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miércoles, 13 de septiembre de 2017

Errores, excesos: cuando habla de las desapariciones forzadas, la nueva derecha democrática no difiere de la dictadura

No pueden con su ADN y ahí está otra vez el estado desaparecedor



La desaparición forzada de Santiago Maldonado es el punto de inflexión en la supresión del estado de derecho en la Argentina actual.  Bajo la consigna de "si pasa, pasa" el macrismo juega a hacer pasar que hace 44 días el Estado desapareció a un pibe . Hace poco alguien decía que confiaron en que un escándalo tape a otro escándalo. "El primer muerto es el más complicado: si pasa, pasa".

Pero nuestra historia de organización y movilización en defensa de los derechos humanos hizo que los diversos ensayos oficiales por sacar la cuestión de la agenda cotidiana hayan fracasado hasta ahora. Este es el obstáculo con el que el macrismo se va a topar una y otra vez en lo que viene.

Como lo nuevo de esta derecha desaparecedora es el recurso a las tecnologías de la información y comunicación, los focus groups de Marcos Peña detectaron lo que ya se olía en la calle. El tecnofascismo en el poder confiaba en que este reclamo no perforaría el discurso público, más allá de los sectores involucrados con la defensa de los derechos humanos, o, como dicen los boludos colaboracionistas, las "minorías intensas". Pero la desaparición forzada de Santiago es tema de conversación cotidiana desde el 1 de agosto y despierta repudios constantes en todos los ámbitos públicos, laborales, culturales, educativos, artísticos. Llega también a los medios internacionales, que descubren el viejo encanto represivo que se escondía detrás del antipopulismo modernizador argentino. Y esa insistencia que no se logra aplacar con mercadotecnia y redes sociales requiere continuamente la intervención de patotas represivas y propaganda psicotizante.

Es así que el régimen se ve obligado a seguir la agenda que le pone la calle. 

La máquina de vender pescado podrido que funciona en los subsuelos de la Jefatura de Gabinete no paró de tirar versiones tóxicas para consumo de giles. Es imposible recordar la cantidad de patrañas que echó a rodar vía hashtags y wassaps a sus voceros televisivos y radiales. No pudo sacar de la agenda el reclamo por la aparición de Santiago, pero logró cebar a los sectores más fascistas de la población, que desde la dictadura no se mostraban tan locuaces. Ahora asistimos a una ola de racismo promovida desde los medios oficiales como no se recuerda en la Argentina moderna. Ni siquiera en la dictadura el discurso oficial se mostró tan desenfadadamente racista. ¿No lo perciben aún nuestros columnistas liberales neutros?

Hay una tara del liberalismo político-filosófico que lo lleva a desligar signos que solo tienen sentido cuando se los vincula. Eternos comentadores de la opresión, registran hechos puntuales pero no pueden ver sistemas complejos ni siquiera en momentos en los que el sistema se cierra tanto como aquí ahora. Una patota de gendarmes balea a una murga de pibes de la villa. La cana entra a las escuelas y universidades para perseguir a estudiantes y docentes. La cana reprime a trabajadores despedidos. El escrutinio provisorio se prolonga hasta límites absurdos. Entre las autoridades de mesas electorales hay funcionarios del régimen. Desde hace un año y medio, Argentina volvió a tener presos políticos por decisión de jueces sumisos a la clase dominante. Por los celulares de la cana circulan audios que los ceban ante la amenaza de un "enemigo interior". Desde el 1 de agosto Santiago Maldonado está desaparecido, luego de un procedimiento represivo llevado a cabo en Chubut por decenas de Gendarmes. Pero el comentarista liberal solo registra hechos aislados. Describe. No vincula. Habla de alternancia, de cosas, de derecha democrática. ¿Qué será la democracia para un comentarista liberal? ¿Cuál será el sentido de la palabra "política"? Difícil ponerse en esa cabeza.

