todos estamos igual

martes, 28 de septiembre de 2021

Dylan, Bresson, Welles, Tarkovsky: buenos tiempos, malos tiempos

Una de las mejores canciones y una de las peores noches de la historia del cine (los años '80)


Quisiera recordar una película que vi una vez

recuerdo que la protagonizaba Gregory Peck

un muchacho hambriento que intentaba hacerse un nombre le disparó

la gente del pueblo quería colgarlo por el cuello

entonces el sheriff golpeó al chico hasta convertirlo en una pulpa sangrienta

mientras el pistolero moribundo yacía al sol y jadeaba su último aliento

suéltalo, déjalo ir, diles que me venció con justicia

quiero que sienta lo que es encarar a la muerte en cada momento.


Bueno, veo estas cosas que siguen dando vueltas

y sabes que me atraviesa como una bola y una cadena

sabes que no puedo creer que hayamos estado viviendo tanto tiempo separados

tu recuerdo me sigue sonando como la sirena de un tren.

Todavía puedo ver el día en que viniste a mí en el desierto pintado

En tu Ford baqueteado y tus tacones de plataforma

nunca pude entender por qué elegiste ese lugar en particular para juntarnos

ah, pero tenías razón, fue perfecto cuando me puse al volante.

Bueno, manejamos ese auto toda la noche hasta San Antón

y dormimos cerca de El Alamo, bajo las estrellas

más al sur en México fuiste a ver un doctor y nunca volviste

me quedé un tiempo hasta que me empezó a parecer que estaba en Marte.

Bueno, estamos manejando este auto y el sol sale sobre las montañas rocosas

algo me recuerda a ti, como cuando ella canta "Nene, deja que los buenos tiempos vuelvan"

pero estoy demasiado cerca del abismo como para recordar las cosas que decíamos o hacíamos

y ella no quiere recordármelo, sabe que el auto se puede ir de control.


Chica de Danville con tus rizos de Danville

dientes de perlas brillando como la luna

chica de Danville, llévame por todo el mundo

chica de Danville, tú eres mi amor.


Bueno, cruzamos la frontera y fuimos hacia Amarillo

corrimos hasta donde solía vivir Henry Porter, el dueño de un lote fuera de la ciudad

pudimos ver a Ruby en la ventana mientras llegamos envueltos en polvo

y ella dijo: "Henry no está aquí, se fue, pero pueden entrar y quedarse un rato".

Bueno, ella nos dijo que los tiempos estaban difíciles pero nunca supimos lo mal que estaba

sabes que cambiaba de tema cada vez que salía lo del dinero

sus ojos estaban tan tristes, estaba tan desilusionada con todo,

Ella dijo: "Incluso las reuniones de trueque se están volviendo corruptas".

"Adónde están yendo?" nos preguntó Ruby con un susurro

"Vamos hasta el fin, hasta que las ruedas se caigan y se quemen

"Hasta que el sol pele la pintura y las fundas de los asientos se desvanezcan y la serpiente de agua muera"

Ruby se limitó a sonreír y dijo: "Ah, ya sabes, algunos chicos no aprenden nunca".


Pero sigo tratando de recordar esa película y el recuerdo insiste

aunque no puedo recordar mi papel o quién se supone que yo era

lo único que puedo recordar es que está protagonizada por Gregory Peck, que él actuaba,

y todo lo que él hacía me hacía acordarme de mí, sí.


Chica de Danville con tus rizos de Danville

dientes de perlas brillando como la luna

chica de Danville, llévame por todo el mundo

chica de Danville, tú eres mi amor.


Bueno, buscaban a alguien con rodete, yo estaba cruzando la calle cuando abrieron fuego

no supe si agacharme o correr pero corrí.

me sonó como si me estuviera persiguiendo el coro de la medianoche.

Viste mi foto en el Corpus Christi Tribune, abajo decía "Un hombre sin coartada".

Te arriesgaste a atestiguar y dijiste que yo estaba contigo, ¡sí, lo hiciste!

y te vi derrumbarte frente al juez y llorar, fue la mejor actuación que nunca hayas hecho.

Siempre fui una persona emocional, pero esta vez me exigía demasiado

si tuviera una idea original, ¡ah, podría usarla ahora mismo!

sí, me siento bastante bien pero sabes que podría sentirme mucho mejor, sí

si estuvieras a mi lado para decirme cómo.

Bueno, estoy haciendo cola bajo la lluvia para ver una película protagonizada por Gregory Peck

acá estoy aunque no es la que yo recordaba, tiene una nueva ahora, sabes que no es la misma,

la veré de todos modos, estoy haciendo la cola.


Chica de Danville con tus rizos de Danville

dientes de perlas brillando como la luna

chica de Danville, llévame por todo el mundo

chica de Danville, tú eres mi amor.


Sabes, es curioso cómo la gente solo quiere creer lo que le conviene

nada sucede a propósito, es un accidente si es que sucede

y todo lo que nos pasa parece que pasa sin nuestro consentimiento

pero estamos ocupados hablando con nuestra propia sombra contra un viejo muro de piedra.

Oh, tienes que hablarme ahora, querida, cuéntame del hombre que solías amar

y cuéntame de tus sueños, justo antes del momento en que te desmayaste

cuéntame sobre el momento en que el motor se averió y fue el peor de los tiempos

cuéntame todas las cosas sobre las que no supe hacer nada.

Había una película que vi una vez, creo que la vi dos veces.

no recuerdo quién era ni qué papel hacía

todo lo que recuerdo es que estaba protagonizada por Gregory Peck.

pero eso fue hace mucho tiempo y oscureció.


Chica de Danville con tus rizos de Danville

dientes de perlas brillando como la luna

chica de Danville, llévame por todo el mundo

chica de Danville, tú eres mi amor.


Comúnmente se dice, hasta yo lo digo, que los primeros años 80 son los peores en la carrera de Dylan. Pero acaba de publicarse Springtime in New York City: The Bootleg Series vol. 16 - 1980-1985 que recoge temas descartados y grabaciones inéditas de esa etapa, que abarca los discos Saved (1980), Shot of Love (1981), Infidels (1983) y Empire Burlesque (1985), los peor valorados de su carrera. El formato Deluxe de esta edición trae cinco cds. Ahora los escucho y pienso que si estos fueran todos los que Dylan hubiera publicado en su vida, probablemente solo con ellos se ganaría un lugar entre los mejores artistas de la historia del rock. Lo que me lleva a revisar mis asentadas ideas sobre sus años decadentes. Se suponía que Dylan años después tomaría vuelo nuevamente a fines de esa década, cuando Daniel Lanois se metiera con él en el estudio para grabar Oh Mercy (1989). Bueno, a la mierda con  todo eso: escuchen esta canción "New Danville Girl", coescrita con Sam Shepard y que quedó afuera del disco Knocked Out Loaded (1986). El disco trajo en su lugar una canción llamada  «Brownsville Girl», con su letra reescrita.


Extraordinaria en cualquiera de sus versiones, uno se pregunta cómo es que las cosas son valoradas en su debido momento. ¿Qué pasaría si un artista hiciera hoy una canción así? Casi por la misma época en la que se supone que Dylan estaba en baja, en Francia Robert Bresson presentaba L'argent en el Festival de Cannes y era abucheado por el público y rechazado por la crítica. Vean el momento en que el que sube al escenario para recibir un premio honorario. Quien lo anuncia es Orson Welles y en el mismo acto se le entrega otra condecoración a Tarkovsky, que había presentado Nostalghia. Bresson sufrió ese rechazo y no dijo una sola palabra. Pero Tarkovsky captó la situación al vuelo y se fue del escenario diciendo solo "gracias" y tomando del brazo a Bresson. Era la forma como se recibía su última película, una obra maestra imperecedera. Debió ser una de las peores noches de la historia del cine.



jueves, 23 de septiembre de 2021

Clean Eastwood, el liberal libertario: Macho No Cry

Hace más de una década que Clint (Clean) Eastwood está despidiéndose. Su despedida es más larga que la de los Chalchaleros. En la estructura narrativa de sus películas, sobre todo en las que él protagoniza por lo menos desde Gran Torino (2008), se reconoce fácilmente su voluntad de dar un cierre semántico y político a las mutaciones del ícono que fue autoerigiendo, incluso desde antes de dirigir sus películas, cuando empezó con Sergio Leone como el cowboy sin nombre y con Don Siegel como Dirty Harry, el justiciero solitario que lucha contra la ineficacia y la venalidad del garantismo. Esa doble genealogía confluye en la filmografía que termina dirigiendo para constituir una obra única: la del ícono Clean / Dirty Eastwood, el liberal libertario. Más que clasicismo, la palabra que mejor define su posición estético política es la autoerección. Esa connotación fálica resuena aún en el título Cry Macho.

