seguimos el debate sobre las películas
Secuestro y muerte y Los condenados
Un Bafici político
por Daniel Cholakian
Después de los discursos del director del Bafici, Sergio Wolf, respecto del carácter político de esta edición del festival y de manifestar su intención de intervenir en los debates sobre la historia reciente, el criterio usado para elegir los films Secuestro y muerte (R. Filippelli) como apertura y Los condenados (Isaki Lacuesta) como cierre del festival, no son cuestiones que deberían pasar de largo. Una diferencia importante nos presenta la confrontación de las películas. Sobre la argentina conocemos a su director, a sus guionistas, la pose política que han adoptado, desde los 80para acá y con qué sectores de la estética y la política construyen sus alianzas.
No pasa lo mismo con Isaki Lacuesta, cuyas únicas referencias rastreables en relación con la política de aquella década en Argentina hablan de un hombre preocupado por la suerte corrida por el esposo desaparecido de su amiga Cecilia Rosetto, que apoya la excavación que permita investigar los crímenes del franquismo y, según amigos comunes que me merecen mucha confianza, una persona que jamás apoyaría conscientemente la teoría de los dos demonios. Aún cuando está película parezca, a mi criterio, desmentirlo.
Lo primero que haré, para evitar algunas confusiones es dar cuenta de lo que entiendo por “teoría de los dos demonios”. Porque de la burda idea original por la cual los militares y las organizaciones armadas constituían grupos equidistantes en sus maldades y brutalidades, se ha ido sofisticando. En la actualidad es un conjunto de enunciados entre los que aparecen, por ejemplo, la reivindicación acrítica del valor sagrado de la vida [1]; la des-historización del análisis en beneficio de un universal intangible; la generalización del vicio militarista en las organizaciones revolucionarias, como si hubiera sido característica de todos los militantes y en todos los tiempos; la negación de la existencia de la política dentro de las propias organizaciones armadas; así nos encontramos con enunciados que aceptando la existencia de la opresión, sostienen que aun así, lo que hicieron las organizaciones armadas fue en su totalidad un error. En mi criterio, todas estas operaciones de sentido se incluyen en el campo de la teoría de los dos demonios.
Lo anterior no quiere decir que no puedan -y deban- hacerse muchas críticas a las distintas organizaciones. Pero no toda crítica entra en la categoría que describí anteriormente.
Respecto de Los condenados, en principio diría que atrasa 20 años en el debate que propone. ¿Cuál es la novedad? ¿La simplificación del conflicto entre los que se fueron y los que se quedaron? ¿La discusión acerca de la pertinencia de una acción violenta concreta como si fuera representativa de toda la violencia? ¿La estereotipación de los personajes? Además de la simpleza y la poca pertinencia en el presente de los tópicos, lo formal también contiene rasgos que acompañan ese atraso (la música incidental del comienzo, los gestos individuales de pensamiento e introspección, el uso del discurso político explícito como aparición explicativa).
Y al atrasar 20 años, el debate se sostiene con enunciados que se repiten como saberes valiosos y no son más que discursos del sentido común. Lo que parece presuponer el realizador es que, poniendolos en boca de quienes fueron protagonistas de la historia que se relata, los mismos adquieren valor de verdad.
La dramaturgia de la película se construye sobre la muy recorrida idea del encierro, un encierro del que nadie parece poder salir. En la selva, en el espacio abierto, pero un encierro simbólico. Un encierro en la historia. Un conjunto de personas que han sido militantes o familiares viajan a la selva a buscar el cuerpo de un compañero que está allí enterrado. Esa selva se constituye en un espacio dramático y significante. Todos ellos, salvo el exiliado, que regresa de España solo para esa búsqueda, y Silvia, la joven hija del muerto, están "atrapados" en ese espacio que es histórico. Ellos quedaron atrapados en la historia y no salen de allí. Ese es el nudo que estructura la dramaturgia, pero también la lectura histórico política que hace Lacuesta.
