por Martín Farina
La opera prima de Alexis Roitman cuenta el laborioso proceso de preparación del evento culminante de los festejos por el bicentenario. Un ambicioso proyecto que involucra a 1800 alumnos de 5to grado -alrededor de diez años de edad- de múltiples escuelas con diversos orígenes étnicos y religiosos. Judíos, musulmanes, gallegos, vascos, Bolivianos y laicos, todos reunidos para conformar un enorme coro que sin precedentes en el mundo intentará poner en escena un acontecimiento solidario, con un mensaje de hermandad, bajo el lema: una misma patria con distinto abuelo.
Ensayo de una nación es la ópera prima de Alexis Roitman, y fue proyectada en pre-estreno nacional en la sala Lugones, en el marco del docBsAs 2012. La experiencia de ver una película con la presencia de gran parte del equipo de trabajo, actores, productores, familiares, amigos, etc. suele aportar una atmósfera un tanto sobreexpuesta de excitación y entusiasmo. En este caso, esa experiencia fue aún mayor, porque la cantidad de personas involucradas en el proyecto Argentina canta por la paz fue realmente inconmensurable. Entonces, no solamente se respiraba esa atmósfera desde las butacas, sino en las propias imágenes que venían desde la pantalla de la sala a oscuras.
La película remite inmediatamente a süden, de Gastón Solniki, que registra un proceso similar, pero en el universo de la música académica, enmarcado en el regreso a la Argentina del músico contemporáneo Mauricio Kagel. Ensayos, preparación, desventuras, intimidades y matices dentro de esos intersticios que no suelen llegar al escenario en el momento del estreno. Esa profundidad en la observación que parece estar prometida al registro tecnológico audiovisual.
La película compendia este caótico proceso e intenta poner a dialogar una cadena ascendente de desconciertos que involucra a la sociedad en diferentes niveles de organización, cada uno encuadrado dentro de su propio funcionamiento. Losl conflictos se abren como un ramillete.
Propongo para desarrollar mi teoría, una tipología casera de descripción sociológica. El primero de estos niveles, quizás el más superficial -siendo el más lejano al ojo de la cámara- es el político gubernamental: el estamento que ejecuta la propuesta. Resulta muy gracioso el cambio constante de organizadores y docentes alrededor de los vaivenes protocolares del sistema político, fuera de campo. La mutación de fechas y horarios desencadena reuniones urgentes, desopilantes, que desencadenan a su vez grandes alteraciones y motivos, en general religiosos, que hacen tambalear la participación de muchos de los chicos.
Propongo para desarrollar mi teoría, una tipología casera de descripción sociológica. El primero de estos niveles, quizás el más superficial -siendo el más lejano al ojo de la cámara- es el político gubernamental: el estamento que ejecuta la propuesta. Resulta muy gracioso el cambio constante de organizadores y docentes alrededor de los vaivenes protocolares del sistema político, fuera de campo. La mutación de fechas y horarios desencadena reuniones urgentes, desopilantes, que desencadenan a su vez grandes alteraciones y motivos, en general religiosos, que hacen tambalear la participación de muchos de los chicos.
El nivel institucional funciona a ciegas, organizadores y colegios se mueven en arenas movedizas debido a las mutaciones del nivel político superior y la actividad docente inferior. El aspecto logístico y la realización artística caminan juntas hacia un horizonte que no se sabe bien si se trata de un atardecer consagratorio o un precipicio anticipado. Sospechan que la realización es imposible, pero igualmente no se puede detener.
Esta descripción nos permite pasar al tercer nivel, que es donde la cámara se detiene con más tiempo, y configura sin dudas el nudo discursivo de la propuesta observacional. Me refiero al vínculo educativo de las profesoras de música, la directora musical, arregladores e instrumentistas con los chicos. En este punto, el director Alexis Roitman, que es además uno de los dos camarógrafos -confieso que tuve la sensación de que los camarógrafos habían sido no menos de diez- realizan una tarea notable. Como si intentaran prefigurar el destino de la incomunicación endémica que somete a los adultos, el director nos muestra todo ese crisol de micro conflictos que convoca a los niños: distracciones, resistencias, juegos violentos, peleas y faltas de atención. Cuando se sienten ridículos aprendiendo coreografías, van en penitencia, o se enamoran de chicas de otros colegios. Momentos preciosos, hiper-significantes, que van coloreando el ánimo de incertidumbre de la noble empresa.
Con este mapa de la cuestión nos acercamos al desenlace, que intuyo no se escapa del plano descriptivo. La película resulta una descripción que estructura su mapa de observación desde el montaje a partir de la búsqueda de esos micro conflictos que hagan avanzar la trama, tal vez con una demanda formal súper urgida de conflicto. Como expuso su productor en la charla previa a ver el film, sin conflicto la película es aburrida. Y esta película es muy entretenida, con una carga emotiva intensa, probablemente producto de la cantidad de personas involucradas ilusionadas y la tarea de los camarógrafos al esperar que se manifiesten esos bellos momentos de inocencia infantil.
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