Clean (Clint) es sumamente autoconsciente de su lugar en la sociedad norteamericana. Su cine es una intervención directa y permanente sobre la coyuntura política, aunque la crítica cinematográfica argentina prefiera tratarlo como un narrador despojado que se distingue por su presunto clasicismo. Cada gesto en las ceremonias de la Academia y cada giro público de libertario duro, guardián del orden patriarcal clásico, impugnador de la modernización de las costumbres, critico del sistema por derecha,  la gestualidad parca de su etapa senil que quiere sugerir una ternura escondida, todas esas pequeñas e incesantes variaciones se rigen por el problema de cómo administrar el envejecimiento en el plano cinematográfico de su principal obra: Clint

Los resultados son sumamente irregulares, según el guionista con el que trabaje y la comodidad o incomodidad con que se posicione respecto del tema elegido -sea la homosexualidad del director del FBI Edgard Hoover en J. Edgard, el abuso sexual infantil en Río Místico, la defensa viril de una prostituta agraviada por un par de bandidos en Unforgiven, las adicciones de Charlie Parker en Bird o la irresistibilidad de su propio sex appeal maduro en Los puentes de Madison. Puede hacer algunas muy buenas como Jersey Boys o Cartas desde Iwo Jima, nimiedades insignificantes como La mula, bodoques indignos como Más allá de la vida y El sustituto o abierto belicismo imperial como en American Snipper. Esta secuencia no responde a una progresión de su conciencia política sino a continuos bandazos. Filma demasiado, algunas veces muy bien y otras muy mal: tampoco es Hitchcock o Fassbinder: cada tanto uno se pregunta si no se avergüenza de poner la firma en resultados tan chapuceros. Además, por el recuerdo de su prédica de la mano dura en plenos años de movimientos de liberación social como eran los 70, se ve impelido ahora a aclarar que los valores por los que intervino en su sociedad finalmente tienen un fondo humanitario. Eastwood quiere escribir el epitafio de su propio ícono, con un control de lo que se dirá de él al que otras stars del mainstream no logran acceder, porque montó una estructura productiva -Malpaso- a la vez integrada al sistema. Por cada película que hace como el anciano cansino que enamora a mitológicas senioritas mexicanas -el fallido más risible de su control del plano- o el nonagenario honesto veterano de la guerra de Corea que cultiva flores y trafica inocentemente drogas para el cartel de Sinaloa, nos clava una grosera película de reclutamiento, algo un poco difícil de conciliar con la imagen de héroe senil si no sos un experto en marketing como él lo es. 

El cine de Eastwood es controladamente programático en los términos más políticos que ello se pueda entender, no solo en su aspecto engañoso de estilista de género con que prefiere pensarlo la crítica despolitizante. El es muy consciente de su función política y a partir de su conciencia se explican los vaivenes de su obra, primero como actor de Leone y Siegel, luego como el ícono que sigue cincelando en sus propias películas. Su programa político es el hilo que enlaza todas las mutaciones de su obra y su figura, cuando aparece y cuando no aparece en pantalla. Todo, desde el título de Cry Macho hasta el encuadre y el contraluz del plano inicial en el que reaparece como Clean, responde a la preocupación por la edificación de su ícono, a la vez que a su conciencia del lugar que ocupa en el cine norteamericano y del cine norteamericano en el nacimiento, la erección y la impotencia de una nación.

El análisis abstracto de Cry Macho dice poco -"una obra menor del entrañable clascista bla bla"- si uno no la ubica como el presunto fin de una secuencia que empieza con el cowboy-spaghetti anónimo y el Dirty policía. Eastwood es un liberal libertario sumamente coherente a pesar de la irregularidad de sus resultados, preocupado por estetizar su política brutal. Hoy la sociedad norteamericana perdió las inhibiciones para llevar a otro personaje de ficción como Donald Trump a la Casa Blanca, con el final de mandato circense que obviamente Clean nunca filmará porque no cuadra con el calculado sosiego de su etapa senil. Clint es la versión elegante de Donald Trump. Su ficción de romance entre texano y mexicana tiene una función precisa: limpia el ícono para la posteridad. Escribe en su lápida que todo lo hizo en defensa de los buenos viejos valores y si algún yerro ha cometido, siempre fue para conservar la nobleza viril de un mundo que se está reblandeciendo.

Quiere quedarse con la última palabra sobre cómo debe ser visto. Si Dios quiere, el año que viene sigue su gira de despedida. 

martes, 21 de septiembre de 2021

Operación de arena

La respuesta de Muñeca Brava y César González al libelo de Mayra Arena 


Unos amigos me recomendaron que leyera la carta de Mayra Arena, un supuesto análisis de la derrota reciente del FdT. Me decían que era la lectura más precisa sobre las causas de esta derrota política desde el punto de vista de una integrante del campo popular. La carta se replicó por varios medios y fue reproducida con regocijo por, nada menos, Infobae. Quedé preocupado no por el FdT ni por Mayra Arena sino porque este guiso recocido del cualunquismo más reaccionario puede ser aplaudido hasta por mis amigos. 

El panfleto de Arena es extenso, reiterativo, reduccionista y muy retrógrado. Atribuye la derrota del FdT a "la agenda igualitaria". Coincide palabra por palabra con la "Fuerte advertencia de un arzobispo cercano al papa Francisco", también difundida por Infobae. El arzobispo Víctor Manuel Fernández que le da "poco tiempo" al Presidente por “entretenerse con el aborto, la marihuana y el lenguaje inclusivo”. Se parece mucho a los delirios de la Pastora que encarna Mercedes Morán en El Reino. Pero Arena también coincide con Larreta, Vidal, López Murphy, Lousteau y Milei en el reclamo por la flexibilización laboral, aunque sobre esta cuestión no es tan reiterativa como contra las políticas por la ampliación de derechos. Solo lo desliza subrepticiamente en dos párrafos, como al pasar. Lo que más me asombra es que estas posturas de la derecha patriarcal y explotadora sean abrazadas por algunos militantes del campo popular que o leen distraídamente o en verdad no han pensado a fondo en el concepto de "justicia social".

Afortunadamente no todos son tan papamoscas. La compañera Muñeca Brava y el amigo César González sí comprendieron el embrollo ideológico de Arena enunciado desde el supuesto sujeto "Grandes Mayorías". En Alemania de la década del 30 también había "Grandes Mayorías", así que habría que ser menos atolondrado al usar las palabras y al leerlas. Acá reproduzco las respuestas de Muñeca Brava y de César González al balurdo de Arena.

Atenas, de César González

por Muñeca Brava (@claricechurros en Twitter)

El domingo 12 de septiembre el peronismo hizo su peor elección legislativa en casi 12 años. Perdiendo alrededor de 4 millones de votos, con una pandemia de un año y medio a 99 días de asumir (parece que no se repitió lo suficiente esta parte), los cambios de gabinete no tardaron en llegar. Los análisis políticos, sin embargo, llegaron mucho antes. Muchxs atribuyeron la pérdida de caudal de votos a la “mala gestión” de la pandemia, muchxs a la inflación, muchxs a la poca recomposición salarial derivada de la inflación y de la mala gestión de la pandemia; hubo una línea de análisis político que me llamó la atención porque es con la que quiero polemizar ahora y con la que me siento también en condiciones de discernir porque me toca a niveles personales y afectivos. La línea de análisis que le achaca al gobierno concentrarse en “la agenda de las minorías” y no “en el hartazgo producto de la mala gestión de la pandemia, la inflación, la poca recomposición salarial”. Estoy glosando cosas que les leí en twitter a muchxs compañerxs, y es por eso que ahora me interesa entablar un diálogo lisa y llanamente con compañerxs peronistas, más allá o más acá de que se identifiquen como feministas. Con la gente de derecha no tengo mucho que hablar.

