martes, 21 de septiembre de 2021

Operación de arena

La respuesta de Muñeca Brava y César González al libelo de Mayra Arena 


Unos amigos me recomendaron que leyera la carta de Mayra Arena, un supuesto análisis de la derrota reciente del FdT. Me decían que era la lectura más precisa sobre las causas de esta derrota política desde el punto de vista de una integrante del campo popular. La carta se replicó por varios medios y fue reproducida con regocijo por, nada menos, Infobae. Quedé preocupado no por el FdT ni por Mayra Arena sino porque este guiso recocido del cualunquismo más reaccionario puede ser aplaudido hasta por mis amigos. 

El panfleto de Arena es extenso, reiterativo, reduccionista y muy retrógrado. Atribuye la derrota del FdT a "la agenda igualitaria". Coincide palabra por palabra con la "Fuerte advertencia de un arzobispo cercano al papa Francisco", también difundida por Infobae. El arzobispo Víctor Manuel Fernández que le da "poco tiempo" al Presidente por “entretenerse con el aborto, la marihuana y el lenguaje inclusivo”. Se parece mucho a los delirios de la Pastora que encarna Mercedes Morán en El Reino. Pero Arena también coincide con Larreta, Vidal, López Murphy, Lousteau y Milei en el reclamo por la flexibilización laboral, aunque sobre esta cuestión no es tan reiterativa como contra las políticas por la ampliación de derechos. Solo lo desliza subrepticiamente en dos párrafos, como al pasar. Lo que más me asombra es que estas posturas de la derecha patriarcal y explotadora sean abrazadas por algunos militantes del campo popular que o leen distraídamente o en verdad no han pensado a fondo en el concepto de "justicia social".

Afortunadamente no todos son tan papamoscas. La compañera Muñeca Brava y el amigo César González sí comprendieron el embrollo ideológico de Arena enunciado desde el supuesto sujeto "Grandes Mayorías". En Alemania de la década del 30 también había "Grandes Mayorías", así que habría que ser menos atolondrado al usar las palabras y al leerlas. Acá reproduzco las respuestas de Muñeca Brava y de César González al balurdo de Arena.

Atenas, de César González

por Muñeca Brava (@claricechurros en Twitter)

El domingo 12 de septiembre el peronismo hizo su peor elección legislativa en casi 12 años. Perdiendo alrededor de 4 millones de votos, con una pandemia de un año y medio a 99 días de asumir (parece que no se repitió lo suficiente esta parte), los cambios de gabinete no tardaron en llegar. Los análisis políticos, sin embargo, llegaron mucho antes. Muchxs atribuyeron la pérdida de caudal de votos a la “mala gestión” de la pandemia, muchxs a la inflación, muchxs a la poca recomposición salarial derivada de la inflación y de la mala gestión de la pandemia; hubo una línea de análisis político que me llamó la atención porque es con la que quiero polemizar ahora y con la que me siento también en condiciones de discernir porque me toca a niveles personales y afectivos. La línea de análisis que le achaca al gobierno concentrarse en “la agenda de las minorías” y no “en el hartazgo producto de la mala gestión de la pandemia, la inflación, la poca recomposición salarial”. Estoy glosando cosas que les leí en twitter a muchxs compañerxs, y es por eso que ahora me interesa entablar un diálogo lisa y llanamente con compañerxs peronistas, más allá o más acá de que se identifiquen como feministas. Con la gente de derecha no tengo mucho que hablar.

