@laotra214 #FrasesDeMama ♬ sonido original - laotra21
domingo, 15 de septiembre de 2024
Escuchar esas voces
viernes, 13 de septiembre de 2024
La propaganda: propagar las palabras
por Lidia Ferrari
¿Qué es la propaganda? No sólo es el dispositivo complejo de la publicidad, de la manipulación. Propaganda viene de propagar. ¿Y qué es lo que se propaga en la propaganda -parece un trabalenguas? Lo que se propaga en la propaganda son las palabras, las narraciones. Palabras, narraciones, relatos… no hay más que eso (y nada menos que eso). A través de las narraciones se transmiten ideas, ideologías, sentidos…
Los medios para propagar palabras pueden ser múltiples. La tribuna en la plaza pública, cuando el orador se exponía unos centímetros más arriba del público y con su voz -suponemos potente-, podía propagar palabras que diseminaban ideas, sentidos. El arte de la retórica, de la oratoria y de la elocuencia son derivados de esa primordial gesta de propaganda en la antigüedad. Muy diferente a los actuales medios de comunicación, aunque todos sean medios de propagación de narraciones.
¿Por qué dice Mc Luhan "el medio es el mensaje"? Porque hay un plus en el medio que transmite el mensaje. Al inicio, se escuchaba la radio en posición inmóvil, cumpliendo el ritual de la escucha, fascinados en esa atmósfera narrativa. Pero la radio nos permite hacer todas nuestras actividades. En cambio, la revolución de la televisión, como heredera de la radio, encarcela el cuerpo, lo obliga a estar inmóvil, porque su medio privilegiado es la imagen. La imagen nos inmoviliza. No podemos caminar en el cine. No podemos girar nuestra cabeza. Tenemos que concentrar nuestra mirada y hacer desaparecer el resto del cuerpo. La televisión y sus subsidiarios posteriores, hasta la pantalla última del celular, obligan a esa concentración, esa inmovilidad, frente a la pregnancia de la imagen. ¿Qué son los celulares? Son adminículos adosados al cuerpo. Son una prolongación de nuestro cuerpo. Más precisamente están en nosotros, viven en nosotros. En realidad, nosotros vivimos en el celular. No es el celular que nos parasita, sino que somos parásitos del celular.
Claro, después están las usinas, las fuentes donde se originan las palabras. Los que quieren propagar ciertos relatos o tapar otros. La propaganda en el sentido restringido en que la usamos generalmente, como lugar de la manipulación de masas, proviene de la idea que llevaron a cabo el estalinismo y el nazismo. Edward Bernays, padre de la propaganda en Occidente, escribió en 1927 su libro Propaganda. A partir de la segunda guerra dejó de usar esa palabra porque quedó adherida a una connotación negativa, quedó adherida a Goebbels y el nazismo. Pero nos podemos amigar con la palabra. Somos, todo el tiempo, receptores de propaganda y también emisores, propagadores de palabras, relatos, sentidos, ideología.
La colosal potencia de los nuevos medios a disposición para la propagación de ciertos relatos, se ocupan de esto ancestral. Construir el universo narrativo en el que estamos envueltos y, no como la generalidad de la población, sufrirlo. Por esa razón hay una connivencia entre los grandes medios tecno-mediáticos con los hacedores de política y con los poderosos. Están interesados en poseer los medios de propagación de la palabra para orientar los discursos, los sentidos, las ideologías, las maneras de pensar la realidad de todo el mundo.
¿Es muy diferente a lo que ocurrió con la propagación de la palabra cristiana a inicios de nuestra era? Los predicadores como propagadores de la Palabra, en este caso, la de las Sagradas Escrituras, tuvieron su protagonismo a pesar de no poseer medios colosales como los actuales. Todavía vivimos en el mundo que se abrió en esos tiempos que no precisaban más que algún predicador convincente para propagar la Palabra Divina. Lo dice San Agustín, gran retórico. No necesariamente ayudaba a esa propagación la transmisión de La Verdad, sino que lo que ayudaba era que fuera más atractiva que la Mentira.
