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Al actuar como jefa de La Cámpora en detrimento de los intereses populares @cristinafkirchner.bsky.social se arriesga a devaluar su legado. En Rosario se la vio aislada, simulando liderar a una totalidad que no está, ansiosa por revalidar una relevancia que ni siquera debería estar en discusión.

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— Oscar Cuervo (@oscaracuervo.bsky.social) 24 de noviembre de 2024, 3:45

jueves, 26 de julio de 2018

Arde París

Paris is burning (Jennie Livingston) en el ciclo "Cuerpos capturados" - Sábado 19:30 hs. en Ayacucho 483


"Cuerpos capturados" es el ciclo que estamos haciendo los sábados de este invierno en Fundación IWO, Ayacucho, 19:30 hs. El concepto de "cuerpos capturados" podría sintetizarse en estas tesis:

- El cuerpo funciona como el gran eje ordenador del plano cinematográfico, capaz de articular disyunciones tales como ficción/documental, forma/materia, naturaleza/cultura, espacio/tiempo, campo/fuera de campo. El cuerpo también cumple una función decisiva en la sintaxis cinematográfica, a través de la distinción entre figura-fondo y también en la clasificación de los tamaños de plano, ejes de miradas y de movimiento. 

- El sistema neoliberal no es una entidad inmaterial que flota suspendida en una nube virtual, sino que está encarnado en los cuerpos de todos los que vivimos capturados por él. Es posible hallar las marcas del sistema inscriptas en nuestros cuerpos.

- El cine es el dispositivo más apto para capturar estas marcas.

- En "Cuerpos capturados" el adjetivo mantiene esa doble acepción.

Como se ve, estas tesis se refieren tanto al ser del cine como también a nuestro estar en el mundo en la época neoliberal. Obviamente, las tesis no pretenden agotar de manera exhaustiva ni el ser del neoliberalismo ni el del cine, sino exponer la posibilidad de vincularlos.



París is burning (EEUU, 1991) tiene todos los requisitos para cumplir estas tesis. En la segunda mitad de los años 80, la cineasta y militante lesbiana Jennie Livingston filmó la cultura callejera de las comunidades gay, travesti y transexual, negras y latinas pobres de New York. Retrató la intimidad de una serie de personajes de estas comunidades, cuyas vidas tuvieron diversa suerte, desde la consagración en el show business hasta el asesinato, pasando por la búsqueda de reconocimiento social y las rivalidades internas entre las diversas casas -houses-, entre tribus y familias ensambladas, con sus figuras maternales y paternales, grupos de contención de estas personas vulnerables. 

La película muestra la práctica del voguing, una síntesis muy creativa entre las peleas callejeras y la parodia de gestualidad de los desfiles de alta costura. Esta modalidad artística sería llevada al rango de gran espectáculo por Madonna en la canción y videoclip del mismo nombre.







Otra práctica de la cultura gay ochentosa que la película muestra son los desfiles organizados en galpones (Balls), certámenes en los que los participantes, caracterizados con ropas femeninas o masculinas, compiten en varias categorías. Algunas se basan en la cultura blanca, como la figura del ejecutivo o la del estudiante de las universidades prestigiosas del noreste yanqui. Otras juegan con los emblemas de la femeineidad y sus diversos devenires: desde la travesti sofisticada, con vestuarios costosos especialmente robados para la ocasión, hasta la marcadamente masculina. Otras, como la "bangie", están inspiradas en la cultura callejera negra y heterosexual. En cambio, la competencia con uniforme militar busca otro registro de legitimación, que enfatiza una masculinidad parodiada. La "realidad" (realness) no es una categoría específica, sino un valor transversal a todas las categorías en competencia, que mide la habilidad para hacer que el personaje se parezca lo más posible al modelo “normal” en que se inspìra, de modo que no pueda señalársele su naturaleza paródica. Se emulan normas raciales y de clase que representan el cuerpo de nadie, eidos que regulan los comportamientos, pero al que ningún comportamiento termina de alcanzar.


Seis años tardó Livingston en terminar su película. Al finalizar tenía 70 horas de material que le llevó dos años editar. El rumor de lo que la directora se proponía hacer le trajo complicaciones, de modo que para pedir fondos ella evitaba entrar en detalles. Consiguió dinero del Nacional Endowment for the Arts en un período en que la organización era atacada por financiar a artistas polémicos como Robert Mapplethorpe y Andrés Serrano. Muchas de las organizaciones gay de la época se negaron a respaldar su película, sospechando que no iría a representar una imagen edificante del gay, que facilitara el proceso de integración. Para la directora el problema era que Paris is burning “no trataba de un sector de la sociedad gay que las organizaciones gay querían mostrar o promover. Las drag queens, negras y latinas y pobres no eran un tipo blanco agradable que podés presentarle a tu mamá”, afirmaba. Ser una lesbiana blanca tampoco la ayudó: la acusaron de ser una explotadora, de propiciar el voyeurismo. Más allá de estas controversias, "Paris está ardiendo" es uno de los documentales más poderosos de las últimas décadas.


