Esta es la parte conversada, la última parte, la cuarta, acá nos entregamos al pulso de la conversación, de una orilla a la otra del río, entre Montevideo y Buenos Aires, ruido de miércoles, música del diablo. Ya dedicamos tres posteos al centenario de Piazzolla. Los cuatro juntos ni ahí llegan a rozar el misterio de la música de Astor. Hay libros escritos por críticos muy competentes. Acá nos detenemos a hurgar en aspectos oscuros del genio. Ya escribí bastante sobre eso. Por la vida de Piazzolla pasaron Gardel, Troilo, Borges, Spinetta, Amelita Baltar -a la que en un gesto tardío él quiso borrar y no pudo-Y al final de más de dos horas de conversación aparece Charly y una frase gloriosa. Ahí la cosa se corta. Hasta la próxima temporada.
En el centenario del nacimiento de Astor Piazzolla todavía hay mucho que no se escuchó. y algunas cosas no se quieren oír. Hoy 21:30 las hablamos en en Ruido de Miércoles. Con Andrés Mastrangelo en el canal de YouTube https://www.youtube.com/channel/UC34uRXYdqbXYq84zp8PwFNQ
Piazzolla: ese tipo genial, creador de una forma musical única, asociado a uno de los momentos más negros de la historia argentina. Había hecho la más maravillosa música, conoció a Gardel, Borges, Troilo, con todos ellos compartió experiencias artísticas y no simples cruces casuales.
Pero Piazzolla y la dictadura es una clave y un clavo doloroso de la Argentina. El campo de batalla se dividirá entre quienes lo defenderían negando su colaboracionismo y su machismo y otros que sobre esa misma base propondrían cancelarlo. Yo creo que ese contraste violento entre lo sublime y lo rastrero es lo más interesante para pensar el arte.
El primer músico que aparece en el video que se puede ver al final de este párrafo es Tomás Gubistch, jovencísimo, recién salido de Invisibe. Toca solo el pasaje inicial de esta versión de "Libertango", un ejemplo notable de la música que Piazzolla estaba haciendo en Europa durante la segunda mitad de los 70. El resultado es tan deslumbrante que es imposible adivinar que esa banda vivía por esos días en un ambiente tóxico. Piazzolla maltrataba a sus músicos, los acusaba de no estudiar, les pagaba menos que lo que correspondía por trabajar en la grabación de un disco en vivo, los acusaba de comunistas. Lo peor no es eso: la gira europea estaba financiada por la dictadura para contrarrestar las denuncias sobre violaciones de derechos humanos en Argentina, "la campaña antiargentina en el exterior". Gubistch, el pibe que empieza a tocar en el video, fue a la gira sin saber que los bancaba la dictadura. Cuando antes de un show, Piazzolla les ordenó a los músicos que en el escenario no dijeran nada contra "la Argentina" porque esa noche iban a estar presentes oficiales de la Embajada, a Gubistch le cayó la ficha. A propósito, metió en su solo una cita de "Hasta siempre, comandante", la canción dedicada al Che. Piazzolla le dirigió una mirada furiosa. Además, como se estaba grabando el disco en vivo, Astor gastó horas de postproducción en borrar obsesivamente todo rastro de ese pasaje subversivo.
En entrevistas concedidas a revistas masivas como Gente y Radiolandia, Astor se quejó de que sus jóvenes músicos, reclutados pocos meses antes en el ambiente del rock progresivo, fueran un grupo de ególatras, izquierdistas y drogadictos. Omitía que la raíz del conflicto se hallaba en que ellos descubrieron durante la gira el compromiso de su jefe con el régimen. En el clima de terrorismo de estado de aquella época, Piazzolla pasó de la autocensura a la delación pública. ¿Existe un pecado más bajo que buchonear a tus compañeros en medio de un genocidio? Eso le ocasionó al joven Gubistch que el consulado le tratara de imponer una declaración de arrepentimiento: querían que diga que había sido "adoctrinado por elementos sediciosos del terrorismo internacional", algo que el pibe rechazó con una puteada. El joven Gubistch, que tenía todo para ganar como parte de la banda de uno de los músicos más prestigiosos y exitosos de esa época, prefirió perder ese lugar de exposición. Las historias se pueden contar desde diversas perspectivas y Piazzolla eligió la más favorable para él. A las quejas sobre el izquierdismo y la drogadicción de ellos, agregó una excusa sobre sus propios límites estéticos:
"Los franceses, que conocen muy bien mi obra, me hicieron una especie de planteo. «¿Qué le pasa, Piazzolla? ¿Qué hace con este conjunto? El mundo está lleno de guitarras y bajos eléctricos, de sintetizadores y órganos. Así es uno más. Pero con instrumentos acústicos usted tiene uno de los mejores conjuntos del mundo, vuelva al Quinteto». Lo pensé y me dije: esta gente tiene razón. Yo soy Piazzolla, mi música tiene que ver con el tango. ¿Qué tengo que ver yo con la fusión jazz rock?". Así recapacita sorpresivamente Piazzolla, quien nunca estuvo predispuesto a ceder a las demandas de los que pedían que "volviera al tango" y de repente se dio cuenta, por lo que le decían unos franceses, que había perdido el entusiasmo que poco antes alardeaba sobre los jóvenes músicos de rock.
Su actitud de buchón de los milicos o el almuerzo con Videla no agregan ni quitan nada a la calidad de su música. Pero esta pincelada enriquece al personaje y permite complejizar la mirada hacia un artista al que su obra nunca puede quitarle su carácter terrenal. La obra resiste las agachadas del creador. Esto vale para Piazzolla y para cualquier otro.
En estos días hay una serie de HBO, Allen vs Farrow, que propicia el clima de cancelación que está sufriendo la obra de Woody, basándose en una manipulación de testimonios que cualquier documental puede hacer fácilmente para poner al espectador en el lugar de juez. Entre las "pruebas incriminatorias" contra Allen, la serie de HBO incluye fragmentos de películas del cineasta que "demostrarían" que es un pedófilo. [Vean la interesante nota que escribe al respecto Hernán Schell en A Sala Llena]
En los años 90, cuando este clima de cancelación todavía no tenía el impulso actual, en la revista Parte de Guerra publicamos tres notas que ahora suenan premonitorias.
En 1946 un sector de la izquierda europea, siguiendo la huella de György Lukács, había dictaminado que la literatura de Kafka conducía a un pesimismo reaccionario, por lo que consideraba la posibilidad de que se hiciera efectiva la voluntad expresada por Kafka a su amigo Max Brod y que su obra inédita (la mayoría de lo que escribió) fuera, diríamos hoy, cancelada. Action, una revista comunista francesa hizo la encuesta "¿Hay que quemar a Kafka?". El cuestionario se componía de tres preguntas:
1) ¿En qué medida juzga usted que los imperativos sociales y políticos deben regir las formas y los temas de la obra literaria? ¿Es usted de la opinión de que el escritor puede decir aquello que le plazca, sin otra preocupación que la calidad auténtica de su obra?
2) ¿Qué piensa usted de la LITERATURA NEGRA? ¿La juzga usted moralmente nociva y socialmente reaccionaria? ¿La condena usted en bloque, o cree que hace falta distinguir diversas variantes, más o menos justificables?
3) ¿Piensa usted que la literatura de nuestro tiempo debe ser una literatura OPTIMISTA? ¿En qué sentido entiende usted esa palabra?
