'. Ese que le entregó en bandeja al fiscal cipayo y recientemente al recaudador López. Aunque éste último no se suicidara, está muerto igual. Y el romance con los ex (?¿) side va en aumento. Yo espero nuevos capítulos pronto.