Imagino entonces que se puede situar de manera más sencilla la eficacia actual de la propagación de las palabras o narraciones. Quiénes son los dueños de los medios de comunicación, cuáles son sus ideologías o sus propósitos y veremos que se derrama la realidad de lo que la mayoría puede llegar a pensar. Berlusconi se mantuvo veinte años en el poder. La affarista y menefreguista se expandió con él y perdura en los italianos de hoy en día y durará por mucho tiempo. Ningún gobierno, inclusive los que se llaman de izquierda, produjeron en Italia leyes que impidieran a un político poseer medios de comunicación. Su poder se basó en la propagación de sus palabras, de lo que quería que sucediera y de lo que se debía pensar. ¿La gente no es tonta? Puede ser, pero en muchos casos lo es porque no tiene alternativas de escuchar narraciones fuera de las coordenadas de las palabras que lo interceptan. Si puedo tener un pensamiento alternativo al hegemónico es porque me fueron llegando otras palabras desde otros lugares. Es imposible que alguien piense por sí mismo sin relación a los discursos circulantes. El lenguaje no es un individual. ¿Por qué Elon Musk, el hombre más rico del mundo, tuvo que comprar Twitter? Hay una estrecha relación entre poder y propaganda. Hay una connivencia entre ellos con intención de dominación. El momento tan delicado en el que vivimos en parte es efecto de ese adminículo siniestro al que estamos adosados, el celular. Allí se propagan palabras, imágenes, sentidos de la existencia, razones para vivir, ideologías. Es el lenguaje que nos organiza, nos orienta, nos dice qué podemos decir. Y en lo que podemos decir está lo que podemos pensar. Como la minúscula fórmula de la relatividad tiene el poder de explicar toda la realidad física del universo. La propaganda propaga las palabras y, con ellas, los sentidos de la existencia y las formas de vida adheridas. No hay quien pueda sustraerse plenamente a eso. En todo caso, elegir cuáles medios de propagación de palabras elige. Algo que exige no sólo la activa búsqueda de palabras alternativas sino la más dura y trabajosa posición de abstinencia y renuncia a escuchar los propagadores de turno.
Las grandes rupturas religiosas o ideológicas ocurrieron cuando palabras, nuevas o viejas, vinieron a decir cosas diferentes. Lutero y su reforma protestante alcanzan su mayor grado de propagación en coincidencia con la invención de la imprenta, que favoreció su difusión en toda Europa. La pregunta: ¿es muy diferente cuando un señor con una motosierra amenaza barbaridades delirantes? ¿No sigue siendo un problema cuál es su forma de llegada más que lo que las palabras dicen o las imágenes muestran? Sí, también lo que esas palabras dicen y lo que las imágenes muestran. Pero primero hay que llegar para luego propagar determinadas ideologías y sentidos.
jueves, 12 de septiembre de 2024
La Lógica del Escorpión y el Día del Maestro
martes, 10 de septiembre de 2024
Weber / Cortos / Gosse / Luto
Cine para lectores: cortos de P. M. Weber & otrxs - Jueves 12/9 - 18:00 hs. - Lavalleja 924
viernes, 23 de agosto de 2024
Ray Bradbury: un recorrido personal
En 1986, a mis quince años, recibí como regalo Las doradas manzanas del sol.
El primer cuento que leí, "La Sirena".
Desde aquel día tengo intacto en la memoria ese impacto emocional, melancólico y profundo.
— Un día, hace muchos años, vino un hombre y escuchó el sonido del océano en la costa fría y sin sol, y dijo: «Necesitamos una voz que llame sobre las aguas, que advierta a los barcos; haré esa voz. Haré una voz que será como todo el tiempo y toda la niebla; una voz como una cama vacía junto a ti toda la noche, y como una casa vacía cuando abres la puerta, y como otoñales árboles desnudos. Un sonido de pájaros que vuelan hacia el sur, gritando, y un sonido de viento de noviembre y el mar en la costa dura y fría. Haré un sonido tan desolado que alcanzará a todos y al oírlo gemirán las almas, y los hogares parecerán más tibios, y en las distantes ciudades todos pensarán que es bueno estar en casa. Haré un sonido y un aparato y lo llamarán la sirena, y quienes lo oigan conocerán la tristeza de la eternidad y la brevedad de la vida».
Bradbury cuenta el origen de esa historia.