En Parte de Guerra repusimos esa pregunta en tapa con intención provocativa y nuestra línea editorial resaltaba el ridículo del mero planteo.
En los 90 hubo otras tendencias anticipatorias de la cancel culture: el chileno Víctor Farías escribió Heidegger y el nazismo, acopiando documentos que reafirmaban los ya conocidos vínculos del filósofo suavo con el partido nazi en 1933. La publicación del libro de Farías reavivó la tendencia a destituir su obra filosófica. En Parte de Guerra hicimos un dossier criticando esa operación obtusa de sectores filosóficos que pretendían "refutar" la filosofía de Heidegger sin leerla. Algún lector se mostró molesto porque hubiéramos destacado los aportes de su pensamiento para comprender el mundo actual, como si eso nos hiciera complacientes con el nazismo.
Por los mismos años se reactivó el asunto de la presunta pedofilia de Lewis Carroll, su inclinación a vincularse con niñas y sacarles fotos, que siempre fue conocida y discutida. Una de esas niñas era la propia Alicia, a la que Carroll le dedicó Alicia en el país de las maravillas. En la revista sosteníamos el absurdo de quienes querían condenar la obra de Carroll por estas sospechas. También recibimos en el correo de lectores la carta de una psicoanalista de renombre, indignadísima porque le parecía que la nota era (o corría el peligro de ser) una suerte de apología encubierta de la pedofilia.
Hace días vi la interesante película Los años del tiburón de Daniel Rosenfeld y pude constatar que esquiva con aplicación el asunto del colaboracionismo y la delación de Piazzolla. El tema del almuerzo con Videla se resuelve cuando su hijo aparece alegando que la dictadura lo había "obligado" a ir a almorzar con el genocida y que él fue por miedo. La película no avanza más allá de esta excusa inverosímil. ¿Quién podía obligar a la personalidad indómita del cazador de tiburones, una celebridad internacional, a almorzar con un milico? Quizás su autor haya considerado que incluir una nota muy oscura de la vida de Piazzolla podría disminuir la grandeza de su música u obstruir la fluidez del relato. El almuerzo apareció en esa época en la tapa de los diarios, lo que produjo una grave ofensa en Diana, la hija de Piazzolla, militante del Peronismo de Base exiliada por entonces en México, cuyo segundo marido estaba encarcelado por la dictadura, que inició a partir de esto un distanciamiento con su padre que duró muchos años.
Rosenfeld no hurga en ese episodio, en cierto modo modo fundante de su propia película, en gran parte basada en los testimonios que Diana tomó de su padre años después, cuando aceptó el perdón que Astor le pidió por su defección. La película habría sido inquietante y más interesante de lo que ya es: ese tipo genial quedó asociado a uno de los momentos más negros de la historia argentina. Había hecho la más maravillosa música, había conocido a Gardel, a Borges, a Troilo, con todos ellos compartió sus obras artísticas y no se trató de simples cruces casuales. Piazzolla y la dictadura es una clave y un clavo doloroso de la Argentina. El reencuentro de Diana con Astor del que salen muchísimos de los testimonios que la película expone es el consecuente de su anterior desencuentro.
El asunto aparece relatado en tres libros: el Astor de Diana, Piazzolla. El malentendido de Diego Fischerman y Abel Gilbert y Tigres en la lluvia de Martín Graziano y en sendas notas de Página 12 [acá y acá]. En cambio, la canonización de Piazzolla alcanza a un tipo tan suspicaz e implacable como Horacio Verbitsky, quien hace pocas semanas cayó él mismo en desgracia por el llamado "vacunatorio VIP" y debe estar sufriendo ahora el clima de cancelación que hoy impera. Verbitsky es un gran admirador de Piazzolla, al que llama con veneración "Pantaleón", su segundo nombre. Cuando Verbitsky vio Los años del tiburón salió naturalmente conmovido. Al final de una nota sobre la película, en febrero de 2019, lanza una advertencia a un comentador anónimo del sitio web que se dedicaba a criticar los textos sobre música de El Cohete a la Luna: "Al tonto que todas las semanas cambia de nombres para abominar de la música, de mí puede decir lo que quiera, que me trae sin cuidado. Pero si se mete con Astor, lo bloqueo de un clic. Es una cuestión de proporciones". Verbitsky no mostró la misma flexibilidad al condenar el presunto colaboracionismo del obispo Beergoglio con la dictadura. Hizo valer las dudas contra Bergoglio, pero fue inusualmente indulgente en favor de Astor.
Hoy, en plena revolución de las mujeres contra el patriarcado, no parece plausible esquivar el ninguneo de Piazzolla hacia Amelita Baltar. En su reencuentro con su hija Diana, él le pidió que escribiera el libro de su vida, con una sola restricción: que no mencionara a Amelita, pedido que la película no explicita. Ella fue la compañera en dos momentos muy notorios de la obra de Astor: la ópera María de Buenos Aires y su canción más popular, "Balada para un loco", cuyo estreno provocó un sonoro escándalo y un éxito inmediato. Así como la película dedica una secuencia al primer divorcio de Astor, la figura de Amelita queda reducida a su mínima expresión, aparece y desaparece de pronto y sin por qué, como cumpliendo a medias el mandato de Astor. ¿Por qué Astor la quiso borrar? ¿Por qué la película la deja en esa zona imprecisa?
Probablemente incluir estos aspectos podría ser interpretado como un intento de desvalorizarlo como artista. El campo de batalla se dividiría entre quienes lo defenderían negando su colaboracionismo y su machismo y otros que sobre esa misma base propondrían cancelarlo. Yo creo que ese contraste violento entre lo sublime y lo rastrero es lo más interesante para pensar el arte.
En 1976 Piazzolla estaba dando unos recitales en el Gran Rex con una formación que incluía sintetizadores y tratamiento musical afín al jazz rock. Los tangueros le habían dado la espalda. Necesitaba conquistar a un público rockero. Y quería llevarse a Tomás Gubistch, el guitarrista de Invisible para tocar en su banda. Era un movimiento oportunista del "maestro" que a los pocos meses iba a borrar con el codo. Esa noche el Gran Rex se llenó de público rockero. Spinetta estaba en la platea y un reflector lo iluminó. Al poco tiempo, Piazzolla se lleva a Gubistch de gira por Europa y eso provoca la fractura de Invisible.
La gira por Europa era financiada por la dictadura militar para contrarrestar las denuncias de las violaciones de derechos humanos del gobierno de Videla. La dictadura la llamaba "campaña antiargentina en el exterior". Gubistch tenía una posición política de izquierda y en su paso por Invisible le criticaba a Spinetta que no fuera más comprometido. Pero Gubistch no sabía que la gira de Piazzolla era financiada por los milicos. En uno de los recitales, antes de salir a escena, Piazzolla les dice a sus músicos, todos jóvenes: "No digan nada contra el gobierno argentino porque va a haber unos militares hoy entre el público". Gubistch se da cuenta de lo que le estaba pidiendo Piazzolla y en su improvisación de guitarra incluye algunas líneas melódicas de "Hasta siempre" la canción dedicada al Che. En escena Piazzolla lo mira enfurecido.