Antes de ir al carozo del asunto, me gustaría hacer un excurso para preguntar qué entienden por “agenda de minorías”. Porque pareciera que reconocer que hay una identidad que no es ni la femenina ni la masculina en el documento, en términos civiles, supone una conquista de una minoría y no una cuestión de derechos. Reconocer que existen otras identidades no implica “darle un gustito” a una “minoría”, sino empezar a darle entidad institucional a un grupo -no necesariamente minoritario en términos cuantitativos — que antes no la tenía. Me gustaría preguntarles a lxs que se la pasan hablando de que la justicia social excluye a los derechos identitarios de las personas que no nos identificamos ni con la F ni con la M (alo, no son solamente lxs nobinaries, acá entramos también las lesbianas y eso ya lo dijo Wittig en otro siglo y no tenía nada que ver ni con el Ni una menos ni con nada parecido a lo que mucha gente entiende por feminismo argentino ahora) si tienen, en términos concretos, es decir numéricos, es decir, materiales como les gusta a ellxs, un número que diga que somos minoría. Quizás si la expectativa de vida de las travas no fuera menor de 40 años dejaríamos de ser registradxs como minoría. Quizás si no hubiera sido hace menos de 20 años que aprobaron el matrimonio igualitario, el Estado podría haber llevado hace más tiempo una cifra más específica de la cantidad de parejas homosexuales que hay en nuestro país. Quizás si no tuviéramos miedo de salir a la calle por la violencia homolesbotransodiante y muchas veces nuestras relaciones amorosas quedaran para adentro, el mundo empezaría a registrar un poco más que no somos minoría. Quizás si desde pendejxs no hubiéramos sido socializadxs desde la más profunda heteronorma dejaríamos de ser leídxs como una minoría. Disculpen, compañerxs, pero nuestra identidad, nuestra dignidad no es un “tema de agenda”, ni es una cuestión que le debería competer solamente a un gobierno (del partido que sea), ni las personas que no nos identificamos según sus valores heteronormados somos una minoría. Hagan la prueba de preguntarles a sus amigxs. Cuántxs de ellxs muchas veces no se identificaron ni como hombres ni como mujeres, cuántxs sintieron que los mandatos de género se les hacían pesados, dogmáticos, opresivos. Cuántxs de ellxs sintieron atracción por alguien de su mismo género o se preguntaron cómo sería una vida por fuera del matrimonio heterosexual. A veces está bueno preguntar un poco más y suponer un poco menos.

Ahora, sigo mi rumbo. Cuatro días después de las PASO Infobae publicó una nota de Mayra Arena que se titula “Derrota electoral del Gobierno: no conciben que un pobre no los banque ideológicamente”. En la nota se esgrime este mismo argumento como cabal en la pérdida de la gran cantidad de votos que se perdió. Voy a empezar a citar para poder responder punto por punto específicamente. Dice Arena: “el precio de sentirse inclusivo se paga caro: dejás afuera a muchos que todavía no resolvieron demasiados quilombos como para seguirte el tren. No me terminó de cerrar el feminismo y ya me estabas corriendo con la movida no binarie.” Uno de los grandes debates del feminismo en los últimos años fue las diversas acepciones del término “inclusivo” (a propósito del lenguaje no binario o género sensitivo, popularmente conocido como ‘lenguaje inclusivo’). La pregunta es en realidad una pregunta por el sujeto político del feminismo, y más que por la inclusión es una pregunta por lo que menciona al instante Mayra: la exclusión. ¿Quién incluye a quién, y en dónde? ¿Qué se supone que hay que resolver antes de qué cosa? ¿A qué tren se refiere? Por otro lado, decir “la movida nobinarie”, es bastante parecido a decir “el lobby lgbt”, nuevamente aparece esta idea de “las agendas”, como si — otra vez- no se tratara de la vida de las personas, como si las personas que no tienen para comer no fueran también travas, trans, maricas, lesbianas o nobinaries, como si la inclusión no fuese multifacética. No sé qué imaginario tienen sobre “aquellos que todavía no resolvieron los quilombos como para subirse al tren del feminismo”, pero les aseguro que — en términos generales — conozco más gente rica o clase media que pobre que deslegitima la identidad de género como poco prioritarias y como una cuestión ajena. Como si identificarse con el género asignado al nacer no fuera, también, elegir una identidad. No: lxs unicxs que la elegimos somos lxs que luego, con el devenir de la vida, elegimos una diferente. Pero el acceso a derechos civiles forma parte de la buena vida de lxs sujetxs en sociedad, no es asunto ni de ricxs ni de pobres ni de cis ni de travas. Obviamente una x en un DNI no le da de comer a nadie. Pero la “f” y la “m” en el DNI tampoco. Justamente: van por carriles diferentes aunque forman parte de las cuestiones que hacen a una vida digna en sociedad. Decir “justicia social” creyendo que hay cosas que son más justas o prioritarias que otras supone que hay una jerarquía en las precariedades de las existencias; de todas, no solamente de las que ustedes consideran ‘minoritarias’. Y si hay algo en lo que creo fuertemente, es que la política debería ser un tema universal, como lo son todos los derechos humanos. A nadie se le ocurriría decir que para luchar por la memoria, la verdad y la justicia tenés que ser hijx de desaparecidx o nietx recuperadx. A nadie se le ocurriría decir que solamente lxs judixs podemos indignarnos por el antisemitismo. Hay una — mala- lectura de la bibliografía sobre políticas identitarias que tuvieron preponderancia del 2010 a esta parte en la academia yanqui que hace creer que los derechos son solamente asuntos del sector que todavía no accedió a ellxs. Yo soy clase media blanca universitaria porteña y aún así me indigna que cada compatriota mío no pueda llegar a fin de mes, no hace falta ser pobre o haber nacido en una villa para que me indigne la miseria, para luchar por una sociedad más justa. Entonces, ¿por qué les cuesta tanto? Según Mayra, la sociedad se divide en dos grandes grupos: ‘los comunes’ y ‘las minorías especiales’. Cito: “Una población que viene empobreciéndose hace años en picada, enojada por la falta de escuela, destruida por las restricciones de la pandemia viendo cómo las políticas siempre parecen tocarle a gente “especial” o minoritaria. ¿Y yo, que soy común, para cuando?”. No es muy distinto a los discursos conductistas de reconversión, basados en la idea de que hay ‘gente común’ y ‘gente especial’ (por favor, el léxico capacitista…) y ahí estaría para contestarles como Susy Shock: “y que otros sean lo normal”. O lo común.

Pero no, o sea, la amo a Susy, pero no. Porque ¿saben qué? Yo también quiero ser lo común. Y quiero que mi hermane sea lo común. Y que llegar a fin de mes sea lo común. Y que tengamos todxs una vida digna, en todos los aspectos, porque lo material y lo simbólico nunca van separados.

