AMIA: ¿Acabó el encubrimiento como Política de Estado?
por Juan José Salinas (publicado originalmente en el blog Pájaro Rojo)
Entrevistado para Minuto Uno, el programa de Gustavo Sylvestre, Santiago O’Donnell, jefe de Internacionales de Página/12 y autor de Argenleaks, dijo que el caso AMIA es “una rareza” porque desviar las investigaciones para que nunca se averigüe quién ni por qué había demolido la mutual judía constituyó hasta ahora una verdadera “política de Estado”. Explicó que eso es algo excepcional en un país dónde prácticamente nunca el oficialismo y la oposición se ponen de acuerdo. En este caso, en cambio, destacó, el encubrimiento forjado por Estados Unidos e Israel con el gobierno de Carlos Menem, continuó con los gobiernos de De la Rúa, Duhalde y Néstor Kirchner. Y durante todo ese tiempo fue acompañado no sólo por Clarín y La Nación, sino también por su diario, Página/12, y otros medios. De hecho no hubo ninguno que se apartara de la Historia Oficial: esto es, que Irán le había ordenado a Hezbolá que atacara a la AMIA con una camioneta-bomba conducida por un chofer suicida. Ninguno.
O’Donnell puntualizó que su diario le impidió publicar los muchos despachos de la Embajada de los Estados Unidos referidos al tema AMIA revelados en el Wikileaks, documentos que le entregó Julian Assange en un pendrive cuando Santiago lo entrevistó en su cárcel dorada de la Embajada de Ecuador en Londres.
Fueron dos largas décadas de travesía en el desierto para quienes nos negamos a sumarnos a “la cadena de felicidad” de quienes recitaban como loros aquella historia falsa pero tranquilizadora.
Fue Cristina, al impulsar el memorandum de entendimiento con Irán, quien comenzó a correr la manta. Lo que provocó un terremoto cuyas reverberaciones provocaron la muerte del fiscal y la unidad de toda la oposición en torno al rechazo visceral que les provoca ella y las políticas que impulsa. Entre ellas, las de alumbrar el sórdido transfondo de los atentados.
Han convocado una manifestación para el próximo miércoles de ceniza que remeda la del Corpus Christi de junio de 1955 que prologó el bombardeo de Plaza de Mayo, que a su vez fue el preludio de la cruenta deposición del presidente Juan Domingo Perón y el inicio de un largo ciclo de violencia que solo comenzó a terminar con la derrota en Malvinas. Por suerte, los profetas del odio ya no cuentan con cazabombarderos.
Cuando Mauro Federico -que secunda a Sylvestre- le preguntó a O’Donnell por qué todos, tirios y troyanos, montescos y capuletos, habían acordado huir de la verdad, O’Donnell dijo que porque en el caso AMIA “la verdad era demasiado dura para que se pudiera aceptar”.
¿Era? ¿Ya no es? Cristina inició el movimiento, y Horacio Verbitsky, primus interpares de los periodistas de Página/12 y presidente del CELS puso el pasado domingo “más que en duda” la existencia de la supuesta Trafic-bomba que es la piedra basal del encubrimiento.
Hay, pues, una pequeña esperanza de que se pueda revertir esta situación de absoluta impunidad de los asesinos, situación que, como bien dijo O’Donnell, pone en evidencia que si no hay más atentados con decenas de muertos es solamente porque quienes han atentado contra la Embajada de Israel y la AMIA-DAIA no han tenido motivacióne$ para perpetrar un tercer ataque.
O’Donnell dijo creer que fue Stiuso – que concentraba las relaciones con los servicios de inteligencia extranjeros, particularmente los de Estados Unidos, Israel y Alemania- quien obligó de alguna manera a Nisman a presentar su insustancial acusación a la Presidenta y su canciller en plena feria judicial. A mi me parece que una vez que Stiuso fue jubilado compulsivanente, Nisman intentó reemplazarlo en esa tarea… pero eso no es tan importante como la opinión de Santiago de que fueron Patricia Bullrich y Laura Alonso, particularmente la primera, quienes metieron a Nisman en un callejón sin salida.
En efecto, el plan de Nisman era distribuir una síntesis de su denuncia entre los periodistas, presentarla, alegar que no daba a conocer todo su texto porque había partes que constituían “secreto de estado” y regresar a Europa el 19 de enero, pero la convocatoría de Bullrich a exponer en la Comisión de Leyes Penales de la Cámara de Diputados que ella preside, fue (tras los desaires sufridos por parte de la jueza de turno, Servini de Cubría, del juez natural de la causa, Rodolfo Canicoba Corral, y del ex secretario general de Interpol, Robert Noble) una encerrona fatal, ya que Bullrich no podía reglamentariamente impedir que asistiera a esa reunión cualquier legislador, y los kirchneristas habían anunciado que irían todos.
Y, como le queda claro a cualquiera que lea la deshilvanada presentación que Nisman trataba infructuosamente de adecentar, no tenía para ese crucial envite ni un mísero cuatro de copas.
Si para O’Donnell está claro que Nisman se suicidó, antes, en el mismo programa, Carlos Alberto Telleldín, el hombre por cuyas manos pasó una Trafic-señuelo y que será nuevamente sometido a juicio por su participación en el desvío de las investigaciones hacia una banda de policías bonaerenses que nada habían tenido que ver con el atentado, había dicho que a su juicio Nisman había sido asesinado… por la CIA y/o el Mossad, “para quienes valía más muerto que vivo”, ya que su objetivo es “provocar un descalabro institucional”.
Ambos coincidieron en denostar la convocatoria de un pequeño grupo de fiscales muy cuestionados (dos de ellos, German Moldes y Raúl Pleé, por poner palos en la rueda para impedir que se esclarezca el encubrimiento en la causa AMIA), pero quien volvió a poner el dedo en la llaga fue O’Donnell, al decir que identificar y meter presos a los asesinos “es una deuda mayor” y que “no es posible tapar lo de la AMIA con lo de Nisman”.
En eso estamos.
Lo primero: unificar la causa de la Embajada de Israel con la de la AMIA.
Postdata: este domingo a la medianoche viene Juan José Salinas, uno de los periodistas que más saben sobre estos casos, a La otra.-radio, FM La Tribu, 88,7, www.fmlatribu.com
1 comentario:
No tengo ningún conocimiento especial del caso, pero la figura de Lagomarsino llevándole su 22 a Nisman me recordó algo:durante el imperio otomano existía la costumbre por parte de los sultanes de mandar un cordel de seda a los nobles caídos en desgracia. Todos accedían al convite y se suicidaban con él, porque sabían que una vez recibido ese presente no tenían salvación. Tal vez - solo tal vez-los jefes de Nisman en la Embajada cambiaron el cordel de seda por una 22,para modernizarse ¿vio?
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