Después estalla: "La cuestión política ya me tiene harto.. No quiero oír hablar de comunismo ni de izquierdismo. Me tienen harto estos irresponsables pendejos que no saben dónde están parados. Yo los mandaría a Rusia a todos y que morfen pescado y que griten viva Marx. QUE VIVAN LOS HERMANOS MARX [en mayúscula en el original]. Qué joder, a todos a la camara de gas ... El que es músico y político cagó. Los dos juntos nunca dan resultado. A ver si creen que Chopin escribió el estudio revolucionario porque era politizado.. No, era un hombre de varias Polonias y nada más. Yo me siento igual con Argentina." (Libro Tigres en la lluvia, de Martin Graziano, p. 164 , que a la vez cita el libro de Diana Piazzolla sobre su padre, Astor, p. 216).
Eso no es todo: en la página 170 del libro de Martín Graziano leemos: "Piazzolla pautó una cena con Jorge Rafael Videla y fue entrevistado por revistas como Radiolandia y Gente.... Deslizó que los músicos habían resultado un grupo de ególatras, drogadictos e izquierdistas." Sigue Graziano: "Esa clase de delación en 1977 era poco menos que una condena a muerte". Piazzolla maltrataba a la banda de músicos jóvenes que había reclutado en su etapa de acercamiento al rock argentino, grabó un disco en vivo el Olympia de París sin avisarles a sus músicos que lo estaba haciendo y no les avisó que la gira era financiada por la dictadura. Gubistch decidió abandonar la banda y volverse a Argentina. Fue a tramitar el pasaporte al consulado argentino en París. Fue recibido por el cónsul Mario Corcuera Ibáñez. Dice Gubistch: "Me explicó con tono de milico que si yo volvía a Buenos Aires no podía garantizar mi integridad física, a menos que yo publicase en La Razón y La Nación declarando que había sido manipulado por elementos sediciosos de marxismo internacional, que me arrepentía. Le contesté básicamente que se podía meter mi pasaje en el orto, que era un facho hijo de mil puta, que algún día la historia iba a exigir explicaciones a colaboradores como él" (Graziano , p. 171). En el consulado sabían de la posición política de Gubistch por las declaraciones que había hecho Piazzolla. Al no aceptar el chantaje que le proponía el cónsul de la dictadura, Gubistch se tuvo que quedar en Europa por varios años. Al poco tiempo, la actitud de Piazzolla hacia los rockeros argentinos cambió.
En el 84 ya Piazzolla no necesita conquistar al público rockero y empieza a atacar a los músicos de rock argentino: Dice:
- Los roqueros argentinos tienen una gran desgracia Salieron y empezaron a ganar dinero. Y el que no lucha en esta vida no logra nada. Ganan dinero, se van a grabar a Estados Unidos y de lo único que se preocupan es de mejorar el sonido, comprar sintetizadores, teclados, las mejores baterías, cada equipo que me dejan con la boca abierta; en vez de estudiar. Pero después, el mensaje poético y musical no existe. Cantando son todos muy mediocres, no hay un tipo realmente del que se pueda decir qué maravilla de cantante.
-¿No hay mensaje en las letras de Luis Alberto Spinetta, por ejemplo, o de Charly García?
-Cuando empezó Spinetta con el grupo Almendra (en 1967) era muy positivo; pero Charly García me revienta porque es muy poseur: una pose; o sea, se baja los pantalones cuando se enoja y todas esas cosas que en este mundo, si vos escribieras bien te las permito. Sé genio y después bájate los pantalones. O se pone a decir groserías que a mí no me parece, porque yo a veces tomo los ejemplos de los grandes divos del mundo, como Frank Sinatra, Tony Bennett, Barbara Streissand, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan o un Jacques Brel; nunca tuvieron necesidad de esas tonterías .Ellos subían, cantaban y decían las cosas más lindas del mundo.
-¿Por qué no se dio la fusión de roqueros argentinos con Piazzolla?
-Es exactamente lo que declaré. Me tuvieron miedo y es lo peor que me pudieron haber hecho .Yo hubiera preferido que me dijeran: “¡Cómo no, maestro! Yo no sé mucho pero me gustaría intentarlo”. Yo les di la oportunidad, a pesar de que no sabían música, de que trabajaran conmigo. [Fuente: Socompa]
Esta semana se cumple el centenario del nacimiento de Piazzolla, uno de los más grandes músicos argentinos, que fue durante los años de Videla un colaboracionista de la dictadura y un oportunista para cooptar al público de rock. La música de Piazzolla sigue siendo una belleza indispensable aunque su creador haya tenido actitudes miserables.
Daniel Melingo es una bestia escénica, cuerpo y concepto, una conjunción difícil de encontrar en la escena local y quizás en cualquier otra. Me da la sensación de que el show que dio el sábado pasado en la sala Argentina del CC Kirchner fue histórico, pero tal vez lo sea sólo para mí, puede ser que la excelencia que esa noche mostró sea su rendimiento parejo y a mí me tocó avivarme esta vez. Lo primero que impresiona cuando su silueta emerge de la sombra es el trabajo que hizo el tiempo en el cuerpo, los surcos que la experiencia talló en su rostro, algo fiero que sale de sus ojos hundidos, que da un poco de miedo. Todo vestido de negro, con la mirada ensombrada por el sombrero, se ve que sabe jugar con el fuera de campo, como si algo tuviéramos que adivinarlo. El secreto parece estar en dejar un resto librado a nuestra imaginación, en no mostrar todo el juego de golpe. La nocturnidad, los márgenes, el tango orillero, la voz cortada por el filo de la garganta, Rivero. Todo metáfora.
Melingo ya tiene un cuerpo que pone en escena, eso es imposible de calcular, es obra de la vida. Pero sobre eso, sobre la decisión de usar el tango reo, prostibulario y carcelario como género que después se expande, se matiza y se enriquece con las inflexiones de la música litoraleña, el blues, el reggae, el foxtrot y la balada spinetteana, lo que él incorpora como valor agregado (porque esto que acabo de enumerar podría ser una fórmula como cualquier otra) es una destreza narrativa sobrenatural. Narra cada canción con un despliegue escénico que azora. Crooner expresionista, maestro de ceremonias demente, poeta maldito, loco contenido que de pronto se desata, pero con un manejo de la energía que va apareciendo de a poco. Yo sabía que era un músico refinado, pero lo que vi el sábado es a un performer descomunal. Sus contorsiones corporales van dejando signos en las sombras, dice cada letra como si estuviera escribiéndola ante nosotros, maneja seguro un trazo vacilante, un baile en el borde del abismo que es pura presencia y al final estalla en alarido.
Una cruza de Edmundo Leonel Rivero con Tom Waits. El último avatar del rock nacional, capaz de sintetizar todas las influencias e integrarlas en ese personaje medio loco que medio actúa ante nosotros. Por detrás tiene una banda de músicos finos, que tocan las notas justas y crean los ambientes para que él relate sus historias de sabihondos y suicidas.
Melingo es el que ha atravesado la noche y la cuenta con misterio y gracia, con emoción y astucia. No puede dejar de notarse que durante muchos años parecía el relegado de una generación que hizo cosas fuertes, compañero de Charly, Miguel Abuelo, Luca, Calamaro, Miguel Zavaleta y Pipo Cipolatti. El se mantuvo mucho tiempo un poco atrás, como esperando su momento. Y ahora parece que su madurez vital lo encuentra a punto caramelo, mejor que nunca, mejor que todos.
Para escuchar mucho Melingo en el programa pasado de La otra.-radio, clickear acá.