Lo elemental del relato político que sostiene Los condenados es que los que forman parte del conjunto de luchadores que se quedaron, los familiares y los que apoyan a los movimientos de DDHH se encuentran atrapados en el pasado. La búsqueda del cuerpo opera como el motor de la situación dramática. Ese cuerpo es el gran taumaturgo que va a operar la transformación. La aparición del cuerpo es lo que podrá romper el hechizo y devolver a estos sujetos a la historia (porque para ellos la historia está detenida). El que viene de afuera, de España (¿no es esto significativo?) es el que tiene el poder de desenterrar el cuerpo. El personaje de Fanego tiene el poder de reinstalar en la historia a sus personajes, lo cual se pone de manifiesto pleno en el final. ¿Dónde está? ¿Desapareció? ¿Se mató? Lo buscan desesperadamente por una sola razón: porque él, con la operación de hacer aparecer el cuerpo, él, el que vino de España, los obliga a salir de ese espacio congelado en el tiempo y retornar a la historia. Los deja solos para que armen su camino en el presente, ahora que no hay un cuerpo que los ancle en el pasado. Este es el centro de la interpretación política que presenta la película.
[1] Hago una aclaración para evitar debates típicos. No creo en el valor sagrado de la vida, en tanto lo sagrado es absoluto e indiscutible. Aquel que si cree en el valor sagrado de la vida, le cuento: San Martín o Güemes mataron y mandaron a matar a un montón de gente. La vida de esas personas muertas bajo sus espadas o fusiles, ¿no eran sagradas?
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En la medianoche de hoy en La otra.-radio vienen Daniel Cholakian y Rodrigo Seijas (de www.cineramaplus.com.ar) a debatir sobre las implicancias políticas de estos dos films. Y la música de The National.
Y a la una de la madrugada del lunes, una edición extra de Antojo: Led Zeppelin. FM La Tribu, 88.7, www.fmlatribu.com.ar
13 comentarios:
Apreciado Daniel: éste es el centro de la interpretación política que presenta el artículo: "Ahora que no hay un cuerpo que los ancle en el pasado". Pero, como tú mismo escribes, la película no termina así, sino justo al revés, con la ausencia de otro cuerpo, el de Martín. Quizás convenga releer todo tu texto. Un abrazo y gracias por tu atención. Isaki Lacuesta
Daniel:
coincido en líneas generales con la valoración que tenés de la película de Isaki. En cambio, quiero expresar mi discrepancia respecto de un punto que tratás al exponer una versión ampliada de la "teoría de los dos demonios". Incluís en dicha teoría "la reivindicación acrítica del valor sagrado de la vida". Bueno, evidentemente un tema de importancia filosófica, ética y política tan crucial merecería un desarrollo más amplio, pero es el caso que yo tiendo a creer en el valor sagrado de la vida humana, no sólo en un sentido biológico, sino de la dignidad de la existencia humana. Creo que ese valor se mantiene aún en los individuos más deleznables. Y por creer en eso no soy defensor de la teoría de los dos demonios. Considero que es hacerle un favor muy grande a la citada teoría, formulada con fines coyunturales en el prólogo del Nunca Más, asignarle a ella un principio de procedencia tan lejana y venerable como el "NO MATARÁS". Este principio, uno de los pocos que me interpelan verdaderamente, tiene una formulación clásica en la tradición judeo-cristiana y otra formulación moderna en la ética kantiana. Yo no estoy seguro de ser judeo cristiano y menos aún de ser kantiano, sin embargo esta es una máxima a la que no estoy dispuesto a renunciar. Por supuesto que mi adhesión a este mandato no la considero a-crítica: es posible sostener un debate todo lo extenso y profundo que sea necesario. Pero me parece que es un debate que se debe dar con total independencia de la teoría de los dos demonios y de la película de Isaki. Así que propongo analizar la película de Isaki y/o la teoría de los dos demonios dejando en suspenso el debate sobre el NO MATARÁS.
