En lugar de Santiago Maldonado, Bono puso en pantalla a Hillary Clinton y Angela Merkel
The Joshua Tree es uno de los mejores discos de la década del 80 y el punto de inflexión de la carrera de U2. El rescate emotivo que estos cuatro muchachos irlandeses hacían de las raíces de la música y la iconografía norteamericanas les permitió traspasar la inspiración melódica y letrística de Bono, la expansión épica de la guitarra de The Edge y la maciza potencia de la base rítmica del Adam Clayton y Larry Mullen Jr. por el refinamiento sonoro de Brian Eno y Daniel Lanois. Lograron un resultado irrepetible, con dosis exactas de lirismo, melancolía, entusiasmo y violencia que hacen de esas canciones clásicos indelebles. El arte de tapa, con fotos en blanco y negro de Anton Corbjin (que antes había sido el fotógrafo de Joy Division) recreaba la amplitud aérea en la que parecía rebotar la guitarra heroica de The Edge y las plegarias vulnerables de Bono, a la vez que citaba la mirada que poco antes Wim Wenders había echado sobre Norteamérica en Paris, Texas. Habría que pensar en la paralela declinación artística de Wenders y de Bono en las décadas que pasaron.
No casualmente las imágenes filmadas ahora por Corbijn para llenar las inmensas pantallas high tech se convierten en el centro de la re-lectura del disco, en la gira que conmemora los 30 años de la salida de The Joshua Tree. La sola existencia de esta gira, en el marco de la tendencia global hacia la retromanía, debería indicar algo significativo no solo sobre la calidad del disco sino sobre la distancia artística que separa a aquel U2 de este presente, lo que quizás pueda decirse también de toda la cultura rock de estadios, o del rock sin más.
U2 en los 80 estuvieron entre los últimos exponentes de la deriva rock, con su aire contracultural, su pulso negro, su rescate de la emoción veraz en una época que empezaba a virar hacia el simulacro y el cinismo. La banda todavía iba a producir tres o cuatro discos muy buenos, pero, visto desde hoy, queda claro que The Joshua Tree fue su cima artística definitiva. Ya estaba ahí en germen ese vago humanismo bienpensante que el correr de los años convirtió en una mueca burlona. Aquel humanismo estaba equilibrado por la frescura juvenil de la banda y por su inspiración musical. Hoy, lo pudimos comprobar en estos días en La Plata, quedó la belleza de las canciones guardada en el disco y en el boxset remasterizado y con versiones alternativas. También se afiató la tecnología que garantiza que todo suene y luzca como no podría haberlo hecho 30 años atrás, pero se perdió esa frescura que equilibraba. El cinismo fue abarcando todo el espacio del que el arte se retrajo. Hasta las canciones aparecen como instrumentos de mercadotecnia de la internacional demócrata y los compromisos políticos de U2 (encarnados especialmente en la figura distante y calculadora de Bono) se imponen en desmedro del goce artístico. La historia, el corrimiento del mundo cada vez más hacia la derecha, el cansancio vital, la angurria mercantil invirtieron el sentido de aquel humanismo genérico en un dispositivo de desprecio hacia los valores declamados, en un rito vacío de estremecimiento momentáneo inducido por el poder tecnológico y en propaganda descarada del sistema.
Relectura icónica es el concepto clave de esta gira: dado que las canciones son lo que son, lo que la gira de los 30 años les agrega es una interpretación dictada por las pantallas imponentes. Los primeros travellings remiten una vez más hacia París, Texas. Después vienen los fragmentos del discurso de corrección política, con burocráticas citas a Luther King, las referencias icónicas ya vacuas al binomio belicismo/pacifismo, la proliferación llamativa de banderas norteamericanas y las escenificaciones imposiblemente naives de un "ejército de salvación" formado por ancianos, que quizá constituya la confesión involuntaria del rol que hoy ocupa U2 en la escena mundial.
Quizás no sea casual que la llegada de U2 a la Argentina haya coincidido con la de Barak Obama. En todo caso, es inocultable esa alianza en el momento de la debacle artística y política del show: cuando al final clausuran toda relectura posible en un tributo genérico a "las mujeres", una mescolanza tóxica que pasa por Sor Juana Inés y Teresa de Calcuta, Eva Perón, las Madres de Plaza de Mayo, #niunamenos, Mercedes Sosa, Angela Merkel, Michelle Bachelet, Gloria Estefan, Hillary Clinton y... Michelle Obama, en un desfile frenético de imágenes devaluadas al ritmo de aquel gran tema de Achtung Baby que es "Ultraviolet (Light my way)".
El concierto del martes estuvo pautado por la trasmisión previa en las pantallas gigantes del partido Argentina-Ecuador. Fue de una precisión pasmosa la sincronización entre la pitada final del partido y el comienzo del show musical, lo que evidencia el continuo del flujo de entretenimiento que domina la visibilidad planetaria. Por si quedaban dudas, al final del show, después del indigno homenaje a las "mujeres" la enorme pantalla en el Estadio Unico se llena del demagógico amarillo del sol de la bandera argentina mientras Bono agradece a Dios la existencia de Lionel Messi y recita unas palabras de ocasión ensalzando el gran futuro que espera a esta gran, gran nación argentina.
3 comentarios:
Muy buena. coincido totalmente, y te agradezco por qu e le pusiste palabras a algo que siento, por lo cual no me resulta para nada atractivo ir a ver bandas que fueron de alguna manera "transgresoras", y que ahora se acomodan con el establishment.
le agregaría cuando hablas de la tendencia global a la retromania, la tendencia global al neoliberalismo salvaje , que atenta flagrantemente contra la cultura el arte y la educacion. gracias.
pero se les chisporotearon dristina y milagro!!! y esta noche la contundebcia de moira ... quizás un poco de la hija de moira.... podrían tomarse el trabajito de saber en donde estan parados...
moira es una argentina de etnia mapuche q habló como ninguno de los masculinos q colmaban el programa nocturno del gato
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