En el capítulo "El género en llamas: cuestiones de apropiación y subversión" de su libro Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo" (Buenos Aires, Paidós, 2002) la filósofa Judith Butler hace un extenso y agudo análisis del film París is burning (Jessie Livingston, 1991). En el texto, Butler explaya de manera notable la ambivalencia radical de la ley en su función performativa de los géneros. Esta ley funciona como una fuerza a primera vista meramente invasiva, violatoria, pero a la vez le permite al sujeto interpelado constituirse socialmente en ese mismo acto y en su interpelación abre las posibilidades de que el sujeto habite la ley de modos diversos, más allá del binarismo obediencia-desobediencia. Citando el ejemplo de Althusser, cuando un policía amonesta a un sujeto "¡Eh, usted!", lo pone simultáneamente en el lugar del sujetado por la ley y en el del que puede no solo rechazarla sino también ocuparla de modos que desvinculen el poder de reconocimiento del poder de castigo. La ley prohíbe al mismo tiempo que vuelve al amonestado un ser posible de resignificarla y hacerse en dirección hacia su libertad (ver acá), de maneras no previstas.



Es en esta máxima ambivalencia donde Butler reconoce el carácter desencubridor de las prácticas registradas en Paris is burning. La comunidad gay pobre habita la norma heterosexista de modos muy ambivalentes: paródicos, trasgresores, replicantes de las jerarquías de la sociedad heterosexista, clasistas, racistas, fraternos, subversivos o a veces facilitadores de nuevos modos de sojuzgamiento. Butler, en su atenta mirada de Paris is burning, no se olvida de la condición de posibilidad de la propia película: se trata un documental en apariencia "etnográfico", realizado por una militante feminista que se guarda fuera del plano -sustrae en apariencia su cuerpo- y así introduce el poder fálico de la cámara, la que otorga ambiguamente a los sujetos capturados una satisfacción de sus anhelos de trascendencia y notoriedad. Butler piensa también la función del espectador que, enhebrado en el mismo dispositivo de ambivalencia inmanejable, desde la butaca, con el cuerpo alejado de esos otros cuerpos capturados en la pantalla, toma contacto con estas comunidades exóticas que exhiben sus diversidades, contaminadas por la misma normatividad que quieren burlar: ¿qué rol se juega en la posición del espectador de un film así? 




En la sección titulada "El travestismo ambivalente" Butler escribe:

"Quisiera pasar a considerar el film Paris is burning y lo que esa película sugiere sobre la producción y el sojuzgamiento simultáneos de los sujetos en una cultura que parece arreglárselas siempre y de todas maneras para aniquilar lo "anómalo", lo "anticonvencional" queer, pero que aun así produce espacios ocasionales en los que pueden parodiarse, reelaborarse y resignificarse esas normas aniquiladoras, esos ideales mortíferos de género y raza. En ese filme, así como hay desafío y afirmación, afinidad y gloria, también hay una especie de reiteración de normas que no pueden llamarse subversivas, pero que conducen a la muerte de Venus Xtravaganza, una transexual no operada, travesti, prostituta y miembro de "House of Xtravaganza". ¿A qué demandas interpelantes responde Venus y cómo debe interpretarse la reiteración de la ley en su manera de responder?

Venus y, de manera más general, Paris is burning, plantea si hacer una parodia de las normas dominantes basta para desplazarlas; en realidad, si la desnaturalización del género no puede llegar a ser en sí misma una manera de reconsolidar las normas hegemónicas. Aunque muchos lectores interpretaron que en El género en disputa yo defendía la proliferación de las representaciones travestidas como un modo de subvertir las normas dominantes de género, quiero destacar que no hay una relación necesaria entre el travesti y la subversión, y que el travestismo bien puede utilizarse tanto al servicio de las desnaturalización como de la reidealización de las normas heterosexuales hiperbólicas de género. Parecería que, en el mejor de los casos, el travestismo es un sitio de cierta ambivalencia que refleja la situación más general de estar implicado en los regímenes de poder mediante los cuales se constituye al sujeto y, por ende, de estar implicado en los regímenes mismos a los que uno se opone".




(Se puede leer más sobre el análisis de Judith Butler de Paris is burning en el blog Un Largo, acá: Esto de "ser hombre" o "ser mujer" son cuestiones internamente inestables (Judith Butler).

Paris is burning (Jennie Livingston) se verá y analizará este sábado 28 de julio a las 19:30 en Ayacucho 483.

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