saludos
Puesto que "Los condenados" trata precisamente sobre la legitimidad o no de matar a una persona para defender una idea, me llama la atención que estén dispuestos a parcelar el debate a cachos como si fuera un campito. Nuestra intención al filmarla no era otra que apelar al debate sobre el NO MATARÁS. Sería triste que para evitar "debates típicos" ahora se la pasen discutiendo sobre estética, política y cine español. ¡Ánimos y al toro, seguro que podrán sacarle más punta a la discusión!
no ví esas peliculas. Desd eya comparto tu analisis sobre la persistencia d elos dos demonios y que puede rastrearse en otras obras tambien d elos ultimos tiempos.
Y personalmente discrepo del planteo de un festival más "político" d ehehco cuando leí esas declaraciones (y ojo que wolf me cae muy bien) me dije: Zas! no va a haber nada1 y nada no, pero solo hay que comparar con los años anteriores
Saludos cinefagos :) :)
Isaki:
es que yo estoy totalmente en favor del No matarás y por otro lado Los condenados y Secuestro y muerte me parecen films totalmente fallidos y desacertada la decisión de programarlos como apertura y cierre del festival (no me parece desarcertado el hecho de programarlos en el Bafici, sino de darles este lugar jerárquico).
Ahora ¿cómo lograr discutir este segunda cuestión (que es lo que anuncia el planteo inicial del post) si sería completamente eclipsada por el debate acerca del NO MATARÁS?
Yo quiero debatir Los condenados y quiero debatir el Bafici. Quiero discutir el amor al prójimo, el no matarás y el olvido de la preunta por el ser. Pero no puedo discutir todo junto al mismo tiempo.
.
Pero si se prefiere discutir todo a la vez, no me opongo, solo que no participaré si se plantea de este modo.
Hola Isaki, Oscar y jb. Antes que nada saludo con mucho agrado que Isaki acepte de modo tan franco un debate acerca de su película.
En principio no tuve intención de plantear un debate acerca del no matarás. Simplemente intenté aclarar de que hablo cuando hablo de la teoría de los dos demonios. Porque me parecía pertinente, porque si digo que en mi interpretación de la película entiendo que hay coincidencias con la teoría de los dos demonios, debo decir como creo que tal discurso se actualiza.
Oscar, nada más lejos de mí que suponer que vos pensás a-críticamente el No matarás. Lo que digo es que entre quienes sostienen la teoría de los dos demonios, uno de las cosas que aparece es un decir reiterado y pobremente elaborado acerca de la sacralidad de la vida. Al sacarlo del orden de lo sagrado (absoluto), propongo que se instale en el orden de la Historia, con lo cual discutir las acciones armadas, los asesinatos, los fusilamientos y tal, debería hacerse, en mi criterio personal, sin dejar las consideraciones históricas, más allá de las convicciones personales, que no tienen lugar a discusión. Pero eso es solo una parte de un complejo discursivo, que en tal caso no necesariamente es el centro de lo que me interesa trabajar en relación con la película. Así que mejor evitemos mantener este debate en este espacio.
Isaki, respecto de tu primer comentario. Tengo claro que al final falta otro cuerpo, lamento que mi interpretación de esa falta no sea la que vos haz elegido. A mí me preocupa, respecto de lo que aparece en la película no creo que se vea desmentido por el final. Lo que he visto en “Los condenados” es que todos los personajes, a excepción de Martín y Silvia, están atrapados en el pasado, para ellos la Historia no existe. Anclados en un pasado que no les permite sino repetir discursos, “lemas”, problemas. Excluidos de la historia de modo tal que han dejado de ser sujetos de la política. Justamente ellos, los familiares, la madre, que fueron los que después del momento trágico de la dictadura repusieron a la sociedad en la Historia y motorizaron la política.