Recuerdo los días cuando mi madre decidía hacer el Postre Borracho. Tomaba la bicicleta para recorrer las dos cuadras que nos separaban del almacén a comprar el Postre Royal de Caramelo y de Chocolate. Eran los que más me gustaban. También los hacía con el de Vainilla, pero yo prefería el de Caramelo. Era más dulce y el placer máximo era despegar con una cuchara y comer lo que había quedado pegado en la olla. Pocas delicias comestibles fueron superadas en mi infancia. El postre se hacía con las vainillas, usando algún vino dulce, tipo Oporto, que se diluía en un café intenso. En algunas oportunidades, las menos, se reemplazaba el Postre Royal con la Crema Moka hecha a base de café y manteca, pero no gustaba tanto a mi paladar de niña lo amargo del café. El Postre Borracho era mi preferido.
Más grande aprendí a hacerlo por mi cuenta y con alguna receta alternativa. Lo primero que dejé atrás fueron los Postres Royal, ahora ellos sabían a artificio químico, delicioso, pero no tan saludable.
Con el tiempo, no sé cuando, pude deducir que el famoso Postre Borracho no era otro que el Tiramisú italiano. Claro, con otros ingredientes. En Buenos Aires el queso Mascarpone sólo podía conseguirse en algún negocio de Recoleta y carísimo. Por lo cual el queso Crema Mendicrim o el Casancrem funcionaban muy bien en su reemplazo. Alternaba Oporto o Marsala y aprendí a hacer la crema de relleno que reemplazaba a los Postres Royal. Ahora la factura era de muy superior calidad culinaria y tiempo de trabajo. ¡Cuánto más fácil echar el preparado de Postre Royal en la leche y hacerlo hervir! Ahora debía preparar esta crema con tiempo y dedicación: huevos, crema de leche, café fuerte, azúcar, queso Casancrem. Pero ¡qué sabor! Siguió siendo, siempre, mi postre preferido. Y siempre me hizo quedar de maravillas frente a mis invitados.
El destino quiso que me fuera a vivir a Treviso, Italia, la región en la que supone se inventó el Tiramisú. A mi me calzaba muy bien vivir en su lugar de “origen”.
Decido emprender la tarea de hacer mi Tiramisú en Italia. No encontré ningún queso crema parecido al Casancrem o Mendicrim, asi que tuve que contentarme con el queso de la receta original: el auténtico Mascarpone, mucho más barato y accesible que en Argentina. Cuando fui a buscar las vainillas me encontré con algunas variedades equivalentes, como los “Savoiardi”.
Me entero que el “auténtico” Tiramisú no lleva Marsala, ni ninguna forma de alcohol. Esto sí que cambiaba las cosas. Pero como no estaba en tren de experta repostera sino sólo quería hacer “mi postre predilecto” y, como lo que más me gustaba del Tiramisú era su carácter de “borracho”, seguí adelante con mi receta. Evidentemente ya estaba transgrediendo a mansalva la receta original del Tiramisú. Me di a la tarea de acuerdo a mis procedimientos argentinos con los ingredientes italianos.
El resultado fue decepcionante. No para mis invitados italianos, sino para mí. El sabor no era el de mi postre favorito de Argentina. Ya me había ido dando cuenta en la preparación que las vainillas no absorbían como las de Buenos Aires, que la crema de leche era menos consistente, y el resultado se verificó en el sabor.
Vivía en la región donde se hace el verdadero o el más sabroso Tiramisú del mundo, el auténtico, pero prefería el otro, el apócrifo, el adulterado, el que se había ido desarrollando a lo largo de mi vida, el que me enseñó a degustar el contraste entre el dulce de las vainillas y lo amargo del café, cortado con lo fuerte del alcohol, y todo reunido en una húmeda consistencia que deshacía los bizcochos apenas puestos en la boca.
¿Y qué tiene todo esto que ver con el tango?
Mi madre nunca supo que existía un Tiramisú italiano. Por ser hija de italianos, su postre borracho debe haber venido con aquellos que fueron transformando las recetas de acuerdo a los ingredientes del lugar. Como cualquier transplante se debió adaptar al nuevo terreno.
Cuando llego a Italia estoy en la patria del Tiramisú, me encuentro con el genuino, lo pruebo y me gusta, pero mi paladar sigue prefiriendo el hecho en Argentina. ¿Cuán impostor, falso, ilegítimo es mi Tiramisú (jamás lo volví a llamar Postre Borracho), el que le agrega Marsala a los Savoiardi?
Si bien los comensales italianos me han dicho que no es igual al que ellos hacen, todos han apreciado sus cualidades y ninguno me ha advertido: ¡pero este no es nuestro auténtico Tiramisú!
El baile del tango ha nacido en nuestras tierras ya hace más de ciento veinte años y andado como vagabundo de aquí para allá, con un espíritu cosmopolita que no tiene mi Tiramisú. ¿Cómo no voy a creer que con el tango también puede pasar que alguien haga un rico Postre Borracho para su deleite y los que lo comparten? ¿Cómo no vamos a entender que algunos exquisitos Chefs del tango vengan a Buenos Aires a descubrir las auténticas recetas originales, como se lo cocinaba en el lugar donde nació? Pero no todas las personas que cocinan tienen ambiciones de Chef, y menos aún todas las personas que quieren disfrutar de un buen Tiramisú.
Hay mucha gente en el mundo que está desarrollando su Tango, y que está descubriendo y paladeando al tango. En muchos lugares se practica tango, a menudo con ingredientes algo diferentes. Porque no tienen el Mascarpone original, pero buscan algo que lo reemplace. Es cierto, algunos quizá deban contentarse con algún mediocre ingrediente, casi de utilería. Es probable que con el tiempo, como me pasó a mí, cuando esa persona encuentre un mejor material, sepa distinguir entre el ingrediente de mejor y de peor calidad. Pero, mientras tanto, se habrá bailado unos buenos tangos de Postre Royal. Y el tango seguirá paseando de aquí para allá, encontrando ingredientes diversos y, quizá, elaborando nuevas fórmulas.
Ada Falcón, Francisco Canaro, Luciana Jury, Leonardo Favio, Zuhair Jury, Palito Ortega, Lorena Muñoz y Sergio Wolf. Una conversación con Luciana Jury en La otra.-radio, para escuchar clickeando acá
Luciana Jury, una tremenda cantante, de las mejores que se pueden escuchar en Argentina hoy -creo que ya lo dijimos- está por cantar este domingo en Palermo (ver acá). Y en el programa del domingo pasado de La otra.-radio estuvimos conversando con ella, de su increíble forma de cantar, de su familia de artistas: es la hija de Zuhair Jury, escritor, cineasta, y sobrina de Leonardo Favio. De hecho, su padre ha sido autor de la mayoría de los relatos en los que se basan las películas de Favio. Le teníamos que preguntar por eso. Habíamos empezado el programa escuchando su versión de "Yo no sé qué me han hecho tus ojos". Y entonces nos encontramos con una serie de conexiones inesperadas. La entrevista completa se puede escuchar clickeando acá.
Luciana Jury: ...De hecho la última película que iba a hacer Leonardo, El mantel del hule, que lamentablemente no llegó a concretar, ahí yo iba a tener una intervención justamente con "Yo no sé qué me han hecho tus ojos" porque le había partido la cabeza la canción, mi interpretación, y siempre ha sido muy respetuoso, me ha alentado mucho con la música, me ha aconsejado bien... Teníamos una relación muy linda.
