todos estamos igual

lunes, 9 de enero de 2012

La visión recuperada

Sobre La cueva de los sueños olvidados, de Werner Herzog


por Oscar Cuervo

a Roger Koza

Lo que resulta singular en la filmografía de Werner Herzog es su fidelidad a una obsesión: usar el cine como un órgano de visión que extiende la potencia de la mirada humana hasta el límite de lo posible; por esto creo que corresponde muy bien llamarlo un cine visionario. Nada de lo que Herzog nos hace ver es un "invento" suyo (en el sentido en que Javier Porta Fouz y Leonardo D'Espósito celebraban la invención de un nuevo universo en el Avatar de James Cameron), todo lo que se ve en el cine de Herzog existe en nuestro universo y en nuestro planeta; y en esto parece ser el realista más radical, contra todas las apariencias de "delirio" con que suele asociarse su obra. Sólo que desde hace años Herzog viene errando por el mundo en busca de aquellas imágenes "vírginales" que invocaba en una conversación ya célebre. La lucha de Herzog, reconocible desde Fata Morgana hasta The wild blue yonder, no consiste de ningún modo en viajar en busca de imágenes extravagantes (como si fuera un Pino Solanas de la deformidad), sino en reactualizar cada vez la mirada atónita de la primera proyección de la llegada del tren a la estación. Ver no para reconocer, sino para des-conocer. Lo extraño, nos invita a pensar, no es ningún mundo imaginario, sino este mundo nuestro. No hace falta desarrollar técnologías costosas, sino tan solo salir a la busca de las imágenes. Y algo más todavía: hay que usar la cámara para descubrir lo alucinante en lo real.

El cine, desde que existe, está tironeado por esas dos fuerzas aparentemente contrapuestas: lo real y la alucinación. El momento "real" (la huella de la luz sobre el soporte de la imagen, huella impresa en el momento del registro) y el momento "alucinatorio" (cada espectador alucina, por una deficiencia de la percepción humana, un movimiento allí donde sólo hay imágenes quietas o, con la tecnología digital, un rapidísimo barrido de puntos). De modo que la magia del cine es posible porque se superponen dos proyecciones simultáneas: el haz de luz que atraviesa la sala hacia la pantalla y la impresión de movimiento que el espectador "proyecta" sobre la pantalla. Es una verdadera lucha de titanes entre lo real, mecánica o electrónicamente capturado, y el sueño, ese real otro. Cualquier película contiene ambos principios: por más obsesivo que sea el control de la puesta en escena por parte del cineasta, el cine está vivo en la medida en que se escapa de las manos a todo control.

Los dos párrafos anteriores fueron escritos -con levísimas variantes- hace dos años a propósito de la coincidencia en las carteleras porteñas de Avatar y un ciclo de documentales de Herzog. Pero viene totalmente a cuento ahora que se acaba de estrenar La cueva de los sueños olvidados, su primera película en 3D. Y el lugar por el que le quiero entrar al asunto es la última frase del párrafo anterior: el 3D herzoguiano descontrola el funcionamiento perceptivo del espectador. La clave misma de la película se muestra en ese leve desfasaje que se produce continuamente entre el dispositivo tecnológico del 3D y el acomodamiento de la mirada para hacer legible la imagen de manera clara y distinta. Nuestra mirada cotidiana se fue educando para producir esas reestructuraciones bruscas de figura y fondo sin necesidad de pensarlo. Supongo que cuando éramos bebés, cuando estábamos descubriendo el mundo y simultáneamente aprendíamos a mirar, el mundo, nunca más cerca de la mirada animal que en ese momento, debía estar siempre desbaratándose para nuestros ojos. Eso es lo que parece cifrarse en la mirada perpleja de los bebés, algo que después de siglos de filosofía podríamos denominar "asombro", pero que en el tiempo real de la mirada del niño es el propio mundo haciéndose, deshaciéndose y rehaciéndose ante sus ojos. En ese momento no contamos aún con la idea de mundo, ni con la idea de objeto, ni con la idea de yo, así que todo es un gran despelote.


En las películas habituales que vemos en 3D esas cosas no pasan, porque cada plano está minuciosamente calculado para darnos una visión consistente. En el 3D de Herzog eso pasa, no porque no haya logrado esa pericia técnica, sino porque el rumbo mismo de su autoría busca la inconsistencia de la visión y esta película es el destino natural de este rumbo de años. El Epílogo de La cueva de los sueños olvidados acentúa esa inconsistencia hasta el paroxismo. Allí Herzog se sumerge en el habitat enrarecido de los lagartos albinos, esas criaturitas nacidas para ir a parar a la cinematografía herzoguiana. "¿Qué es lo real? ¿qué es ilusorio? ¿se encontrará el lagarto con su auténtico doble (Doppelgänger es la palabra que él utiliza en su lengua natal) o sólo se enfrenta a su propio reflejo?". El momento es desconcertante por donde se mire, porque nada hace prever en el transcurso de la película la irrupción de los lagartos albinos, ni tampoco es inmediatamente comprensible la analogía que Herzog propone entre la mirada del humano y la mirada de este ser mutante; pero sobre todo porque la imagen alcanza en ese momento el colmo de la inestabilidad y las coordenadas espcaciales se nos licúan ante los ojos. Esas imágenes dislocadas son, en un sentido, altamente alucinógenas, pero, en otro sentido, son las más realistas que el cine haya logrado, porque el mundo y la mirada del mundo se muestran entonces en su insanable inconsistencia. La voz en off de Herzog nos pregunta si no seremos sin saberlo nosotros mismos los lagartos albinos que miramos este mundo extraño. El salto que en ese momento da la película es brutal, porque hace alusión al surgimiento mismo de la mirada, no solo a nivel individual, sino en el plano más amplio de la especie humana. ¿Puede filmarse el nacimiento de la mirada humana emergiendo desde el fondo oscuro de la naturaleza? Ese nacimiento no es una transición sino un salto. Y la película de la que estamos hablando no cuenta simplemente el hallazgo de unas pinturas rupestres muy antiguas en el fondo de una cueva -"una cápsula de tiempo". Lo que Herzog se propone -y creo que lo consigue- es aproximarnos a ese momento vacilante que precede al nacimiento de la mirada humana, un acontecimiento ocurrido hace 40.000 años en la visión de un contemporáneo nuestro, que estaba inventando al mismo tiempo el arte de la pintura y el cinematógrafo. Y que vuelve ocurrir en nuestra mirada cuando vemos La cueva de los sueños olvidados. (continuará)