El final no es sino la reposición en la Historia, de esos sujetos anclados en el pasado. Operación que ocurre con la aparición del cuerpo de Ezequiel. Ese final, donde todos buscan a Martín, y pido disculpas si mi interpretación te suena antojadiza, es simplemente la desubicación de aquellos que han estado habitados por el pasado y repentinamente han sido empujados hacia el presente. Poco importa, a mi criterio, donde está Martín.
Y creo, debo confesar, que esta interpretación se ajusta con el desarrollo de la película (voy a tratar de evitar divagaciones filosóficas, que en algunos casos serían aquí pertinentes).
Veamos si esto es verificable analizando a cada uno de los personajes.
Raul (Goetz) no sólo queda anclado en la historia, esto se verifica cuando propone que el error fue no entender la condición política en el pasado, y suponer que el momento para llevar adelante la lucha es el presente, más preocupante socialmente que entonces. Sin embargo, en mi apreciación su intervención más potente es aquella donde explica que las reglas de entonces siguen siendo las reglas de ahora. Lo que valió para fusilar a Ezequiel, vale en este mismo momento. Y, además, pretende mantener a todos en el tiempo congelado, cavando donde sabe que no está el cuerpo. Porque es Raul el que lleva a todos a ese encierro selvático donde no ocurre la historia y los congela en el tiempo (aun cuando el resto asiste voluntariamente). Así también opera sobre el joven Pablo, a quien va induciendo a sostener el discurso de la opción por las armas. ¿Por qué Raul pretende sostenerse en el pasado? Porque el necesita convencerse de su propia imagen heroíca. (sigue....)
Es cierto que existen militantes que suponen su paso por la lucha armada como una épica, pero están muy lejos de constituir arquetipos. Aquellos militantes que han quedado vivos, llevan años, tanto en el país como en el exilio, desarrollando un discurso crítico. Lo que Raul desea es proponerse como alter ego de Martín. En una pequeña discusión que sostienen, Raul le dice que ambos tomaron la decisión de matar a Ezequiel, lo que es negado por Martín, quien si era el comandante que tomó la decisión. Raul le asegura que si Martín no tomaba la decisión, él lo hubiera matado, Martín le contesta, "a quién ibas a matar, si sos un cagon". Esto pone a Raul en el lugar de lo que habitualmente se conoce como "perejil" en una jerga que es rechazada no solo por viejos militantes, sino por el amplio espectro de quienes están vinculados al tema de los DDHH en nuestro país y por la mayoría de los historiadores serios que trabajan la historia reciente. Los perejiles son, para quienes sostienen el valor explicativo de este término (no para Isaki, que no lo utiliza en absoluto) los "idiotas útiles" de una conducción militarista, ególatra, cagona y asesina. Repito yo propongo que en la película Raúl es representado de este modo, no que Isaki haya pretendido construír este discurso. La operación del espectador crítico es una interpretación, ajustada obviamente a lo propio de la película y a su propia subjetividad y todo el saber que lo constituye.
Este es uno de los estereotipos que aparece como existentes: el “perejil”. Lo cual trae una idea más propia de los servicios, que de cualquier discurso más sofisticado.
Andrea aparece enarbolando uno de los discursos centrales más abonados por los que sostienen la teoría de los dos demonios: el enfrentamiento entre la conducción que se escapó al exilio, y los militantes de base desprotegidos que se quedaron y que sufrieron el secuestro, la tortura y la desaparición. Esto tiene, obviamente, algún valor como discusión. Pero, con más de treinta años de importantes debates al respecto, y con la profundidad y los matices que reflejaron, parece muy simplificador dejar todo en una discusión de segundos. (acá hago una digresión: la mayoría del metraje de la película se ocupa de silencios y los debates son, diría, instantáneos, un par de frases hechas, respuestas ad-hoc, y todo queda allí hasta la próxima escena de discusión política. Esta estructuración, donde se aborda todo desde un conjunto de silogismos fácilmente discutibles, de las afirmaciones del sentido común con bajo nivel de información, me parece que es el punto que hace que esta película termine siendo pobre, y desde mi perspectiva, reaccionaria en tanto abona la discusión desde el contexto ideológico de la teoría de los dos demonios).