Un día, caminando con su esposa por la playa de Venice, California, vio la estructura abandonada de una montaña rusa y se dijo: ¿qué hace ese dinosaurio recostado en la arena?
Hace diez años armé un club de lectura de sus libros, El Club de la Salamandra. Nos reuníamos cada tanto y yo editaba los cuentos por separado para repartir y proponía algunas lecturas y búsquedas. Para uno de esos encuentros armé un powerpoint con la traducción de "La sirena", para tener la experiencia de una lectura colectiva. Tengo dos discos de lecturas de Ray Bradbury por él mismo. Uno de ellos, Fantastic tales (1979) tiene 14 de sus cuentos. Edité su lectura del cuento acompañándolo de la obra Waiting for Cousteau de Jean-Michel Jarre y, mientras escuchábamos el audio, yo iba pasando las placas del powerpoint de manera simultánea con la traducción. Tiempo después hice la experiencia en un video pero, sin la licencia correspondiente, fuera de mi computadora, el video se ve con la marca de Filmora que ahora es más grande que años atrás. Quizá retome el esfuerzo. [Link al cuento completo]
LA CANCIÓN DE YLLA
Inmediatamente después de Las doradas manzanas... vino la trilogía dorada: Crónicas Marcianas, El Hombre Ilustrado, Fahrenheit 451.
En la primera expedición de las Crónicas Marcianas, la presencia de los hombres de la tierra llega primero, antes que los cuerpos, como música.
Caía la tarde, y mientras se paseaba por entre las susurrantes columnas de lluvia, la señora K se puso a cantar. Repitió la canción, una y otra vez.
—¿Qué canción es ésa?, —le preguntó su marido, interrumpiéndola, mientras se acercaba para sentarse a la mesa de fuego.
La mujer alzó los ojos y sorprendida se llevó una mano a la boca.
—No sé.
El sol se ponía. La casa se cerraba, como una flor gigantesca. Un viento sopló entre las columnas de cristal. En la mesa de fuego, el radiante pozo de lava plateada se cubrió de burbujas. El viento movió el pelo rojizo de la señora K y le murmuró suavemente en los oídos. La señora K se quedó mirando en silencio, con ojos amarillos, húmedos y dulces al lejano y pálido fondo del mar, como si recordara algo.
—Drink to me with thine eyes, and I will pledge with mine (Brinda por mí con tus ojos y yo te prometeré con los míos) —cantó lenta y suavemente, en voz baja—. Or leave a kiss within the cup, and I’ll not ask for wine. (O deja
un beso en tu copa y no pediré vino).
Cerró los ojos y susurró moviendo muy levemente las manos. Era una canción muy hermosa.
—Nunca oí esa canción. ¿Es tuya?, —le preguntó el señor K mirándola fijamente.
—No. Sí… No sé —titubeó la mujer—. Ni siquiera comprendo las palabras. Son de otro idioma.
Ray Bradbury vino a la Argentina dos veces. La primera, en 2007, me la perdí, Cuidando a mi primer sobrino, en Longchamps, vi por tele que estaba en la Feria del Libro firmando libros y yo sin saberlo. Se fue emocionado, diciendo que fue una de las experiencias más maravillosas de su vida, por el afecto de la gente. La segunda, en 2006, otra vez en la Feria del Libro, pero ahora en una video-conferencia; ahí estuve. Me senté atento y emocionado de verlo. Nunca antes había escuchado o leído a Bradbury en primera persona. Luego de ese día volví a coleccionar sus libros y ahí sí empecé a tener libros con sus escritos en primera persona. Esa tarde descubrí que todas las cosas de las que él nos hablaba yo ya las sabía, y las sabía a través de sus cuentos.
Quisiera destacar tres cualidades que se encuentran en sus cuentos a través de tres personajes:
— La curiosidad en Cecy Elliot ("La Bruja de abril", Las Doradas manzanas del Sol).
— La imaginación en Fiorello Bodoni ("El Cohete", El Hombre Ilustrado).
— El cariño en Harrison Cooper ("Los últimos sacramentos", Más rápido que la vista).
Cecy es una brujita que tiene la facultad de meterse dentro de las cosas para saber qué se siente. Puede ser un perro, una paloma, un pétalo, un grillo o el rocío y vivir su experiencia. Un día, decide saber qué es enamorarse.