Antes de ir al carozo del asunto, me gustaría hacer un excurso para preguntar qué entienden por “agenda de minorías”. Porque pareciera que reconocer que hay una identidad que no es ni la femenina ni la masculina en el documento, en términos civiles, supone una conquista de una minoría y no una cuestión de derechos. Reconocer que existen otras identidades no implica “darle un gustito” a una “minoría”, sino empezar a darle entidad institucional a un grupo -no necesariamente minoritario en términos cuantitativos — que antes no la tenía. Me gustaría preguntarles a lxs que se la pasan hablando de que la justicia social excluye a los derechos identitarios de las personas que no nos identificamos ni con la F ni con la M (alo, no son solamente lxs nobinaries, acá entramos también las lesbianas y eso ya lo dijo Wittig en otro siglo y no tenía nada que ver ni con el Ni una menos ni con nada parecido a lo que mucha gente entiende por feminismo argentino ahora) si tienen, en términos concretos, es decir numéricos, es decir, materiales como les gusta a ellxs, un número que diga que somos minoría. Quizás si la expectativa de vida de las travas no fuera menor de 40 años dejaríamos de ser registradxs como minoría. Quizás si no hubiera sido hace menos de 20 años que aprobaron el matrimonio igualitario, el Estado podría haber llevado hace más tiempo una cifra más específica de la cantidad de parejas homosexuales que hay en nuestro país. Quizás si no tuviéramos miedo de salir a la calle por la violencia homolesbotransodiante y muchas veces nuestras relaciones amorosas quedaran para adentro, el mundo empezaría a registrar un poco más que no somos minoría. Quizás si desde pendejxs no hubiéramos sido socializadxs desde la más profunda heteronorma dejaríamos de ser leídxs como una minoría. Disculpen, compañerxs, pero nuestra identidad, nuestra dignidad no es un “tema de agenda”, ni es una cuestión que le debería competer solamente a un gobierno (del partido que sea), ni las personas que no nos identificamos según sus valores heteronormados somos una minoría. Hagan la prueba de preguntarles a sus amigxs. Cuántxs de ellxs muchas veces no se identificaron ni como hombres ni como mujeres, cuántxs sintieron que los mandatos de género se les hacían pesados, dogmáticos, opresivos. Cuántxs de ellxs sintieron atracción por alguien de su mismo género o se preguntaron cómo sería una vida por fuera del matrimonio heterosexual. A veces está bueno preguntar un poco más y suponer un poco menos.

Ahora, sigo mi rumbo. Cuatro días después de las PASO Infobae publicó una nota de Mayra Arena que se titula “Derrota electoral del Gobierno: no conciben que un pobre no los banque ideológicamente”. En la nota se esgrime este mismo argumento como cabal en la pérdida de la gran cantidad de votos que se perdió. Voy a empezar a citar para poder responder punto por punto específicamente. Dice Arena: “el precio de sentirse inclusivo se paga caro: dejás afuera a muchos que todavía no resolvieron demasiados quilombos como para seguirte el tren. No me terminó de cerrar el feminismo y ya me estabas corriendo con la movida no binarie.” Uno de los grandes debates del feminismo en los últimos años fue las diversas acepciones del término “inclusivo” (a propósito del lenguaje no binario o género sensitivo, popularmente conocido como ‘lenguaje inclusivo’). La pregunta es en realidad una pregunta por el sujeto político del feminismo, y más que por la inclusión es una pregunta por lo que menciona al instante Mayra: la exclusión. ¿Quién incluye a quién, y en dónde? ¿Qué se supone que hay que resolver antes de qué cosa? ¿A qué tren se refiere? Por otro lado, decir “la movida nobinarie”, es bastante parecido a decir “el lobby lgbt”, nuevamente aparece esta idea de “las agendas”, como si — otra vez- no se tratara de la vida de las personas, como si las personas que no tienen para comer no fueran también travas, trans, maricas, lesbianas o nobinaries, como si la inclusión no fuese multifacética. No sé qué imaginario tienen sobre “aquellos que todavía no resolvieron los quilombos como para subirse al tren del feminismo”, pero les aseguro que — en términos generales — conozco más gente rica o clase media que pobre que deslegitima la identidad de género como poco prioritarias y como una cuestión ajena. Como si identificarse con el género asignado al nacer no fuera, también, elegir una identidad. No: lxs unicxs que la elegimos somos lxs que luego, con el devenir de la vida, elegimos una diferente. Pero el acceso a derechos civiles forma parte de la buena vida de lxs sujetxs en sociedad, no es asunto ni de ricxs ni de pobres ni de cis ni de travas. Obviamente una x en un DNI no le da de comer a nadie. Pero la “f” y la “m” en el DNI tampoco. Justamente: van por carriles diferentes aunque forman parte de las cuestiones que hacen a una vida digna en sociedad. Decir “justicia social” creyendo que hay cosas que son más justas o prioritarias que otras supone que hay una jerarquía en las precariedades de las existencias; de todas, no solamente de las que ustedes consideran ‘minoritarias’. Y si hay algo en lo que creo fuertemente, es que la política debería ser un tema universal, como lo son todos los derechos humanos. A nadie se le ocurriría decir que para luchar por la memoria, la verdad y la justicia tenés que ser hijx de desaparecidx o nietx recuperadx. A nadie se le ocurriría decir que solamente lxs judixs podemos indignarnos por el antisemitismo. Hay una — mala- lectura de la bibliografía sobre políticas identitarias que tuvieron preponderancia del 2010 a esta parte en la academia yanqui que hace creer que los derechos son solamente asuntos del sector que todavía no accedió a ellxs. Yo soy clase media blanca universitaria porteña y aún así me indigna que cada compatriota mío no pueda llegar a fin de mes, no hace falta ser pobre o haber nacido en una villa para que me indigne la miseria, para luchar por una sociedad más justa. Entonces, ¿por qué les cuesta tanto? Según Mayra, la sociedad se divide en dos grandes grupos: ‘los comunes’ y ‘las minorías especiales’. Cito: “Una población que viene empobreciéndose hace años en picada, enojada por la falta de escuela, destruida por las restricciones de la pandemia viendo cómo las políticas siempre parecen tocarle a gente “especial” o minoritaria. ¿Y yo, que soy común, para cuando?”. No es muy distinto a los discursos conductistas de reconversión, basados en la idea de que hay ‘gente común’ y ‘gente especial’ (por favor, el léxico capacitista…) y ahí estaría para contestarles como Susy Shock: “y que otros sean lo normal”. O lo común.