O. C.; Sí, creo que si la memoria no me engaña está en una película de Leonardo Favio, que es El dependiente, en la voz de Palito Ortega. En un momento [Nora Cullen] prende la radio y aparece la voz de Palito cantando "Yo no sé qué me han hecho tus ojos".
LJ.: ¿"Yo no sé qué me han hecho tus ojos"? Ah, mirá, me resulta un poco extraño "Yo no sé qué me han hecho tus ojos" en la voz de Palito Ortega, pero... puede ser, sí. Es que además esa canción es un himno, es muy popular.
OC: Y vos ahí le extraés unos matices muy trágicos. Algo folkórico pero también suena una cosa como árabe, ¿no? Vos tenés algo árabe, bueno, tenés sangre árabe...
LJ: Sí, eso está en el ADN y ya ni pasa por la razón. Pero toda esa tragedia que se presume en la interpretación de la canción... yo no habría hecho jamás "Yo no sé qué me han hecho tus ojos" si no hubiera visto el trabajo [documental] de Sergio Wolf y Lorena Muñoz sobre la vida de Ada Falcón [se puede ver completo acá]. Para mí la vida de Ada Falcón, la historia del amor finalmente no correspondido fue el motor que me hizo a mí darle una vuelta de rosca a "Yo no sé qué me han hecho tus ojos" y poder hacerla. Si no, no la habría hecho jamás.
OC: Es buenísima esa película.
LJ: Sí, porque la canción, si te ponés a pensar, no es trágica. Es una canción de amor dedicada a los ojos del ser amado. Lo que pasa es que había una gran mentira finalmente, un gran engaño. Todo ese amor no fue correspondido. La había compuesto para Ada, para los ojos de Ada, que eran unos ojos preciosos, verdes. Todo bien, pero él se quedó con su esposa. Y ella renunció a toda una vida de halagos, de mismos, de poder desplegar el talento que tenía como cancionista, que era tremenda. A mí me pegó muy fuerte esa historia y si alguna vez yo tengo la posibilidad de decírselo personalmente, sería un placer, se los debo agradecer enormemente.
OC: Bueno, nosotros si los vemos, se lo vamos a decir.
Después del programa fui a chequear que la memoria no me hubiera engañado. Revisé El dependiente, "Un film de Leonardo Favio basado en un cuento de Zuhair Jury". Y efectivamente a los 45:30 Nora Cullen pone la radio y aparece la voz de Palito cantando "Yo no sé qué me han hecho tus ojos". Se puede ver completa acá.
Es clara la correspondencia entre la agilidad y destreza de los pies en los bailarines de tango con la de los futbolistas. Relación obvia para los rioplatenses que gambetean y juegan con sus pies con astucia y equilibrio. Uno de los puntos más altos del intercambio del baile entre hombre y mujer en el tango se produce en esa dialéctica engañosa entre ambos.
Esquivar, evadir, hurtar el cuerpo en el fútbol. Cuando alguien logra hacer una gambeta, se trata de una formación de compromiso entre dos aspectos: el éxito del propio movimiento y el fracaso del otro. La gambeta se le hace a otro, si no sería mera habilidad de los pies. El éxito de la gambeta es dejar al contrincante en el camino.
Quizá no se podría hablar con precisión de gambeta cuando se baila el tango. ¿Quién le haría la gambeta a quién? Con propiedad se trata de un abrazo, en todo diferente de dos cuerpos enfrentados como en el fútbol. Pero, cuando se ha llegado a cierto virtuosismo del baile, el juego entre hombre y mujer está en ese sutil juego de la elusión para el encuentro. Parece contradictorio.
Según el esquema clásico, el hombre conduce y la mujer lo sigue. Pero no lo hace para responder instantánea y automáticamente, sino para iniciar el juego de ese baile entre dos. El “entre dos” es el baile mismo, lo que se produce ni en lo que hace el hombre ni en lo que hace la mujer, sino en lo que van construyendo uno con el otro. Allí, en ese espacio de frontera amplia, que a veces queda más del lado del hombre y a veces más del lado de la mujer, en esa conversación se juega con la ironía. La ironía sería la figura que mejor precisa la gambeta en el tango. Te digo que quiero ir hacia allá, pero voy hacia otro lado, pero vos estás despierta para ir a ese lado donde voy a ir yo. Nos encontramos en el mismo sitio, pero después de haber probado el amague.
Hay varios movimientos en el tango que remedan una gambeta de a dos. Son usuales las “arrepentidas”, movimientos que cambian abruptamente de dirección. Son momentos de corte en la línea del movimiento. Se juega en el tango con quebrar la inercia del movimiento, con la agilidad necesaria para que el baile siga siendo fluido, suave. La verdadera “habilidad” es comunicar ese repentismo del cambio del movimiento. Por eso no es fácil. Porque no es esperable. El cambio de dirección o de sentido requiere una precisión tanto para su ejecución como para su conducción. Requiere del que sigue una sensibilidad tal que parece que adivina la intención de su partenaire. Está tan preparada para continuar el movimiento de acuerdo a su inercia como para responder con agilidad ante un cambio repentino.
Esta habilidad para el cambio en movimiento es lo que le da el carácter al tango. No se trata de tomar envión y continuar casi indefinidamente como en el vals tradicional, cuyos verbos distintivos son seguir, fluir, continuar, circular, prolongar, proseguir, rodear.
[Fragmento del libro Tango. Arte y misterio de un baile. Corregidor, 2011. Para seguir leyendo, vayan al blog Un Largo, clickeando acá]
A mediados de los ’90 decidí ponerle forma de tesis de doctorado a una indagación que hacía sobre las bromas pesadas. Se encontraron mi decisión con la lectura de la introducción de Ernesto Laclau al libro de Zizek sobre la ideología. Me costó conseguir su mail. Apenas le escribí para pedirle que fuera director de mi tesis, me respondió de la manera en la que siempre lo habría de encontrar después: desde su cariñosa generosidad. Ernesto sabía que yo bailaba tango y le gustaba, tanguero ferviente como era. Un día me invita a un almuerzo. Con timidez de provinciana me encuentro en un restaurante de la calle Armenia con menos de una decena de monstruos sagrados de la intelectualidad argentina, entre los que recuerdo estaban Horacio González y Nicolás Casullo. El café lo deciden tomar en casa de Leonor Arfuch y allá vamos. Una sobremesa de la cual conservo dos recuerdos imborrables de Ernesto: Por un lado cuando cuenta con vivacidad y memoria prodigiosas su 17 de octubre, el de un niño espiando desde el balcón de su casa el clamor de un pueblo. Cuando ya la charla había agotado su chispa, Ernesto propone bailar tango. Nadie pareció muy interesado en bailar otra cosa que las palabras. Leonor busca afanosamente por su casa algún disco de tango que no aparece, luego hacemos el intento con la radio y nada. Hasta que Ernesto, con las ganas de bailar que tenía, me dice: bailemos cantando –se sabía todas las letras-. Nos alejamos unos metros y, mientras cantábamos con fervor, nos bailamos unos tangos. Los demás casi ni se dieron cuenta. Para mí esa escena lo pinta tal cual lo conocí: un brillante intelectual atado a la vida en todas sus facetas. Hoy, antes del mediodía, me alegró recibir un cariñoso mail de Ernesto. Hoy, antes de medianoche, recibo la noticia de su muerte. Esta es mi noche triste.