9 comentarios:

julieta eme dijo...

cuál es Fata Morgana que no me acuerdo? la que es increíble es la de los pozos de petroleo...

el otro día me acordaba que todavía no le perdono que no haya puesto la grabación del tipo al que despedazan los osos al aire... jaja

La cueva de los sueños olvidados me encantó. por momentos es graciosa. por momentos es alucinante. por momentos desafía la imaginación. realmente muy buena.

Roger Koza dijo...

Un gran texto y un sentimiento y una razón común por este film extraordinario. Su colega albino, agradecido por la dedicatoria. RK

bernabó dijo...

Lo que enriquece lo documental también es que es una película filosófica.
Yo creo que no sólo nos remite a la primera mirada, pone en duda nuestra manera presente de ubicarnos (mirar) en la existencia.
Nuestra cosmovisión separa en compartimientos individuales a la naturaleza y al mundo humano. Pero la selva tropical producto de la tecnología "artificial" genera una vida nada diferente a la nuestra en su mecánica. Todo el artificio, finalmente no está hecho más que de elementos que se encuentran en la Tierra o que se crean a partir de estos. Y también a partir de la inteligencia y el pensamiento humanos que igualmente forman parte de la naturaleza.
Y ahí nos deja, flotando como el cocodrilo albino que no sabe que su selva es producto de una usina atómica que levantaron otros animales tecnologizados (y le da igual), como nosotros no sabemos qué hay más allá de lo que llamamos naturaleza y vida.
La anécdota del ex juglar que cuenta como el aborigen australiano se puso a pintar la piedra y que contrasta tanto con la puerta, los caminos y las restriciones levantados por los científicos en la cueva, también nos mueve a lo cocodrilesco albino de nuestra mirada.
Por otro lado, el arte, que es uno de los temas del documental, también es inquietante y desconcertante.
Otra cosa que me pasó con esta peli es que acepté la voz de Herzog como personaje. Hasta ahora me desagradaba bastante su voz y su acento y los aceptaba como algo que venía con el paquete. Pero esta vez, le reconocí el carácter de personaje y me empezó a gustar...

Martha dijo...

Por lo visto y oído...no se 0uede seguir viviendo sin ver esta película. Claro, Herzog, nada menos. En fin...me dejo llevar dócilmente.

julieta eme dijo...

oscar: el otro día me quedé con ganas de preguntarte: viste alguna vez La guerra del fuego? te parece buena?

según lo que dice en wikipedia está ambientada 80.000 años antes y los protagonistas son un grupo de neandertales que se encuentra con otro grupo de homo sapiens.

a mí me pareció interesante. la vi hace mucho.

carmen dijo...

Dejate llevar, Martha, una de las experiencias más extrañas y cautivadores que viví últimamente, no te vas a arrepentir

Lilián dijo...

qué lindo, volver desde otro lugar, casi al amparo del silencio y encontrarme esta nota sobre Herzog, la mirada, las huellas y su voz que es parte también de una forma de mirar el mundo.

Oscar Cuervo dijo...

Julieta:
es mejor que busques Fata Morgana en youtube, ya que es bastante difícil de describir. La de los pozos de petróleo es Lecciones de oscuridad.

Roger: gracias a vos.

Bernabó: la voz de Herzog es parte fundamental de su obra documental, así como la de Sokurov de la suya. Pero la simpatía o antipatía que esas voces nos provocan es imposible de resolver en términos discursivos. Es una cuestión de afinidad.

Martha: es imprescindible ver esta película en 3D. Verla en una pantalla hogareña no funciona en este caso. Lo mismo pasa con Pina, que lamentablemente ya bajó de cartel.

Julieta: vi La guerra del fuego hace mucho, así que no podría decirte casi nada con certeza. Salvo que trata acerca del descubrimiento del fuego y los primeros esbozos del lenguaje humano. La película estaba asesorada en el tema lingüístico por Anthony Burgess, si no me equivoco. Creo que tenían algún parecido con la primera parte de 2001. Y me parece que, salvo por estar ambientada en la época prehistórica, su tratamiento cineamtográfico era más bien convencional, lo que la alejaría bastante de la película de Herzog.

Lilián: bienvenida.

Carmen: concuerdo.

bernabó dijo...

Sí Oscar, puede ser que haya elegido mal la palabra,más que gustar, empecé a apreciar esa voz.