Fiorello Bodoni logra hacer un viaje inolvidable con sus hijos.
Una mañana, Harrison Cooper se despierta triste, melancólico, y al afeitarse ve por el espejo cómo se le cae una lágrima. Una visita le hace dar cuenta de que con su máquina del tiempo puede hacer viajes a momentos históricos, ahí cae en el por qué de su estado de ánimo y decide visitar a tres de sus escritores favoritos que murieron sin reconocimiento alguno.
Harrison Cooper se puso de pie sigilosamente, echó un vistazo hacia la escalera y luego, cargado con el dulce peso de los libros, entró en aquella habitación en la que las velas ardían a cada lado de la cama, donde el hombre agonizaba recostado, los brazos extendidos a ambos lados, la cabeza hundida en la almohada, los ojos cerrados en una mueca, la boca firme como si desafiara al techo, a la muerte misma, a que lo hundiera hasta ahogarlo.
Al primer roce de los libros, a un lado y luego al otro de la cama, el anciano aleteó los párpados y sus labios agrietados se partieron; de sus fosas nasales escapaba un silbido de aire.
—¿Quién anda ahí? —susurró—. ¿Qué hora es?
—“Cada vez que la boca se me tuerce en una mueca amarga, cada vez que en mi alma se posa un noviembre húmedo y lluvioso, entonces comprendo que ha llegado la hora de darme a la mar lo antes posible” —contestó el viajero a los pies de la cama, con voz serena.
—¿Cómo? ¿Cómo? —repitió rápidamente el anciano con voz casi inaudible.
—“Es mi manera de disipar la melancolía y regular la circulación” —volvió a citar el viajero, que se desplazó para colocar un libro junto a cada uno de los brazos del anciano moribundo, donde sus dedos trémulos pudieran rozarlos, tocarlos y acariciarlos como si estuvieran escritos en Braille.
De a uno por vez, el desconocido sostuvo en alto un libro tras otro para exhibir las cubiertas, luego una página y otra, donde las fechas impresas de aquella novela retozaban en la cresta de una ola para luego encallar para siempre en alguna playa de un futuro lejano.
Los ojos del enfermo se posaron largamente en las tapas, los títulos, las fechas y luego se clavaron en el rostro resplandeciente del viajero. Confundido, exhaló.
—Tienes la mirada de un viajero. ¿De dónde vienes?
—¿Se notan los años? —dijo Harrison Cooper inclinándose hacia él—. Bien, entonces le traigo una Anunciación.
—Esas cosas sólo les ocurren a las vírgenes —musitó el anciano—. No yace aquí ninguna virgen sepultada bajo los libros nunca leídos.
—Sin embargo, yo vengo a desenterrarlo. Traigo noticias de un lugar distante.
La mirada del enfermo se dirigió a los libros que descansaban bajo sus manos temblorosas.
—¿Son míos?
El viajero asintió con solemnidad, pero sus labios dibujaron una sonrisa cuando el rostro del anciano se tiñó de un color más tibio y la expresión de los ojos y la boca se tornó más anhelosa.
—¿Hay esperanzas, entonces?
—¡Claro que sí!
—Te creo. —El anciano tomó aire y preguntó: —¿Por qué?
—Porque lo quiero mucho —dijo el desconocido a los pies de la cama.
CON PASO DE PANTERA *
No aplastes ni arrebates; descubre y conserva;
con paso de pantera ve adonde duermen las verdades minadas
a detonar con sigilo las semillas ocultas
para que en tu estela, invisible, ignorada,
brote una riqueza exuberante y quede atrás
mientras te escabulles fingiendo que eres ciego.
Al volver al sendero que abriste en la jungla
descubre los desechos que hiciste a un lado;
las mínimas verdades y las grandes han aflorado allí
donde antes diste tumbos con loca inconsciencia
o algo parecido. Y así esas minas fueron detonadas
en fácil juego de paso y pisada y hallazgo;
pero sobre todo paso suelto; pisada, muy poca.
Presta atención, pero una pizca.