Pero no, o sea, la amo a Susy, pero no. Porque ¿saben qué? Yo también quiero ser lo común. Y quiero que mi hermane sea lo común. Y que llegar a fin de mes sea lo común. Y que tengamos todxs una vida digna, en todos los aspectos, porque lo material y lo simbólico nunca van separados.

Dejándonos en el lugar de lo no-común, viene la gran muletilla de lxs que nos tildan de exageradxs cuando nos enojamos por querer ser, aunque sea, un poquito comunes: “la corrección política”. Necesito, por favor, que alguien, quien sea, me defina el término “corrección política” y por qué lo usan peyorativamente, y por qué en todo caso querer que alguien tenga para comer a fin de mes es “políticamente incorrecto”. ¿Qué es lo correcto y lo incorrecto? ¿Quién y cómo lo juzga? ¿Dónde está el manual que señala las normas de la política para ver qué entra en cada casillero? Porque, si no, me parece un pelín arbitrario. Cuando la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito empezó a hacer rosca para que se apruebe la ley todo el mundo decía que no era prioridad. “La gente no tiene para comer, mirá si un gobierno se va a concentrar en que las mujeres puedan decidir si ser o no ser madres”. Lo recuerdo bien en mis reuniones de formación política de una orga profundamente peronista. Pasó en 2013, no en 2015 post primer Ni una menos. Lo que pasa es que es muy fácil dejar en ridículo al otrx en lugar de escuchar un poco por qué reclama lo que reclama. A mí también me pasaba. Es una posición que se pretende profunda y crítica, pero que lo único que hace es traficar un extremo conservadurismo. Mismito argumento que usaba Pola Oloixarac cuando decía que cómo iban a aprobar la Ley de Identidad de Género antes que la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que eso era invisibilización de las “mujeres de verdad con útero” (suena parecido a ‘las personas comunes’, ¿no?). Así como se dice “corrección política” peyorativamente también se dice “moralista” de forma despectiva, como si la moral no fuera asunto de todxs, como si todxs y cada unx de nosotrxs no tuviera su propia moral. ¿Acaso creen que Milei se cree amoral? ¿Creen que Videla no creía que hacía lo que hacía por el ‘bien moral’? ¿Creen que hay gente común por fuera de la moral, y después estamos lxs de izquierda peronistas feministas nobinaries hincha pelotas no-comunes que estamos ‘dentro’ de la moralidad? ¿Qué definición de moral usan? No soy especialista en derecho ni en filosofía política ni en ética, y no estoy pidiendo definiciones académicas, sino teórico-políticas que vengan a cuento de esta discusión. Porque la moral no tiene nada que ver con cuestionar que se siga leyendo a tal autor o escuchando a tal músico con denuncias, y en todo caso pensar que es la agenda twittera de la ‘cancelación’ (¿la persecución sistemática a funcionarios kirchneristas no era cultura de la cancelación?) la que define elecciones. Y acá viene la parte que más me llamó la atención de toda la nota: “Y acá entra algo incómodo para muchos pero que es necesario decir: las grandes mayorías no tienen agendas ideológicas. Las grandes mayorías no quieren que les rompas las pelotas, y tampoco te las quieren romper a vos”. En primer lugar, no entiendo: ¿a quién le habla? ¿quiénes son las grandes mayorías y quiénes son ‘vos’? Y ¿no es un poco el efecto de la ideología creerse por fuera de la ideología? ¿No es un poco condescendiente pensar que existe algo como ‘una gran mayoría’ que ‘no tiene una agenda ideológica’? ¿Qué sería una ‘agenda ideológica’? ¿Querer tener para comer no es ideológico? ¿Las condiciones materiales estructurales están por fuera de la ideología? ¿Y qué tiene que ver ‘la ideología’ con ‘cancelar artistas’ o con ‘la movida nobinarie’? ¿No será que están metiendo todo en una bolsa para no hacerse cargo de que en realidad les chupa un huevo la existencia de las personas “no-comunes”? ¿Creer que ‘las grandes mayorías’ —hay que ver qué es- no se pueden ocupar de cuestiones ‘simbólicas’ —de nuevo veamos qué es, porque a mí recibir un título secundario o universitario, por ejemplo, con tu nombre y tu género me parece bastante concreto- porque están demasiado ocupadxs leyendo el ticket del chino para comer, no es un poco condescendiente, por no decir simplista?

