viernes, 21 de junio de 2024

La primera vez como tragedia, la segunda como una farsa trágica





Con la detención de ciudadanos que la semana anterior solo habían ido a Congreso a protestar y el tratamiento inusitadamente feroz que el Estado les dio se traspasó un límite: nunca se persiguió a la casta, ya no es Cristina ni los kirchneristas los enemigos señalados por el gobierno, son personas del llano, que viven en el país manteniendo gestos dignos. Somos millones. 

El actual gobierno y todo el dispositivo empresarial, mediático y judicial que los sostienen vuelven a mostrarse dispuestos a hostigar ya no a una identidad política sino a los millones que no se van a prestar a la degradación que el actual régimen propone. No es que reivindicaron el golpe del 76 o negaron la cantidad de desaparecidos por una simple disputa simbólica, solo para marcar una diferencia con el relato del alfonsinismo o el kirchnerismo: están tanteando la tolerancia colectiva para reponer aceleradamente un terrorismo de estado. Prueban hasta qué punto la sociedad se presta a esta injuria.

Los que atravesamos la postdictadura y tenemos un horizonte histórico que excede el trauma por la reciente pandemia, aquellos cuyos cuerpos hemos sido rozados por el terror de estado -no solo una cuarentena prolongada- sabemos que estos procesos terminan muy mal, que las clases opresoras son capaces de peores daños 

El tipo que fue elegido jefe de estado es un sociópata que odia a las personas que piensan, aprenden, participan, critican, tienen una vida de vínculos en colectividad. Él no tiene nada de eso, así que nuestra sola existencia es algo que deplora: nos quiere aplastar bajo sus pies sucios. 

Pero tampoco encapsulemos la injuria en el cuerpo del loco: no olvidemos que los que lo están bancando son los sectores del establishment que sostuvieron a Videla y Massera, que supieron y estimularon la existencia de la ESMA y los vuelos de la muerte. Por ser civiles ellos se salvaron de los juicios del alfonsinismo y el kirchnerismo que habrían merecido como partícipes necesarios de la dictadura. 


Los argentinos estuvimos en guerra. Todos la vivimos y la sufrimos. Queremos que el mundo sepa que la decisión de entrar en la lucha la provocó e impuso la subversión, no fue privativa de las Fuerzas Armadas. Fue una decisión de los argentinos. Todos, absolutamente todos los hombres de buena voluntad que habitan el suelo argentino pedimos en su momento a las FFAA que entraran en guerra para ganar la paz. A costa de cualquier sacrificio. Y tal como cualquier otra guerra, la nuestra también tuvo su precio. Hoy la guerra terminó, aunque no la vigilia. Aunque en idéntica circunstancia volveríamos a actuar de idéntica manera, quiera Dios que nunca tengamos que pagar este precio para vivir en paz. Las instituciones que abajo firmamos queremos refrendar de esta manera nuestro apoyo a aquella dolorosa pero imprescindible decisión: Asociación de Bancos Argentinos – Bolsa de Comercio de Buenos Aires – Cámara Argentina de Editores de Libros – Cámara Argentina de Anunciantes – Cámara Argentina de Comercio - Consejo Empresario Argentino – Consejo Publicitario Argentino – Liga de Madres de Familia – Sociedad Rural Argentina. Y continúan más de 100 firmas.

Son tan capaces de sostener los desbordes de estos desquiciados como sostuvieron durante años los de Videla y Massera, sociópatas de otro estilo. Las clases dominantes no toleran que como pueblo hayamos juzgado y condenado pacíficamente al terrorismo de estado. Hay una pulsión de este terrorismo por volver. Los que lo conocimos sabemos que penetra paulatina y sostenidamente, una injuria cada día. El proceso ya empezó. 

Tenemos que saber a qué nos enfrentamos, abandonar toda ilusión de que se trata de una simple alternancia republicana: una parte del staff político está dispuesto a colaborar con la vuelta del estado terrorista. ¿Cuántas voces dirigenciales se alzaron a denunciar las detenciones ilegales durante estos días? 