Desdeña el cuidado, muéstrate distante, haz caso omiso
de las millas, y detrás de tu sonrisa, como gatos,
vendrán a ronronear las metáforas, cada una un orgullo,
una espléndida bestia de oro que llevabas oculta,
convocada ahora en cosechas de sabana
vuelta elefante agamuzado que estremece
y atrona y desencaja para que la mente pasmada,
contemple la belleza pero perciba el defecto.
Luego, visto el defecto, como lunar en la más bella,
apresúrate a reconocer, entero, el Todo.
Hecho lo cual, finge no guardar ningún conocimiento;
con paso de pantera ve adonde duermen las verdades minadas.
* Poema del libro Zen en el arte de escribir (1990).
...
Él no lo sabía, pero era mi mejor amigo.
jueves, 22 de agosto de 2024
miércoles, 14 de agosto de 2024
30 años de La Hija de la Lágrima: cambio de piel
miércoles, 7 de agosto de 2024
jueves, 1 de agosto de 2024
Guillermo Moreno defiende a Victoria Villarruel y a Mohamed Alí Seineldín
domingo, 28 de julio de 2024
La oligarquía frente al payaso asesino (mal conocido como La Sociedad Rural Argentina al País)
El Payaso Asesino no sabe ni tomar mate ni besar. En todos los terrenos da asco. https://t.co/FE3GOodLKB
— Oscar Cuervo (@oscaracuervo) July 28, 2024
viernes, 26 de julio de 2024
sábado, 20 de julio de 2024
Los copitos como prólogo de la nación psicótica
jueves, 18 de julio de 2024
Costumbres argentinas
[Viene de acá] La película de Martín Farina El Cambio de Guardia dio lugar a un extenso intercambio crítico que resulta esclarecedor acerca de los mecanismos de recepción de una película que deja asomar, como otras no lo hacen, cierto estado de la conversación social argentina actual.
[Las reseñas a las que voy a referirme pueden encontrarse en los siguientes enlaces:
- Tomás Guarnaccia, Letterboxd
- Lautaro García Candela y Ramiro Sonzini, La Vida Útil
- Nicolás Prividera 1, Ojos Abiertos
- Tomás Guarnaccia, Ojos Abiertos
- Nicolás Prividera 2, Ojos Abiertos
- Roger Koza, Ojos Abiertos]
Creo que no existe ni podría existir ningún manual que indique hasta dónde una película debe mostrar ni qué énfasis es necesario ni suficiente que el cineasta aplique a las tensiones que expone. La película es una sola pero los comentarios se abren en un abanico que lleva a preguntarse qué ven los críticos cuando la comentan.
El remanido concepto de la distancia justa resultó complicado. Una mera invocación de estos términos parece habilitarnos a usar el distanciómetro que nos indicaría cuán cerca de la justicia está una película o un cineasta. Pero El Cambio de Guardia no es una película sobre la generación de los que hicieron la colimba en 1977 ni tampoco tiene el deber sociológico de anticipar cómo la pequeño-burguesía bonaerense se iba a posicionar respecto de la irrupción del mileísmo, entre otras cosas porque se terminó de filmar antes de las elecciones, cuando ni los más agudos analistas podían asegurar el triunfo de la ultraderecha. Sin embargo, al filtrar algo del clima sociopolítico de la argentina actual todos los comentaristas se sienten habilitados a indicar cuán lejos debería llegar o qué posiciones autoriza.
Por ejemplo, Guarnaccia y García Candela se sienten aliviados al ver que un grupo de varones maduros, algunos de las cuales sostienen posiciones políticas aberrantes, se profesan un cariño viril en el escenario argentinísimo del asado y el vino: quizás es así porque la película llegó en un momento en el que un sector social con dificultades para posicionarse ante un escenario político muy áspero se siente agobiado por la ofensiva fascista. Se acude a El Cambio de Guardia como la película que legitima la amistad por sobre todas las cosas. Una mirada un poco más fría sobre la película permite ver que la película no habilita ningún sentimiento ni apuesta a que «el espectador aprenda a querer a los personajes por cómo ellos se quieren y se cuidan y por cómo viven en compañía. Es decir, lo primero que hace la película es enseñarnos a mirar a los personajes en sus propios términos y no en los nuestros», una verdadera tontería.