Los ganadores de la gran encuesta del rock argentino.Un ANTOJO para escuchar clickeando acá:
Anoche en Antojo le dimos -bajo la dirección de Santiago Segura- la puntada final -aunque no tan final- a un trabajo descomunal: en julio pasado Santiago, editor del blog La Música es del Aire, se propuso la insensata tarea de hacer una gran encuesta que diera cuenta de la totalidad de la producción artística del rock argentino desde su nacimiento hasta hoy. Una tarea ambiciosa para llevar a cabo por un medio de comunicación pequeño e independiente, pero necesaria. A Santiago, nos contó anoche, la idea se le ocurrió después de leer un post de La otra, "Un extraño ranking de la Rolling Stone", en el que yo expresaba mi disidencia por la manera bizarra y descuidada con que la revista Rolling Stone había manoseado el canon musical rockero argentino mediante un refrito hecho sin rigor y con excesivo oportunismo. Santiago recogió esa disidencia y la llevó como bandera hasta la victoria. Donde aquí habíamos puesto disconformidad, él puso trabajo y llevó a cabo una verdadera superproducción. Grande por donde se lo mire: varios centenares de encuestados, un pluralismo sostenido con rigor, una lista que incluye a algunas figuras señeras de la música, el arte y el periodismo y a jóvenes de toda juventud, con todo lo que puede haber en el medio. Santiago no se contentó con solo consultarlos y computar los votos para armar un Top 100 (que por culpa de múltiples empates terminaron siendo 109), sino que se propuso la demencial idea de que cada uno de los 109 discos ganadores fueran acompañados de un texto analítico, de publicar todos los textos y (próximamente) cada uno de los votos individuales y apostillas varias. A los que hacemos Antojo nos encantó participar votando primero, escribiendo algunos de los textos después y, finalmente, dedicarle 4 horas de radio a dar a conocer los resultados de la encuesta. Acá, para acompañar el audio del programa de anoche, les dejo fragmentos de algunos de los textos escritos para la ocasión y los invito a que los lean completos en el blog La Música es del aire. Estos, entonces, son los discos ganadores de la encuesta:
Artaud pone en escena la disputa entre la desesperación del escritor francés y la terquedad anímica del rock. O lo que es lo mismo: entre la locura y el amor. O mejor: entre Artaud y Lennon, como el mismo Spinetta dijo una vez y todos repetimos (sensatamente) a partir de entonces. Cantata de puentes amarillos es el acto mayor del drama. Dos imágenes aparecen enfrentadas al comienzo: el camino, que abre el mundo a la experiencia, y la sangre, que confunde e idiotiza. En su desarrollo modular y tortuoso la canción asocia a cada una de estas imágenes otros elementos (el pájaro y la jaula, el alma y el encierro, el puente y el carrusel), siempre en situación de forcejeo, hasta que al final la borrasca cesa y el amor impone su dominio. Lo que pasa en Cantata pasa en las otras canciones o entre ellas. Es como si Artaud pusiera a Spinetta ante el abismo y Spinetta sacara del vértigo que lo sacude una obra sublime como respuesta al sobresalto que le produce leer. Hay discos en los que ciertos estados de ánimo parecen dar con sus notas esenciales, de manera que lo que le sucede a su autor no es distinto de lo que les sucede a todos los que atraviesan una situación del mismo nombre. Blood on the tracks no trata del divorcio de Dylan sino de todos los divorcios. El amor después del amor no dice sobre Páez más que lo que dice sobre todos los enamorados. Artaud es el disco de la conmoción de la lectura. (Leer completo acá)
#2 Almendra, Almendra. RCA - 1969
(Texto de Litto Nebbia)
Si bien el disco tiene gran cantidad de canciones de Spinetta, la excelencia del trabajo es producto de la noble química grupal que tenían en esos momentos. Todo el proyecto Almendra, eran “otra gente” para el panorama de esa época. Eran distintos pero dentro de una estética natural que les pertenecía. Nótese que los aportes vocales de Emilio del Guercio y también los compositivos, estaban muy emparejados con los de Luis. En calidad y estilística. Las maneras de integrar la percusión y la labor guitarrística de Rodolfo Garcia y Edelmiro Molinari, siempre estaban atentas a despegarse de cualquier formato roquero ya establecido. Hasta la portada del disco es una raritie para ese tiempo. Creo que es un producto super “argentino”, lleno de calidad y originalidad. De aquí su trascendencia y esta maravillosa posibilidad de seguir “creciendo” a través del tiempo. En lo personal, quizá el tema que más me gusta es A estos hombres tristes, sin que esta elección opaque a ninguna de las otras bellas canciones que lo integran. (Leer completo acá)
Las letras de Clics modernos captan ese instante lírico en el que tras un tema de amor se esconde una declaración política (Los dinosaurios, Plateado sobre plateado). Ojos de videotape es un cóctel de melodía sensible para piano y programaciones anti-clímax. No soy un extraño, paseo reflexivo de rocker maduro, explora las posibilidades sonoras del tango del futuro. El estado de gracia de Charly se adivina hasta en el título del disco. Pensaba llamarlo Nuevos trapos, pero es fotografiado sobre un paredón con un grafiti que dice "Modern Clix": automáticamente argentiniza el nombre y lo transforma en Clics modernos. Ésa apropiación de lo segregado por la alta cultura (el nombre de una bandita menor de postpunk) no sólo habla del modo de hacer música de Charly García, sino también de cómo concibieron sus obras maestras los grandes artistas de este país. No sé en qué puesto estará Clics modernos, pero de algo estoy seguro: es el mejor disco de la historia del rock argentino. (Leer completo acá)
#4 Manal, Manal. Mandioca - 1970
(texto de Oscar Cuervo)
"Si consiguen el primer disco de Manal, recomiendo escuchen esos blues. No se volvió a hacer algo igual" dijo el Indio Solari a su público en 2010, y esa vez tuvo razón. Son contados los casos en que una obra funda un género y a la vez encarna su culminación. Esto pasa con Manal (1970) el disco debut de Manal. Hay que poner el vinilo en la bandeja como si se escuchara por primera vez, hay que olvidarse de todo lo que vino después, o hay que hacer todo lo contrario: situarse en el contexto de mediados de 1969 (¡Onganía!), en Buenos Aires, Argentina, cuando todo era nada y era nada el principio. Y entonces escuchar cómo Manal, pista tras pista, se va adueñando del universo con una determinación inaudita. (Leer completo acá)
#5 Oktubre, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Wormo - 1986
(Texto de Juan Manuel Pairone)
Oktubre será siempre recordado por su estética bolchevique y su contenido lírico tan encriptado como embanderable. Pero lo cierto es que, más allá del sentido político del gesto artístico -retomar la Revolución Rusa en plena crisis del modelo soviético y con la todavía débil democracia argentina como telón de fondo- y de la presencia indeleble del arte de Rocambole en el espacio público, Oktubre es un álbum definitivo del rock local porque es el producto de un cancionero que parece simple y arrollador pero se anima a ser todoterreno. Porque muestra la versatilidad de una banda supuestamente masiva pero sumergida en un modernismo atrapante. Y porque, en definitiva, tiene una huella de época innegable y por demás atractiva, pero, con casi tres décadas de vida, sigue sonando fresco, urgente y provocador. Como si se hubiera propuesto viajar al futuro en la línea del tiempo de la música popular argentina. (Leer completo acá)
#6 Piano Bar, Charly García. SG Discos - 1984
(Texto de Pablo Schanton)
#El país y yo/ Un tipo encerrado en su casa durante la guerra. La escena fundacional (82) en la carrera solista de Charly García recrudece en Piano Bar (84), y eso que se acabó la guerra. Se acabó la Dictadura. La Democracia se ha puesto a hacer promesas sobre el bidet. Pero aquel refugiado sigue cantando “Me siento solo y confundido a la vez”. ¿Por qué no es capaz de abrazar y abrasar la esperanza política, como otros rockeros que aportan el necesario “poptimismo” a la coyuntura, a bordo de sus Tirá para arriba, Hay que salir del agujero interior o No se desesperen? Atención al “De acuerdo” de Promesas sobre el bidet: un grito que tropieza con una síncopa. Si todo el disco pudiera sintetizarse a nivel letra/música no deberíamos soslayar ese momento. “¿¿¿¿¡¡¡¡¡De acuerdo!!!!!????”, aúlla Charly en el cenit del desesperado cuestionamiento del álbum. Ahí la canción parece desorquestarse, desconcertarse, deshacerse. Ahora bien, ¿no era que Promesas… era simplemente una canción sobre la crisis que atravesaba la relación del músico con su novia?