Dejándonos en el lugar de lo no-común, viene la gran muletilla de lxs que nos tildan de exageradxs cuando nos enojamos por querer ser, aunque sea, un poquito comunes: “la corrección política”. Necesito, por favor, que alguien, quien sea, me defina el término “corrección política” y por qué lo usan peyorativamente, y por qué en todo caso querer que alguien tenga para comer a fin de mes es “políticamente incorrecto”. ¿Qué es lo correcto y lo incorrecto? ¿Quién y cómo lo juzga? ¿Dónde está el manual que señala las normas de la política para ver qué entra en cada casillero? Porque, si no, me parece un pelín arbitrario. Cuando la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito empezó a hacer rosca para que se apruebe la ley todo el mundo decía que no era prioridad. “La gente no tiene para comer, mirá si un gobierno se va a concentrar en que las mujeres puedan decidir si ser o no ser madres”. Lo recuerdo bien en mis reuniones de formación política de una orga profundamente peronista. Pasó en 2013, no en 2015 post primer Ni una menos. Lo que pasa es que es muy fácil dejar en ridículo al otrx en lugar de escuchar un poco por qué reclama lo que reclama. A mí también me pasaba. Es una posición que se pretende profunda y crítica, pero que lo único que hace es traficar un extremo conservadurismo. Mismito argumento que usaba Pola Oloixarac cuando decía que cómo iban a aprobar la Ley de Identidad de Género antes que la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que eso era invisibilización de las “mujeres de verdad con útero” (suena parecido a ‘las personas comunes’, ¿no?). Así como se dice “corrección política” peyorativamente también se dice “moralista” de forma despectiva, como si la moral no fuera asunto de todxs, como si todxs y cada unx de nosotrxs no tuviera su propia moral. ¿Acaso creen que Milei se cree amoral? ¿Creen que Videla no creía que hacía lo que hacía por el ‘bien moral’? ¿Creen que hay gente común por fuera de la moral, y después estamos lxs de izquierda peronistas feministas nobinaries hincha pelotas no-comunes que estamos ‘dentro’ de la moralidad? ¿Qué definición de moral usan? No soy especialista en derecho ni en filosofía política ni en ética, y no estoy pidiendo definiciones académicas, sino teórico-políticas que vengan a cuento de esta discusión. Porque la moral no tiene nada que ver con cuestionar que se siga leyendo a tal autor o escuchando a tal músico con denuncias, y en todo caso pensar que es la agenda twittera de la ‘cancelación’ (¿la persecución sistemática a funcionarios kirchneristas no era cultura de la cancelación?) la que define elecciones. Y acá viene la parte que más me llamó la atención de toda la nota: “Y acá entra algo incómodo para muchos pero que es necesario decir: las grandes mayorías no tienen agendas ideológicas. Las grandes mayorías no quieren que les rompas las pelotas, y tampoco te las quieren romper a vos”. En primer lugar, no entiendo: ¿a quién le habla? ¿quiénes son las grandes mayorías y quiénes son ‘vos’? Y ¿no es un poco el efecto de la ideología creerse por fuera de la ideología? ¿No es un poco condescendiente pensar que existe algo como ‘una gran mayoría’ que ‘no tiene una agenda ideológica’? ¿Qué sería una ‘agenda ideológica’? ¿Querer tener para comer no es ideológico? ¿Las condiciones materiales estructurales están por fuera de la ideología? ¿Y qué tiene que ver ‘la ideología’ con ‘cancelar artistas’ o con ‘la movida nobinarie’? ¿No será que están metiendo todo en una bolsa para no hacerse cargo de que en realidad les chupa un huevo la existencia de las personas “no-comunes”? ¿Creer que ‘las grandes mayorías’ —hay que ver qué es- no se pueden ocupar de cuestiones ‘simbólicas’ —de nuevo veamos qué es, porque a mí recibir un título secundario o universitario, por ejemplo, con tu nombre y tu género me parece bastante concreto- porque están demasiado ocupadxs leyendo el ticket del chino para comer, no es un poco condescendiente, por no decir simplista?

Yendo a la parte de economía, y porque ya me estoy extendiendo un montón, Mayra sigue: “Si la progresía se vuelve norma es natural que la resistencia sea conservadora, pero además ¿pensaste qué quiere un pibe de veinte años? Quiere muchas cosas, pero ante todo descular cómo ganar plata para lograr esas cosas. Al mundo lo mueven los sueños, pero a esos sueños les faltan financistas”. Otra vez, desmontemos un poco la frase: ¿qué sería ‘la progresía? Y perdón que insista pero: ¿desde cuándo es norma? Si fuera ‘la norma’ entonces no haría falta la x ni se indignarían tanto porque está ahí. Nadie se indigna por la senda peatonal, es simplemente una norma de tránsito, la naturalizamos completamente, a nadie le interesa discutir que el rojo del semáforo signifique parar y el verde avanzar. Eso es lo normativo. Y “resistencia conservadora” es un oxímoron y, de nuevo, otra vez, escucho gente hablar por otra gente, y el siempre caballito de batalla: la juventud. Desde que tengo memoria, incluso antes de ser joven y siendo niña o adolescente, escucho a gente no mucho más grande que yo achacarle cosas, atribuirle cosas a la juventud. Lxs jóvenes que se embarazan por un plan. Lxs jóvenes que ni estudian ni trabajan. Resulta que ahora lxs jóvenes solo queremos ganar plata para “realizar nuestros sueños”, ¿hay algún slogan más liberal que ese? ¿“Follow your dreams”? ¿Posta? ¿Qué es esto? ¿El lobo de Wall Street? ¿El Gran Gatsby? ¿Ricardito de Okupas diciendo que la universidad no sirve para nada? ¿Ahora resulta que todxs lxs jóvenes argentinxs queremos el sueño americano y lo que necesitamos es un suggar-daddy-Estado que nos lo financie? ¿desde cuándo el Estado nos “debe” cosas a la juventud?

Voy a ir al último apartado sobre educación porque ya sé que para este punto nadie va a estar leyendo. Cito, les prometo, por última vez: “Por suerte, no me corrió con lo que te corre la militancia sorda: “clases siempre hubo”. ¿Para quién? Para los que pudieron adaptarse al cambio, para los que tenían más de un celu por familia, para los que tienen Wifi. Habrá muchos niños héroes que se las arreglaron para seguir sin nada de eso, pero la educación es un derecho, no una actividad para niños extraordinarios.” De nuevo, voy a destripar estas oraciones. Al parecer, lxs docentes que piden que se les reconozca su laburo de un año y pico es ‘la militancia sorda’. Es cierto, no se resolvió el problema de conectividad ni de accesibilidad a internet. Es cierto, muchas familias tuvieron que malabarear con teléfonos e internet para poder seguir las clases por zoom. Ahora, no hay nada de heroico ni de extraordinario en eso justamente porque es un derecho y como tal debería ser accesible para todxs. Las fallas estructurales en la reorganización de las clases o la adaptación de las clases a distancia no hizo otra cosa que seguir mostrando la desigualdad material en términos de conectividad, digitalidad o incluso alfabetización digital (lo cual también corre para otras profesiones). Lxs docentes han sido históricamente un colectivo que, tal como “las minorías no comunes” siempre recibe los latigazos. Recuerdo el año 2017, cuando María Eugenia Vidal proponía -ante un reclamo de mejoras salariales que se encarnó en un paro por tiempo indefinido — reemplazarlxs por voluntarixs. El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta ajustó, siguiendo la línea de Macri años antes, año a año el presupuesto destinado a educación. En el año que todas las escuelas estuvieron cerradas y se ahorraron todos los gastos infraestructurales y de logística (luz, gas, lxs nodocentes, etc) no se invirtió un solo peso en darle computadoras a lxs estudiantes ni en asegurarse de que todxs tuvieran un buen WiFi. obviamente es facil echarle la culpa, otra vez, al gobierno nacional, primero de poner x en los dnis, luego de querer detener lo más posible la actividad que más circulación en las calles genera: la movida de llevar a todxs lxs estudiantes al colegio y usar el transporte público que- dicho sea de paso — tampoco se invirtió un solo peso en mejorar. No por el incordio que generaba armar el sistema de burbujas y los protocolos que ponían más foco en el alcohol en gel que en la distancia y la ventilación. Si no por el hecho de que quedó demostrado en absolutamente todas las partes del mundo que la escuela es la actividad que más gente hace mover y que más gente acumula y aglomera. Obviamente no es inocuo tener a pibxs y adolescentes aprendiendo por zoom un año. Pero nada en esta pandemia es inocuo. No entiendo, ¿creen que para algunxs es más traumático que para otrxs? ¿que en algún lugar del mundo no se sufrieron consecuencias en todos los planos de la existencia -social, afectivo, económico, educativo, psicológico—individual y colectiva debido a la pandemia? En los lugares que se abrieron los colegios a los 2 meses se tuvieron que volver a cerrar ante las nuevas variantes. Incluso hasta el día de hoy Francia e Israel tienen cierres y aperturas intermitentes.

Nuevamente el argumento conservador de que “las cosas estaban mejor y solo pueden ser como eran antes” y las clase solamente son clases cuando están los 32 alumnxs aglomeradxs en un aula con unx docente a cargo. Nunca —y acá culpo también a los funcionarios del gobierno, que son a quienes votamos para esto- nunca se les ocurrió pensar alternativas que propusieran nuevos modelos educativos que no requieran volver a lo que pasaba antes, ¿por qué todo se vive en términos dicotómicos? ¿presencialidad vs. virtualidad? Nunca nadie habló de modelos mixtos, o de que desde el siglo XIX Sarmiento señalaba el problema de que tantxs chicxs juntxs en un aula era perjudicial para un acompañamiento íntegro de las trayectorias escolares.

Lxs feministas como lxs docentes siempre somos tildadxs o de vagxs o de exageradxs o de algún mote peyorativo que deslegitima nuestros reclamos y hace quedarnos como fuera de lugar. A esto se le suma ahora lo nuevo: “moralistas” y “políticamente correctxs”. Históricamente ha sido así, ya se debatía a principios de siglo XX cuando estaba en boga el considerar a las mujeres ciudadanxs, y en las primeras asambleas por el voto femenino. Muchxs sindicalistas veían a las sufragistas como unas fantoches de clase media que solo abogaban por la “agenda de las minorías [en ese entonces] pequeburguesas”. La diferencia: las sufragistas se decían abiertamente feministas cuando lxs sindicalistas, aún practicando el feminismo, no se identificaban como tales. El voto femenino terminó incluyendo a todxs por igual, pero aún así se sigue reproduciendo la lógica de que hay ciudadanos de primera (‘los comunes’, ‘los que tienen las necesidades básicas irresueltas’ y de segunda, ‘los que entran dentro de la agenda de las minorías’).