Yendo a la parte de economía, y porque ya me estoy extendiendo un montón, Mayra sigue: “Si la progresía se vuelve norma es natural que la resistencia sea conservadora, pero además ¿pensaste qué quiere un pibe de veinte años? Quiere muchas cosas, pero ante todo descular cómo ganar plata para lograr esas cosas. Al mundo lo mueven los sueños, pero a esos sueños les faltan financistas”. Otra vez, desmontemos un poco la frase: ¿qué sería ‘la progresía? Y perdón que insista pero: ¿desde cuándo es norma? Si fuera ‘la norma’ entonces no haría falta la x ni se indignarían tanto porque está ahí. Nadie se indigna por la senda peatonal, es simplemente una norma de tránsito, la naturalizamos completamente, a nadie le interesa discutir que el rojo del semáforo signifique parar y el verde avanzar. Eso es lo normativo. Y “resistencia conservadora” es un oxímoron y, de nuevo, otra vez, escucho gente hablar por otra gente, y el siempre caballito de batalla: la juventud. Desde que tengo memoria, incluso antes de ser joven y siendo niña o adolescente, escucho a gente no mucho más grande que yo achacarle cosas, atribuirle cosas a la juventud. Lxs jóvenes que se embarazan por un plan. Lxs jóvenes que ni estudian ni trabajan. Resulta que ahora lxs jóvenes solo queremos ganar plata para “realizar nuestros sueños”, ¿hay algún slogan más liberal que ese? ¿“Follow your dreams”? ¿Posta? ¿Qué es esto? ¿El lobo de Wall Street? ¿El Gran Gatsby? ¿Ricardito de Okupas diciendo que la universidad no sirve para nada? ¿Ahora resulta que todxs lxs jóvenes argentinxs queremos el sueño americano y lo que necesitamos es un suggar-daddy-Estado que nos lo financie? ¿desde cuándo el Estado nos “debe” cosas a la juventud?