Estamos huérfanos, como en 1975. Estos llegan para desarticularnos, porque somos incompatibles con los planes que se traen entre manos. ¿Vamos a estar a la altura del conflicto? Ellos fingen demencia, sería imperdonable que también nosotros lo hiciéramos.

jueves, 13 de junio de 2024

Así votaron los senadores la ley neocolonial mientras el pueblo era reprimido en las calles


Fuente: Matías Mowszet

30 senadores de UxP votaron el rechazo total a la ley.

Andrada, Moisés y Mendoza, de UxP, entregaron su voto al RIGI.

La diferenciación parcial de Losuteau respecto del bloque radical, votando en contra de las facultades delegadas, reforma del estado y RIGI tuvo un efecto político puramente testimonial, pero él fue quien dio el Quorum y por ende hizo posible la aprobación de la totalidad de la ley.

La extraña alineación radical: el presidente del partido votó en contra en general pero 11 senadores de su bloque aprobaron la ley en particular y en general. 

Lucía Crexell votó afirmativo en general y en todos los capítulos particulares a cambio de la Embajada en la UNESCO.

El bloque Unidad Federal, desertores del peronismo, se entregaron en toda la línea.

Los misioneros que responden a Rovira, con una provincia convulsionada por el ajuste, votaron todo a favor.

LLA y PRO votaron como era previsible.

Afuera, en la Plaza, la represión: sin represión no hay milei.


Cacerolazos en barrios de CABA y en las provincias.

sábado, 8 de junio de 2024

El problema es otra vez la situación cada vez peor del corazón (Costumbres argentinas)

El Cambio de Guardia (Martín Farina, 2024)

La más reciente película de Farina, ganadora de la Competencia Argentina del último BAFICI, muestra a un cineasta que cada vez vuelve a plantearse un problema a la vez pragmático, estético y político: ¿cómo intervenir sobre espacios íntimos sin sofocar esa intimidad ni impostar una mirada desencarnada? Contra lo que cierta crítica postula, no hay un "método Farina": cada película demanda la repetición de la pregunta sobre cómo el cine documental puede acceder a espacios que se le abren, nunca del todo, siempre guardando una opacidad que la mirada cinematográfica no solo respeta sino también pone en evidencia. En este problema Farina se muestra muy versátil. Para que esa mirada pueda entrometerse en el espacio de rodaje de una película de Perrone (El profesional), internarse en la pesadilla de un sobreviviente de la contraofensiva montonera (Náufrago), acompañar la autoexposición narcisista de una docente histriónica e locuaz (Mujer nómade), espiar los roces corporales furtivos en una concentración de futbolistas (Fulboy), desvelar los ritos de fertilidad de unos jóvenes campesinos (El fulgor) o exponer las pujas sórdidas de los hijos por la herencia de un padre anciano (El lugar de la desaparición), Farina siempre debe repensar sus estrategias respecto de la distancia de cámara, el registro de la oralidad, el recorte y enfoque de los cuerpos, la dimensión musical del cine, las escenas omitidas; y, sobre todo, la intrusión del cine en medio de estos espacios siempre ajenos. 

Náufrago

Mujer nómade

El lugar de la desaparición

¿Qué puede el cine documentar? Farina nunca simula naturalidad ni neutralidad respecto de los espacios y cuerpos que filma, tampoco los sofoca con sus propios juicios. Sabe que si se mueve sigilosamente puede dejar a la vista gestos casi imperceptibles, rictus involuntarios, un temblor de la carne que dice más o dice otra cosa que lo que los personajes quisieran mostrar. La verdad no radica tanto en la intencionalidad del montaje -siempre muy pensado- como en el interior incalculable del plano.