Propongo volver a los términos a su acepción más primitiva, solicitando por favor no se me acuse de obtusa. Que “agenda” se use solamente para hablar del cuadernito que usamos para anotar las tareas, y que digamos ‘minoría’ solamente si tenemos en términos concretos un número que respalde esa palabra. No me interesa ningún tipo de dogma, pero a veces está bueno hacerse cargo de que algunas palabras ofenden y por qué ofenden, sobre todo según el sentido que adquieren en determinados contextos argumentativos. Salvo que no les importe ser ofensivxs.

Cierra, y no entiendo tampoco por qué dice esto que dice: “A la crisis económica se le responde con acciones y a la crisis de identidad política se le responde con los brazos abiertos: basta de echar gente porque no coincide en alguna cuestión irrelevante. ¿A dónde se vio que el peronismo excluya a los que no se van aggiornando a la época?”. ¿Cuáles serían las cuestiones irrelevantes que van excluyendo gente al punto de que se erosionó el caudal de votos como se erosionó? El gobierno de Alberto Fernández demostró perder su poder mucho antes de estas elecciones. No fue hace tanto que quiso decretar una nueva fase 1 en todo el AMBA por tener todas las alarmas en términos de circulación del Covid (camas de terapia intensiva ocupadas y cantidad de contagios x habitantes) y suspender las clases por 15 días, cosa que no pudo hacer porque la Corte Suprema le dio aval a un amparo presentado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que deslegitimaba esta medida de cuidado.

Aprovecho la nota de Mayra, quien se considera militante peronista, para dialogar con todxs lxs compañerxs peronistas. No necesitamos un peronismo menos feminista, necesitamos un peronismo más feminista, es decir que todxs lxs compañerxs peronistas sientan como propias las banderas del feminismo y no al revés. No le otorguemos el nombre de “resistencia” a quienes no hacen otra cosa que sostener y seguir alimentando su conservadurismo. Necesitamos más progresismo, no menos progresismo. En algo coincido con Arena: lo peor que podría sucederle al país es cuatro (¿y por qué no ocho?) años de gobierno de derecha en las elecciones de 2023. Fallamos si tenemos compañerxs repitiendo que el feminismo es parte de la agenda de las minorías y no una de las cuatro patas que sostienen a la gran mesa de la Patria Peronista además de las otras 3 que al parecer ya forman parte de nuestra senda peatonal, ya las naturalizamos, las masticamos, digerimos y no las cuestionamos para nada: justicia social, soberanía política y una economía libre de buitres y usureros.

 * Publicado en el blog Muñeca Brava

Atenas, de César González

Agrega en Twitter César González: "Como villero quiero dar mi punto de vista sobre la nota de Mayra Arena. Creo que el primer inconveniente es aglutinar a la fuerza a todes les habitantes de los barrios populares bajo una supuesta ideología total que rechaza las conquistas civiles por no ser económicas. 

"Doy fe de que la agenda feminista tiene un fuerte arraigue en los barrios populares. Por ej. La ILE fue ampliamente debatida y celebrada por miles y miles de mujeres villeras, que eran, sobre todo, las que terminaban abortando en atroces circunstancias. 

"Conozco muchas pibas de los barrios populares que usan el lenguaje inclusivo, que creen y militan por la justicia social, injustamente planteados en su nota como ámbitos excluyentes. Conozco muchas villeras travestis, trans, felices por el acceso al DNI, por los cupos laborales. 

"La fuerza y contundencia de la agenda de derechos para la mujeres e identidades no binarias de nuestro país es un orgullo transversal a las clases. Pero en lo concreto para los barrios populares ha sido una herramienta que ha empoderado y generado conciencia en miles de pibas. 

"La realidad de los barrios populares es contradictoria, no hay un canto monocorde que rechaza el lenguaje inclusivo. Existen ambos polos, a las generaciones nuevas le resulta ya familiar. Y como en el resto de la sociedad también surgen temores conservadores ante lo nuevo. 

"Lamento su postura tan punitivista, como si los barrios ya no estuviesen inundados de fuerzas de seguridad que violentan permanentemente a lxs pibes. ¿Qué hay de nuevo en su posición de indignarse por una supuesta defensa institucionalizada del delincuente?  

"Roza el lombrosismo cuando habla de "La baja de la talla en los delincuentes, cada vez más flacos, más petisos, más aniñados, ha generado que mucha gente se resista a los robos y se resuelva todo en un mano a mano". No cuestionarla solo por ser pobre es por culpa pequeñoburguesa. 

"También me resulta muy triste su cliché "Antiplaneros" tan afín al sentido común más reaccionario, como si desconociera las irrisorias cifras monetarias de esos planes, que así y todo si no existiesen más miseria habría en nuestra patria. 

"Por último y a título personal digo que en los barrios populares las mejores condiciones de vida, tanto a nivel material como simbólico, las han generado siempre los gobiernos de centro-izquierda, aun con todas sus cobardías y falencias".

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Con más datos y menos estupor que el domingo

- No ganó votos el macrismo, perdió el FdT. 

- Sacó más votos la izquierda que Milei. 

- Un 5% en PBA que no fue a votar, los sectores más pobres. Enojados con el gobierno, no fueron a votar macrismo. 

- Manes logró que su voto no se identificara con el macrismo. 

- Santilli en provincia de Buenos Aires sacó 22% y Vidal en CABA 33%. Larreta no recibió un aluvión de votos, sino que el FdT perdió un aluvión de votos, que no fueron al macrismo sino al voto en blanco, la izquierda, Manes y al ausentismo. 

- El enojo de los golpeados por la pobreza no fue registrado por las encuestas: el célebre voto silencioso.

-En Jujuy, la provincia de Milagro Sala, todavía presa, la izquierda obtuvo el 25%. Tener en cuenta las buenas relaciones entre el gobierno nacional y Gerardo Morales.

-Conclusión personal: el centro político al que el FdT apuntó es un espacio en extinción.

- Si Alberto como resultado de estas elecciones aplica el ajuste que le pide el establishment, el FdT se rompe y él termina con 3%. Termina como Dilma. El centro es el alfonsinismo, una ubicación imaginaria. Las derrotas y victorias del kirchnerismo se amasaron sin ajuste ni represión. Y el ajuste sin represión es imposible. Ponele que en 2019 se votó por el centro. El domingo el centro perdió de punta a punta. El voto de 2019 caducó. 

- Esta historia no ha terminado.

martes, 14 de septiembre de 2021

Los balcones de la miseria argentina (la relectura de un texto temprano)


Esta nota fue publicada el 1 de mayo del 2020, cuando el rumbo parecía que podía corregirse pese a las fallas ya evidentes del gobierno democrático del FdT. Durante este año no escribí casi nada de coyuntura política porque los blogs ya no están para eso: la coyuntura política está ampliamente cubierta (en todos los sentidos de la palabra) por los grupos mediáticos de diversa orientación política. Hubo un tiempo en el que había que romper un cerco mediático allá por el otoño de 2008 y entonces aparecieron los blogs. El gobierno actual, en cambio, ha decidido, según lo expresó el propio presidente Alberto Fernández, que la comunicación es un negocio y así quedó tercerizada en diversos grupos privados (incluso en los que trabajan para voltear al gobierno) y financiados por la pauta oficial. Pagamos para que Clarín, Infobae y La Nación armen el escenario de nuestra aniquilación. No se trata solo de un reduccionismo comunicacional en el que se alega que "falló la comunicación": estoy diciendo que con nuestros fondos públicos financiamos los proyectiles de quienes nos disparan. Lo que es la parte de un todo más amplio.

Pero al leer el texto que sigue, escrito cuando Alberto aún presidía la mesa de Larreta y Kicillof como símbolo de la "Unidad Nacional", ya abundaban los signos de que esa escena ocultaba el germen del resultado del que nos anoticiamos el domingo pasado a eso de las 20:30. De alguna forma el domingo nos golpeó como una novedad pero el 1 de mayo de 2020 se estaba percibiendo lo sustancial de esta nueva derrota del campo popular. Ojalá haya tiempo para todavía, un año y medio después, evitar que la derrota resulte irreversible.