Voy a ir al último apartado sobre educación porque ya sé que para este punto nadie va a estar leyendo. Cito, les prometo, por última vez: “Por suerte, no me corrió con lo que te corre la militancia sorda: “clases siempre hubo”. ¿Para quién? Para los que pudieron adaptarse al cambio, para los que tenían más de un celu por familia, para los que tienen Wifi. Habrá muchos niños héroes que se las arreglaron para seguir sin nada de eso, pero la educación es un derecho, no una actividad para niños extraordinarios.” De nuevo, voy a destripar estas oraciones. Al parecer, lxs docentes que piden que se les reconozca su laburo de un año y pico es ‘la militancia sorda’. Es cierto, no se resolvió el problema de conectividad ni de accesibilidad a internet. Es cierto, muchas familias tuvieron que malabarear con teléfonos e internet para poder seguir las clases por zoom. Ahora, no hay nada de heroico ni de extraordinario en eso justamente porque es un derecho y como tal debería ser accesible para todxs. Las fallas estructurales en la reorganización de las clases o la adaptación de las clases a distancia no hizo otra cosa que seguir mostrando la desigualdad material en términos de conectividad, digitalidad o incluso alfabetización digital (lo cual también corre para otras profesiones). Lxs docentes han sido históricamente un colectivo que, tal como “las minorías no comunes” siempre recibe los latigazos. Recuerdo el año 2017, cuando María Eugenia Vidal proponía -ante un reclamo de mejoras salariales que se encarnó en un paro por tiempo indefinido — reemplazarlxs por voluntarixs. El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta ajustó, siguiendo la línea de Macri años antes, año a año el presupuesto destinado a educación. En el año que todas las escuelas estuvieron cerradas y se ahorraron todos los gastos infraestructurales y de logística (luz, gas, lxs nodocentes, etc) no se invirtió un solo peso en darle computadoras a lxs estudiantes ni en asegurarse de que todxs tuvieran un buen WiFi. obviamente es facil echarle la culpa, otra vez, al gobierno nacional, primero de poner x en los dnis, luego de querer detener lo más posible la actividad que más circulación en las calles genera: la movida de llevar a todxs lxs estudiantes al colegio y usar el transporte público que- dicho sea de paso — tampoco se invirtió un solo peso en mejorar. No por el incordio que generaba armar el sistema de burbujas y los protocolos que ponían más foco en el alcohol en gel que en la distancia y la ventilación. Si no por el hecho de que quedó demostrado en absolutamente todas las partes del mundo que la escuela es la actividad que más gente hace mover y que más gente acumula y aglomera. Obviamente no es inocuo tener a pibxs y adolescentes aprendiendo por zoom un año. Pero nada en esta pandemia es inocuo. No entiendo, ¿creen que para algunxs es más traumático que para otrxs? ¿que en algún lugar del mundo no se sufrieron consecuencias en todos los planos de la existencia -social, afectivo, económico, educativo, psicológico—individual y colectiva debido a la pandemia? En los lugares que se abrieron los colegios a los 2 meses se tuvieron que volver a cerrar ante las nuevas variantes. Incluso hasta el día de hoy Francia e Israel tienen cierres y aperturas intermitentes.

Nuevamente el argumento conservador de que “las cosas estaban mejor y solo pueden ser como eran antes” y las clase solamente son clases cuando están los 32 alumnxs aglomeradxs en un aula con unx docente a cargo. Nunca —y acá culpo también a los funcionarios del gobierno, que son a quienes votamos para esto- nunca se les ocurrió pensar alternativas que propusieran nuevos modelos educativos que no requieran volver a lo que pasaba antes, ¿por qué todo se vive en términos dicotómicos? ¿presencialidad vs. virtualidad? Nunca nadie habló de modelos mixtos, o de que desde el siglo XIX Sarmiento señalaba el problema de que tantxs chicxs juntxs en un aula era perjudicial para un acompañamiento íntegro de las trayectorias escolares.

Lxs feministas como lxs docentes siempre somos tildadxs o de vagxs o de exageradxs o de algún mote peyorativo que deslegitima nuestros reclamos y hace quedarnos como fuera de lugar. A esto se le suma ahora lo nuevo: “moralistas” y “políticamente correctxs”. Históricamente ha sido así, ya se debatía a principios de siglo XX cuando estaba en boga el considerar a las mujeres ciudadanxs, y en las primeras asambleas por el voto femenino. Muchxs sindicalistas veían a las sufragistas como unas fantoches de clase media que solo abogaban por la “agenda de las minorías [en ese entonces] pequeburguesas”. La diferencia: las sufragistas se decían abiertamente feministas cuando lxs sindicalistas, aún practicando el feminismo, no se identificaban como tales. El voto femenino terminó incluyendo a todxs por igual, pero aún así se sigue reproduciendo la lógica de que hay ciudadanos de primera (‘los comunes’, ‘los que tienen las necesidades básicas irresueltas’ y de segunda, ‘los que entran dentro de la agenda de las minorías’).

Propongo volver a los términos a su acepción más primitiva, solicitando por favor no se me acuse de obtusa. Que “agenda” se use solamente para hablar del cuadernito que usamos para anotar las tareas, y que digamos ‘minoría’ solamente si tenemos en términos concretos un número que respalde esa palabra. No me interesa ningún tipo de dogma, pero a veces está bueno hacerse cargo de que algunas palabras ofenden y por qué ofenden, sobre todo según el sentido que adquieren en determinados contextos argumentativos. Salvo que no les importe ser ofensivxs.