Claro que Andrea no solo se presenta en esta discusión, sino también en la voz del otro personaje de "afuera" que es Silvia su hija. En su monólogo, se queja de que su mamá no sabe nada de ella, que solo habla de los personajes del pasado y solo recuerda los "lemas" de la militancia. Acá podríamos trabajar algunas cuestiones en relación con el tema de la representación y el valor de verdad que este modo impone a sus palabras. Creo, sin haber podido ver la película más de una vez, que el modo que Isaki instala ese discurso y el personaje, privilegia el mismo en relación con la verdad.
Pero si hablamos de madres, Vicky en su rol de madre, instala a su hijo en ese pasado, ella, la que no pudo hablar de nada hasta hace un año, la madre cariñosa y cuidadora, la que sigue a su hijo al monte, lo instaló allí, lo congeló en su propia historia. Es ella, con su operación maternal afectuosa, la que le pone el fierro al hijo en la mano. Ella lo lleva a ese espacio atemporal lleno de significantes. Ella que parece la más equidistante, ella de quien no sabemos nada del pasado, salvo que estuvo chupada durante la dictadura, y solo habló 30 años después. (seguir....)
¿Cómo hizo entonces para poner a su hijo en ese lugar del pasado? Lo hizo con su gran teta, que no habla pero trasmite sentidos. Acá entonces están ambas madres, una que no estuvo para darle la teta y dejó abandonada a su hija, (no se la dio porque estaba con sus compañeros y lemas), mientras que la otra que de tanta teta le impidió salir a la calle (a la Historia).
Pero claro, hay una tercera madre. La tercera es Luisa madre del desaparecido, madre que no se muere hasta encontrar el cuerpo de su hijo. Y ¿qué madre es esa madre? Lejos de Las Madres, de las mujeres que con su cuerpo pusieron en la historia a la política argentina, esta es una madre pasiva, que no habla, a la que no hay que decirle la verdad. No se trata de que ella tenga un rol demasiado importante en la construcción dramática, pero ella también está incluida en el espacio temporal congelado. Y acá, de acuerdo al hilo interpretativo que intento construír, el tema es más profundo. Si la historia en Argentina no quedó congelada en la tragedia, fue por Las Madres. Acá me animo a decir algo complicado: el proceso intentó instalar en el país la Tragedia, que es la negación lo político (y lo político es el desarrollo de la Historia). No había resolución de conflicto sino puro asesinato. Donde esto pudiera ocurrir, la pura hegemonía de la muerte, la historia se detendría, porque desaparece el elemento conflictivo que la hace evolucionar. Por supuesto que esto no es sino una condición de posibilidad, no un concreto simbólico. Pero sin dudas fueron Las Madres que reinstalaron el conflicto y la historicidad en el país, de modo que si alguien no quedó instalado en el pasado fueron justamente Las Madres. Ellas, me animo a afirmarlo, fueron el motor de la historia. Y acá aparece otra vez el saber del sentido común en la película. La única madre está atrapada en el pasado. Es como decir "esas mujeres siguen hablando del pasado y no pueden mirar al futuro". Por lo tanto me parece que esa inclusión que parece tan inocente, no lo es.