1 de mayo de 2020: El gobierno de Alberto Fernández dejó abierto un flanco por el que la derecha dura logró vulnerarlo, después de un período en el que había conquistado un enorme consenso social en la primera fase de la crisis sanitaria causada por la pandemia del CoVid19. El costo político que Alberto va a pagar por esta distracción todavía está por verse. En sus pocos meses de gobierno mostró ductilidad para resolver los graves problemas que le reservaba una Argentina arrasada por el macrismo. Todavía podría ser que esa ductilidad vuelva a sacarlo de esta encrucijada. Pero con el cacerolazo de anoche, construido y sobredimensionado con tenacidad por los medios corporativos que encabezan la oposición, la derecha gritó su primer gol en doce meses. Recién el 18 de mayo se cumplirá un año del día en que Cristina anunció su decisión de proponerle a Alberto encabezar la fórmula presidencial.

El cacerolazo de anoche en los barrios del norte de la ciudad dista todavía de producir una crisis política como la que asoma en los países que, por preservar los intereses de las clases dominantes, dejaron crecer las pilas de cadáveres al colapsar sus sistemas sanitarios. El éxito del enfoque sanitarista de Alberto ante la pandemia, con el achatamiento de la curva de contagios y el número comparativamente bajo de muertos por el CoVid19 viene siendo un mal ejemplo para las derechas duras. Lo ideal para ellos sería que, si los gobiernos encabezados por crápulas como Trump, Johnson o Bolsonaro no pueden ni frenar la catástrofe sanitaria ni evitar el derrumbe de sus economías, ejemplos como el de la democracia argentina fracasaran también, para que la muerte los iguale a todos: un imperio extendido del cualunquismo mortífero.

El estruendo de los balcones pequeñoburgueses alimentados por el resentimiento clasista y magnificado por la tele hace sonar una alarma en el esquema de unidad nacional y el "cierre de la grieta" con el que Alberto Fernández viene intentando consolidar su liderazgo político. Ese cacerolazo balconero que los medios de la derecha dura gustan relatar como "masivo" se opone simbólicamente al silencio temeroso que reina en los barrios pobres que no tienen quién los televise. No importa que el gobierno de Larreta deje por semanas sin agua a las villas mientras en la tele las campañas publicitarias machacan todo el tiempo con la necesidad de lavarse las manos. Fuera de los barrios pobres, las clases medias se lavan siempre las manos. El balcón es el escenario preferido por la televisión. Esa grieta no se cierra nunca.

La consolidación del liderazgo de Alberto en esta primera fase fue sorpresiva para sus partidarios e inquietante para la derecha. "Menos mal que ya no está macri en el gobierno" fue la frase más repetida en estas semanas. Una frase lacerante para una derecha que no encuentra un liderazgo fuera de los telepastores que nunca dejaron de recalentar el resentimiento de la burguesía televidente: ¿acaso a alguien se le ocurriría salir a pedir por macri o por peceto? La certeza de que si la pandemia se hubiera desatado durante el régimen macrista el número de muertos habría crecido exponencialmente logró que la figura de Alberto llegara a índices de aprobación que duplicaban los votos obtenidos en octubre pasado.

De pronto, la derecha argentina se había quedado huérfana. Alberto llegó con los votos de Cristina y un pequeño caudal de sectores medios despolitizados, dañados por el maltrato sistemático del macrismo, pero los reflejos rápidos de Fernández ante la emergencia sanitaria hicieron crecer su figura de líder político hasta límites inesperados. Un líder político que goza de gran aprobación popular conquista una autonomía que resulta siempre un obstáculo para los poderes fácticos, mientras en el mundo los gobiernos de la derecha obscena naturalizan el desprecio por la vida digna. El poder trasnacional juega en esta partida una batalla simbólica que no puede permitirse perder: la prevalencia de los más aptos y el aniquilamiento de los débiles, la alucinación nietzscheana de la voluntad de poder convertida en sentido común hegemónico.

Pero cuando para oponernos a la ley de esa ferocidad reinante en el capitalismo tardío en nuestro haber solo contamos con la memoria de la organización popular, se producen distracciones, un lujo que no podemos darnos.

Desde que se desató la pandemia se vio que hay sectores sociales muy vulnerables a la amenaza del virus: barrios pobres, geriátricos y cárceles en los que la distancia social es impracticable, formas de la arquitectura civil incompatibles con el aislamiento necesario para frenar la propagación de la enfermedad. La reacción de los países gobernados por la derecha dura fue dejar a estos sectores librados a su suerte, incluso propiciar su destrucción. Que la muerte haga su faena. La derecha siempre cuenta con la muerte como instrumento de gobierno, también ante la pandemia. Así se explica la persistencia de Trump, Bolsonaro o Johnson, a pesar de sus gestiones catastróficas. Cuando los cientificistas ingenuos creen que la actitud natural de toda sociedad es siempre defender la dignidad de la vida humana, chocan rápido con la evidencia de que para el capitalismo la vida no es un fin sino apenas un medio y, a veces, un lastre para el desarrollo de las potencias productivas. La voluntad de poder quiere el aniquilamiento de los débiles. Plena vigencia del nihilismo.

En el esquema humanitario que asumió Alberto, desde el primer momento debería haber prestado especial atención a estos grupos que la experiencia mundial señalaba como focos en los que el virus se expandía fácilmente. Las cárceles, los geriátricos y los barrios pobres tendrían que haber ocupado un lugar especial en sus primeras comunicaciones, esperadas con respeto y ansiedad por una enorme mayoría social. Quizás un exceso de alfonsinismo lo hizo reparar en sectores en los que el peligro no está tan expuesto y "guardarse unas semanas" resulta viable. El #QuedateEnCasa no le habla a la villa, al geriátrico ni a la celda. En sus primeros discursos dedicó gran parte de su tiempo a considerar a los runners, a los que añoraban su hora de esparcimiento o los nenes que dibujan en los deptos. Un enfoque clasemediero.

No está mal pensar en ellos si se gobierna para todos. Pero esos casos en los que Alberto reparó en sus discursos no arman una totalidad. Lo malo, si realmente se gobierna para todos, es olvidarse de que la burguesía y la pequeño-burguesía tienden a abandonar a sus viejos en los geriátricos, prefiere apartar de la vista a los villeros y las cárceles son el reino del horror en el que la sociedad cómplice de la violencia sistémica esconde su fracaso.

Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija hará responsable al juez que la autorice: lo dice el artículo 18 de la Constitución, algo que la clase media ignora porque nunca se piensa a sí misma en la cárcel. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que desde 1994 tiene rango constitucional dice en su artículo 10 que toda persona privada de su libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano. La derecha que alardea de republicana jamás lo creyó; al contrario, se complace en hacer de las cárceles reductos de lo inhumano. Es una falla inquietante que también para una perspectiva humanista cueste tanto visualizar este problema, porque las cárceles infectas no cesan de señalar el fracaso de una comunidad organizada.

La pandemia es la gran oportunidad para que un gobierno que se propuso instalar una nueva institucionalidad tome el problema estructural de las cárceles como medida de su legitimidad. El macrismo nos legó cárceles sobrepobladas por pobres en las que vivir dignamente no es posible, pero las cárceles ya eran insoportables desde hace mucho tiempo. El marginal: las ficciones sensacionalistas de televisión las convirtieron en fuente de su esparcimiento. El balcón de los caceroleros es el contraplano de la Argentina blanca. Las pantallas pueden trasmitir su indignación latosa hasta pretenderla obligatoria para todos.

Si el problema de la deuda parecía demandar la necesidad de postergar algunas reformas humanitarias para momentos más propicios, la pandemia cambió el orden de las prioridades. La defección del estado y la sobrepoblación de las celdas, incluso antes que un reto moral para la sociedad, se convierten ahora en una urgencia sanitaria. Si cuando hay que propiciar el distanciamiento social y la higiene no se resuelve la inhabitabilidad del sistema carcelario, ¿cuándo va a asumir la democracia su propia miseria? La experiencia de otros países ya nos había advertido sobre la necesidad de poner el foco en estas debilidades. Lo mismo pasó con los geriátricos y los barrios pobres: los contagios empezaron a acelerarse en los ámbitos de los que ya estábamos avisados. El enfoque del comité de expertos se centró en una perspectiva clamediera en la que la existencia transita entre el living y el balcón. El único problema era entonces pasear al perro o a los nenes.