Ninguna película nos enseña a querer nada ni a nadie. No pasa en Taxi Driver ni en Actualización política y doctrinaria para la toma del poder que debamos aprender a querer a Travis Bickle o a Juan Perón. No es posible inferir de las conductas que vemos en El Cambio de Guardia cuánto se quieren realmente los ex-granaderos. El amor es una sustancia misteriosa para el cine. Ellos toman vino, se abrazan, se enfurecen o añoran un lustre castrense pretérito, quizá inexistente pero funcional para sostener su existencias un tanto chatas. ¿Son queribles estos ex-soldados que aún sostienen su amistad a través de un camino largo y sinuoso? La pregunta está flotando en el viento y es una virtud de Farina el llevarnos al umbral de esta interrogación, pero lo cierto es que la película no lo responde ni tendría por qué hacerlo.
Las lecturas de Guarnaccia, Candela y Prividera son igualmente infundadas, ya que todos coinciden en que la película reclama que el presunto cariño que ellos aparentan profesarse atraviese la pantalla y nos alcance a los observadores críticos. Guarnaccia hasta cree encontrar en esos abrazos empapados en vino una táctica política para que la izquierda o el peronismo abracen igualmente a los votantes de milei, lo que según su peculiar idea de la política haría a la película más «popular» (haría falta un politólogo ahí para sacar al pueblo de esa ciénaga sentimental). Guarnaccia también cree defender la cinematografía de Farina asimilándola a la retórica de Crónica TV. Yo no quisiera para mí defensores así.
Prividera, tal como es su predisposición sostenida a lo largo de décadas, se indigna al coincidir con Guarnaccia y Candela acerca del cariño que Farina tendría hacia estos fachos de baja intensidad -está claro que los personajes son capaces de pedir gatillo fácil pero jamás de disparar ese gatillo: anhelan que otrxs lo hagan, son la retaguardia de todo proceso de fascistización, que alienta la masacre desde lejos pero no sale de su posición de opinadores. A mí la película me lleva a preguntarme cómo es posible abrazarse con un tipo que pide matar a los chorros, pero jamás me llevaría a abrazarme con un tipo que pide matar a los chorros. A Prividera todas estas instancias subjetivas se le aplastan y en una misma oración confunde los sentimientos del papá de Farina, los críticos de La Vida Útil y el punto de vista de El Cambio de Guardia. Una mínima precaución epistemológica aconsejaría detectar las diversas instancias: lo que dice uno o varios personajes, lo que dicen los críticos y lo que una película dejar ver y oír.
¿Acaso Mujer Nómade no deja ver la desesperación de la profesora de filosofía, a pesar de que su léxico filosófico abunda en la familia de palabras acerca del deseo, la sexualidad y el poder y carece de palabras para la soledad, la declinación vital y la angustia? ¿Farina nos pide que aplaudamos a Esther Díaz como lo hace su embelesado estudiantado, que se deja rendir por la destreza histriónica que despliega la profesora en las tablas? No lo creo, porque Mujer Nómade ingresa en una zona en la que ese despliegue histriónico se quiebra -notablemente en una escena en la que la profesora se cae del plano mientras la cámara mantiene su encuadre vacío. ¿No es muy elocuente ese vacío, mucho más que si Farina irrumpiera en el plano para indicarnos lo que piensa de su retratada?
Prividera parece necesitar que toda película abandone el mínimo resto de indeterminación y entregue toda la información necesaria para condenar sin atenuantes a personajes que se empeñan en ser solo sospechosos pero no culpables. Prividera espera que no quede resto de ambivalencia porque cree que toda ambivalencia es una complicidad de la mirada del cineasta con crímenes atroces. Y cree que no es posible que haya en la realidad ni en la subjetividad de los personajes zonas de indeterminación. Viendo M uno comprende que NP se siente compelido a despejar toda indeterminación: si un personaje no recuerda o no termina de entender qué hizo hace 30 años eso alcanza para condenarlo como culpable. Estos procedimientos funcionan en el cine de Prividera pero no en el de Farina, que tiene cierto sigilo para dejar ver un temblor de los semblantes y abre un espacio para que el observador crítico decida sobre su propia mirada, o mejor aún piense sobre lo que él mismo proyecta sobre la pantalla.
