domingo, 4 de abril de 2010
Te suplico que me avises si me vienes a buscar
Tercera vez que veo a Charly en vivo en su etapa post "medicina". Ya es momento para empezar a trazar algunas conclusiones puramente estéticas (pasa que hasta ahora ha predominado una opinología que se vincula más a expectativas psico-sociológicas: me vi envuelto en debates con profesores de música que emitían un dictamen sobre el desempeño de García en Velez 09 en base a un flash que habían visto por TN con audio tomado de ambiente; también tuve que leer una chismografía escabrosa sobre el "zombie empastillado al que tienen que llevar de la mano hasta el piano porque no es capaz de moverse", presunta víctima de un experimento médico; se debatió también acerca de los precios de las entradas vips; todos asuntos que tendrán muchísimo interés para quienes tienen interés en dedicarse a estos asuntos; yo tengo a Charly como un artista relvante; de hecho: el más relevante músico popular argentino actual; así que hoy prefieron hablar de música. Y de escena).
La noche empieza con el tema de Pubis angelical, lo que es un emblema de la estética García: rock orquestal, suntuoso, clásico, atemporal, sin ostentaciones virtuosas, con una potencia melódica inapelable. Hay muchos Garcías posibles en estos casi 40 años de carrera, pero ese sonido orquestal es uno de sus hallazgos más característicos e inimitables: ¿quién ha podido hacer jamás una música así? Hay detrás de Pubis angelical un concepto, una depuración, una expresividad a la vez directa y sutil, refinada y popular. De todos los Charlys posibles es este el que elige Charly para presentarse hoy.
No está hoy el artista del arrojo performático, el de la disolución del formato canción. Por el contrario, el Charly 2009 elige preservar esa estructura prodigiosa de sus canciones -a las que en declaraciones periodísticas de esta semana dice que ha estado maltratando durante los últimos años-, exponerlas de manera limpia y escueta: llama la atención que varias de ellas sean tocadas en versiones breves, sin estiramientos, sin solos improvisados y sin "a ver, canten todos ahora", recursos tan usuales del manual del show de estadios. La confianza de Charly está puesta en la infalibilidad de su artesanía de la canción, en la eficacia del tema de 3:45 minutos, con planteo, desarrollo y conclusión, tal como fue concebido en 1973, 1978, 1987, 2000 o 2010, según el caso. Cuántas cosas caben en ese formato es algo que muy pocos artistas se dan el lujo de demostrar.
Charly hoy parece haberse convertido en el arqueólogo de su propio pensamiento hecho canciones. Es el indudable y único director musical de este concierto, el que asigna las partes para cada músico y busca un balance del conjunto. El sonido de la banda es potente y funcional. Las intervenciones del negro García López son hirientes por su fiereza rockera, el órgano del Zorrito echa llamas, mejor que nunca, y la voz limpia y precisa de Hilda Lizarazu le da brillo a cada canción. Los chilenos apuntalan con una base maciza, monolítica.
El concepto es: rock-orquestal, sobre ese cauce fluyen las mejores melodías compuestas por estos lares, las secuencias armónicas complejas que suenan siempre simples y las líricas más inspiradas. Son centenares de canciones las que respaldan cada paso que da Charly hoy en el escenario. Es él quien mejor las conoce y son estos los músicos más dúctiles para hacerlas: el resultado es que, durante dos horas y media el Luna Park se transforma en la glándula pineal del universo: regula los ciclos de vigilia y sueño, y sirve para contrarrestar los efectos del síndrome de diferencia de zonas horarias. Es también un poderoso antioxidante. Si alguien no cree que la música es capaz de lograr todo eso y más aún, que explique qué pasa con las canciones.
Hay momentos que son highlights: Llorando en el espejo, El amor espera, Vía muerta, Seminare, Filosofía barata, una formidable versión de Inconciente colectivo con Fabiana Cantilo, a cuatro voces, Influenza y el Himno Nacional (estas dos últimas, como es notorio, piezas que Charly no compuso pero se ha apropiado hasta hacerlas sonar orgánicamente suyas). La doble entrada final de Canción para mi muerte, primero con Charly solo al piano, reduciendo a su armazón esencial la fascinación que ha logrado este muchacho hacia el pueblo argentino desde la primera vez que esta canción sonó : Charly es esa canción, es él al piano. Entonces llega al primer estribillo, se para, saluda y sale del escenario, dejando a la gente (miles de personas en estado de comunión) completarla. Y la gente empieza a cantarla entera, cada vez con más fuerza, sin preguntarse si el recital ya fue, tomando la posta simplemente. El público termina y se aplaude esta vez a sí mismo (durante toda la noche la gente ha sabido arropar a Charly con los aplausos más cálidos que yo recuerde en mucho, mucho tiempo). Y.. ¿qué hacemos? ¿ya nos vamos? No, no nos vamos. Sale ahora la banda y empieza a hacer nuevamente Canción para mi muerte, en un formato folk-rock con mucha soltura, como si fuera el folklore de una ciudad al borde de un río inmóvil, con la evidencia de un accidente natural, como si escucháramos cantar a la brisa del río de la plata.
Está la banda sola: y de pronto se oye la voz de Charly, cantando en vivo pero off scena. De pronto, este tema que habla de su muerte, de la mía, encuentra una escenificación perfecta: la canción sigue aún cuando él no está. Esto, señores, es pensamiento.
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6 comentarios:
Hola Oscar: De Pubis angelical, que fue una película confusa , de cuya realización, se quejó tanto el autor de la novela - a quien estudio en este momento, Manuel Puig- se dijo incluso que ni siquiera la música de Charly, la salvaba. Y claro. Yo no la pude ver porque estudio más el teatro de Puig, pero...
¡ no podés ponerme "esa musiquita" aquí? Martha
I Walked with a Zombie!
Locos totales.
martha
Martha:
cierto, la película es mala, pero al final quedó la música de Charly como un hito de su obra y muy pocos se acuerdan de la película.
Si, de acuerdo. Lo que yo te pedía era si se podía poner la música de la película aquí y yo escucharla de ese modo.
me encantó el subtítulo del blog...
impecables, Charly y el artículo. saludos.
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