¿Nadie pensó en las villas? ¿Nadie pensó en los geriátricos? ¿Nadie pensó en las cárceles? La derecha sí: pensó que esa zona débil de la trama social era su oportunidad para corroer el liderazgo político que estaba tomando un vuelo propio inconveniente: vio ahí la hendija para inyectar sus fobias más tóxicas. El gobierno de Alberto, un abogado penalista, justo en este punto se mostró inconvincente para encarar el crimen de la sobrepoblación carcelaria. Incluso un pensamiento calculador puede advertir que estos regímenes de encierro no funcionan como compartimentos estancos: en las cárceles -igual que en los geriátricos y en las villas- hay personas que todos los días entran y salen. Hasta para un sanitarismo blanco es evidente que estos eran los lugares que se debían cuidar con delicadeza para conducir el tránsito social de la cuarentena. Si las cárceles, los geriátricos y los barrios pobres se convierten en focos infecciosos, no hay manera de controlar la propagación del virus y el sistema sanitario se expone al colpaso. La cuarentena precoz podría no ser el remedio de todos los males.

Alberto y su gobierno prefirieron suponer que el problema de las cárceles superpobladas se disiparía  de algún modo en la bruma de la cruzada sanitaria. Tocó la cuestión con desgano, con tuits poco precisos que intentaron derivar los aspectos más corrosivos de la cuestión hacia un mero enfoque jurídico, despolitizado. Para no hablar de los sectores del Frente de Todos que abrazan el punitivismo fascista con fervor, como Massa o Berni. Tocar el problema de las cárceles y de las villas es la contrapartida necesaria de plantear un impuesto a las grandes fortunas, porque implica dar un enfoque integral de las desigualdades permanentes que la pandemia vino a desencubrir. El gobierno de Alberto comunicó mal, no por una falla de los equipos de comunicación, sino porque no pensó el problema en su carácter sistemático. La derecha sí es buena comunicadora y se tomó una semana para asustar a la clase mierda con la amenaza de una apertura masiva de las cárceles, azuzando justo ese punto en el que el Frente de Todos se muestra inconsistente. 

Hasta los caceroleros con dos dedos de frente podrían comprender un hilo de enunciados de fácil conexión. Un rebrote en las cárceles -en villas, en geriátricos- compromete la disponibilidad de las camas del sistema sanitario. Si las camas de terapia intensiva se llenan de presos, de habitantes de las villas o de gerontes, puede no haber lugar para los propios caceroleros. La ficción tanática de que los pequeñoburgeses se desentienden de la suerte de presos, pobres y viejos es también inconsistente: para que el sistema funcione es preciso que todos los días los trabajadores de las villas, los geriátricos y el sistema penitenciario circulen de un lugar a otro. No se sostiene la ilusión pequeñoburguesa de que cárceles, villas y geriátricos puedan estallar mientras el estado "nos va" a reservar camas. Es una ilusión entrópica.

Esto se dice en tres pasos. Lleva explicarlo pocos segundos. El riesgo del gobierno de Alberto radica justo en que sus primeros pasos los anduvo bien. El gobierno del Frente de Todos juega su legitimidad en que estos sencillos enunciados se asimilen por las mayorías sociales. Tiene que asumir su responsabilidad estatal. Las cárceles somos nosotros. Del otro lado, la derecha seguirá apostando a la muerte. 

sábado, 11 de septiembre de 2021

La chirinada: Jauretche, Borges, la Duquesa Esmeralda y Cristina


por Lidia Ferrari

Y Cristina dijo: “Perdimos las elecciones en el 2009 pero la economía estaba fuerte, desendeudada, nadie podía venir a decirnos como manejábamos nuestros recursos porque no le debíamos un solo peso al Fondo. La industria venía trabajando mucho, veníamos creciendo en la mano de obra. Cada vez más trabajo, cada vez más consumo y entonces la no aprobación del presupuesto la pudimos aguantar porque teníamos espaldas para aguantar aquella chirinada. Verdadera chirinada”. Y fuimos a buscar qué quiere decir chirinada, porque no conocíamos la palabra. El primer encuentro fue en el prólogo que Borges hace al libro de Jauretche ‘El Paso de los Libres’ (referencia de Fernández Baraibar) [1]. Es una palabra aceptada por la RAE, que la define como un argentinismo despectivo: “Asonada inútil, motín frustrado”. Hay diferentes versiones sobre el nombre propio Chirino de la cual proviene: la del Chirino de Juan Moreira y la de un zambo venezolano que lideró una revuelta fallida contra la esclavitud en Venezuela. Como quiera que fuese ya en Wikipedia encontramos la referencia a Perón, quien la usaba de manera despectiva refiriéndose a los intentos de golpes frustrados en su contra. Cristina la usó desde el lugar en el que la usaba Perón, despectivamente hacia esos que pretendieron una sedición institucional an no aprobar el presupuesto y fallaron. 

Me gusta pensar que el uso de cada palabra de Cristina tiene un sentido preciso que quiere transmitir y enseñarnos. En diferentes partes de su discurso se refiere a ese lugar emblemático de la oligarquía: la Recoleta. Asociamos Recoleta con ese rejunte entre lo popular y lo oligárquico del prólogo de 1934 que hace Borges al poema épico-gauchesco de Jauretche. A los de la Recoleta les arroja la conjunción Borges y Jauretche. Jauretche y Borges que, como una especie de oxímoron, junta los aparentes opuestos. Vaya forma de hacer un sorpasso a la famosa grieta. Pero está en la línea de ese otro sorpasso de la grieta que está dando la Duquesa Mitre. No por azar la mencionó Cristina. Siempre aprendemos de ella porque sabe captar el clima de época. Y no dudo de que estamos en un momento de emergencia de verdades, no importa de qué lugar provengan. Como lo de la Duquesa Esmeralda que cruza el charco hediondo arriesgándose a enarbolar verdades sobre ese mundo delincuencial, del cual la chirinada macrista es ‘un fracaso amargado por la irrisión’. 

¿No estaremos transitando un momento donde los discursos que impregnaban y hacían mella ideológica en 2015 comienzan a desmoronarse? Y esa demolición proviene de sus mismos sostenedores de entonces. Por eso, la duquesa Esmeralda es protagonista de esta nueva era que se abre; como esa que comenta Abelardo Ramos en el prólogo a Jauretche, cuando advierte que los vientos están cambiando, que después del ‘55 volvieron a rejuntarse y a producir una cultura santulona de ‘literatura pura’ y remilgos a lo nacional, pero que, nos dice Ramos, en 1960 ya no interesa a nadie. “El país había crecido hacia adentro, entretanto, y se insinuaban las condiciones para la expansión de una literatura y un pensamiento argentinos”. 

Me parece o quizás lo deseo que esa mención a la chirinada, la conjunción Borges-Jauretche y la revuelta de la duquesa Esmeralda están hablándonos de algo que fue creciendo adentro, también en las filas de esa ideología oligarca y decadente pero neoliberal, como corresponde a la época. Las verdades también crecen como mala hierba, tozudamente, tercamente diría Cristina, en medio de los terrenos más inhóspitos y mezquinos.

NOTA 
[1]

miércoles, 8 de septiembre de 2021

El final de "La niña santa" y de una entrevista reciente a Lucrecia Martel

La niña santa (2004) quizá sea mi película favorita de Lucrecia Martel, lo que implica una de mis películas favoritas de cualquier época. Será porque a Lucrecia la descubrí como cineasta demasiado tarde. Lo que es común en mí. Soy el último o el anteúltimo en darme cuenta de las cosas importantes. La ciénaga, por ejemplo, la vi varios años después de su estreno. Pero yo a ella la conocía personalmente desde hacía una década. Los dos estudiamos por la misma época en la escuela de cine del INCAA, por entonces llamada CERC y hoy ENERC. Lucrecia fue para mí durante los 90 esa rubiecita de tonada salteña y modos suaves que en medio de un conflicto con las autoridades de la escuela, a comienzos del menemismo, había propuesto en una asamblea estudiantil ocupar el CERC y tomar de rehén a su director, por entonces Humberto Ríos. Los asambleístas nos miramos desconcertados. Esa fue la primera vez que me llamó la atención: una propuesta política tremenda planteada con esa forma dulce de hablar que ella todavía conserva. El contraste entre la radicalidad y los modos fue la impresión  que guardé de ella durante varios años.