El comentarista liberal tampoco vincula esta escalada represiva con la brutalidad con la que el macrismo manejó a las fuerzas de seguridad metropolitanas durante años en la CABA. La violencia ya estaba ahí, pero ellos solo registran hechos y nunca han sido capaces de vincularlos: represiones brutales en el Borda, Sala Alberdi, la UCEP atacando bestialmente a personas en situación de calle: hechos aislados, excesos. Hemos escuchado y leído cientos de veces a Zloto, Tenembaum, Natanson: no cesaban de extrañarse cuando se caracterizaba al macrismo como una fuerza de derecha dura. "¿Qué te hace pensar que el macrismo va a ser un gobierno de derecha si durante sus años de intendencia porteña respetaron las instituciones?", interrogaban distraídos. Esta distracción no es exactamente cómplice de la represión, pero la abona con su vapor de caca.

El macrismo, es decir, la ultraderecha argentina de siempre, aliada a la ultraderecha trasnacional de ahora, no puede con su ADN y ahí está otra vez el estado desaparecedor. ¿Qué les hizo pensar que esta vez lo iban a hacer distinto?

"Un escándalo tapa al otro", confiaron. Pero no. Entonces empezaron a medir las razones por las cuales la mirada de Santiago Maldonado perforó el círculo de las minorías intensas. Los consultores salieron a preguntar:

"Si se confirma que a Santiago Maldonado lo desapareció Gendarmería, usted responsabilizaría a:
1) Gendarmería
2) Gendarmería y la Ministra Bullrich
3) Gendarmería, la Ministra Bullrich y el presidente Macri".

Medían los efectos electorales, lo que ahora más les preocupa, para después, si pasa, avanzar con una ola represiva más feroz. 

Nunca pensé encontrarme con el diablo


Prepararon el enésimo giro del encubrimiento estatal que transforma la ausencia de Santiago en una desaparición forzada de persona. 

Hernán Iglesias Illa, coordinador de políticas públicas de la Jefatura de Gabinete, mano derecha de Peña, lanzó el ensayo de "giro" de discurso oficial. Ahora se trataría de "un error", "un exceso" de un agente suelto, que de ningún modo afectaría el prestigio de una fuerza necesaria para combatir el narcotráfico como es Gendarmería, soltó con una risita de nervios que delataba su esfuerzo por mentir.

Escuchar acá, luego de 10 minutos de sarasa:



Más allá de la risita, la incongruencia lógica no requiere interpretación: a las fuerzas de seguridad los sistemas democráticos las necesitan para hacer cumplir la ley, pero esa necesidad nunca legitima que cometan delitos individuales ni colectivos. Si a un gendarme suelto se le fue la mano y puso en peligro la vida de Santiago, hace 44 días que toda la fuerza lo está ocultando y la propia Ministra de Seguridad salió a bancarlos numerosas veces. Es decir: no se trata de un gendarme excedido, sino de un estado encubridor. Clarín identifica al excedido: el subalférez Emmanuel Echazú, y lo disculpa por el "exceso". El gendarme desbordaba adrenalina:

"Para la Justicia, el subalférez pudo haber actuado violentamente movido por la furia y la adrenalina del momento y golpear a Maldonado hasta llevarlo a la muerte. “Los investigadores creen que era la única persona con una motivación muy fuerte para matar a alguien. Estaba mal herido, es joven, fuerte y pudo agarrar a uno de los integrantes del Lof y atacarlo con una piedra ya que no iban armados”, dijo una alta fuente".

Casi que tenemos que darle una medalla por su entereza de víctima. La nueva operación para disipar la responsabilidad estatal viene ilustrada con la foto de la cara del gendarme adrenalínico, con hilito de sangre que obraría como compensación simbólica de una desaparición forzada.


El único inconveniente es que Santiago Maldonado sigue desaparecido y su desaparición impune. Patricia Bullrich reclama por este aparente "giro" de la actitud oficial: "Espero que los mismos que pidieron mi renuncia reconozcan el trabajo que estamos haciendo". Marcos Peña rechazó la asistencia del delegado de la ONU por la desaparición de Maldonado. Es decir: no hay un giro en la actitud oficial de encubrir a los desaparecedores de Santiago, solo el enésimo intento de sacar el tema de agenda sin resolver el fondo de la cuestión. La desaparición tan extendida no podría concretarse sin la participación de toda la fuerza y la protección del propio estado.

