El bicho en La otra. Y la música alienígena de Juana Molina y Bon Iver, para escuchar clickeando acá.
Anoche en la radio hicimos un especial dedicado a
Alien(s), dado que esta semana se estrenó
Alien Covenant, la que sería la ¿sexta? entrega de la saga iniciada en 1979 por la gloriosa e irrepteible
Alien.
No vi la nueva y en algún punto me pierdo ante la duda de si vi todos los capítulos, por eso llamé a nuestra amiga Lilián Cámera, experta en todo tipo de especies alienígenas, fenómenos paranormales, bosques encantados, seres mutantes, pelícanas y androides. Ella seguro me iba a saber guiar por todas las cuentas del rosario de aliens.
No vi Alien Covenant, pero la noche anterior al estreno hubo una proyección por única vez de la primera de la saga, la que se llamaba simplemente Alien y aquí se le adosó el interesante subtítulo de "El octavo pasajero". Esa sí, aproveché para volver a verla en una sala grande, que es el ambiente donde estos entes respiran.
Creo que es interesante pensar en la serie de felices contingencias que hicieron posible la primera Alien de Riddley Scott y la férrea necesidad que imposibilitó que a la larga ese cine se siga filmando. Fines de la década del 70, cuando el mainstream de Hollywood estaba siendo copado por la matriz Spielberg/Lucas. Los técnicos del mercado cinematográfico diseñarían de ahí en más los productos de sus factorías a partir de la postulación de un espectador ideal con una edad mental de 9 años. Para Hollywood todos terminaríamos teniendo por siempre 9 años y estaríamos felices de que se nos trate como tales. Así, seríamos, por ejemplo, los que teníamos 9 años cuando se estrenó la primera Star Wars y a partir de ahí solo querríamos volver a esas condiciones iniciales. O los que teníamos 9 cuando se estrenó la segunda o la tercera o la cuarta o la quinta. El mercado cinematográfico lograría el milagro de la eterna puerilidad. Uno de los rasgos distintivos de Alien es que el promedio de edad de su elenco (y por lo tanto, de sus personajes) anda por los cuarenta y pico, lo que le da a la película un carácter ajeno al juvenilismo que iba a imponerse en el cine pochoclero.
Por un equívoco, cuando los estudios estaban queriendo hacer películas espaciales con efectos especiales, se alinearon algunos planetas por única vez y de ahí salió esa ajenidad de Alien. Digo que es de Riddley Scott por pura obediencia del autorismo. Scott la dirigió, pero el proyecto ya estaba en marcha cuando él se integró. Los productores (creo que fue Walter Hill el que tomó la decisión) habían visto su primer largo, Los duelistas, una película muy buena basada en una novela homónima de Joseph Conrad, con Harvey Keitel y Keith Carradine, que Scott había filmado dos años antes. Y pensaron que Scott manejaba el tipo de refinamiento visual que ellos querían darle al proyecto.
La idea original de Alien la venían trabajando los amigos Dan O'Bannon y Ronald Shusett (quienes más tarde iban a escribir el guión de Total Recall), dos apasionados del cine sci-fi terrorífico de clase B o C (The thing from anoteh world, Forbidden planet, Terrore nello spazio); el primero de ellos colaborador de John Carpenter, admiradores de la obra del escabroso artista plástico suizo Hans Rudolf Giger, que iba a terminar dándole forma al bicho que aterrorizó a los camioneros del espacio. Porque de eso se trata básicamente Alien: el Nostromo (la nave a la que Scott le puso el nombre de otra novela de Conrad) es una especie de camión espacial sin ningún halo de trascendencia, con una tripulación de siete asalariados de la Compañía que discuten por sus sueldos y sus jerarquías laborales, sin ninguna aspiración heroica, quienes en realidad no sospechan la tarea que la Compañía les reservó -en realidad uno de los siete sí lo sabe pero... no sigo porque si todavía alguien no vio Alien, no quiero arruinarles la experiencia.
Cuando O'Bannon y Shusett le llevaron el guión a Walter Hill, productor vinculado a la 20th Century Fox, también muy interesante director (The driver, The warriors, Streets of fire) de esos que iban a quedar algo descolocados cuando el paradigma "9 años" de Spielberg/Lucas se impusiera. Hill, al involucrarse en el proyecto, decidió intervenir en elementos cruciales de la narración, lo que provocó resistencia en O'Bannon y Shusett. Lo bueno es que, en su principal sugerencia, Hill tenía razón: quiso introducir un androide entre los siete de la tripulación de la nave (uy, spoilié), lo que iba a convertir a Alien en otra cosa.
Entonces, tenemos una idea base de O'Bannon y Shusett, inspirada en películas de bajo presupuesto y prestigio cero, una modificación genial propuesta por Hill y el diseño del bicho que iba a salir de la tortuosa imaginación biomecánica de Giger. Después de barajar los nombres de varios posibles directores, fueron a dar con el inglés autor de Los duelistas, lector de Conrad, que encontró algunos elementos sustanciales de la película ya resueltos. Riddley le incorporó su sensibilidad arty, su capacidad de ilustrador, la idea de una luz cenital que evocara la iluminación de las catedrales góticas, ciertos toques visuales que remiten al Kubrick de 2001 pero un poco más sucio (por suerte). Scott se entusiasmó también con el lado terrorífico del asunto y se propuso hacer The Texas Chain Saw Massacre de la sci-fi. Esa serie de ocurrencias afortunadas y un clima todavía propicio para un riesgo creativo no atrapado aún por la mercadotecnia plasmaron esta película irrepetible.
Otro factor que el cine de Hollywood iría perdiendo: estaban en una era pre-digital y todo lo que se viera en pantalla tendría que ser resultado de efectos ópticos, miniaturas, animación cuadro a cuadro, todo lo que le confiere a esta primera versión de Alien un realismo visual que el cine digital iría abandonando. Y como mostrar al mostro era dificultoso, había que mostrarlo poco. En ese retaceo de la imagen del mal, en los escorzos, la oscuridad, el fuera de campo, se esconde la potencia terrorífica del extraño pasajero. A medida que la tecnología avanzara y fuera posible mostrar al mostro con mayor detallismo, el maisntream renunciaría a ese pavor (también erótico) por lo sugerido entre las sombras.
La modificación narrativa propuesta por Walter Hill refuerza el sentido político de la fábula: la Compañía está interesada en capturar a este bicho que es una maldita máquina de matar, sin conciencia ni escrúpulos morales, pura eficacia maligna, para la que no hace falta ahorrar daños humanos. En 1979 está a punto de propagarse por el planeta Tierra el germen del neoliberalismo, con lo cual Alien nace contemporáneo con su metáfora.
En 1983 el entonces ascendente James Cameron se propuso hacer una interesante continuación,
Aliens, que tiene lo suyo. Lo de Cameron. Quien logra conjugar la dupla del bicho y la sobreviviente Ellen Ripley (Sigourney Weaver, un componente esencial de toda la saga) con un clima bélico (Ripley vuelve secundada por una tropa de marines al planeta donde conoció a la criaturita) y a la vez desplegar una épica de hembras aguerridas: acá aparece la Alien Reina, la ponedora de los huevitos repugnantes. Y después
Alien³, Alien Resurrección, Prometheus, Alien Covenant... Pero del resto de la saga se encargó en el programa de anoche la experta Lilián Cámera, quien también revela en el final del programa qué le pareció la versión más reciente, el
Alien Covenant con el que Riddley Scott está retrotrayéndose ahora hacia una pre pre pre pre cuela. ¿Y qué onda
Alien Covenant? Lo pueden escuchar
todo acá.