La vida siguió y me enteré de que mi compañerita del CERC había hecho su primera película, La ciénaga, aclamada por la crítica mundial. Un par de años después me la encontré en el hall de Abasto y nos saludamos. Le mencioné La ciénaga, le dije que todavía no la había visto y le pregunté si aún estaba en cartel. Qué papelonero. "No, las películas no duran tanto" me contestó, comprensiva de mi despiste. Meses después La ciénaga se repuso en la ya desaparecida Sala Tita Merello de Suipacha y Corrientes. Fui a verla y me cayó la ficha de que el cine argentino había ingresado al nuevo siglo en gran forma. Desde Favio no se producía una irrupción tan despampanante. En La ciénaga emerge la poética de Martel ya consumada. Pero yo llegué dos años tarde. Ahora pienso que deben estar pasando cosas extraordinarias de las que me voy a enterar más adelante.

Pero cuando se estrenó La niña santa yo ya estaba pendiente de quien considero une de les más grandes cineastes del mundo. Fui al estreno. El segundo largo después de un comienzo tan alto es decisivo: ahí se ve si el debut fue un hito insuperable o solo el comienzo de una gran obra. Con el NCA pasó varias veces eso de celebrar al autor de un solo hit. La niña santa es extraordinaria. Una comedia bressoniana, cruzada de citas evangélicas en tono mordaz, con diálogos de una gracia y precisión pasmosas, con un elenco afiladísimo: las mejores actuaciones en cine de Mercedes Morán, Alejandro Urdapilleta, Carlos Belloso, Arturo Goetz, Mónica Villa y las debutantes Maria Alché y Julieta Zylberbeg. 

Será porque con La niña santa llegué a tiempo o porque sus personajes absurdos son tan simpáticos que yo la prefiero. Meses después del estreno, Lucrecia vino a una entrevista pública organizada por La otra. Una concurrencia que desbordaba una sala de Villa Crespo quedó fascinada con esa inteligencia que hoy conoce el mundo. En un momento alguien preguntó por el final tan anticlimático de la película: está por producirse un escándalo, porque en medio de un congreso de fonoaudiólogos uno de los asistentes va a ser denunciado por abuso sexual de una menor, pero cuando la situación va a estallar Martel opta por un ligero desvío y se queda con las dos amigas, Alché y Zylberbeg, que flirtean en una piscina celeste, espacio marteliano por excelencia. Fin. "¿Por qué la terminó ahí, antes de que se produzca la situación explosiva?" pregunta alguien de los asistentes. "Porque no sabría cómo filmar esa escena" contesta Lucrecia.

Se ve que no soy el único fan de La niña santa. En Dolor y gloria, Pedro Almodóvar pone al protagonista de su película a mirar esa escena de la piscina mientras está fumado. Se ve que casi dos décadas después Pedro tampoco pudo olvidarla. Es que ese final condensa las claves del arte marteliano.

La niña santa en Dolor y gloria

Pensé en ese final cuando anoche leí la nota que acaban de hacerle a Martel Miguel Savransky y Valentín Huarte para la página web Jacobin, cuya lectura completa recomiendo. Acá transcribo las últimas líneas de la entrevista:

"La cancelación -dice Lucrecia- no es un problema de todo el feminismo, es muy diverso el movimiento. El punitivismo, la cancelación, me aterran. Pero el silencio con el que cuentan los abusadores es igualmente aterrador. Supongo que podremos encontrar una solución mejor que la cancelación, pero mientras tanto es muy injusto pedir recato después de tantos siglos de opresión. 

"En mi paso por Venecia manifesté que no iba a ir a la Gala de la película de Polanski, en solidaridad, mínima, con las víctimas, porque no hay solo una denuncia contra Polanski. No sabía que Polanski no podía ir a Venecia porque es un país con convenios con EEUU y si toca Italia, INTERPOL puede detenerlo por la condena pendiente en el país norteamericano. Aun así, dije que vería la película. No considero eso cancelación, sino un mínimo gesto para con las víctimas. No estoy a favor de que se prohíban las películas ni ninguna expresión del pensamiento humano. Fue muy interesante ver cómo en J’accuse (2019), Polanski intentaba indultarse identificándose con Dreyfus, un hombre acusado injustamente, que no es el caso de Polanski. Entonces, es importante que todos podamos ver cómo un hombre con todos los recursos para reflexionar sobre sus actos, decide no hacerlo.

"A veinte años de La ciénaga -preguntan los entrevistadores- y cerrado de alguna manera el ciclo del así llamado «Nuevo Cine Argentino», ¿vislumbrás algún aire de renovación en el cine nacional y latinoamericano actualmente? ¿Qué películas o cineastas destacarías?"

Dice Martel: "Perdón, me quedé sin tiempo, tengo que ir a editar".

Para leer el reportaje completo, vayan acá.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Netflix es la iglesia evangélica de la pequeñoburguesía ilustrada

El Reino, la serie de los Piñeiyro que traza un retrato burdo y estigmatizante de las religiosidades populares, logra el milagro de que hasta algunas muy buenas actrices actúen muy mal  


La serie de Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro El Reino es analizada en nuestra columna radial en Patologías Culturales, el programa que sale los sábados a las 18 conducido por Maximiliano Diomedi. En esta columna se analizan la pobreza estética y la estigmatización política de un producto típico para el consumo de las pequeño-burguesías ilustradas que acceden a la industria cultural a través de Netflix. El fenómeno de las iglesias evangélicas es dibujado en la serie con trazos burdos y sin internarse en la heterogeneidad de la religiosidad popular. Piñeyro y Piñeiro logran el milagro de que aún actrices y actores muy buenos estén todos muy mal en El Reino. Escuchen la columna de Oscar Cuervo acá.
 

A Marcelo Piñeyro lo conocemos porque a principio de los 90 adulteró el relato de los inicios del rock argentino en la mediocre Tango Feroz. Claudia Piñeiro aduce persecución solo porque la torpeza con que ejecutó el guión de la serie recibió críticas por su visión estigmatizadora del campo heterogéneo de las iglesias evangélicas.

Las denuncias que hicieron los Piñeiyro sobre los "intentos de censura" fueron en realidad parte de la campaña promocional del producto de Netflix. La serie sigue exhibiéndose sin ningún problema y la autovictimización de sus autores logró que incluso la izquierda troskista se montara en la operación estigmatizadora contra sectores religiosos populares que ofrecen una complejidad sociológica que merecería un tratamiento más serio. 

La autovictimización de Claudia Piñeiro, alegando un intento de censura que no existe, nos hace recordar que ella es la pareja de Ricardo Gil Lavedra, el autor intelectual del lawfare contra Milagro Sala. ´Hay un patrón político común en ambas operaciones: la condena anticipada que sufrió la dirigente de la Tupac y la condena mediática que desde una plataforma trasnacional denigra con un trazo grueso a un conjunto de iglesias muy heterogéneo. Los públicos de clase media evangelizados espiritualmente por Netflix son volubles a la distorsión mediática que demoniza a los luchadores populares y se burla de formas de religiosidad no establecida. No importa la verdad sino una verosimilitud diseñada para públicos autocomplacientes y distraídos. La demonización, mediática o jurídica, se hace siempre en nombre de valores republicanos y en salvaguarda de la libertad de expresión. La barbarie de la televidencia ilustrada, en fin.

viernes, 3 de septiembre de 2021

La primera película que se me ocurre



La primera película que vi en la tele, blanco y negro, imaginate, tengo 90 años, fue El romance del Aniceto y la Francisca, posta, nunca había visto una película entera, menos sabía qué era el cine de autor, me llamó muchísimo la atención la escena en el club, termina una cumbia, la pista se vacía, el plano dura un minuto y cinco segundos, una eternidad, empieza un tango y las parejas se van sumando a la pista, Favio la filma en un gran plano general picado (lo aprendí después) y deja ese tiempo muerto que en el club era normal y en el cine se vive larguísimo aunque, como era la primera que veía, yo no tenía idea de los ritmos del cine. Era un pibe de siete años, así que eso fue el cine para mí. Después me impresionó la curiosa manera de morir de Luppi, tomándose del muro, abrazado al gallo, pensé que todas las películas debían ser así, pero acababa de ver una de las mejores películas de la historia, una de las mejores que vi jamás. Desde esa noche en canal 13 b&n el cineasta Leonardo Favio estuvo en mi corazón y mi cabeza hasta hoy, noventa y nueve décadas después. Vi muchas películas pero esa, que vi de casualidad en la tele, sigue siendo la primera película que se me ocurre.