Más corto: desaparición forzada y la jerga de errores y excesos. Como en la dictadura. Pero esta vez es una derecha moderna y democrática.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sabés, Oscar, creo que no me preocupan tanto los liberales funcionales y sus categorizaciones mañosas, como sí la perceptible desorientación del campo popular en torno de la percepción de procesos profundos, como bien apuntás. Y es allí donde encuentro errores propios y ajenos, jalonados.
En lo personal, nunca me confié enteramente a los procesos de revalorización de lo democrático por sobreentender a nuestra Argentina muy tanática y abortiva, amaneciendo en cada ciclo de despertar, progresivamente debilitada (no se puede refundar país de forma intermitente, es un esfuerzo excesivo). Lo que hoy sucede, estaba cantado. Pobre Santiago... y los próximos como él.
Si pienso en antecedentes inmediatos a esto, no puedo no puntualizar que ...
- cuando se continúa atribuyendo al Kirchnerismo la crisis del movimiento de masas peronista;
- cuando se caratula de absceso a los políticamente recién conformados;
- cuando nosotros mismos nos regocijamos autodenominándonos “anomalía”;
- cuando no se comprende que un serio problema ideológico impidió la renovación de los partidos tradicionales con cuadros de valía y modernidad (para imantar, tenés que definirte ideológicamente;
- cuando un nuevo sujeto antropológico nos madruga a todos, sin distinción, y en vez de comprender nuestra mutua limitación para llegar a él, nos revolvemos unos contra otros;
- cuando erramos todos en comprender al nuevo adversario que venía, entre otras cosas, a proveer de conveniente explicación mítica para la oscuridad larvante en vastos contingentes sociales…

uno debe pensar… que no hay un paso negativo, sin su debido precedente.
No puede el oficialismo avanzar demoliendo sin que antecedan todas estas cosas en el seno de los partidos tradicionales y de las individualidades.

Nadie pretende disculpar las praxis eventualmente petulantes de los tres períodos anteriores, que las hubo. Ni a aquellos que cometieron ilícitos.
Pero tampoco puede obviarse la flagrante evidencia sobre quién manejó la diplomacia financiera externa durante esos 12 años, sentado frente a los más grandes del planeta; quién concurrió a alertar y actuar con celeridad sobre las crisis sudamericanas sucesivas que podían resideñar el subcontinente; quién, por último, restableció marcos de derechos populares y estableció otros nuevos (partiera desde Santa Cruz con esas ideas inicialmente o las conformara sobre la marcha posterior); quién trajo la verdad desde el pasado, para que presidiera la nueva reconstrucción de ciudadanía.

O por último, quién se encontró con un movimiento en las narices… y se prestó como intérprete. Porque el Kirchnerismo (eso que resultó de lo azaroso y de lo imprevisible) tiene características movimientistas. Y jode a muchos que los Kirchner, con sus grandezas y limitaciones, toparan con un capital no soñado y lo aprovecharan para diseñar un cachito de futuro (¿qué era nuestro Arsat sino futuro?).
Yo le pregunto a esos pensadores del campo popular cuyas reflexiones a veces nos deslumbran, cómo fue que cayeron en la pequeñez del cuento del chivo expiatorio, indigna de sus intelectos. Porque es una tradición viejísima que vuelve a traernos el drama de los “imberbes”. Un cliché cíclico y siniestro. La vieja historia de las corrientes internas que no pueden acceder a su status como tal. Pero, a pesar de la caracterización extensa que nos tilda de absceso, no se extirpan electorados, avisé por ahí. Las personas no se extirpan de un partido.
Aunque pueden desaparecerse en las calles, como bien lo muestra este otro período que comienza. Saludos.