Dijo Alejandro “Coco” Garfagnini, referente del Frente Milagro Sala, mirando a la multitud que se congregó el lunes 9 de julio en la 9 de Julio:
“Esto no es causal: acá no hay gente que apaga la televisión, sale a la calle y viene. No. Son compañeros que están organizados. Esto es posible porque hay miles y miles trabajando en el territorio, una militancia que está surgiendo y se está haciendo cargo de la agenda de este país”.
Yo pienso que en estas plazas convergen todas las plazas que venimos haciendo desde enero de 2016, tan despreciadas por la ortodoxia peronista que bancó al Triunvigato, que a su vez bancó que el macrismo nos llevara a esta situación dramática de la que vamos a salir haciendo estas plazas cada vez más anchas. Recuerdo a los desencantados que se reían de las mateadas de Kicillof en el verano del contento macrista. Recuerdo la sorna con que poetastres y lemondiplomatistas se referían a las plazas de la resistencia que crecían desde el pie. Recuerdo a uno de esos poetastres que, al enterarse de los resultados de las elecciones de octubre pasado, se resignaba con celeridad: "empecemos a pensar en 2023", cosas que solo se les pueden ocurrir a los que creen que van a llegar a 2013 haciendo versos. Yo en cambio encuentro una clara continuidad entre estas plazas multitudinarias de hoy y las primeras mateadas en Parque Chacabuco, Parque Centenario o Bariloche, que en el zenith del macrismo despertaban las burlas de los que apostaban por la ancha avenida del medio. Al final la única ancha avenida la fuimos construyendo desde las plazas de la resistencia que los ortodoxos del orto y los poetas desencantados ninguneaban.
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