Ninguna película puede imponer un juicio a un observador crítico. Prividera puede estar indignado con las zonas nubladas de la memoria colectiva sobre la dictadura y debe tener motivos personales muy comprensibles para exigir siempre pronunciamientos categóricos, así como Guarnaccia espera que sea licito querer a un fascista de baja intensidad en honor de la tradición popular argentina.
Un efecto de verdad de El Cambio de Guardia es que es posible ver que los procesos políticos se amasan con materiales no siempre nobles, a veces banales, a veces estúpidos, a veces simplemente claudicantes: los personajes que defienden con énfasis sus convicciones en Los convencidos se ven vencidos por la presión de la época, nada lleva a querer abrazar a la ardida promotora de un esquema piramidal, que en otra película formaba parte de otra secta, ni a simpatizar con el hijo adulto que discute con su madre anciana replicando los eslogans cualunquistas de la radio. Es decir, el énfasis de los convencidos no convence a la mirada de Farina. No encuentro que una película deba llevarnos a hacer querible ese entusiasmo sectario, tampoco espero que la pelicula me suministre las pruebas para que mi condena a estos personajes sea inapelable.
Hay un error persistente en los análisis de Prividera sobre la función de la observación en el cine. Una de las instancias estructurales de toda película es su capacidad observacional. Yo puedo observar la gesticulación enojosa de NP cuando en M monologa acerca de la responsabilidad de la sociedad civil durante la dictadura. Mi observación, abierta desde la película, no hace al cineasta Prividera un exponente del cine observacional ni me lleva a contagiarme sin mediación con el enojo del personaje. El error epsitemológico de Prividera consiste en que aplica un reduccionismo por el cual la función observacional que cualquier película ejerce es mal identificada con la escuela documentalista observacional o, lo que es peor aún, con una neutralidad cómplice de la mirada con lo observado.
La observación nunca es neutral y nunca es soberana sobre la praxis del observador crítico. Si una película debiera despejar toda ambivalencia de lo real para entregar un juicio categórico acerca de los personajes o personas que muestra, entonces el cine nunca nos permitiría dejar ver ninguna situación real, ninguna persona ni ningún personaje, sino solo los juicios del cineasta. Si el cine fuera eso que NP postula, el espectador sería un perfecto empirista (idiota) que solo recibe datos y los acopia y no un sujeto que debe conferirle una organización y sentido a una sucesión de planos. Se entiende que NP siempre se enoja cuando los críticos no ven en sus películas exactamente eso que él pretende mostrar. Y el crítico NP cree descubrir arteras operaciones de colaboracionismo cuando una película no muestra o no pone el énfasis exactamente en eso sobre lo que a él le importa.
NP cree que una película debería esclarecer cuál fue el papel de los soldados conscriptos durante la represión dictatorial y eso forma parte de su -legítima- agenda. Lo impertinente es que él pretenda que Farina asuma esa agenda como propia y haga la película que NP necesita, o incluso que violente la dinámica de la interacción del grupo retratado en El Cambio de Guardia para que… ¡finalmente! se compruebe que los conscriptos del año 1977 debieron ser partícipes del terrorismo de estado. Esa no parece ser la agenda de los señores de El Cambio de Guardia, más preocupados por acomodar sus recuerdos a su necesidad vital actual y no por revisar su responsabilidad cívica histórica.
Tampoco es parte de la agenda de Farina llevar a sus diversos retratados (el fabricante de ladrillos de Paso Piedra, la profesora de filosofía de Mujer Nómade, los exmontoneros de Náufrago, el cineasta de EL PROF3S1ON4L) a pronunciarse en cámara sobre las preocupaciones de Farina. La amplitud de mirada con que MF encara sus retratos permite que en sus películas aparezcan muy diversas existencias, diversas entre sí y diversas respecto a él. Considero que esa singularidad irreductible de sus retratos -que no son muestras sociológicas- y su sigilo para no anegar el plano con sus propios juicios son un efecto de verdad de su cine.
Agregaría que reconozco un riesgo en el planteo estético y politico de El Cambio de Guardia, ya que se presta a esta especie de controversias que nunca aparecen cuando se comenta Los delincuentes o Trenque Lauquen.