#7 El amor después del amor, Fito Páez. Warner - 1992
(Texto de Federico Anzardi y Santiago Segura)
La figura de Cecilia Roth y las canciones de amor de pareja le dieron históricamente la chapa de cursi a un disco extenso, denso y pesado. Vuelvan a escuchar El amor...: no todo es juntar margaritas del mantel y comprar revistas en el metro, felices, porque no importa un carajo más. La desesperanza de Tráfico por Katmandú y la lascivia de Sasha, Sissi y el círculo de baba (una porno violenta) y la Balada de Donna Helena (para que Pappo no lo joda con que no es rock, Fito se hace de metal) son hachazos dignos de las épocas más oscuras. Tumbas de la gloria es amor y muerte, mirando el mundo propio desde la relación más íntima (el amor que cambia la vida) pero con un ojo en la vida descontrolada de los astros del rock and roll (¡no me dejes caer!). Decir que es una de las diez canciones más certeras de los ’90 sigue siendo poco. (Leer completo acá)
#8 Canción animal, Soda Stereo. Sony Music - 1990
(Texto de Pablo Schanton)
Liberando sus primeras influencias, Cerati estiliza al máximo -hasta borrar pátinas de vintage, con Daniel Melero en el papel de Eno- lo absorbido de Pescado, Color Humano y Vox Dei, para proponerse como link con la nueva generación de rock argentino de los ’90/’00 que repasa el de los ’70 sin haberlo vivido: Carca, Pez, Los Natas, primero; Mostruo!, el último Aristimuño, Las Diferencias y otros, hoy día. Ricardo Mollo, de su misma generación, se sacude el post punk importado por Luca y, a la altura de La era de la boludez, también reescribe el rock setentista. La clave radica en el vocativo “Nena”. (Leer completo acá)
#9 Kamikaze, Luis Alberto Spinetta. Ratón Finta / Interdisc - 1982
(Texto de Florencia Ruiz)
Me regalaron Kamikaze mucho tiempo después de querer tenerlo y llegó en un momento muy especial -estaba dejando el CBC para dedicarme a hacer y enseñar el arte de combinar sonidos. Posiblemente éste es el álbum que más me ha influenciado, me arriesgo a decir, mientras escribo estas líneas y me recuerdo a la distancia sentada en el piso del cuarto de la casa familiar mirando por la ventana pasar los coches y escuchando al Luis de los 80s. 15 años más cerca del ahora. Kamikaze es un hermoso disco, lleno de canciones bellas, amorosas. Un disco que solo L.A.S. puede hacer y que encierra años de trabajo y de luz. Es increíble que lo haya armado con piezas que no habían encontrado lugar en otros álbumes y que aquí parecen haberse hermanado para siempre. (Leer completo acá)
Más allá de las pretensiones conceptuales, lo cierto es que Pescado es una obra única de una banda efímera: ya no era el power trío inspirado en Pappo’s Blues y Manal de Desatormentándonos sino un cuarteto con las océanicas profundidades del Hammond de Carlos Cutaia, la garra de David Lebon, el tempo de Black Amaya. Y un Spinetta inspiradísimo, influido por Rimbaud (de allí el díptico de Iniciado del alba e Poseído del alba) pero con su propio vuelo lírico, capaz de perlas como Credulidad, Madre Selva y Cristálida (Aguas claras de Olimpos), ese cierre monumental con una orquesta del Colón que lo quiso cancherear a Cutaia y debió seguir al pie de la letra sus arreglos. Luis también tuvo la generosidad de abrirle juego a Lebon para que grabara el bellísimo Mañana o pasado, mientras asumía sin miedo el rol de guitar hero en tormentas eléctricas como Sombras de la noche negra, el inoxidable blues Como el viento voy a ver o los llameantes nueve minutos cuarenta de ¡Hola, pequeño ser!. Furia rockera y lirismo delicado; punteos de campeonato y climas de cuelgue; la rabia y la ternura de un pez con hidrofobia que hizo historia, en un disco cuyo vinilo contenía un libro hoy invaluable con textos y dibujos del mismo Luis. El Pescado de Pescado: más que aguas claras, aguas eternas. (Leer completo acá)
Puestos 11 al 16 (que también escuchamos ayer en Antojo, cuyos textos pueden leerse acá):
11- El jardín de los presentes, Invisible.
12- Divididos por la Felicidad, Sumo.
13- Vol. 3, Pappo's Blues.
14- After Chabón, Sumo.
15- Don Cornelio y La Zona, Don Cornelio y La Zona.
16- Invisible, Invisible.
Y en el programa también se nos antojó reparar dos omisiones de los primeros lugares de la encuesta, discos y artistas a nuestro juicio imprescindibles.
La esencia spinettiana más pura, crudo y despojado, sin afeites ni solos interminables. La estructura de la canción desnuda, casi en estado de demo: lo que hace más evidente su genialidad irrepetible.
Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (Sui Generis, 1974)
Charly logró, a sus 23 años (¿milagro? ¿evidencia de que hay generaciones más resueltas y dotadas que otras?) un disco que es foto de época, estado de la mente y clásico perenne. Los colchones de sintetizadores podrían haber fechado el sonido de manera irreparable, pero la estructura de las canciones es tan lograda y la producción artística tan precisa que sigue sonando fresco, inquietante, misterioso. Sus letras (intervenidas por la autocensura que no permitía decir las cosas de manera más directa, en la época de la triple A) logran un balance inmejorable entre la lírica y el testimonio. Un disco al que no se puede dejar de volver. Y volver.
Artaud (Pescado Rabioso, 1973)
El Citizen Kane del rock argentino. Citizen Luis. Podría estar en primero o segundo lugar. Lo que no puede es no estar: o mejor dicho, si el disco no hubiera sido grabado, nosotros no estaríamos aquí. Hay que contenerse para no usar un superlativo detrás de otro. Si Spinetta hubiera grabado este solo disco, igual se habría ganado la gloria eterna.