El Cambio de Guardia

El fulgor

Fulboy

Ahora Farina se mete en un grupo de ex-reclutas del Regimiento Patricios que mantienen su vínculo a lo largo de varias décadas, cultivando los ritos de la amistad masculina, cierto costumbrismo nacionalista y una evidente nostalgia por el vigor militar perdido. Claro, la historia hizo su faena, aquellos soldaditos envejecieron, su virilidad perdió la turgencia juvenil -es interesante comparar estos cuerpos con los de Fulboy o El fulgor, para recorrer el arco vital de una masculinidad reblandecida-, y, sobre todo -esto es lo que llamó más la atención, no sin motivos, a la crítica local-: la política introdujo su discordia en la antigua camaradería patricia. Estos exsoldados ahora replican los discursos usuales de la "grieta argentina", poblados de los lugares comunes instalados por una politización mediática degradada. Es difícil encontrar en sus discusiones algún pensamiento o un desgarro íntimo ante el conflicto que fractura a la sociedad argentina desde hace décadas; más bien ese conflicto yace sepulto bajo una ristra de frases hechas y exabruptos manoseados. Si los críticos destacan esta línea manifiesta de las habladurías políticas -peronismo/gorilismo, o kirchnerismo/cualunquismo- es porque estas conversaciones no aparecen casi nunca en el cine argentino reciente; entonces El Cambio de Guardia va a perdurar como el registro de este tono de época. Pero las tensiones del grupo no van más allá de un opinionismo estridente ni permiten distinguir entre los personajes una posición política que exceda la de pequeño-burgueses desencantados por los años. Quizá esa fatiga existencial no hablada sea la auténtica política de este grupo de hombres. Entre la fascinación por un fulgor perdido que expresan cada vez que revisitan las ceremonias castrenses de la semana de Mayo y la circularidad de las reyertas y efusiones sentimentales que parecen cristalizarse en los ritos de su fraternidad incómoda, flota la sospecha de una vitalidad extenuada, algo que ni la exasperación vociferante ni el ablandamiento etílico terminan de resolver.

El Cambio de Guardia

Los convencidos

                                                              El brazo del Whatsapp

Una pregunta crece silenciosamente a medida que la película avanza: ¿estos señores se quieren más genuinamente que lo que se odian? Farina no enfatiza un sesgo definitivo. Hay una frialdad cautelosa y discreta en su mirada por la que cada espectador puede proyectar sus deseos sobre estas figuras y estos fondos. Por eso, me llamó la atención que buena parte de la recepción crítica se entusiasmara con un presunto rescate de la amistad, la ternura viril y esas costumbres argentinas que tienden puentes agradecidos sobre la grieta. Varios comentaristas creyeron hallar en el lado costumbrista una redención para el desasosiego de la época. Una de las primeras intepretaciones que circularon en foros cinéfilos la firmó Tomás Guarnaccia: 

"La maravilla de El cambio de guardia radica en que transforma la mentadísima frase cualunque “es todo un tema…” en una declaración política de primer orden. Sí… la persona que dice que hay que matar de un tiro al que roba puede ser un buen tipo. Decirlo y que no suene razonable para muchos es parte de la miseria intelectual en la que estamos cada vez más sumergidos. La vileza también es humana, recontra humana y puede ser profesada por todos"- escribió Guarnaccia en Letterboxd ni bien vio la película en el BAFICI.

Esta línea interpretativa fue en seguida replicada por varios otros. El giro chauvinista sorprende: ¿la persona que dice que hay que matar de un tiro al que roba puede ser un buen tipo? ¿si el costumbrismo del asado y el vino argentinos no vuelve razonable esa conciliación, eso es parte de la miseria intelectual en la que estamos cada vez más sumergidos? El giro a la derecha no solo se manifiesta en los jóvenes libertarios.

Las recepción crítica inmediata de El Cambio de Guardia pareció teñirse de un entusiasmo que revela más sobre las ganas de descansar en una reconciliación en medio de una época muy árida. La película cae en un momento en el que un sector de la clase media está buscando una tregua tranquilizadora y llegó la escena de los amigos abrazándose en el asado. Pero estos mismos ex-reclutas ya aparecieron en dos fragmentos cortos en El brazo de Whatsapp y Los convencidos y en conjunto no lucen tan entrañables como cuando se ponen sentimentales. El cine de Farina se reserva otras miradas no tan aquietadoras sobre la historia argentina y sobre la amistad viril en las recientes -y magistrales- Náufrago y El fulgor.