Cierra, y no entiendo tampoco por qué dice esto que dice: “A la crisis económica se le responde con acciones y a la crisis de identidad política se le responde con los brazos abiertos: basta de echar gente porque no coincide en alguna cuestión irrelevante. ¿A dónde se vio que el peronismo excluya a los que no se van aggiornando a la época?”. ¿Cuáles serían las cuestiones irrelevantes que van excluyendo gente al punto de que se erosionó el caudal de votos como se erosionó? El gobierno de Alberto Fernández demostró perder su poder mucho antes de estas elecciones. No fue hace tanto que quiso decretar una nueva fase 1 en todo el AMBA por tener todas las alarmas en términos de circulación del Covid (camas de terapia intensiva ocupadas y cantidad de contagios x habitantes) y suspender las clases por 15 días, cosa que no pudo hacer porque la Corte Suprema le dio aval a un amparo presentado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que deslegitimaba esta medida de cuidado.

Aprovecho la nota de Mayra, quien se considera militante peronista, para dialogar con todxs lxs compañerxs peronistas. No necesitamos un peronismo menos feminista, necesitamos un peronismo más feminista, es decir que todxs lxs compañerxs peronistas sientan como propias las banderas del feminismo y no al revés. No le otorguemos el nombre de “resistencia” a quienes no hacen otra cosa que sostener y seguir alimentando su conservadurismo. Necesitamos más progresismo, no menos progresismo. En algo coincido con Arena: lo peor que podría sucederle al país es cuatro (¿y por qué no ocho?) años de gobierno de derecha en las elecciones de 2023. Fallamos si tenemos compañerxs repitiendo que el feminismo es parte de la agenda de las minorías y no una de las cuatro patas que sostienen a la gran mesa de la Patria Peronista además de las otras 3 que al parecer ya forman parte de nuestra senda peatonal, ya las naturalizamos, las masticamos, digerimos y no las cuestionamos para nada: justicia social, soberanía política y una economía libre de buitres y usureros.

 * Publicado en el blog Muñeca Brava

Atenas, de César González

Agrega en Twitter César González: "Como villero quiero dar mi punto de vista sobre la nota de Mayra Arena. Creo que el primer inconveniente es aglutinar a la fuerza a todes les habitantes de los barrios populares bajo una supuesta ideología total que rechaza las conquistas civiles por no ser económicas. 

"Doy fe de que la agenda feminista tiene un fuerte arraigue en los barrios populares. Por ej. La ILE fue ampliamente debatida y celebrada por miles y miles de mujeres villeras, que eran, sobre todo, las que terminaban abortando en atroces circunstancias. 

"Conozco muchas pibas de los barrios populares que usan el lenguaje inclusivo, que creen y militan por la justicia social, injustamente planteados en su nota como ámbitos excluyentes. Conozco muchas villeras travestis, trans, felices por el acceso al DNI, por los cupos laborales. 

"La fuerza y contundencia de la agenda de derechos para la mujeres e identidades no binarias de nuestro país es un orgullo transversal a las clases. Pero en lo concreto para los barrios populares ha sido una herramienta que ha empoderado y generado conciencia en miles de pibas. 

"La realidad de los barrios populares es contradictoria, no hay un canto monocorde que rechaza el lenguaje inclusivo. Existen ambos polos, a las generaciones nuevas le resulta ya familiar. Y como en el resto de la sociedad también surgen temores conservadores ante lo nuevo. 

"Lamento su postura tan punitivista, como si los barrios ya no estuviesen inundados de fuerzas de seguridad que violentan permanentemente a lxs pibes. ¿Qué hay de nuevo en su posición de indignarse por una supuesta defensa institucionalizada del delincuente?  

"Roza el lombrosismo cuando habla de "La baja de la talla en los delincuentes, cada vez más flacos, más petisos, más aniñados, ha generado que mucha gente se resista a los robos y se resuelva todo en un mano a mano". No cuestionarla solo por ser pobre es por culpa pequeñoburguesa. 

"También me resulta muy triste su cliché "Antiplaneros" tan afín al sentido común más reaccionario, como si desconociera las irrisorias cifras monetarias de esos planes, que así y todo si no existiesen más miseria habría en nuestra patria. 

"Por último y a título personal digo que en los barrios populares las mejores condiciones de vida, tanto a nivel material como simbólico, las han generado siempre los gobiernos de centro-izquierda, aun con todas sus cobardías y falencias".

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