Me quedan los jóvenes, que creo que redundaría al analizar sus discursos. Uno, Pablo, atrapado en ese pasado material y simbólico, carece de toda capacidad de análisis del pasado con el contexto político (está "tomado" por los discursos de Raul y Andrea). Silvia, desde afuera, aparece más contradictoria, más pura, más analítica, pero habla - y recuerden acerca del valor de su enunciación - con todos los textos del sentido común que circulan en nuestra sociedad del presente. Es cierto que es un personaje que ajusta al prototipo de tantos otros, pero esta contraposición, y las relaciones entre los hijos y los adultos presentadas en la película, simplifican tanto los debates presente entre los hijos, sus padres y compañeros, que terminan reafirmando todos los saberes instituidos por aquel conjunto de discursos sociales que en general llamamos sentido común y que está muy lejos de promover pensamiento crítico en relación al tema.
Sobre la cuestión militar, hay también mucho para pensar. La instalación del fusilamiento (y el ocultamiento) de Ezequiel, instala el debate sobre el militarismo. Ellos son (han sido) un ejército. Y eso no es el principio y el fin de la militancia armada en Argentina en los ’70. En absoluto, es parte de un proceso político. Obviamente existen infinidad de justificadas críticas sobre el militarismo en el que cayeron las agrupaciones. El camino ha sido largamente recorrido, y parte de la mejor crítica, lo hicieron los propios militantes. Sin embargo, en el texto de la película, no hay en la película el momento político de la Historia, es puro momento militar. ¿Cuál es, Isaki, la idea por la que ellos han matado? En la película es apenas una suposición y está dada muy pobremente. La única instancia clara de aparición de lo político es elemental y capcioso monologo de Raúl, que además es una de las operaciones de discurso que lo "congela" en el pasado. O sea que la función militar de estos hombres desplaza a la política. (sigue....)
Aun así, Martín, como personaje que proviene del exterior (y en este caso el exterior es el espacio de la historia, de lo dinámico, de lo vivo) es el único que puede poner en dialéctica ese pasado con el presente, el afuera con el adentro de ese espacio de encierro dramático. Y por lo tanto el portador de lo político. Acá podría caber una lectura por la cual habría en la película un “sentir” en favor de los exiliados, como aquellos que pueden ver mejor lo que no es visible para los que se quedaron. Es una posibilidad, podría estar basada en que la relación primera y seguramente principal del realizador con el tema sea su contacto con argentinos exiliados en España. Lo que hablaría de una visión sesgada. No quisiera hacer una lectura incorrecta al respecto.Sin embargo, no me parece que sea absolutamente inverosímil.
Bueno, si alguien leyó todo esto, vayan para ustedes mis respetos, pero por sobre todo mi agradecimiento.
Isaki, es probable que no estemos del todo de acuerdo, pero no podés negar que intenté sacarle punta a la discusión. Estoy dispuesto a que me mandes la película (bah! se la puedo pedir a nuestro común amigo Fausto Nicolás Balbi) y re verla para repensarla sin inconvenientes.
Mis más respetuosos saludos y espero no haberte ofendido si dije algo que no sea especialmente de tu agrado.
Daniel
De acuerdo, Daniel: es cierto que este asunto del No Matarás tiene un aspecto político y perfectamente historizable, es decir, posible de analizar en diversos contextos historicos. Cualquier discurso histórico (y la película de Lacuesta lo es) debe poder ser analizarse en estos marcos contextuales.
El tema del No Matarás planea por la película, como el mismo Lacuesta lo admite, de modo que es pertinente analizarlo en ese contexto.
Pero también el "No matarás" excede ese contexto, puesto que viene de mucho más lejos y propone links con la filosofía, la religión, la ética. Mi propuesta, a los efectos prácticos de este debate, se refería a que la discusión no se dispare para todos esos lados a la vez hasta volverse ingobernable.
En cualquier momento podemos retomar la discusión sobre el No matarás, un tema por lo visto inagotable a lo largo de milenios.
Obviamente que tengo absoluta coincidencia contigo en relación a tu último post.
Yo creo que vos estás en condiciones de elaborar un pensamiento crítico en relación con el tema, como pocas personas, entre las que conozco (y no es simple adulación gratuita).