Manal (Manal, 19710)
"Si consiguen el primer disco de Manal, recomiendo escuchen esos blues. No se volvió a hacer algo igual" dijo el Indio Solari a su público en 2010, y esa vez tuvo razón. Son contados los casos en que una obra funda un género y a la vez encarna su culminación. Esto pasa con Manal (1970) el disco debut de Manal. Hay que poner el vinilo en la bandeja como si se escuchara por primera vez, hay que olvidarse de todo lo que vino después, o hay que hacer todo lo contrario: situarse en el contexto de mediados de 1969 (¡Onganía!), en Buenos Aires, Argentina, cuando todo era nada y era nada el principio... (sigue acá).
Yo soy Ramsés (Tanguito, 1967/2009)
Acá estoy reparando una injusticia flagrante: estoy casi seguro de que ningún otro encuestado votó este disco entre sus 15 preferidos (si alguno otro lo votó, es mi alma gemela). Hay algunas explicaciones para esta omisión tan escandalosa: el disco se compone de grabaciones caseras registradas... ¡en 1967!, cuando nada parecido existía. Una serie de contingencias hicieron que se hicieran públicas 35 años después. Tanguito ha sido subestimado por la mayoría de sus camaradas de entonces, la película que pretende inspirarse en su vida no hace sino perpetuar el malentendido y todos lo consideran aquel zarpadito que andaba dando vueltas por ahí. Pero en estas grabaciones seminales (realizadas mucho antes del único disco póstumo suyo que se conoció por décadas) están sentadas las bases de la parte más original y audaz del rock argentino. Quizás sea Spinetta el único que le ha rendido el tributo merecido: es que Luis le debe mucho a este pibe raro y extraviado.
Pescado 2 (Pescado rabioso, 1973)
Otra vez Spinetta, inevitablemente. Este disco lo hizo a los 23, en el mismo año que Artaud. Believe or not, it´s all true. Acá sí hay una banda, una de las más libres que hayan existido: David Lebón, Carlos Cutaia, Black Amaya y Luis. Hicieron juntos esta anomalía absoluta y no pudieron más. Es comprensible. "Como el viento voy a ver", "Viajero naciendo", "Hola dulce viento", "Credulidad", "Hola, pequeño ser", "La cereza del zar": nombro solo algunas piezas maestras, para no nombrarlas todas. Quien no las escuche, no habrá conocido el mundo cabalmente.
Almendra (Almendra, 1969)
¿Ya hablé de Spinetta? Bueno, antes que nada estuvo en Almendra y puede decirse que nunca abandonó este temple. Tenía 18 años y unos compañeros formidables cuando hizo "Laura va", "Figuración", "Fermín", "Muchacha" y "A estos hombres tristes". Ya sé: no es posible que alguien de 18 años haga algo así. Pero es real.
La hija de la lágrima (Charly García, 1994)
Ecce Homo: hubo un tiempo en que Charly llegó a ser el que era. La Hija de la Lágrima tiene un argumento que nunca se entenderá, como una película de Lynch, con un oscuro pasadizo que conduce a una caverna. Las grandes canciones, las que Charly sabía hacer, emergen de un fondo ominoso y se van desmembrando. Un sonido espeso, un acorde de frecuencias ultra bajas atraviesa la noche. (Completo acá).
Durazno Sangrando (Invisible, 1975)
Ok: soy terco e insistente, pero no se puede ser justo y no elegir este disco entre los mejores. Se tiene el derecho de desconocerlo, pero una vez escuchado ya no hay excusas. Este es el Spinetta más deforme, el imposible de emular. Y algo más. el trío con Pomo y Machi es la formación más ajustada y severa que haya conocido el rock de cualquier parte del mundo. Sus extensos temas tienen una estructura inconcebible. Y junto a ellos, dos gemas del folk de una belleza diáfana: "Durazno sangrando" y "Dios de adolescencia". Este es el aguante: este es mi lugar.
Invisible (Invisible, 1974)
Ja. Spinetta. ¿Piensan que exagero? "Invisible es el nombre apropiado para una música que emerge de las sombras como una ciudad que se percibe con los ojos cerrados y juega todas sus chances a la arquitectónica auditiva. Spinetta logra con Invisible radicalizar y destilar los principios estéticos del rock porteño y los de su propia obra: un estilismo feroz y sofisticado que no descansa en la busca de un sonido urbano contemporáneo, que no cede a modas coyunturales y por eso alcanza instantáneamente la estatura de clásico. “Suspensión” y “El diluvio y la pasajera” permanecen como cimas inigualables..." (completo acá).
Piano bar (Charly García, 1983)
Después del neoyorquino y, para mi gusto, algo sobreproducido Clics modernos (canciones apabullantes que fundaron la década del 80 y descolocaron una vez más a sus fans), Charly hace otra movida inexplicable y a la postre sabia. Piano bar es un gesto radical, un disco urgente, de canciones desnudas, tan confiadas de su estructura inexpugnable que no necesitaba de ningún cortinado sonoro. Paredes peladas, actitud y contundencia.
Ciudad de las guitarras callejeras (Moris, 1973)
Podría haber elegido 30 minutos de vida, porque es un disco que tiene todo lo que a mí me rinde incondicionalmente, pero en realidad los dos primeros discos de Moris son igualmente buenos (tanto como el primero que hizo en España, Fiebre de vivir: Moris durante una década larga estuvo tocado por Dios). Elegí este porque están "Mi querido amigo Pipo" y "Muchacho del taller y la oficina", y si le quisiera explicar a alguien qué es el rock nacional, con estos dos temas sería suficiente.
Beat n° 1 (Los Gatos, 1969)
La otra omisión imperdonable de todas las encuestas realizadas hasta el presente. Litto Nebbia logró con este álbum de Los Gatos (para colmo el ingreso de Pappo al grupo) la psicodelia más refinada que se haya conocido en idioma castellano. Hay un programa estético que podría desprenderse de este disco y aún no ha sido explorado. Por si no se ha entendido: este disco pertenece aún al futuro de la música.
El salmón (Andrés Calamaro, 2000)
A principios del siglo XXI Calamaro se encerró a hacer el disco más reciente de mi top 15. Es un desborde de canciones como jamás se conoció, una película de horror en el interior de Camboya profundo. Un disco oscuro y adorable, desprolijo, antojadizo y genial. El propio Andrés lo supo explicar mejor que nadie: "Quiero arreglar todo lo que hice mal/ todo lo que escondí hasta de mí/ debo contar lo que yo solo sé/ uh perdón, Victor Sueiro también". Quien es tan consciente de su propia misión está millas adelante del resto.
El amor después del amor (Fito Páez, 1992)
Una seguidilla de hits perfectos, el pop más dramático y ameno. Desde que suena el acorde inicial de teclados en el tema que da nombre al disco hasta que "A rodar mi vida" va apagándose en fade, no hay un solo segundo desperdiciado ni en rimas ni en ritmos. Si viviera una eternidad, yo lo escucharía siempre.
Esta lista, que hice en respuesta al pedido de Santiago Segura para su blog, la confeccioné el 4 de julio del año pasado: como es bien sabido para todos los que hacen listas, las posiciones cambian de tiempo en tiempo; de todos modos, aunque alguno podría estar ahora más arriba o abajo, y otro que no entró antes podría entrar ahora, la lista me sigue representando. A partir de esta noche en Antojo iremos revelando los treinta primeros lugares de la gran encuesta realizada por el blog La música es del aire entre más de 300 personas vinculadas a la música o a la crítica musical (solo ocasionalmente el top 30 coincide con estos discos que yo elegí. El resultado final lo empezarán a saber hoy a la medianoche en FM La Tribu..