Mary and Max, de Adam Elliot
por Martha Silva
Mary es una niña Australiana de ocho años, terriblemente tímida y discriminada en el colegio, con una madre alcohólica que distrae mercadería del supermercado y la ignora olímpicamente, a ella y sus preguntas. El padre existe, pero está ausente, por ende Mary tiene infinitas preguntas que hacer, como la tan clásica acerca de cómo nacen los niños, pero no tiene a quién formulársela. Por ello, Mary busca al azar en la guía a un señor mayor que vive en New York. Es el Max de esta película, al que el menor acontecimiento lo saca del quicio: vive entre psiquiatras y psicofármacos.
Este es un asombroso film de animación en plastilina, narrado en un engañoso tono de cuento infantil, que esconde un desmesurado humor negro y cuyos ambientes pueden remitir al mejor Orson Welles, con la lúgubre escenografía de la residencia del ciudadano Kane.
Mary ha dado con un hombre igualmente solitario y discriminado, al que se le acercan con infinitos prejuicios por considerarlo sospechoso, entre otras cosas, por su peligrosa adicción al chocolate. En realidad, el pobre Max persigue la vida simétrica, pero siempre se enfrenta a acontecimientos que le provocan infinitos sobresaltos. Todo esto en un tono absolutamente caprichoso y desopilante.
El final no es feliz ni conformista, sino más bien inquietante, pero la conclusión podría ser muy alentadora: Dios nos dio familiares... Gracias a Dios que podemos elegir nuestros amigos. Joyita baficiana.
2 comentarios:
Hola, Martha.
Cuando la vi me gustó, pero había algo que me hacía ruido y no sabía bien qué.
Al otro día, escribiendo, pude desenredar la madeja.Permitime compartirlo con vos.
Mary and Max me trajo reminiscencias del film epistolar 84, Charing Cross Road, con Anne Bancroft y Anthony Hopkins enamorándose a distancia sin llegar a conocerse jamás. Pero sólo por un rato, puesto que Mary and Max, técnicamente impecable, con gags inolvidables (la muerte del mimo vale su visión) y one-liners ídem ("Si un taxista va para atrás...¿te debe plata?"), abusa del patetismo.
Diría que pertenece al (inventemos un subgénero) "determinismo poético", en tanto que ambos protagonistas, así como muchos personajes secundarios, padecen un destino marcado desde el mismísimo comienzo de sus vidas, y el trascurrir de sus episodios existenciales ilustrará la imposibilidad de apartarse de él (¿les suena Babel, de Iñárritu?).
La adorable Mary Dinkle devendrá, luego de la sucesión de catástrofes, en adicta al jerez como su madre; Max Horovitz, discriminado por judío, lunático, enfermo mental y un montón de cosas más, no conocerá el amor y vivirá y morirá solo. ¡Too much! ¡Inclusive los colores de sus entornos están preasignados en forma inamovible !
El final es el colmo del desencuentro forzado.
Pero todo esto, enmarcado en esa mezcla de gótico y expresionismo estandarizado por Tim Burton, está tan lleno de ideas visuales atractivas que fluye,"se hace corto"; y la gente a la salida del Hoyts, encantada, podría asegurarlo: la votaba como "excelente".
Yo terminé depositando en las urnas un "Muy buena", en parte contagiado por el entusiasmo de mi esposa y mi hija.
Hoy, repensándola un poco, tengo la sensación de que este tipo de films que ubican al espectador más infeliz en una posición de Dios Superior respecto de las vidas terriblemente desgraciadas que narran, incurren en una demagogia bastante repudiable.
No voy a entrar en la crítica de la crítica, pero trataré de explicar un punto que se incluye dentro de la Psicología.
Hya una tendencia a repetir moldes de conducta impartidos no verbalmente por la madre o miembros significativos de la familia que se denomina en la jerga psicoanalítica: compulsión a la repetición. O sea: para mí lo que sucede entra dentro de este nivel de análisis.
El joven director está muy informado. Este rasgo se modifica con tratamientos adecuados, un cambio de figuras influyentes etc.
Lo que sucede con Max en ese terreno, me hace recordar demasiado a los inolvidables padecimientos de nicholson en el film: Atrapado sin salida.A veces lleva a cierto esquematismo de los realizadores. Martha.
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