Lo cierto, y en relación con "Secuestro y muerte", por ejemplo, yo pregunto: ¿Es consistente discutir el fusilamiento / asesinato / ajusticiamiento / condena de Ararmburu, sin poner eso en el contexto histórico? Yo creo firmemente que no. No creo en la sentencia universal en relación con el tema. Y creo que el decir "toda violencia es mala y no se puede hacer política con la violencia" es una sentencia que se inscribe en esta reformulación que intenté sobre la teoría de los dos demonios. Hasta ahí me da, más en profundidad, te acompañaría con acotaciones con mucho respeto.
Nos vemos, Daniel.
Daniel:
estoy convencido de que puedo sostener la "sacralidad de la existencia humana" (aunque este concepto merecería ser tematizado en todos sus términos) y aún así analizar un período histórico desde la comprensión y no desde el juicio moral. Moral e historia son esferas relativamente autónomas: todos nos sentimos horrorizados por el Terror, pero podemos, haciendo historia tratar de comprender el período de terror que sobrevino a la revolución francesa. Está claro que aquí "comprensión" no tiene nada que ver con "justificación", sino con una actitud hermenéutica. La moral no es muy fructífera cuandos se trata de emitir juicios sobre personas ya muertas. La única manera de tomar seriamente la moral es cuando uno la aplica en relación a sí mismo. Por eso no me interesa juzgar moralmente a Aramburu o a los Montoneros que lo mataron. Más bien me interesa comprender los motivos por los cuales hicieron lo que hicieron y las fuerzas históricas que cada uno de elos encarnó.
Pero dos películas tan inconsistentes como Secuestro y muerte y Los condenados no creo que puedan llevar a comprender nada. O nada más que los diversos grados de confusión ideológica con que hoy, 2010, intentan intervenir sobre el presente.
Porque si algo queda claro es que estas películas dicen casi nada sobre el pasado pero son intervenciones políticas sobre el presente. Esa es su política.
En el debate de radio de esta madrugada nuestro invitado Rodrigo Seijas sostuvo que el film de Lacuesta tenía que ser entendido como un ajuste de cuentas de una joven generación (aquella a la que pertenecen Rodrigo y el propio Isaki) respecto de una generación anterior, la que se comprometió con un proyecto "revolucionario". No sé si Isaki comparte esta interpretación , pero Rodrigo decía que en el film Lacuesta habla por boca del personaje de la hija y su largo monólogo de reproche hacia la generación de sus padres es la tesis política de Lacuesta.
Lo que Rodrigo no dejó demasiado claro es si Lacuesta se refiere a la generación de argentinos que se comprometió en proyectos de transformación en los 70 (con toda la vaguedad que implicaría semejante generalización) o se está refiriendo a la historia española; si en ese caso se refiere a los militantes antifranquistas de otrora o si se refiere a los etarras de hoy.
Si Isaki pretende decir algo de la actualidad argentina habría que aclararle que acá nadie está buscando huesos: que se discute la Ley de Medios, la vuelta al sistema de reparto en el régimen jubilatorio, la aplicación a las retenciones sobre las rentas extraordinarias que produce la exportación de productos del agro; se discute también si deben seguir los juicios contra los genocidas y la apropiación de menores por parte de los genocidas.
Todo eso se discute, pero nadie está buscando huesos en Argentina.
Quizá Lacuesta haya usado a la Argentina para hablar de España. Diario de hoy:
"INVESTIGA CRÍMENES DE LA DICTADURA FRANQUISTA. España marchó a favor del juez Baltazar Garzón. Más de 28 ciudades españolas se movilizaron a favor del magistrado y contra la causa de prevaricación que pesa sobre él por investigar al dictador español". http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=41116
¿Está Lacuesta tratando de intervenir en la actualidad política española?
Si Lacuesta sigue leyendo este blog quizá tenga la amabilidad de sacarnos de la duda.
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